Capítulo 63 (alternativo)
Narra Tobi
—¿No quieres que pase por ti? —dijo Allan enseguida llegamos al consultorio de Paula.
—No te preocupes, ve y haz tu video —respondí. El chico solo asintió con su cabeza—. Muchas gracias por acompañarme —agregué con una sonrisa.
—Así que te aburriste de mi compañía, ya veo —dijo cruzándose de brazos—. Está bien, está bien.
—Sabes que no es eso —suspiré—. Creo que volver solo a casa me dará tiempo para pensar. Necesito ese tiempo.
El chico puso su mano en mi hombro.
—Solo bromeaba —sonrió—. Ten cuidado en el camino, espero no salgas corriendo del consultorio otra vez —mi rostro se sonrojó—. Me avisas cuando estés en casa y me debes una empanada.
Asentí con mi cabeza. Allan se despidió moviendo su mano de lado a lado y luego me dio la espalda.
—Avísame tú también —grité cuando ya se había alejado un poco. Allan giró su rostro hacia mí y dejó escapar una sonrisa.
Cuando Allan desapareció de mi vista los nervios se apoderaron de mí. Mis manos sudaban, lo que acababa de pasar con Sam era muy confuso, no sabía cómo sentirme. Una parte de mí se sentía triste porque era probable que no lo volviera a ver, otra se sentía feliz de saber que estaba vivo y que, de alguna manera, seguíamos siendo amigos, y muy al fondo todavía sentía rabia por el daño que le había causado a Matt. ¿Lo quería? ¿Lo odiaba? ¿Lo había perdonado? No sabía qué pensar, ni qué sentir y a eso se sumaba la culpa que en ocasiones me hacía pensar que si yo hubiera estado allí para Sam, si hubiese sido un buen amigo, él no estaría en ese estado. Si tan solo hubiese hecho las cosas bien desde un comienzo... tal vez todos seguiríamos siendo amigos.
—¿Tienes cita? —la voz de la recepcionista me sacó de mis pensamientos—. No hay nada programado para las siguientes tres horas, así que supongo que no vienes por una. ¿Vas a apartar entonces?
Negué con la cabeza.
—Entonces...
—Quisiera —la interrumpí enseguida—. ¿Podría hablar con la doctora? Me dices que no tiene ninguna cita y quisiera hablar con ella. Será solo un par de minutos.
—No creo que te atienda sin cita previa —miró la pantalla de su computadora—. La siguiente cita sería pasado mañana a las tres de la tarde.
—¿Pasado mañana? No puedo esperar hasta pasado mañana, ¿no puedo apartar una de estas horas?
—Recuerda que hay que pedir las citas con al menos cinco horas de anticipación —dijo la muchacha un tanto molesta—. ¿Vas a apartar la de pasado mañana entonces?
Volví a negar con la cabeza con resignación.
—Gracias —le di la espalda y me dirigí hacia la puerta.
Estaba por abrir cuando del otro lado alguien se me adelantó.
—Tobias —era Paula—. Qué bueno tenerte por aquí. ¿Tenemos cita hoy?, creo que no —dio un sorbo a su taza de café y miró su celular—. Efectivamente no —volvió sus ojos hacia mí—. ¿Pasó algo?
—Dijo que quería hablar con usted —contestó la recepcionista—. Le dije que no había agenda hasta dentro de dos días.
—Entiendo —yo estaba mudo. Ella no dejaba de mirarme y de la nada pasó su brazo por mis hombros—. No te preocupes, Diana. Tengo tres horas libres —La mujer dio el último sorbo a su café y lo tiró en una caneca que había junto a la puerta—. Vamos, Tobi.
Entramos en el consultorio. Ella se quitó su abrigo y lo colgó en el espaldar de su silla. Yo me senté y esperé a que se acomodara.
—Sara no me dijo que vendrías —dijo la mujer tomando asiento—. ¿Ella sabe que estás aquí?
