Capítulo Cuarenta y Siete
Sábado 10 de Junio de 2023
Ciudad de México, México.
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¿Sábado de loquear? No, sábado de hacer cheesecake y relajarme después de una semana de finales.
Estos últimos días en la escuela habían sido demasiado pesados, había tenido varios exámenes y proyectos por entregar que mi energía parecía estar drenada.
En mi primer día post finales había dormido durante casi toda la mañana y tomado otra siesta después de comer, mientras que el otro rato lo dediqué a hacer cosas que no había tenido tiempo de hacer antes.
Una de esas cosas era una nueva receta de cheesecake de frutos rojos que había visto en TikTok hacía unos días, pero que había pospuesto hasta que estuviera desocupada. Además, tenía que aprovechar que mis padres vendrían a visitarme, así probaban las cosas que se me ocurrían.
La razón para que mis padres vinieran a la capital era para que asistieran conmigo el lunes a una ceremonia en donde la universidad entregaba reconocimientos a los mejores promedios de cada carrera. Este iba a ser mi sexto diploma, uno por cada semestre que tenía estudiando.
Apreciaba mucho que vinieran y pasaran ese rato conmigo, que vieran que todo lo que habían invertido en mi educación tenía una buena respuesta, y al mismo tiempo esperaba ver el orgullo en sus rostros.
Después de la ceremonia tendría un par de días libres, a excepción del viernes pues había sido invitada a la graduación de los chicos de octavo semestre de mi carrera.
La última cosa para la cual necesitaba ir a la universidad este semestre era para elegir el lugar donde llevaría acabo mis prácticas profesionales, las cuales tenía que cumplir el siguiente semestre. Gracias al prestigio de la universidad –y el dinero verdad– muchas empresas y agencias ofrecían prácticas profesionales de gran nivel para los estudiantes.
Este año había grandes opciones, pero yo tenía el ojo especialmente en una agencia periodística que se especializaba en medios digitales. Además de tener una gran reputación, eran un medio responsable con información verídica, siendo la principal razón para que escogiera esta.
Mi decisión estaba tomada y afortunadamente iba a ser la primera persona en escoger, así que este punto ya no me preocupaba tanto.
Así que, básicamente, estoy libre de estrés escolar. Ahora mi única fuente de estrés es la planificación que conllevaba el verano de este año para mí.
Por una parte estaba toda la logística de planear que iba a usar para la boda de Emilia, para ir al concierto, lo que iba a llevar en mi maleta mientras estuviera fuera del país, etcétera.
Por otro lado estaba todo lo relacionado con pasajes de avión, reservaciones de hotel y gastos extras. Afortunadamente una parte de ello ya estaba cubierto, pero eso no quita la ansiedad que me causaba todo ello.
Agito mi cabeza tratando de borrar eso de mi mente, ya tendría tiempo para sobrepensar y sobreanalizar todo.
Enfoco toda mi atención en la mermelada de frutos rojos que estaba haciendo ahora mismo, apachurrando los pedazos de fruta que quedaban. Con una cuchara revisé que la consistencia fuera la ideal y por fin apagué la estufa. Dejé que la mermelada reposara y se enfriara y ya solo me quedé a esperar a que el cheesecake terminara de hornearse.
Después de lavar lo que había utilizado y recoger un poco la zona me dediqué a revisar las pocas notificaciones que tenía mi celular. Lo principal eran un par de correos de parte de la universidad, uno de ellos siendo una calificación de uno de mis exámenes. También tenía un par de mensajes de algunos grupos de la escuela y algunas notificaciones de Instagram. Pero me decepcioné un poco al notar que no tenía una nueva notificación de cierto personaje.
Volví a bloquear el aparato mientras sentía como un puchero se asomaba en mi boca. Pronto lo borro al recordar que de cierta forma yo me lo estaba ganando. Y luego, como no, recordé parte de esa noche.
Desde mi regreso de Mónaco, Max y yo habíamos hablado muy poco. Los primeros días habían sido como normalmente eran antes de, pero eventualmente las cosas se complicaron. Primero había sido semana de carrera en España y Max tenía la compañía de su padre ese fin de semana, básicamente reclamando toda su atención. Al mismo tiempo yo estaba preparando mis finales, así que solo platicábamos una o dos veces al día, y eso era mucho decir.
Después del gran premio –el cual había ganado Max de manera magistral– empecé mi semana de estrés, siendo el único día más o menos tranquilo el lunes, en el cual solo había entregado unos trabajos de manera virtual. Ese día hicimos videollamada, en donde Max me contó de todo su fin de semana mientras yo trataba de encontrar el mejor outfit para mí evento del otro lunes. Después de eso ignoré todo tipo de distracción hasta ayer.
