Capítulo VII
"El que no tiene celos no está enamorado"
San Agustín
Su cuerpo era un traidor, Theresa no podía comprender ese cúmulo de sensaciones que aparecían con la sola presencia de aquel hombre. Los colores se le subieron al rostro cuando la preciosa sonrisa de Michael apareció en sus hermosos labios. Él se acercó a ella tomó su mano y se la besó con tanta ternura que todo su interior se agitó.
_ Buenos días Milady.
_ Buenos días _ logró decir ella en un susurro.
Él volvió a mirarla a los ojos y todo lo demás dejó de existir, hasta que la voz de su convaleciente amiga los sacó del idílico momento.
_ ¿Querida quién ha llegado?
Michael soltó la mano de ella y le contestó a la mujer.
_ Soy yo Rose tu eterno enamorado. _Dijo mientras caminaba a su encuentro.
_ Ya me parecía extraño que no hubieras llegado antes.
La mujer al verlo se le iluminó el rostro con una sonrisa, él se le acercó y le dio un beso en la mejilla.
_Veo que ya estás mucho mejor.
_ Por supuesto, yo soy un hueso muy duro de roer.
_ Eso nunca lo he dudado.
Theresa sintió como una dulzura que se iba desenrollando en su interior, mientras él hablaba con su amiga enferma con una gentileza especial, él era un hombre justo y amable.
_ ¿Quieres algo de tomar? _ Preguntó Rose a su encantador invitado.
_ ¿Qué me ofreces?
_ Un delicioso té, como tanto te gusta.
_ Uhmmm... Eso suena tentador.
_ Ya te lo preparo _ se ofreció Rose haciendo un amago de levantarse de la cama.
_ Nada de eso, tú tienes que descansar yo lo preparé _ Dijo Theresa.
_ Que ya estoy bien _ refunfuñó la Señorita Madison.
_ Rose _ Michael le tomó la mano a la mujer _ Theresa tiene razón, tienes que descansar mucho, tus alumnos y nosotros te necesitamos sana.
_ Está bien _ dijo la mujer deslumbrada con la hermosa sonrisa de Asthon.
Con los nervios a flor de piel Theresa comenzó a preparar el té mientras mentalmente repasaba cada una de las palabras que le diría a Michael una vez que estuvieran solos, esperaría el momento perfecto. Era necesario acabar con esa locura que se había apoderado de ella.
Una vez que el Té estuvo listo ella lo llevó a la habitación y colocó la bandeja sobre una mesilla, Theresa sirvió la bebida, Rose tomó el suyo con leche y azúcar, y Michael optó por lo mismo. Luego de servirse uno para ella, se sentó en una silla frente a ellos mientras disimuladamente observaba al dueño de sus más íntimos deseos.
El pulso se le aceleró mientras lo miraba, consciente del sofoco que crecía dentro de ella. Por un momento olvidó todos sus remilgos y se encontró deseando volver a sentir como él la envolvía en sus brazos y posaba sus labios en los de ella, en ese momento como si él hubiese escuchado sus pensamientos la miró y un brillo intenso apareció en sus ojos. El corazón de ella amenazó con saltar fuera de su pecho, inspiró y luchó por calmar su estupor.
Después de una larga conversación Michael se despidió de Rose y salió de la habitación seguido de Theresa, quien se debatía en si debía hablar o no con él, hasta que resolvió que si debía hacerlo.
_ Michael me gustaría hablar con usted. _Dijo con una serenidad que apenas sentía.
Él no dijo nada, solo asintió y la invitó a caminar por el jardín de la señorita Madison.
Theresa introdujo profundamente aire en sus pulmones y le dijo:
_ Quería hablar de lo que pasó anoche... Mi comportamiento fue inaceptable.
_ A mí no me lo pareció en lo absoluto.
_ Usted no entiende, no es decente que una dama haga esas cosas.
_ ¿Qué cosas?... ¿Para una dama está prohibido sentir? _ Preguntó él con asombro.
_ Si, cuando es una mujer casada y el hombre que la hace "Sentir" no es su marido.
_ ¿Aun cuando el marido es un maldito bastardo que no aprecia lo que tiene?
_ Aun así... Lo que pasó anoche no debe...
_ ¿No debe volver a ocurrir? _ Preguntó él terminando la frase.
La mirada de Michael en ese momento era indescifrable.
_ Exacto _ contestó ella mientras se mordía los labios nerviosamente.
Él se acercó acortando la poca distancia que había entre ellos.
_ ¿Te arrepientes? _ preguntó con esa voz sedosa que tanto a ella le gustaba.
Él estaba tan cerca que sentía su aliento contra su boca. Casi saboreaba sus dulces labios. La respiración de ella se volvió trabajosa. Sabía que debería alejarse, pero él la hechizaba.
_ No me arrepiento... _ Fue todo lo que Theresa logró decir.
Michael se apoderó de su boca y todos los argumentos que ella tenía se fueron al traste y aceptó la magia de su boca.