—No —sentía mis manos empapadas en sudor, ya estaba cansado de sobarlas con mi ropa para tratar de secarlas—. Es que no tenía pensado venir —hice una pausa para pensar en qué decir, mi cabeza era un caos, no sabía por dónde comenzar—. Es que necesito hablar de algo y no sabía con quién hablar.
Paula puso sus manos sobre la mesa y me hizo señas con sus ojos de que le mostrara las mías.
—Me alegra que quieras hablar conmigo, Tobi —tomó mis manos—. Puedes confiar en mí. Dime qué es lo que ocurre.
Guarde silencio por unos cuantos minutos hasta que por fin fui capaz de mirarla a los ojos y hablar.
—Hace unos días me enteré que mi ex mejor amigo había tenido un accidente muy grave y cuando llamé a su casa su mamá me dijo que se iban a ir. Hoy fui a verlo y no sé, fue muy raro todo —mi voz se comenzó a entrecortar—. Es que no sé, quiero llorar, pero al mismo tiempo estoy molesto y no sé, creo que lo voy a extrañar y no entiendo por qué si se supone que ya no quería volver a saber nada de él —agregué con rabia—. ¿Por qué lo extrañaría si es una mala persona e hizo mucho daño a personas que no lo merecían?
Estuvimos hablando con Paula alrededor de media hora. Le conté lo que había pasado en casa de Sam, traté de describir de la manera más detallada posible cómo había sido todo y lo que me había hecho sentir. Le hablé de lo confundido que me sentía y del miedo que me daba perder a Sam, quien había sido mi amigo de toda la vida. De la rabia y de la culpa que no me dejaban hallar tranquilidad y de un modo u otro, terminé hablando de Matt.
—Es que jamás podré perdonar lo que le hizo a Matt —dije con una mezcla de rabia y tristeza en mi voz—. Todavía no entiendo por qué Matt se fijó en él, yo sé que yo fui un completo idiota cuando lo conocí, pero Sam nunca ha sido una persona de fiar en las relaciones amorosas. Estoy seguro de que Matt lo sabía, entonces no entiendo cómo pudo confiar en él.
—Tal vez el Sam que Matt conoció era diferente al que tú conocías, aún si fuese una mentira, para Matt era real —contestó Paula con voz suave—. Está bien que te preocupes por Matt, pero él ya es un hombre capaz de tomar sus propias decisiones. Sé que te preocupa, sin embargo, no puedes estar todo el tiempo cargando con los problemas de otros. No es sano para ti. Primero deberías comenzar por pensar en qué es lo que necesitas tú, Tobi. ¿Qué crees que te hace falta para sentirte bien? Sé que te da miedo perder a las personas que quieres, pero ¿te parece justo que tu estado de ánimo dependa tanto de la presencia o de las acciones de los demás?
—No lo sé. Quisiera que no me afectara, pero no sé cómo evitarlo.
—Está bien sentir empatía por los demás, preocuparse por ellos, evitar hacerles daño, pero también deberías sentir empatía y preocupación por ti mismo —continuó ella—. Y creo que es imposible porque no crees merecer sentirte bien, ser feliz. Te sientes culpable, a veces de cosas sin sentido, pero el sentimiento de culpa es uno de los más difíciles de llevar. ¿Mereces ser feliz, Tobi?
Mis ojos comenzaban a aguarse.
—No lo sé —mi boca temblaba—. Supongo, si no lo mereciera por qué seguiría con mi vida.
—¿Seguro que eso es lo que crees?
—Yo solo quiero ver a las personas que quiero bien. Si ellos están bien yo podré estarlo también, ya he hecho demasiado daño como para soportar verlos sufrir. Ya tuve suficiente, no quiero que más vidas se arruinen por mi culpa.
—No creo que...
—Mi madre murió por mi culpa —no la dejé terminar—. Mi padre es un alcohólico por mi culpa, Matt se metió con Sam por mi culpa, Sam se quedó sin amigos por mi culpa, Irene... no sé si siga sufriendo debido a mí. Lo único que he hecho es arruinarlo todo.
