CAPÍTULO 13. MI TRANSFORMACIÓN EN SAPIENS

   Ella me transportó a una cueva iluminada por el sol que se filtraba por el centro de su abovedado techo y que al tocar unas doradas betas ferrosas, producía destellos que daban al lugar un festivo ambiente.

Me hizo caer en un profundo sueño y trocó mi apariencia de neandertal a sapiens.

- ¿Te gustaría verte?

La pregunta me tomó por sorpresa.

Apenas unas horas atrás siendo neandertal no aspiré a conocer mi imagen y ahora que se me regalaba la oportunidad de conocerme sapiens sentí miedo y curiosidad mezclados sin poder dilucidar la causa, ante mi íntima indefinición acepte de inmediato.

Al ver mi reflejo en el espejo que Ella proveyó me quedé boquiabierto, a la larga lista de mis primeras veces sumé la de sentirme en discordancia con mi razón.

Mi expresión fue lo suficientemente estúpida como para que Ella se carcajeara ruidosamente, no tuve oportunidad de sentirme molesto porque cuando giré mi cabeza al lugar de donde provenía la risa, me encontré frente a su imagen holográfica y me volví a pasmar.

Fue la primera vez que usó la fisonomía de mujer homo sapiens, mi sorpresa fue mayúscula y mi aturdimiento mayor, ¡estaba bellísima!, los patrones de gusto que me incorporó así lo establecían y puedo asegurar que son esos gustos los que aún siguen vigentes en los instintos de los homo sapiens.

- Pe.... pero, ¿cómo se te ocurre hacer esto?

- ¿No te entiendo?, ¿qué de particular tiene? –Me dijo con una expresión de inocencia-

- Pues que yo soy humano, aunque sea temporalmente, y siento la vida en toda su plenitud, segrego hormonas, feromonas y todo lo que es natural a los humanos.

Tú en cambio, manteniéndote en otro plano de existencia eres insensible a todas las emociones que a mí me aquejan, no acierto a explicarte lo que siento, pero estoy descontrolado y mi razón pierde objetividad sin poderlo evitar.

- Pues yo no acierto a explicarte por qué, pero tu descontrol me llena de gusto –Remachó traviesa-

- Bueno, pues yo sí acierto a explicarte que me desagrada que estés abusando de tu posición de participante en ventaja y te diviertas a costa mía.

- Nueva observación, reporte número 2578. El operativo de campo experimenta nuevas emociones, está enojado...

- Lo que no me puedo explicar es como logras ser tan humana desde tu condición etérea, te burlas, bromeas, abusas, ríes, ¿de dónde sacas tanta humanidad?

- Del amor, nuestras creaturas me han contagiado de amor.

La manera en que todos los animales protegen a sus críos es aleccionadora y encausa el ánimo al disfrute de vida.

Y en el caso de los humanos el amor encausa a la razón para reír, bromear, amar más...

Yo sé que tú lo sabes, pero permíteme verbalizarlo para aprovechar la oportunidad de disfrutar las vibraciones del sonido.

El amor es algo que emana de Nuestro Padre y nos impele a amar a nuestras creaturas, pero en nosotros es un sentimiento muy simple porque somos inmortales y nada amenaza nuestra existencia; amamos a nuestras creaturas, pero no arriesgamos nuestra existencia al manifestarlo.

Sin duda el amor es la fuerza espiritual más grande del universo.

- Bueno pues, por amor te pido que no me hagas objeto de tus bromas y permitas que mi frágil carne logre un poco de reposo.

- Bueno bueno, está bien... oye ¿haría diferencia si me visto?

- ¡Claro que no! -exploté sin lograr credibilidad- no es tu desnudes la que me inquieta, es verte con mis ojos materiales lo que es nuevo y desconcertante; ¡tú desnudes!, ¡vaya idea!

La imagen de Ella se desvaneció y yo quedé más inquieto.

¡Dios! ¡Cuánto sentí no verla más!