Ahora parecía que el evadía un poco el celular, respondiendo mis mensajes con monosílabos y stickers. Él último mensaje que había recibido de él había sido en la mañana y de ahí en más no ha mostrado señales de vida.
El temporizador empezó a sonar y me dediqué a sacar el postre del horno. Podía sentir como el sudor se empezaba a acumular sobre el puente de mis nuevos lentes, así como el calor se volvía aún más insoportable con el horno recién abierto.
Empecé a desmoldar con cuidado de no quemarme, al mismo tiempo pude oír la puerta del departamento abrirse y un par de pasos acercándose hasta la cocina. Voltee y me encontré con Daniela, quien había salido a recoger algo, o bueno eso a mí me dijo.
–Hola Barbie repostera–. Saludó cuando vio lo que hacía. Le dediqué una sonrisa la cual no me correspondió.
–Hola chiquilla. ¿Todo bien?
–Si, algo así...– empezó a moverse de un lado al otro de manera algo desesperada, y ahí supe que algo estaba pasando. –¿Crees que puedas cerrar los ojos unos segundos? Te traje algo y es sorpresa.
Me saqué los lentes y los coloqué sobre mi cabeza, dejándome literalmente ciega. A Daniela no le pareció tan gracioso.
»¡Melissa! Hablo en serio.
–Ya, no tienes que gritarme–. Solté una risa no tan alegre, más que nada porque estaba empezando a ponerme extremadamente nerviosa.
Me tapé los ojos con mis manos mientras sentía como Daniela se alejaba. Solté un suspiro y traté de prepararme mentalmente para lo que sea que fuera a pasar.
Spoiler, no funcionó. Pues en cuanto mi sentido del olfato reconoció el olor del hombre que traía mi mundo patas para arriba se me aceleró el corazón.
Destapé mis ojos y reacomodé los lentes sobre mis ojos. Una vez mi vista enfocó a Max solté un chillido de sorpresa, el cual le provocó una sonrisa que iluminó toda su cara.
Corrí los pocos metros que nos separaban y lo rodeé con mis brazos, gesto que de inmediato correspondió. Me abrazó con tanta fuerza que creí que iba a quedarme sin aire.
Escondí mi cara en su pecho y traté de encontrar una explicación lógica de lo que estaba pasando en este momento, al mismo tiempo trataba de tragarme el nudo que se había formado en mi garganta.
¡¿Qué carajos?! Esto no lo esperaba ni un poquito.
–¿Qué haces aquí?– pregunté con voz ahogada. De su pecho brotó una risa que me hizo sonreír más.
–Te extrañaba... además ya debía de ser yo el que viniera a verte.
Me aferré más a él mientras trataba de ahorrarme el llanto. Finalmente lo logré y empecé a despegarme, para finalmente estar cara a cara. De primeras noté unas ojeras formándose debajo de sus ojos, así como su barba parecía recién rasurada. Él no se quedó atrás y acarició mi melena recién recortada.
–Hola–. Le dije embobada con su sonrisa.
–Hola Meli. Lindo cabello por cierto, no me imaginaba que te gustara llevarlo tan corto–. Mencionó mientras volvía a clavar sus ojos en los míos.
La verdad es que cada año el pelo me quedaba tres centímetros más corto de lo que había estado antes. Esta vez pedí el corte a la mitad de mi cuello y la verdad es que me gustaba demasiado así.
–¿Verdad que se parece a Edna Moda?– intervino Daniela desde lejos y con una pequeña sonrisa en su rostro.
–¿La de Los Increíbles?– Daniela asintió. –La verdad es que un poco, solo que Meli no tiene flequillo y tiene la nariz más pequeña... ¿Estás a favor o en contra de las capas?– mencionó Max referenciando a una de las escenas del personaje en la película.
En respuesta le solté un golpe inofensivo en su brazo que le causó una risa.
–Bueno, pues yo ya me retiro chicos...– empezó a decir Daniela, haciendo que regresara mi atención a ella.
–¿A dónde vas?
–A casa de David, voy a... ayudarle con algo– dudó mucho de lo que iba a decir y eso me hizo sospechar un poco.
–Gracias de nuevo Dani–. Le dijo Max a mi lado, a lo que ella sonrió con dulzura.
–No hay de que güero. Disfruten la noche–. Antes de desaparecer de mi campo de visión guiñó un ojo, y ahí lo entendí.
Me quedé estática un segundo hasta que sentí un pulgar en mi barbilla, reclamando mi atención.
–Tienes harina en la cara...– susurró Max, paseando su mirada por mi rostro.
–Ups–. Alargué la última letra mientras una risilla se me escapaba.