—Tobi, escucha —subió el tono de voz—. Eres muy duro contigo mismo. Tú no has arruinado la vida de nadie, cada quien es víctima de sus propias decisiones. Sí, es verdad que muchas veces ocurren cosas que no podemos controlar, pero la mayoría de veces lo que nos ocurre es fruto de las decisiones que tomamos y del encuentro con los otros, que implica nuevas decisiones y nuevos resultados positivos o negativos. No puedes decir que sea tu culpa porque te estarías dando demasiado crédito, sabes. Solo eres culpable de la forma en la que dejas que los efectos de esas decisiones te afecten. Por ejemplo, la rabia, la tristeza y el miedo se apoderan muy seguido de ti impidiendo tu tranquilidad y eso es algo que podrías evitar si cambiaras la relación que llevas contigo mismo.
—No dejo de hacer las cosas mal —mascullé molesto.
—No olvides que todos cometemos errores, los errores son parte de la vida y tienes dos opciones, lamentarte el resto de tus días por ellos o hacerte responsable de tus acciones, afrontar las consecuencias y aprender de lo que cada una de esas experiencias tiene para enseñarte. Cada error es una oportunidad de aprendizaje, una oportunidad para elegir más sabiamente en el futuro y para ser cada vez mejor persona. Te pregunto de nuevo, Tobi. ¿Mereces ser feliz?
No contesté. Paula sonrió.
—Por supuesto que lo mereces —dijo poniendo su mano en mi hombro—. Quiero que cada día al despertar te pares frente al espejo, te mires fijamente, sonrías y digas algo que te guste de ti. Trata de agregar cada vez algo que no hayas dicho antes. Verás que hay muchas cosas buenas en ti.
—Eso suena tonto.
—Inténtalo. Al menos por esta semana —agregó, yo asentí con la cabeza—. También dile a esa persona que ves en tu reflejo que puede y merece ser feliz. ¿Vale?
—Lo intentaré —respondí con un intento de sonrisa fallida.
—Me alegra oír eso, espero sea cierto. ¿Quieres hablar de algo más?
Asentí con la cabeza.
—Te escucho —se recostó contra el espaldar de su silla y me miró fijamente.
—Bueno es que —quería hablar sobre mis sentimientos por Matt, pero no sabía cómo hacerlo. Me sentía un poco apenado ya que Paula era amiga de Sara—. Es que hay una persona que me gusta mucho, pero esa persona no siente lo mismo que yo y creo que nunca lo sentirá. Entonces no sé qué hacer. Me siento bien pasando tiempo a su lado y digo, bueno, no importa si no somos nada mientras pueda seguir viéndolo y sepa que está bien. Pero hay momentos en los que siento que no es suficiente, que de verdad quisiera poder decirle lo que siento, tomarlo de la mano, besarlo, no sé, quisiera que él me viera de la misma forma en la que lo veo.
—¿Por qué dices que nunca sentirá lo mismo que tú?
—No creo que sea su tipo. Además fui muy malo con él y —me detuve pensativo—. Bueno en realidad hay muchas razones por las cuales es imposible que él me vea de otra forma —agregué en un suspiro.
—Entiendo, Tobi y voy a insistir en esto, debes comenzar a pensar más en ti, en tu bienestar, en tu felicidad, en hacer lo necesario para evitar todos esos sentimientos que te lastiman.
—Verlo me hace feliz —dije enseguida.
—Sí, lo entiendo. Te hace feliz y no hay nada de malo en que quieras a esa persona y quieras estar cerca incluso si piensas que no te corresponderá. Sin embargo, en el momento en el que ese amor que sientes comienza a hacerte daño, incluso si no es la intención de la otra persona, en ese momento es mejor buscar distancia —¿alejarme de Matt?—. Mientras sigas queriendo a esa persona es normal que te lastime la imposibilidad de estar a su lado, es normal que te duela verla de la mano con otras personas y escucharla hablar de sus sentimientos hacia otros y está bien sentirse así. Lo que no está bien es quedarse estancado en esos sentimientos. Es como una forma de masoquismo, ¿no crees?
