CAPÍTULO 15. ¿QUÉ MIERDA ERA ESTO?

"Los secretos más grandes, se ocultan siempre en los lugares más inverosímiles".

~ Roald Dahl

La gente comenzó a vitorearnos y a aplaudir. No sé en qué momento habían cambiado las perspectivas del resto con respecto a mi persona. Pero había sido un cambio realmente drástico.

 -Eres la hostia - se acercó un chico de rasgos asiáticos, subiendo su cerveza a modo de brindis. ¿Estaba soñando? Me pellizqué el brazo. No, no lo estaba.

- ¡Qué reina! - soltó otra chica levantando su brazo para marcar su bíceps como símbolo de fuerza. Abrí los ojos sorprendida.

- Eres tendencia en Tik Tok - me dijo otro chico enseñándome la pantalla de su móvil en la que se me ve dándole una paliza al pederasta. ¡Qué cojones! ¿En qué momento me habían grabado?

Me llegaron halagos de todo tipo, sobre todo por parte de los chicos. Algunos valientes incluso se acercaron para invitarme a salir, pero mi negativa fue rotunda. Tal como llegaban, se marchaban. Mi amiga cuerpo presente se vio en las mismas. Solo veníamos a pasar un buen rato, aunque sentía el estómago revuelto. Y no era por los cinco chupitos que me había animado a tomar, no. Era esta casa, me transmitía malas vibras.

Intenté pasar de esa asquerosa sensación bailando junto a Mad. Movíamos las caderas al son de la música latina. Y de vez en cuando nos hacíamos bailes sensuales la una a la otra. En todos ellos siempre nos acabábamos riendo de nosotras mismas. Sin lugar a dudas, Maddie era de lo mejor que tenía en ese pueblo de mala muerte.

Me acerqué a la barra que habían improvisado a por dos chupitos más, para mi compañera de baile y para mí. Allí detrás estaba el subnormal que trabajaba como camarero en la hamburguesería de Michael 's.

- Hola - me saludó mostrando una sonrisa perfecta. - Creo que no empezamos con buen pie. - Mm, ¿me lo dices o me lo cuentas?

- Ya, será porque fuiste un capullo. - espeté poniendo los ojos en blancos.

- Sí, tal vez un poco. - rio haciendo el gesto de "poco" con su dedo índice y pulgar. Su risa era contagiosa, y me vi obligada a sonreír. - ¿Borrón y cuenta nueva? -preguntó queriendo eliminar cómo nos conocimos. No estaba muy segura, pero... ¿Por qué no? Es cierto que fui una cabrona con él, la cagué al agarrarlo de la camiseta y al amenazarlo. Quizá no me estaba haciendo a mí la foto. Tenía la posibilidad de enmendarlo, por lo que asentí. -Soy Mike. - se presentó estrechándome la mano.

- Megara - se la di con una sonrisa de boca cerrada.

- Sí lo sé, eres famosa. - hizo referencia al video de Tik Tok.

- Cierto. No sé si eso es bueno o malo. - intenté analizarlo. Porque sinceramente no sé si era bueno o malo que le estuviera dando una paliza a un tipo independientemente del contexto.

- Supongo que depende de las perspectivas. - se encogió de hombros.

- Sí, tienes razón. Supongo. - Es cierto que cada persona ve lo que quiere ver. Me mira señalando al alcohol, preguntándome indirectamente que quería. - Dos chupitos de tequila, por favor.

- Marchando. - Se volteó hacia la estantería antigua en la que estaban todas las botellas que las personas habían reunido para compartir. Me los sirvió en dos mini vasos. Intenté pagarlos porque nosotros no habíamos traído nada, y me sabía algo mal. - Invita la casa - respondió negando. Luego se fijó en la franja de piel entre mi bajo vientre y mi cadera derecha que quedaba al descubierto porque el corsé no era muy largo. Me removí algo incómoda. -Bonito tatuaje-señaló con la cabeza la zona en la que tenía una marca muy rara que parecía tener forma de espiral.