En total soledad revisé mis pertenencias que seguían siendo las mismas, incluyendo un nuevo hornillo de piedra que substituyó al que obsequié a los neandertales.

Estimé que el río estaba a cinco horas de caminata; pude haberle pedido a Ella que me acercara, pero no quise perder la oportunidad de disfrutar más intensamente mi corporeidad.

Comencé a avanzar penosamente en un valle cubierto por un metro de nieve blanda, me resultó tan difícil que tres horas después pedí a mi invisible asistente que me proveyera de alguna solución.

De inmediato recibí unas raquetas de diseño sapiens que amarradas a mis botas me permitían caminar sobre la nieve sin sumirme.

Cuatro horas más tarde llegué al Gran Río y me dispuse a acampar.

La nieve había hecho mi avance más lento de lo previsto.

Ella localizó o creó para mí, no lo sé, un refugio perfecto, era una pequeña cueva bajo las raíces de un enorme árbol que creció en el borde de un desnivel de cerca de dos metros.

Tuve que entrar doblándome casi hasta tocar la barba con las rodillas, por lo que opté por desplazarme a gatas hasta alcanzar el fondo que estaba a unos tres metros de la entrada.

Mis ojos se fueron acostumbrando poco a poco a la escasa luz hasta que pude ver lo suficiente para limpiar y emparejar un poco el piso con uno de los maderos que cargaba.

En eso estaba cuando descubrí sobre una de las raíces que formaban la cueva, un plato de madera con dos manzanas, varias nueces y una media cáscara seca de calabaza repleta de agua, todo cortesía de Ella.

Tras disponer de tan oportuno obsequio me envolví en mis prendas de piel y me recosté para descansar; recordé con sobresalto que podían existir emanaciones de gases nocivos, pero nada había que pusiera en peligro mi vida.

Cuando el Sol inició su retirada y las sombras se hicieron largas hasta perderse en la distancia, salí de mi refugio para ver el espectáculo natural más avasallador que recuerdo.

El disco solar en variados tonos de rojo se pegó a su propio reflejo en el horizonte, y así, poco a poco, más que ocultarse parecía fundirse en su mismo fuego.

No les sorprenda mi desbordada emoción porque los ojos humanos son el instrumento más perfecto de visión para percibir la belleza.

Los seres de luz no vemos, sentimos de una forma holística de difícil explicación, y los demás seres del supraentorno animal tienen ojos de propósito utilitario, para ver en la lejanía, con poca luz, con mucha luz, para eliminar reflejos.

Solo los ojos humanos fueron hechos para dar placer.

Cuando el sol estaba a punto de desaparecer me percaté que sería una noche sin luna y me mentalicé para experimentar la oscuridad total, pero no hubo tal, el brillo de millones de estrellas sugerían que la luna en lugar de ausentarse se había fragmentado en diminutos reflejos que tachonaban el negro manto de la noche con la alegría de su constante palpitar.

¡Dios!, ¡que belleza tan grandiosa!

Ella se hizo presente en mí.

- ¿Qué sucede? tu actividad biológica parece estar fuera de control.

- Es la vida ¡estoy lleno de vida!

- Pero... desde que aprendimos a emocionarnos hemos podido sentir la vida y así será por toda la eternidad –Me dijo compasiva-

- Sí, pero estando materializado las emociones son más íntimamente sentidas, esta vida es la existencia plena, nada puede comparársele.

- Sí, yo también lo sé, esa también es mi verdad -Concedió con nostalgia y después dejé de sentir su presencia-

Regresé a mi refugio con el alma en total confusión pero me dormí casi al instante, el agotamiento del día y de la víspera se coludieron para forzar mi reposo.

El siguiente amanecer lo esperé con la determinación de grabar su imagen de forma indeleble en mi mente.

Eran los primeros días de la primavera, el Gran Río estaba totalmente descongelado y se mostraba impetuoso, la información que Ella había incorporado en mi memoria me permitió identificar varias opciones para cruzar a la otra rivera pero todas presentaban serias inconveniencias.