—Pero la mayoría del tiempo me siento bien cuando estamos cerca.
—Sí, Tobi. Pero no siempre será así. Tú mismo lo has dicho, a veces no es suficiente y quisieras que pasara algo más. Entonces me imagino que en esos momentos te sientes triste, ¿no? —asentí con la cabeza—. Entonces, ¿no es masoquismo? Saber que te duele algo y solo aguantarlo por querer mantener a una persona cerca. ¿Qué harás cuando esa persona se vaya? Porque en algún momento hará su vida y probablemente no vuelvan a tener tanto tiempo como ahora. Si es algo que te hace daño, ¿vale la pena seguir esperando a que esa persona sea la que se aleje?
—No tenemos que alejarnos, somos hermanos —en ese momento mi rostro se puso rojo—. Somos como hermanos —corregí esperando que no pensara que fuese Matt, aunque lo más probable era que ya lo supiera—. O sea somos muy amigos, casi hermanos. Él es mi mejor amigo —tenía ganas de salir corriendo—. El punto es que cada quien hará su vida, pero seguiremos siendo amigos.
Al final Paula me dijo que lo mejor era que me alejara un poco y que tratara de conocer nuevas personas. Me dijo que era muy joven para estar sufriendo por amor y que lo más probable era que la persona con la que pasaría mi vida ni siquiera se hubiera cruzado todavía por mi camino.
Dejé el consultorio y la idea de alejarme de Matt no dejaba de hacer eco en mi cabeza. Tal vez era necesario que dejara de pasar tanto tiempo con él y que tratara de olvidarme de esos sentimientos. De cualquier modo, era probable que pasáramos nuestras vidas cerca debido a nuestros padres, entonces comenzar a verlo como mi hermanastro y no como el amor de mi vida era algo que no podía esperar más.
—Ya no me gustas —susurré—. Ya no me gustas, Matt. Lo repetiré frente al espejo en las mañanas hasta que me lo crea —mi celular vibró—. ¿Aló? —contesté sin mirar a la pantalla.
—Hola, Tobi —la voz de Matt, la maldita y dulce voz de Matt—. ¿Estás bien? Es que te he llamado varias veces y no contestabas, nos tenías preocupados.
—Estoy bien —mi corazón latía con fuerza y rapidez—. Ya voy para la casa.
—Bueno, te espero. Te esperamos —colgó enseguida.
Miré la pantalla de mi celular. Tenía siete llamadas perdidas, cinco de Matt y dos de Allan.
—Ya no me gustas, ya no me gustas, ya no me gustas —murmuré mientras caminaba, cada repetición lograba el efecto contrario.
Narra Matt
—¿Si te contesto? —preguntó mi madre sin apartar la vista del computador.
—Sí, dijo que ya venía en camino —me senté nuevamente a su lado—. ¿Has visto algo?
—Todo está muy costoso, Matt —contestó con frustración—. De verdad no sé qué vamos a hacer. Es que no podemos quedarnos mucho más aquí, sinceramente me da mucho miedo lo que Richard pueda hacer.
—¿Y Tobi? —me asustaba pensar en la idea de que Tobi tuviera que quedarse solo con su padre—. ¿Qué le vamos a decir? ¿Él irá con nosotros?
—Tobi sigue siendo menor de edad, Matt. No podemos llevarlo con nosotros sin la autorización de Richard.
—No creo que a él le importe si se va con nosotros o no.
El ruido de la puerta principal me hizo pegar un brinco.
—Volví —gritó Tobi desde las escaleras.
—¿Cómo te fue, Tobi? —dijo mi madre dibujando una sonrisa en sus ojos.
—Muy bien —la sonrisa de Tobi se desvaneció cuando se encontró frente a nosotros. Aunque mi madre trataba de mostrarse feliz, su nariz y el contorno de sus ojos y boca estaban rojos, se notaba que había llorado—. ¿Pasa algo?
Mi madre negó con la cabeza.