Su pulgar fué subiendo por mi cara, sacudiendo levemente mi mejilla y después cerca de mi ceja. Al terminar llevó ambas manos a mis mejillas y me acercó a él poco a poco hasta que nuestras bocas se unieron.
Compartimos un beso demasiado tierno, mis manos se aferraron a su pecho y las suyas acariciaron mi cara de una manera que podía provocar que me derritiera. Para cuándo nos separamos y abrí los ojos pude notar como pasaba su lengua por sus labios y mi mente tuvo flashbacks.
–Sabes a fresa...– él aún mantenía sus ojos cerrados mientras decía ello, así como una sonrisa se formaba en su rostro.
–Es por la mermelada de frutos que hice–. Dije mientras me alejaba un poco, antes de perder la cordura. –¿Quieres probarla?
Ya con los ojos abiertos asintió y me siguió hasta donde había dejado las preparaciones, al menos hasta que frenó de golpe.
–Espera, ¿eso es..?
–Cheesecake–. Puedo jurar que sus ojos brillaron por un instante.
–Con razón huele demasiado bien–. Se acercó a dónde yacía el postre. –¿Ya se puede comer?
–No, todavía tiene que enfriarse y ponerle la mermelada arriba. Probablemente hasta mañana.
Me moví hasta una de las alacenas y saqué un frasco para meter la mermelada. Antes de terminar le ofrecí una cuchara con un poco de mermelada a Max, quien con gusto probó mi preparación.
–¡Esta deliciosa!
Sonreí satisfecha mientras reservaba el frasco. Mientras lavaba un par de utensilios que había utilizado mantuve una charla breve con Max sobre su viaje. Con su ayuda llevé el cheesecake al refrigerador y volví a lavarme las manos.
»¿Ya terminaste?– asentí, estaba a punto de admitirlo en voz alta cuando pude sentir como me robaba un beso.
Por la sorpresa inicial no correspondí la acción, hasta que su lengua buscó colarse entre mis labios.
–¿Max..?– solté separandome brevemente sin aliento.
–Necesitaba besarte, solo que estabas muy entretenida con ese cheesecake...– volvió a besarme, ahora de manera más intensa.
Sus manos se posaron en mi espalda baja hasta bajar por mi trasero y finalmente hasta el dobladillo del short que llevaba puesto, sintiendo sus manos cálidas en mi piel desnuda, causando un cosquilleo en todo mi cuerpo.
Cuando menos lo esperé sus manos tomaron mis muslos y me levantó para dejarme sobre la encimera. Estuve a punto de soltar un grito de sorpresa, el cual se tragó Max con su boca. Seguimos besándonos hasta que ambos nos quedamos sin aliento.
–¿Qué intentas hacer?– dije tratando de recuperar mi respiración.
–Yo solo sigo el consejo de Daniela, quiero disfrutar esta noche...
Una sonrisa tonta se instaló en mi boca y sin poder evitarlo lo jale de vuelta a mi boca.
Abrí mis piernas para dejar que se colocara entre ellas, de inmediato sus manos tomaron mis piernas y las colocó a ambos lados de su cadera.
Por un instante solo existimos los dos, tratando de recuperar los días que habíamos estado alejados del otro. Sus manos empezaron a jugar con el dobladillo de mi playera, para poco después colarse debajo de ella y acariciar mi abdomen, subiendo poco a poco. Él rompió el beso para mover su boca por toda mi cara y bajar hasta mi cuello. Moví mi cabeza de lado para dejarle espacio mientras que abría los ojos, siendo lo primero que ví la figura de mi gato sentado en el piso mientras me veía fijamente.
–¡No!– alejé a Max de inmediato, el cual tenía la cara pintada de rojo y los labios hinchados. Su cara de sorpresa por poco logra sacarme una risa.
–¿No?– negué mientras le indicaba a mi mascota, quien seguía viéndome.
–Darcy no puede verme de esta manera...
–Melissa...– soltó un suspiro exasperado.
–De seguro siente lo mismo que un niño chiquito cuando escucha a sus papás teniendo sexo. No lo quiero traumar así.
El rubio –humano– se quedó pensativo unos instantes, hasta que empezó a darme la razón.
–Ahí tienes un buen punto...
Me bajé de la encimera de un salto y rápidamente me moví hasta el cajón en donde guardaba la comida de Darcy. En cuanto vió que serviría comida para él me siguió hasta su plato, en donde se olvidó de mi existencia mientras comía.
Regresé mi atención a Max, quien no podía ocultar un poco de molestia en su cara, al mismo tiempo sus manos trataban de cubrir su entrepierna.
Empecé a caminar fuera de la cocina, con el propósito de llegar a mi habitación, al menos hasta que un Max que seguía sin moverse hizo que interrumpiera mis pasos.
–¿A dónde vas?– preguntó casi con urgencia.