Podía usar flotadores de madera atados a mis antebrazos, eso me permitiría usar toda mi energía para recorrer la anchura de 150 metros, pero el agua estaba demasiado fría para descartar un calambre que propiciaría un fatal desenlace.

La opción de hacer una balsa con troncos de los caídos árboles, que en gran número se mostraban a mi vista, parecía ser la más práctica para evitar sumergirme en el gélido fluido, pero la fuerza de la corriente podría fácilmente arrastrarme por varios kilómetros antes de alcanzar el otro lado del río, así que opte por decir en voz alta.

- Necesito que me lleves al otro lado.

- Oye –la escuché decir con monotonía- se trata de hacer cosas que se mimeticen con las circunstancias, no milagros que inicien religiones.

- ¡No me vengas con eso! en este momento estamos solos, ¿no se te hace que estas muy humanizada?

- Nueva observación. Reporte número 2579, el operativo de campo sigue experimentado enojos frecuentes, se sugiere verificar posible andropausia prematura.

- ¡Vaya con la etérea!... ¿qué te pasa?, ¿me ayudarás no?

A guisa de respuesta escuché un tremendo rugido de piedras chocando con gran fuerza, instintivamente voltee al origen del ruido río arriba, pero los árboles que lo bordeaban me impidieron ver más allá de sus tupidas ramas.

Segundos después el ininterrumpido tronar mostró su cercanía con enormes olas que al abalanzarse sobre la orilla penetraban entre las hojas y salpicaban todo hasta unos quince metros adentro.

Yo me replegué hasta el techo de mi refugio, el ruido disminuyó y vi atracar justo frente a mí un enorme islote flotante de unos cinco metros de diámetro que al desplazarse producía el referido estruendo.

- ¿Qué esperas ahora? Este es tu transporte a la otra orilla.

- Podrías haberme avisado en lugar de producirme este espanto.

- Bueno, te aseguro que no enfermarás por el susto, pero ¡apresúrate!

Eché mano a mis pertenencias y corrí donde mi fabulosa balsa, tomé impulso y brinqué unos dos metros, no para llegar al islote sino para asegurarme de no pisar la orilla y arriesgarme a que se desmoronara bajo mis pies.

Apenas caí, la peculiar barcaza reinició su camino.

De haber podido ver anticipadamente la forma en que avanzaba tamaña maquinaria de seguro no me subo.

Impulsada por la corriente empezó a girar sobre su eje y a machacar el agua contra la orilla, yo me coloque lo más al centro posible para no ser proyectado por la fuerza centrífuga.

- Pero... ¿qué es esto?, ¿qué tan profundo es el río?

- La orilla es un acantilado de ocho metros; no te preocupes el islote nunca se atorará en el fondo.

- ¿Podrías sacarme de aquí y llevarme a la otra orilla por favor? -Imploré-

- Ya te lo dije, se trata de hacer cosas que se mimeticen con las circunstancias, no milagros que inicien religiones.

- Tú estás logrando que entienda el por qué y cómo es que los humanos se han vuelto agresivos. Estás ¡abusandoooo!

El islote dio un brusco giro mientras se precipitaba sobre una curva de la orilla del río que formaba una especie de rampa que dirigió la enorme masa de tierra, pasto y arbustos hacia el centro de la corriente.

Fue hasta ese momento en que me percaté de la velocidad del agua, realmente me hubiese resultado imposible cruzar ese torrente con solo recursos humanos.

Cuando llegué al centro del río el giro se detuvo, me erguí para ver adelante y descubrí con horror que me dirigía a un choque de frente con un islote firmemente anclado a veinte metros de distancia.

Logré tirarme al suelo antes del impacto pero aún así fui proyectado unos dos metros de los que barrí piedras, pasto y tierra con mis cejas, frente y tórax.

Un nuevo giro me colocó con los pies hacia el sentido de la corriente, cuando quise incorporarme un nuevo impacto y arrastrón me dejaron con las rodillas sangrando, decidí quedarme acostado boca abajo y agarrarme fuertemente de los arbustos que estaban a mi alcance.