—¿Estabas llorando, Sara? —inquirió con el rostro cargado de preocupación.
—Sí, vimos una película muy emotiva, te la perdiste —contestó mi madre—. Estuvo buena, ¿cierto, hijo?
—Estuvo bonita —murmuré mirando a mi madre.
—¿Tú qué hiciste? —Mi madre cerró el portátil y se levantó—. Vino tu amigo a buscarte, pensé que estabas con él.
—¿Mi amigo?
—Allan —dije. Tobi abrió sus ojos con sorpresa y se sonrojó—. Dijo que tenía que hablar contigo de algo urgente, supongo. Se me olvidó decirte por teléfono que lo llamaras.
—¿Qué? ¿Allan vino?
—Sí. Parecía que en serio te necesitaba, ¿no tenían una cita o algo así? Porque estaba bastante arreglado. Deberías llamarlo.
El rostro de Tobi parecía echar humo de lo rojo que estaba.
—Y ¿quién es ese tal Allan? —preguntó mi madre—. ¿Dónde lo conociste? No es de la escuela, ¿o sí? Porque últimamente andas como mucho con él, ¿no?
Hasta mi madre lo había notado. Definitivamente entre Tobi y ese chico debía pasar algo. No recordaba que Tobi saliera tan seguido con una sola persona después de haber terminado con Irene.
—Nos conocimos donde Paula —respondió Tobi—. Nos hemos encontrado varias veces en el consultorio y pues comenzamos a hablar y es una buena persona —el chico se dirigió a la cocina—. ¿Alguien quiere algo de tomar? Muero de sed —parecía que quería evadir el tema.
Mi madre dejó la sala y subió a su cuarto. Cuando fui a la cocina Tobi estaba concentrado en su celular, parecía estar chateando, no dejaba de sonreír y reír de vez en cuando.
—¿Si era urgente? —pregunté tomándolo por sorpresa. Su celular casi se resbala de sus manos.
—No me pegues esos sustos —dijo el rubio dejando el celular en la mesa—. No sé, no lo he llamado.
—Pensé que ya estaban chateando.
Tobi me miró extrañado.
—Estás raro —sirvió un vaso de agua—. ¿Allan te dijo algo o por qué actúas tan extraño?
—¿Raro? ¿A qué te refieres?
El sonido del celular de Tobi cortó la conversación.
—¿Hola? —contestó enseguida—. Te dije que no me llamaras —tomó el vaso y se fue para su habitación.
Ya no necesitaba más pruebas, algo había entre Tobi y ese chico y por alguna razón no me gustaba la idea. Me sentía fastidiado, un tanto molesto, ¿acaso así se sentían los celos? No, no era posible, tenía que ser otra cosa. Por qué me sentiría celoso, es decir, Tobi no me gustaba. Todo lo contrario, me hacía feliz pensar en que al fin había conocido a otra persona, una que pudiera corresponderle y quererlo como él lo merecía. Pero si no eran celos, ¿entonces qué?
—¡Matt! —el grito de mi madre me devolvió a la realidad.
Corrí hacia su cuarto.
—¿Qué pasó? —pregunté preocupado—. Ella estaba con el teléfono en medio de su hombro y su oreja. Me hizo señas de que le pasara algo para escribir.
Me dirigí a mi habitación, tomé una libreta y un esfero.
—Ten —susurré. Ella comenzó a escribir en tanto producía ruidos de afirmación.
—Listo, entonces mañana en la mañana llamo. Muchas gracias, querida —agregó antes de colgar. Luego se acercó a mí—. Matt, estuve hablando con tu padre y me dijo que la hermana de su esposa tiene un apartaestudio que van a desocupar en un par de días. Ya hablé con ella, es pequeño y económico, iremos a verlo mañana. Estoy segura que es apenas para nosotros, podemos quedarnos allí mientras terminas la escuela.
—¿Se van a ir?
Tobi nos miraba de pie en la puerta. Mi madre se acercó a él.
—Sí, Tobi. Matt y yo tenemos que irnos.
