Capítulo 23

—¿Te buscaban a ti esas personas? —Mi voz provoca que salte en su sitio y se aleja con rapidez.— ¡No soy una de ellos!
Me mira, escondiendo parte de su rostro detrás de una rama.
Apenas puedo verlo, su piel es oscura y su pelo de un color marrón cobrizo. Debe tener catorce años, quince tal vez.

—¿Eres una defectata? —Asiento.
—¿Y tú? ¿De quién huyes?
—Sale, me mira de pies a cabeza y luego, a la bolsa en el suelo.
—¿De quién huyes tú? —Me devuelve la pregunta como una pelota rebotando en una pared.

—Yo no huyo de nadie, voy hacia alguien, en realidad —explico. Me agacho para tomar las frutas.
—¿Ellos están aquí? —Cualquier ruido hace que salte y se esconda de nuevo.
—Se fueron en otra dirección.
¿Cazadores? —Una pequeña sonrisa aparece en su cara.

—Cazarrecompensas. Se nota que eres una defectata, no puedes diferenciarlos. —Arqueo mis cejas.
—Es cierto, no puedo. ¿Por qué te buscan? —Se encoge de hombros y agacha la cabeza.
—Mi padre puso precio para que me encontraran. —Vaya, ahora entiendo.

—¿Tu padre? ¿Y por qué te has escapado de tu familia? —Lleva una camiseta corta de color marrón claro y levanta una de sus mangas, dejando entrever un par de cicatrices en su hombro. Es toda la respuesta que necesito.

—¿A dónde vas tú? —Señalo a lo lejos.
—A un lugar que aún está lejos. —El chico mira la comida y me pregunto si tendrá hambre.
—¿Tienes hambre? —En cambio, la pregunta la formula él.
—Tengo naranjas, ¿tienes hambre tú? —Asiente, acariciando su estómago pero cuando voy a entregarla éstas, niega.

—No me gustan las naranjas, espera aquí. —El muchacho corre a pocos metros de nosotros, en un árbol de melocotones, se detiene. Los frutos están demasiado altos.
—No vas a lleg-
Pero antes de que complete la frase, él ha puesto uno de sus pies en el tronco, el otro y ha escalado por éste como si de una escalera se tratara.

Mi boca se abre tanto que podría desencajarse y cuando baja con más facilidad incluso, mi cabeza se vuelve un remolino.
—¿Cómo puedes...? —Ni siquiera soy capaz de decirlo.
—Se nota que eres una chica de Binhtown. —¿Qué?
—¿Por qué dices eso? Podrías haberte caído de ese árbol. —Le reprendo como la hermana mayor que soy.

—He crecido en este bosque; los árboles son mis amigos, no mis enemigos. —Para mí, es lo más complicado del mundo pero para él, es tan simple como el mecanismo de un grifo.
—Me recuerdas a mi hermano, también cree que lo sabe todo.
—Como no sé que decir, bromeo.

—¿Dónde está él ahora? —Un suspiro escapa por mis labios.
—Se quedó en Binhtown con nuestros padres.
—¿Por qué no le trajiste contigo? —Sonrío con tristeza.
—No funciona así. No pude hacerlo pero me gustaría haber podido.

—Eres una egoísta, defectata —lo dice con tanta calma que me siento aún más ofendida.
—¿Por qué dices eso? y mi nombre es Laurie. —Le corrijo, estoy harta de que me llamen «defectata»
—¿De verdad habrías traído a tu hermano de Binhtown a un lugar como éste, Lauri?

Ni siquiera me tengo que plantear la respuesta.
—Por supuesto y es Laurie, no Lauri. —Me mira por el rabillo del ojo.
—Pues eres una egoísta, Lauri.
—Bufo.
—¿Soy una egoísta por querer a mi familia conmigo?

—Priorizar tu felicidad por encima de su seguridad es egoísta. —Razona pero yo no lo veo de la misma manera.
—Tú has escapado de toda tu familia, ¿no es eso egoísta?
—Contraataco.

—No me escapé por esto. —Le miro, señala sus cicatrices— Me escapé porque tengo dos hermanos pequeños que mi padre golpeaba para tenerme controlado. No lo hice por mí, lo hice por ellos. —La garganta se me seca y noto una punzada en el pecho.