Se besaron con ferocidad, ahogándose en un profundo y oscuro pozo de necesidad, ella sentía una urgencia que nunca habría creído poder sentir. Su placer aumentaba con una intensidad ilimitada.
La boca de Michael era caliente y húmeda, la embriagadora exuberancia de su limpio aroma masculino la envolvía, emborrachaba y adormecía. Inhalando más hondo, degustándolo más, se aferró a la tela de su abrigo y respiró por la boca en jadeos entrecortados mientras enredaba su lengua en una indómita danza.
Un poco de cordura le llegó a Theresa que se percató del lugar donde estaban y se separó.
_ ¿Por qué me haces esto?... ¿No entiendes que esto no puede ser? _Ella se giró para que él no viera su perturbación.
_ Créeme que te entiendo, pero no puedo alejarme de ti.
_ Soy una mujer casada.
Él la tomó por los hombros y la giró tomó el rostro de ella en sus manos le limpió las lágrimas con el pulgar.
_ Por favor no llores _ le susurró.
_ Entonces aléjate de mí... _ Ella se apartó de él _No soy una cortesana y mucho menos una adultera, es cierto que mi matrimonio es una completa mentira, pero no puedo faltar a mis votos...Lo único que yo puedo ofrecerte es mi amistad, pero nada más y por favor te pido... No, mejor te exijo que respete mi decisión.
_ ¿Eso es lo que realmente quieres? _ Preguntó él con incredulidad.
_ Si _ afirmó ella rehuyendo de su mirada.
_ Tú cuerpo me dice exactamente lo contrario _ dijo dejando las formalidades a un lado _pero yo soy un caballero y si esa es la decisión que has tomado para huir de esto que tú y yo estamos sintiendo, no puedo hacer nada en contra de eso, así que haré exactamente lo que me estás pidiendo... Buenas tardes Milady.
A Theresa se le hizo un nudo en el estómago. Al verlo marchar.
Intentó darse ánimo diciéndose una y otra vez que eso era lo mejor para él y para ella, pero toda la determinación se le fue al piso al día siguiente.
_ Ya estoy lista _ dijo Jenny dando una vuelta para que su señora viera el vestido que se había comprado.
_ Está muy bonito ese vestido... ¿Lista para esta nueva etapa de tu vida?
_ Lista _ contestó la doncella poco convencida.
_ Ya verás que te va a encantar la escuela.
_ Si usted lo dice.
_ Es la verdad... Además no tienes por qué temer, yo voy a estar ahí.
_ Eso sí me consuela Milady.
_ Cualquiera diría que vas directo a la horca.
_ Casi.
_ Tonterías... Andando que ya se nos hace tarde.
Después de dejar a Jenny en su nuevo salón de clase, Theresa se fue al suyo y encontró Rose sentada en el escritorio.
_ Eres incorregible mujer... _ Dijo negando con la cabeza mientras le sonreía a su amiga.
_ Ya estoy perfectamente.
_ ¿Segura? Te veo algo demacrada.
_ Estoy más fresca que una lechuga... Además, no hay nada mejor que el amor para aliviar cualquier dolencia y mis pequeñines tienen mucho amor para darme.
_ Eso es cierto...
Una voz masculina las interrumpió.
_ Buenos días.
_ Buenos días tesoro. _ Contestó la Señorita Madison a Michael.
_ Buenos días _ logró decir Theresa casi en un susurro.
_ Milady _ él hizo un gesto de saludo con la cabeza y luego centró toda su atención en Rose.
Él le preguntó a la mujer por su salud, luego bromearon un rato y en todo ese tiempo él la ignoró por completo.
<<Soy una idiota>> se dijo a sí misma, debía sentirse feliz porque él se estaba alejando como se lo pidió, pero que Michael pasara de ella por completo, no le gustó nada.
En los días siguientes las cosas no cambiaron entre ellos, él se había vuelto totalmente frío e inaccesible; en las pocas ocasiones que coincidieron solo le habló lo estrictamente necesario y uno o dos escuetos saludos.
Una y mil veces se repetía que era lo mejor, pero su corazón le decía lo contrario.
Michael estaba en su oficina observando por la ventana como la mujer que le robaba el aliento, estaba jugando con sus pequeños alumnos, en ese momento unos de los niños le dijeron algo al oído y ella frunció el entrecejo y se mordió el labio inferior, toda su atención recayó en su boca. Y qué boca tan hermosa. No podía decidir si esos labios gruesos, húmedos y deliciosos eran propios de un ángel o del diablo. Lady Theresa era una dama, una mujer decente, pero no había nada decente en esa boca lujuriosa ni en los pensamientos ardientes que le inspiraba.
Esa última semana tuvo que recurrir a toda su fuerza de voluntad para no cometer una nueva locura.
El cerró los ojos y su mente lo llevó a la imagen vivida de sí mismo tomándola entre sus brazos. Cuando sus deliciosas curvas se apretaban contra su cuerpo. Cuando sus labios se unieron a los de ella. Cálidos, suaves, con un sabor delicioso...