- No es un tatuaje, es una marca de nacimiento. Y gracias por los chupitos - le expliqué y agradecí. Esa marca llevaba conmigo desde que tenía memoria, era extraña porque era entre rojiza y color piel, como si fuese una quemadura pero a la vez una mancha en la piel. Seguramente fuera problema de los utensilios que utilizan las matronas para sacar a los niños. Aunque yo nací en casa, por lo que con más razón. Pondría la mano en fuego afirmando que me habían sacado con una palanca, y no me equivocaría. Eran unos bestias.

Él sonrió y no pude evitar devolverle el gesto. Era un chico mono. Alta figura, moreno, cabello castaño y más bien largo, unos labios bien proporcionados, una nariz no muy grande ni ancha, diría que pequeña. Y unos ojos oscuros... Portaba un rollito a lo Beck Oliver de Victorious. Sin embargo, no dejaba de pensar en que me recordaban a alguien. Es más, tenía cierto parecido con un hombre que había visto recientemente... Claro, joder. ¡El Sheriff Greemford! El subnormal que nos acusó del asesinato de Steisy. ¿Serían familia? Probablemente, nunca se me escapa un parecido. Y menos de esos ojos tan oscuros que ambos portaban con un brillo extraño.

Volví con Maddie para bebernos juntas el chupito, pero cuando llegué a la pista había desaparecido. ¿Dónde leches se había metido? Me bebí ambos vasos, era una pena dejarlos o dárselos a otro, para eso me los bebía yo. Fui en su busca. Quizás estaba en problemas. Recordé las notas del acosador.

Subí acelerada a la segunda planta donde suponía que estaría el baño, -aunque sería más higiénico meterse en el bosque para eso-, con miedo de caerme por las inestables escaleras aunque era complicado teniendo en cuenta que iba un poco pedo, no diré borracha. Sino que en mi defensa explicaré que iba contentita. Contentita: dícese del estado de embriaguez en el que no estás ni sobria ni totalmente ebria, solo contenta. Me repasé toda la planta, no estaba. Aquí solo había gente enrollándose que buscaba espacio. Y yo no pude estar más feliz de ofrecérselo yéndome para evitar descubrir en primera plana cómo se crean los bebés..

Mi siguiente paso sería recorrer la estancia de abajo. Barrí la zona desde la entrada hasta la que se suponía que era la cocina. De la cual, solo quedaban las encimeras. Allí la gente conversaba porque llegaba menos la música, fumaban sustancias ilícitas o algunos se liaban. Como una pareja que... ¡DIOS MÍO! Si era el angelito y el roquero. ¡Que se estaban metiendo boca! Sonreí atontada, ya era hora coño.

Estaba a punto de irme para darles privacidad, en cambio mis ojos se fueron hasta el motero sexy que tenía pegada a la pelirroja del otro día. No se estaban besando pero se les veía acarameladitos. Ella paseaba sus asquerosos dedos por su torso, provocando. Aunque Caín no se mostraba muy recíproco, intentaba disimularlo con sonrisas socarronas pero se notaba considerablemente el hecho de que no quería seguir ahí. En cuanto vi que iba a desviar su cara a otro lado, sin pensarlo, abrí el pomo más cercano que tenía para esconderme y que no me pillase observándolos. Que quedaba de rarita.

Fue una pésima idea cuando al cerrar la puerta tras entrar y retroceder, tropecé sintiendo el vacío de la caída. Luego llegaron los golpes contra mi espalda de los filos de los escalones de madera. ¿Cómo se me ocurría andar hacia atrás sin mirar? ¡Hay que joderse! Prácticamente bajé rodando hasta llegar al suelo. No había hecho tantas veces la rueda en mi vida. ¿Se habría escuchado arriba? Lo dudaba.

Me levanté quejándome por el dolor que se había instalado en mi espalda y culo. Cada vez tenía más claro que moriría antes de cumplir los dieciocho. Repasé el lugar de un vistazo, estaba todo oscuro no veía un carajo por lo que encendí la linterna de mi móvil para intentar ver algo. Aún no entendía cómo nadie había escuchado mi caída, porque había sido estruendosa cuanto menos. Mierda, la música llegaba hasta aquí, con razón nadie se había inmutado.