—Pero yo sólo quiero estar con ellos... sólo les quiero conmigo.
—Una lágrima se desliza por mi mejilla. El niño me lanza una mirada que habla y grita lo mismo que me ha estado diciendo los últimos minutos; egoísta.

¿Pero por qué querer cerca a las personas que amas es egoísta? yo cuidaría de Shaun, mis padres y yo cuidaríamos de él y nunca le pasaría nada malo. Aunque fuera difícil.

Llegamos a una grieta suficiente grande para que quepamos los dos y descansar.
—¿Vas a comer eso? ¿Seguro que no quieres que consiga algo para ti? —Me siento inútil según habla.
—Yo soy mayor que tú, yo debería cuidar de ti, no tú de mí. —Mueve su mano, como diciendo "más o menos".

—Yo crecí aquí, me muevo mucho mejor que tú. —Prefiero no pelear más.
—Las naranjas están bien, no me queda mucho camino para llegar. —Nos sentamos.
Caliento mis manos con mi aliento. El chico tiene frío, su piel está erizada.
—Toma. —Voy a quitarme mi sudadera, no me importa quedar sólo con mi sostén pero me detiene.

—No, estoy bien así, tranquila.
—Cada vez que habla, me doy cuenta de algo; tal vez sea un niño pero en su cabeza, es mucho mayor. Apuesto a que ha pasado hambre y frío por sus hermanos y a que tuvo que crecer demasiado rápido.

—Entonces ven aquí, acercate.
—Hace caso a mi orden, se sienta junto a mí y paso mi brazo por su cuello para darle calor.
—¿Cómo es Binhtown, Lauri?
—Binhtown no es real, niño.
—Expulsa el aire con fuerza.
—Me llamo Xart y ya sé que no es real, pero dime como es.
—Humedezco mis labios.

Del suelo cojo un poco de tierra desprendida.
—¿Sabes como es la arena de la playa? —Frunce el ceño.
—¿Qué es la playa? —Suelto una risa.
—Olvídalo. La arena de la playa es muy fina y muy blanca. Es tan fina que si metes tus manos en ella, no te corta. Te hace cosquillas y es muy agradable.

«Binhtown es como correr descalzo por la playa. La arena bajo tus pies está caliente pero no arde y cada paso es como pisar pétalos de rosa. No hay ruido, oyes el mar a tu lado pero no este mar bravo sino uno en calma. Oyes la suavidad del agua y su olor a sal.

«Los rayos de sol te llegan a la cara y tus ojos están cerrados.
No tienes que huir, ni que esconderte. Nadie va a hacerte daño y eres tan libre como el viento. —Cuando he acabado, sus párpados están cerrados y una sonrisa dulce está dibujada en su rostro.

—¿Yo podría ir allí? —Aprieto los labios.
—No lo sé pero es posible.
Tendrías que ir al muro —le digo.
—Pero no me dejarán pasar, nunca dejan a nadie. —Apoyo mi cabeza contra la pared de la grieta.

—A mi sí, Xart. Yo también voy al muro, puedes venir conmigo.

Nos ponemos en camino horas después, no queda mucho trayecto más que un par de kilómetros.
—Allí está. —El muro rojizo está frente a nosotros, los guardias me ven y van a abrir paso pero entonces ven al chico y cierran de nuevo.

—Quiere entrar en Binhtown.
Anna nos dejará pasar —les aseguro. A través de un pinganillo, se comunican con ella y ésta no tarda en ceder a la petición. Finalmente, entramos.
Pero al niño le llevan por un camino y a mí, por otro.
—¡Suerte, Xart! —vocifero.

—¡Adiós, Lauri! —Dejo salir una risa. Carraspeo, recorro ese maldito pasillo y la figura de mi... de mi madre, se distingue del resto para mis ojos. Entonces una bombilla se enciende sobre mi cabeza y un plan se traza dentro de ésta.

En cuanto la morena da media vuelta sobre sus talones, le dirijo mi mirada y alzo la cabeza, intentando que mi evidente debilidad no se note.
—Quiero regresar a Binhtown.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top