_ ¿Su Excelencia? _ La voz de su sirviente lo sacó de sus húmedos pensamientos.
_ ¿Cuándo Coño vas a entender que no puedes llamarme "Su excelencia" aquí? _ soltó irritado.
_ Lo siento mi señor, no volverá a pasar.
_ Ya he perdido la cuenta de las veces que has dicho lo mismo George... ¿Qué noticias me tienes?
_ Unas muy buenas y otras muy malas.
_ ¿Ahora andamos con adivinanzas? _ preguntó irritado.
_ Un poco.
_ No me jodas, hablas de una vez.
_ Wadlow va a atacar este fin de semana, pero al parecer no quiere que usted intervenga, porque quiere conservar su anonimato como hasta ahora por si la cosas no sale como él espera.
_ Es que se ha vuelto loco, tengo que estar allí.
_ No mi señor eso es imposible, son ordenes de muy arriba por ahora quieren mantenerlo en el absoluto anonimato.
_ Maldita sea... Ya quiero terminar con toda esta mierda... Quiero largarme de aquí lo antes posible _ Dijo mirando por última vez hacia la ventana.
_ Tenga en cuenta que si todo sale como se espera todo habrá terminado este mismo fin de semana.
_ Yo no estoy tan seguro de eso, hay gente muy mañosa detrás de todo esto.
_ Eso es verdad _ dijo George meditabundo.
_ A ver y cuál es la buena noticia, porque yo no la veo por ningún lado.
_ Espéreme un segundo y enseguida le digo cual es.
Minutos después apareció el ayuda de cámara de Michael con la buena noticia...
_ Son ideas mías o cada vez que te veo estás más guapo.
_ Son ideas tuyas _ le dijo Asthon sonriendo a la hermosa dama que tenía enfrente.
Samantha Wyndham era una preciosa mujer, con unos expresivos y aterciopelados ojos grises, blanca de cabellos castaños que en ese momento llevaba recogido en unos encantadores rizos que enmarcaban un rostro igualmente encantador.
_ Tú siempre tan modesto... Ven aquí mi guapísimo prometido.
Michael se acercó le dio un beso en la mejilla y la abrazó.
Theresa ya había terminado su trabajo, Clara y Rose la estaban esperando para ir de paseo al pueblo, la acompañarían a casa de la modista, ya se acercaba la fiesta en Blackfort y necesitaba un disfraz para ese día. La verdad ella no tenía muchas ganas de ir a ninguna fiesta, lo único que la animaba era que su hermano, su cuñada y su sobrino querido, estarían allí y eso era suficiente para ir a cualquier lugar.
Cuando salió de la escuela se encontró que con Rose y Clarita.
_ Ya estoy lista.
_ Que bueno que ya nos vamos, este impacto se me pasa con una buena taza de té. _ Dijo Clarita con el ceño fruncido.
_ Yo también necesito uno urgente. _ Dijo Rose haciendo pucheros.
Theresa sonrió
_ ¿Y a ustedes que les pasa?
_ Ni te imaginas de lo que nos hemos enterado.
Theresa sabía de la capacidad de exagerar los hechos que tenían sus amigas por lo que no les hizo mucho caso.
_ Mejor nos vamos y me cuentan en el camino.
En ese momento escuchó unas risas y luego escuchó la voz de él, inmediatamente lo buscó con la mirada y lo que encontró y no le gustó en lo absoluto lo que vio.
Michael llevaba de su brazo a una mujer muy bonita, conversaban muy animadamente y él le sonreía mientras sus hermosos hoyuelos hacían acto de presencia.
Una ola incomoda de celos la hirieron como una bofetada. Sin disimulo les preguntó a sus amigas:
_ ¿Quién es ella?
_ Por lo visto te has quedado como nosotras... Impactada. _ Dijo Clarita en un tono divertido.
Theresa tuvo que recomponerse y sacar una sonrisa forzada para que no se dieran cuanta del torbellino que fluía dentro de ella.
_ Un poco... Nunca había visto a esa mujer por aquí.
_ Es americana. _ susurró Rose.
_ ¿Es un pariente del señor Asthon? _ Preguntó Theresa un poco más animada.
_ Pronto lo será querida, es su prometida.
<<Su prometida>> se repitió una y otra vez se repetía esa misma palabra en su mente.
Volvió a mirarlos y ahora la americana se alzaba un poco y le daba un beso muy cerca de los labios. Los celos se enroscaron en su vientre como una cobra preparándose para atacar, pero ella no tenía ningún derecho sobre él y nunca lo tendría, Sintió un fugaz dolor punzante en el pecho; celos, envidia. Esa americana lo tenía a él y ella no podía hacer nada al respecto.
_ No sé ustedes, pero yo me voy. _ No pudo ocultar la amargura que sentía en ese momento.
Las dos mujeres se miraron unas a las otras y luego miraron a Theresa, pero tuvieron la prudencia de no decir nada de la revelación que les había llegado en ese momento.
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