Rebotando cual pelota de billar mi descomunal transporte terminó por encajarse entre una enorme roca y tierra firme.

- Levántate y anda, ya estás del otro lado -Dijo burlonamente Ella-

Como impulsado por un resorte obedecí de inmediato y brinqué a tierra firme.

Una vez seguro me tiré nuevamente al suelo y di rienda suelta a mi ira manoteando y pataleando como niño.

Ella permaneció en silencio, nunca le he preguntado, pero no tengo la menor duda que de haber estado materializada se hubiese tirado al suelo de risa.

Cuando habiendo descargado la ira, mis oídos se abrieron a la realidad, pude escuchar un ensordecedor ruido que provenía del río, me incorporé para buscar su origen y al ver el espectáculo de la enorme cascada que estaba a mis pies inhalé por la boca y contuve el aliento.

Era una caída de agua de no menos de cincuenta metros que se iniciaba a cinco metros de donde mi balsa se detuvo, sabía que Ella había tenido todo bajo control, pero no pude evitar una sensación de terror que amenazó con ahogarme.

Los mecanismos instintivos de defensa y supervivencia de mi cuerpo funcionaban a la perfección y no entendían de seres etéreos con vida eterna y poderes ilimitados.

De ese lado del río la nieve estaba ausente casi por completo, el sol brillaba sin obstáculos y la mañana presagiaba un cálido día.

Antes de reiniciar la caminata tomé mi hornillo y avivé el fuego soplando por el orificio lateral.

Avancé tres horas y al alcanzar la cima de una pequeña loma descubrí a un grupo de humanos detenidos a unos doscientos metros adelante a la vera de un pequeño bosque, me acerqué caminando en descubierto para no crear la impresión de alguna actitud agresiva de mi parte.

Fui avistado a la distancia pero no hicieron más que señalarme y me dieron la espalda para continuar con la actividad que les ocupaba, asumí que esa actitud era por haber reconocido mi apariencia como de su misma especie.

Se trataba de cuatro mujeres y un hombre que rodeaban algo que estaba en el suelo que debía ser muy pequeño porque no se veía.

Estando ya cerca me percaté que hablaban a gritos dando instrucciones mientras veían hacia el suelo, el hombre mantenía su brazo derecho rodeando una baja rama de un robusto árbol y su brazo izquierdo apuntando hacia el suelo.

Apresuré mi paso ante la certidumbre de que se trataba de una emergencia de algún tipo, al llegar nadie se tomó la molestia de saludarme, pedirme ayuda o explicarme lo que pasaba, pero las miradas eran elocuentes y suplicantes.

El hombre estaba sosteniendo por el tobillo a una delgada mujer que a su vez sostenía con ambas manos a un pequeño que al fondo de una grieta estaba sumergido hasta el pecho en un denso lodo que lo retenía con firmeza a pesar de la gran fuerza muscular que evidenciaba el hombre que iniciaba la cadena.

Al ver la gravedad del asunto solicité a Ella en el silencio de mi pensamiento que me diera información y sugerencias.

- ¿Qué pasa aquí? ¿Qué puedo hacer?

- Se trata de una grieta tectónica que cruza todo el valle y que es mucho más profunda de lo que se ve -me informó-, el lodo tiene un metro de profundidad y está detenido por un piso de tierra seca de no más de diez centímetros de espesor, si lo rompes el lodo se escurrirá hacia el fondo y el pequeño quedará liberado.

Localicé de inmediato un robusto madero de casi cuatro metros de largo, lo recargué sobre el tronco de un árbol cercano y usando una pesada roca le quité a golpes tres ramas secundarias que aún conservaba, ya así, lo introduje de punta en el lodo que retenía al niño, la mujer me miró con el rostro descompuesto por el continuo esfuerzo logrando musitar un gracias que me llegó al corazón.

