20. Cuando hablás de cumpleaños
—Dale, mijo, metete de una vez.
—¿Dónde querés que me meta?
—Ahí, en el agujero.
—¿Ahí?
—Sí, sí, ahí.
—No, me voy a morir.
—¡Dejate de ser cagón, mijo!
—¡Voy a perder todas mis almas!
Darío ignoró el bufido indignado de Alexis, moviéndose a su alrededor como si tuviera hormigas en el cuerpo. Parecía una bolsa de ansiedad junto a él, quien era la paciencia en persona y cada paso que su personaje daba en el juego era cargado de precaución. Su primo, en cambio, era del tipo que se lanzaba al ataque sin tener en cuenta emboscadas o enemigos escondidos.
—Hacé lo que quieras —soltó Alexis, molesto.
Se tiró en su cama y agarró a Geralt con ambas manos al verlo dormitar sobre su almohada. Le hizo mimos en la naricita que él respondió con arañazos en los brazos, sin embargo, a Alexis le llenó de una efímera alegría. Se quedó allí, acostado con el minino hasta que se tranquilizó. El día había sido una marea de sentimientos y estaba deseando que llegara la noche para profundizar la relación con su novio.
Si bien ambos habían estado de acuerdo en seguir adelante con sus sentimientos, no tenía idea de cómo actuar con él, ni qué esperar si él se empeñaba en esconderlo. Ambos estaban encerrados en el clóset, temiendo lo que iba a decir Héctor y Julieta si llegaban a descubrirlos.
—Habían dos enemigos. Ya los maté, eh —Darío rompió el silencio incómodo, sin quitar la mirada de la pantalla—. Y un cofre... Meh, un anillo.
Alexis se paró, se movió hasta él y lo abrazó por atrás, rodeándole los hombros y tomándolo por sorpresa. Recostó la frente en su cuello, soltando un suspiro, y Darío lo interpretó como un mudo pedido de disculpas. Se quedó inmóvil mientras él movía el rostro y rozaba sus labios en su cuello haciendo que se le erizara toda la piel con un estremecimiento.
—Alexis...
—¿Mmm...?
—Mi madre está en casa.
—¿Y qué? No está acá con...
Como si la hubieran invocado, un golpeteo en la puerta anunció a Julieta, quien apenas asomó la cabeza. Alexis soltó a Darío a la velocidad de la luz y apoyó las manos en el respaldo de su silla, fingiendo atención al juego que su primo apenas si estaba atento.
—Gurises, voy al súper, ¿necesitan algo? —Ambos negaron—. Ale, ¿de qué querés la torta? Así ya la voy encargando.
Darío se giró con brusquedad hacia Alexis, con los ojos muy abiertos. En la pantalla, un enemigo atacaba su personaje y con un golpe le quitaba toda la vida. La leyenda HAS MUERTO apareció en rojo inmediatamente.
—No es necesario, tía —contestó el muchacho con una sonrisa triste. Se separó de la silla de su primo y se sentó en su cama. Geralt no dudó en treparse en su regazo—. No te quemes por eso.
Julieta chasqueó la lengua.
—¿Con merengue? ¿Chocolate, dulce de leche? ¿Frutillas? No te me pongas con cumplidos.
Se rascó la nuca, incómodo con la situación. No quería festejar su cumpleaños, no cuando sus padres habían muerto hacía apenas unos meses. Miró de reojo a Darío, intentando no reírse de su expresión de sorpresa.
—Tú sos muy dulcero, tenés cara de chocolate y dulce de leche.
Alexis rio con timidez. Julieta lo señaló, asintiendo con una sonrisa pícara.
—¿Verdad? —dijo, más como una afirmación que como pregunta—. ¿Puedo comprar velitas? —preguntó emocionada.
—¡Ma! —cortó Darío reaccionando y girándose hacia ella—. No es un niño.
—Ya sé que no, pero me encantaría que pudiera pedir un deseo. ¿Cuánto cumplís? ¿Veinte?
—Veintiuno.
Guiñándole un ojo, Julieta volvió a sonreírle a Alexis y se despidió. Así que cerró la puerta, Darío abandonó el juego y se giró en la silla hacia su primo. Le preguntó anonadado, con una nota aguda en su voz, cuando era su cumpleaños, ya que aquello le había tomado completamente por sorpresa.
Se tomó todo el tiempo del mundo para responder, acariciando inconsciente al minino en su regazo. Su mamá siempre le había preparado una torta casera de dulce de leche y chocolate —era repostera—, iba a ser la primera vez que comería una que no fuera cocinada por ella.