Casi vuelvo a caer al tropezar con una caja que había por allí. Repasé la habitación con la linterna, allí no había nadie, y me extrañaba teniendo en cuenta que la gente bajaría aquí a liarse. Pero no... Solo había polvo, telarañas y muchas cajas. Bajaría. Nadir bajaría porque este era el sótano, ese donde la familia se suicidó.

Comencé a curiosear porque esa era mi especialidad. Me gustaría decir que me daba repelús, que en parte sí, pero me podía la intriga. Me sentía como en una de esas novelas de terror estilo Expediente Warren. Adoraba el terror en las películas.

No se apreciaba muy bien pero parecía ser una habitación grande. Había estanterías llenas de los que parecían ser libros muy antiguos con solapas de cuero. En el suelo había desperdigadas velas, que no estaban consumidas, es más diría que eran muy nuevas y el cordón apenas estaba quemado. Alguien había estado aquí recientemente. Todavía había personas en este pueblo que devotaban a lo que quisiera que le rezara esta familia. También había marcas extrañas pintadas de rojo en el suelo, parecían formar una espiral... Espera. ¿Eso era sangre? Esperaba que fuese de animal, aunque eso tampoco me inspiraba mucha confianza.

Nada satisfecha con lo que había descubierto seguí analizando. Me acerqué a una mesa de trabajo, que estaba llena de papeles, y colgado en esa misma pared había un organizador de herramientas, en la cual solo quedaba una llave inglesa y un martillo. Este último con una zona del hierro oscurecido por lo que parecía ser sangre seca de hace unos cuantos días. Realmente esperaba que fuera de haber matado una gallina para una sopa, y rezaba para que no fuera sangre humana. No sé en qué momento decidí fijarme en los huecos en los que faltaba las herramientas, pero allí había la marca de lo que parecía ser un cuchillo, pero más alargado. Una daga. Años anteriores allí había reposado lo que creía que era una daga.

La mesa estaba a rebosar de cuadros y fotos. Rebusqué entre ellas para ponerles cara a la familia que había vivido en esta casa. Apenas había salido de mi casa en mi corta vida por lo que tenía claro que no sabría identificarlos. Las fotos no eran a color, y por ello, se apreciaban los detalles más bien poco. En una de las tantas que había, aparecía la casa que en ese momento era preciosa. Como supuse, el jardín estaba muy bien cuidado, formado por unas flores hermosas, a las que me imaginaba del color que sería por su forma. Parecían ser peonias, hortensias, rosas, y muchas otras de las cuales no tenía constancia.

La familia estaba en primer plano, los niños situados delante de la pareja. Estos tenían las manos puestas en los hombros de sus respectivos hijos. Aportando seguridad a la imagen. El que parecía mayor de ellos dos -le sacaba una cabeza al otro- se mostraba mucho más serio, con los ojos muy entrecerrados y oscurecidos. Y el pequeño no sonreía abiertamente, pero sí de boca cerrada. La madre lucía más tranquila, más feliz... Sin embargo, el padre... JO-DER. Pero... pero si se parecía a Will. No era exactamente él, pero eran muy parecidos. La boca, la forma de la nariz... En cambio sus miradas eran diferentes, la de este hombre era mucho más oscura, mucho más vil... Y eso era mucho comparado con el hombre que me lo quitó todo por meras creencias absurdas. Creencias que de alguna manera tenían que ver con este tipo.

Según él, yo era un demonio... Por eso me había encantado la idea de disfrazarme de esto. Él quería un demonio, pues aquí me tenía. Ya una vez le dije que nos veríamos en el infierno, y no bromeaba. Supuestamente allí no se puede morir por lo que lo mataría una y todas las veces que me dieran la gana, haciéndome responsable de su propio infierno. ¡JA! Nunca mejor dicho.

Estaba a punto de irme con la hipótesis de que mi asqueroso progenitor tenía algún parentesco con el dueño de la casa, pero al intentar dejar todo como estaba, una foto salió a la luz dejándome claro lo que había supuesto. En esa, aparecían mis padres junto al hombre que se le aparecía y su mujer. Parecían contentos. Aquí mi madre no salía tan demacrada como lo estaba el día de su muerte. Me llevaría esta foto para preguntarle a tía Beth. A lo mejor podría responder a algunas de mis preguntas. Me la guardé entre el muslo y el pantalón. Con lo apretado que lo llevaba no se escaparía de ahí.