Me recargué rítmicamente sobre la garrocha unas seis o siete veces hasta que el fondo cedió y el lodo se perdió en un negro agujero.

Junto con el lodo desapareció la resistencia que se oponía a la liberación del pequeño, y de inmediato la mujer y su preciada carga fueron izadas, yo solté el madero y escalé al parejo.

Los Homo Sapiens fueron sin duda el clímax de nuestra tarea creativa.

Mientras me recreaba contemplándolos festejé con ellos el triunfo contra la adversidad.

- ¡Gracias! –Dijo el hombrón- ven con nosotros, te ofrezco mi hospitalidad.

En el camino inició el obligado interrogatorio para los visitantes.

- ¿Quién eres y de dónde vienes?

- Mi nombre es Prom y vengo de muy al norte tratando de alcanzar mi clan en su ruta hacia el sur.

- ¿Cómo es que hablas mi idioma?

- Eso también a mí me sorprende, pero supongo que tal vez nuestros clanes tengan los mismos abuelos.

- ¿Por qué te separaste de tu clan?

- Inicié un viaje hace casi tres años y cuando regresé hace dos solo encontré pinturas indicando que habían salido con rumbo al sur en búsqueda de un mejor clima. ¿Has sabido del clan Chicnahui?

- No, lo siento ¿cómo supiste que el lodo sería tragado por la madre tierra?

- Lo supuse porque he visto otras grietas parecidas y en una ocasión por curiosidad hurgué en el fondo del lodo con una rama y conseguí el mismo resultado de hoy.

- ¡Fue estupendo! muchas gracias por tu ayuda, el niño es mi hijo Set y ella es mi esposa Eva, salimos con mis cuñadas a dar un paseo y Set calló en el hoyo, lo demás ya tú lo viste.

- ¿Y... puedo saber tu nombre? –Me permití preguntar-

- Yo soy Moct, jefe del Clan Mich.

- ¿Mich?

- Sí, nosotros vivimos de la pesca en el lago Mich y somos hijos favoritos de Madre Agua; Madre Tierra en ocasiones nos abandona pero Madre Agua nunca lo hace, aunque desde hace dos años el hielo del lago ha llegado a ser tan grueso que no lo podemos romper para pescar.

Eso pasó en la pasada temporada de frio y apenas hace diez días pudimos hacer unos hoyos y sacar suficientes peces para salvarnos del hambre.

- Tú y tus acompañantes se ven sanos, las reservas de comida debieron de ser abundantes.

- Yo y toda mi familia estamos obligados a estar bien para poder proteger al clan y asegurar su supervivencia.

Cuidamos a cincuenta familias de unas veinte personas cada una, cada familia tiene su cueva.

En mi familia somos sesenta y cinco, veinte somos los guerreros que defendemos la leña, la comida y al clan.

- ¿Tú cuidas la comida de todos?

- Solo la que se almacena para emergencias, en situaciones normales cada familia me entrega el excedente de pescado ya seco y con sal, también me entregan el excedente de leña y de caza.

- Mencionaste que hace diez días se salvaron del hambre ¿Se acabaron las reservas?

- No todas, pero solo gracias al racionamiento.

- ¿Fue para todos? –Mi pregunta fue imprudente porque implicaba un cuestionamiento a la equidad con que Prom gobernaba, pero él estaba tan convencido de lo correcto de sus acciones que ni se inmutó-

- Aun hay racionamiento y no es igual para todos –respondió- porque tengo que asegurarme de que las familias principales no se debiliten; si eso llegara a suceder el clan quedaría desprotegido.

Comprendí de inmediato lo que estaba pasando, Prom ya había descubierto que para dominar a las mayorías tenía que controlar con dádivas a la minoría que podría destronarlo.

Ya no insistí en la plática y simulé sentirme atraído por el paisaje, no tuve que esforzarme demasiado porque era en verdad magnífico, sobre todo hacia el lado donde estaba el portentoso lago Mich.

La realidad, mi realidad, fue que me asqueó la clara lógica del primer dictador que conocí.

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