—El veintiuno ahora de septiembre.
—La semana que viene, eh —soltó sacando cuentas mientras observaba el techo—. No tenía idea.
Alexis se encogió de hombros.
—No es que me interese mucho que digamos. En el face te iba a aparecer igual...
Darío se quedó pensando que debía comprarle algo por su cumpleaños, en completo silencio. Se mordió el labio inferior, empujándolo con el dedo, y apagó la computadora distraído. Él era su primer pareja de forma oficial —si se podía llamar de esa forma— y no tenía idea qué debía hacer.
Alexis esperó con las cejas alzadas, pero si primo se quedó en su mundo, sin acotar nada. Bufando con una risa, se levantó con parsimonia, pasó llave a la puerta del dormitorio y luego volvió a tirarse en la cama.
Ambos se quedaron esperando algo del otro, sin saber cómo actuar ante la nueva realidad que tenían frente a ellos: eran novios, pero a escondidas. Actuar con precaución no era lo fuerte de Alexis, en cambio, Darío lo era en demasía y temía hacer algo indebido causando que sus padres los descubrieran. Y no se sentía listo para enfrentarse a lo que ello conllevaba.
Alexis fue el que rompió el momento incómodo. Estiró los brazos pidiendo un abrazo y Darío, lanzando todos sus pensamientos al carajo, se lanzó junto a él con precaución. Alexis soltó una carcajada silenciosa ante su reticencia.
—No te voy a hacer nada, mijo.
—No te creo.
Volvió a reír, sacándole los lentes con una mano despacio y dejándolos sobre la mesa de luz pasando el brazo por encima de él. Entonces lo miró a los ojos, alzando las cejas, y Darío se pasó la lengua por los labios secos, con los nervios revolviéndose en la panza y más abajo.
—Si te digo la posta, a mi no me copa tanto los cumpleaños, más allá de pasar con amigos y tomar unas birras. Pero ya no tengo amigos y vos sos un cortamambo que toma pepsi. —Al terminar Alexis contuvo una risa. Darío frunció el ceño ante el reproche—. Pero, eres el cortamambo con quiero pasar mi cumple, ¿entendés? No necesito nada más.
No sabía qué responder ante aquello, así que Darío se limitó a acortar el espacio entre los dos y besarlo despacio. Alexis rio contra su boca, correspondiéndole con más fervor y aferrándose a él con ansias. Sus manos se movieron inquietas y no dudaron en meterse por debajo de la camisa de Darío, quien al sentir el contacto se tensó cargado de nervios y ansiedad. Se apartó un poco, cortando el momento.
—¿Qué? —jadeó Alexis.
—No me siento cómodo. Mi padre está por llegar, eh.
Alexis metió el rostro en el cuello de Darío, dándole un beso en el borde de la mandíbula, donde tenía el lunar.
—Hay muchas cosas que podemos hacer en poco tiempo —le susurró contra el oído. Darío se estremeció, pero ignoró a sus ganas que crecían en su entrepierna.
—No ahora, no hoy.
Alexis se apartó con una media sonrisa en su expresión. Parecía que contenía un chiste y Darío podía imaginarse qué estaba pensando.
—No, no soy virgen, eh.
—No dije nada —se defendió Alexis son dejar de sonreír evidenciando que no le creía—. Igual si no quieres, no hay drama. —Hizo un silencio mientras su sonrisa se iba deshaciendo despacio—. ¿Pero podemos quedarnos así? —murmuró, volviendo a abrazarlo.
Darío asintió, sintiendo las manos de Alexis rodearlo por los hombros con fuerza, metiendo el rostro en el hueco de su cuello. El cabello le olía a champú, a lo que le acarició con una mano temblorosa. Alexis soltó un suspiro muy profundo que no pudo interpretar y le besó la coronilla a modo de consuelo, preguntándose qué le inquietaba.
Alexis se quedó metido entre el aroma de su primo y la ropa limpia, con los dedos rígidos aferrados a la camisa y a la espalda de Darío. Estaba abrazado a él, pero se sentía tan solo que dolía. Se aguantó las lágrimas hasta que se durmió con el calor y el sonido de los latidos del corazón de su compañero.
Aquí en mí país aún es San Valentín, así que ¡feliz día del amor y la amistad! Espero que les haya gustado el capítulo! :'D Nos leemos~
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