Para mi sorpresa, al quitar la foto, descubrí debajo un álbum. Necesitaba seguir alimentando mi curiosidad. En la primera página aparecían muchas chicas, parecía una orla antigua. ¿Es que la casa antes fue un monasterio de chicas o una granja? "Esto no me da buena espina", le tembló la voz a Kiki. Sí, le había puesto nombre a la voz que me susurraba. Casi tenía más personalidad que yo. Las chicas llevaban un camisón blanco como el que yo llevaba en mis años de cautiverio. ¿Qué mierda era esto?

Seguí pasando las hojas, había muchas chicas allí. Madre mía... Salía una... Ahí había una puta foto de mi cara. Joder, joder, joder. ¿De qué cojones trataba esto? No me estaba gustando absolutamente nada. ¿Éramos parte de un experimento? ¿Jugaban con nosotras? ¿Era alguna movida fetiche, eso de pegarle a las niñas? Todas parecían ser de mi edad en aquel entonces. No estaba entendiendo un carajo. En la siguiente página... ¡Oh, dios mío! Estaban encapuchados con las túnicas esas... Era lo que había visto cuando medité, pero al igual que en mis recuerdos, en esta tampoco se les veían las caras. Verdaderamente eran una secta. Satánica no lo sé, pero abusiva sí. Si esas niñas habían sufrido la mitad que yo, entonces sí, era una secta que pegaba a las niñas.

Estaba a punto de enganchar el álbum para llevármelo y poder analizar el hecho de que mis putos padres pertenecían a la secta, pero unos pasos sonaron en la escalera haciendo crujir la madera bajo su peso.

- ¿Hay alguien ahí? - pregunté apuntando rápidamente con la linterna a la escaleras. "Joder, Megara. ¿Quién coño pregunta eso?". Cállate coño. Pero tenía razón. Aun así, allí no había nadie. ¿Qué cojones? Me había parecido escuchar... Comencé a retroceder... "Aquí hay alguien". Todas mis alarmas se encendieron cuando choqué con algo. No, con algo no. Con alguien, concretamente con su pecho. Era un hombre. Una chica no suele ser tan alta y tener el pecho tan ancho. Macho, estaba cuadrado.

Me volví iluminando para verle la puta cara. NO HABÍA NADIE. Estaba loca, yo... Me estaba volviendo loca. Pero ese contacto se había sentido tan real... "¡AHÍ HABÍA ALGUIEN". Estaba segurísima de eso. Salí corriendo hacia donde pensaba que estaban las escaleras, porque estaba jugando con un supuesto enemigo que no veía, y al parecer él a mí sí por lo que... ¡A TOMAR POR EL CULO! Yo salía de aquí por patas. No se puede luchar contra algo que no ves.

Corrí de la casa, casi parecía que volaba de lo rápida que iba. No me paré, no me paré hasta llegar casi al Centro mientras me ahogaba. Me latía el corazón a una velocidad descomunal e intentaba tomar bocanadas de aire. ¡JODER! ¿Qué mierda estaba sucediendo? Parecía que cuanto más quería olvidar y rehacer mi vida más mierda del pasado me encontraba. UNA PUTA SECTA. No me lo podía creer. ¿Qué planes tenía para mí, o para Henry? ¿Utilizarnos de ofrendas? Pero... ¿de ofrendas para qué o para quién?

Llegué a la maldita conclusión. Esa noche... Esa noche Will quería matarnos a todos... Primero a nosotros y luego, suicidarse. Igual que hizo el que tenía la sospecha de que era su hermano mayor. Así se acabaría la estirpe Kyteler. Pero necesitaba averiguar el por qué.

No sabía en qué momento me había perdido, probablemente en ese en el que decidí deambular mientras iba sumergida en mis pensamientos. En mi laberinto de pensamientos. Ese en el que mi camino estaba entrecruzado... En el que si no elijo bien la senda, me llevará a un callejón sin salida. Como justo en este momento me estaba pasando, pero en este caso, de forma corpórea.

Escuché unas voces a lo lejos, riendo. Acercándose a donde me hallaba distraída.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top