—¿Por qué? ¿Qué es lo que ocurre? —su rostro estaba pálido.
—Tu padre —mi madre cerró los ojos, parecía que hacía un esfuerzo por evitar llorar—. Tu padre y yo hemos tenido muchos problemas últimamente. Ya no nos entendemos y es mejor que nos separemos antes de que sea peor.
El rubio no dejaba de mirarme.
—¿Puedo ir con ustedes?
—Sabes que es mejor que te quedes con tu padre. Con él tienes todo lo que necesitas.
—Yo no necesito su dinero —interrumpió Tobi, la rabia se reflejaba en su voz—. Yo quiero ir con ustedes, son mi familia.
—Tobi no puedes ir con nosotros, todavía dependes de tu padre.
—Ya casi cumplo 18, puedo irme con ustedes de una vez.
Mis manos temblaban. No quería que nos fuéramos sin Tobi.
—Tobi, necesitas de tu padre. Él puede pagarte la universidad, puede darte un buen futuro.
Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos.
—Yo puedo trabajar para pagar mis cosas, no tienen que mantenerme. Puedo buscar una beca, mis notas no están mal este año. No seré un problema, prometo que no les daré ningún problema.
—No podemos hacer eso, Tobi. Al menos mientras seas menor de edad debes quedarte con tu padre —mi madre pasaba sus manos por las mejillas de Tobi para secar sus lágrimas—. Y sabes que con tu padre tendrás mejores opciones. Debes pensar en tu futuro. Además, estaremos cerca, no te estamos abandonando. Solo no viviremos en la misma casa.
—Pero se irán después.
—No nos iremos —dije cuando al fin me salió la voz—. Jamás te vamos a dejar solo, Tobi.
Cuando el rubio se calmó un poco nos sentamos los tres frente al computador para mirar la ubicación del apartaestudio. El lugar quedaba a la vuelta del colegio, en el tercer piso de una casa.
—¿Ves? —dijo mi madre—. Puedes ir a visitarnos cuando quieras.
Podía ver el miedo en los ojos de Tobi. No dejaba de pensar en lo que haría estando solo en las noches, lo más probable era que su padre siguiera sin volver a la casa quién sabe por cuánto tiempo. ¿Volverían sus pesadillas? Podía imaginarlo despertando en la mitad de la noche asustado o evitando dormir para huir de ellas.
—Podemos hacer pijamadas de vez en cuando —dije para tranquilizarlo un poco.
—Todo estará bien —mi madre nos abrazó a ambos.
Fuimos a la cocina a preparar la cena los tres. Hicimos pancakes y malteada de fresa. Luego nos sentamos en la mesa a comer mientras jugábamos parqués. Mi madre nos ganó, aunque era muy tramposa. Antes de ir a dormir pasé por la habitación de Tobi. El rubio se encontraba escribiendo algo en una libreta.
—¿Sabes, Matt? —dirigió su mirada hacia la puerta, en donde yo me encontraba. Entré y me senté en una esquina de su cama—. En un momento del día pensé en que quería alejarme de ti —cerró la libreta—. Ahora solo siento miedo, es como si todo fuera un castigo por desear esas cosas.
—No digas bobadas —contesté en tanto me recostaba—. No es como que vayamos a dejar de hablar, ¿o sí? Seguiremos viviendo cerca.
—Lo sé, pero...
—¿Quieres alejarte de mí? —no dejaba de preguntarme si el tal Allan tenía algo que ver.
—No —respondió enseguida—. No quiero eso.
Ambos estuvimos en silencio un par de minutos.
—Yo tampoco —susurré con la mirada clavada en el techo.
https://youtu.be/OpTKLNjUdwQ
"Lo entiendo. Ocultaré las cicatrices de ese cuerpo roto y limpiaré las lágrimas ocultas de esa alma destrozada. Tomaré tus manos junto con las mías y confiaré en ti" (One-Epik high)
Hola a todos. Espero les guste el capítulo de hoy. Mil gracias por seguir esta historia <3
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