–A mi cuarto, ¿vienes o no?– solté tratando de sonar provocadora, logrando que Max sonriera ampliamente y me siguiera hasta la habitación.
En cuanto ambos estuvimos dentro me ví encerrada entre la puerta y el cuerpo de Max, quien rápidamente volvió a reclamar mis labios.
–Te extrañé mucho–. Soltó cuando nos separamos en busca de aire. Sonreí tontamente mientras acariciaba su mejilla.
–Yo también te extrañé–. La única respuesta que obtuve fue la continuación de lo que había quedado pendiente hace unos minutos.
[...]
Una hora y media después me encontraba acostada en mi cama, tratando de asimilar lo que acaba de pasar. Desde que había vuelto de Mónaco había contado con muy poco tiempo para abrumarme y sobrepensar todo, pero no iba a dejar que los pensamientos intrusivos me fueran a atacar justo ahora.
La puerta del baño se abrió, revelando a un Max que solo llevaba ropa interior puesta. Me dedicó una sonrisa y se acostó junto a mi, atrayéndome para que quedáramos frente a frente.
–Hola de nuevo–. Su mano quitó un mechón de mi cara y después acarició mi mejilla. Quién diría que hace unos minutos era todo lo opuesto a lo tierno que se estaba portando ahora.
–Hola...– me quedé callada sin mucho que decir. Su mano tomó la mía y empezó a hacer círculos con su pulgar.
–¿Todo bien?– asentí en respuesta. A continuación me acerqué más a él y oculté mi cara en su cuello.
Así pasaron varios minutos hasta que de manera inesperada mi estómago gruñó de una manera muy audible. Salí de mi escondite para ver la reacción del rubio, quien lucía sorprendido pero también muy divertido. Solté una carcajada, la cual Max correspondió.
–¡Oh por dios!– dije entre risas.
–¿Es que acaso no has comido mujer?
–Pues si, pero eso fue hace como cinco horas...– estaba tratando de equilibrar mis horarios de comidas, pero habían días en los que no tenía ganas de tomar una colación y hoy había sido uno de ellos.
–Bueno pues con mucha razón tienes hambre. Además, yo creo que ya es hora de la cena aquí, ¿no?
Asentí algo desconcentrada. En mi mente mi cena había sido él hacía unos minutos. Diría que con eso había quedado más que satisfecha pero mi estómago no opinaba lo mismo pues volvió a gruñir, solo que ahora más discretamente.
–¿Tienes hambre?– le pregunté mientras regresaba a la realidad.
–Un poco, la verdad es que no comí mucho durante el vuelo...
–Entonces haré de cenar–. Dije mientras me sentaba en la cama en busca de mis sandalias. Traté de hacer memoria de lo que había en el refrigerador y de que podía hacer con ello, sin embargo Max interrumpió mi tren de pensamiento.
–O... Podemos ir a cenar...
Voltee a verlo con una ceja levantada, en cambio el se veía demasiado convencido de lo que acababa de sugerir. Había pasado uno de sus brazos por debajo de su cabeza, dándome una muy buena vista de su pecho desnudo.
Si bueno, será mejor que salgamos de aquí.
–Ok, ¿a dónde quieres ir?– respondí retomando mi tarea.
–A dónde tú quieras.
–Muy bien. Dame 10 minutos para ducharme y nos vamos.
[...]
Salimos del bloque de departamentos veinte minutos más tarde. El que Daniela se llevara el auto no nos afectaba, pues a donde íbamos estaba a tan solo tres cuadras de casa.
Caminamos tomados de la mano y en silencio por un par de minutos, en los que solo nos dedicabamos miradas fugaces.
A lo lejos ya se podía ver el carrito de tacos, algo que llamó la atención del rubio a mi lado.
–¿Tacos?– asentí. Me dedicó una sonrisa satisfecha, que pronto fue interrumpida por una mueca. –¿Pero no me van a hacer daño, verdad? Porque la última vez que me llevaron a comer tacos aquí me enfermé horrible.
Empecé a reírme involuntariamente, pero de inmediato traté de tranquilizarlo.
–Claro que no, no te traería a un lugar en el cual no confío.
Sin decir más, llegamos al local de tacos. Saludé a los señores que atendían el lugar, al final de cuentas venía aquí casi cada semana. Max parecía completamente perdido en el lugar, pero pronto lo llevé hasta una de las mesas vacías. No había más gente y eso me sorprendía demasiado, pero por mi mejor.
–Entonces... ¿nos vamos a quedar solos esta noche?– un sonrojo se apoderó de mi cara de pensarlo.
–Pues sí, Daniela se va a quedar con su hermano y Jaqui está en casa de ya sabes quien.
–Definitivamente no te cae bien...
Creo que mi cara demostraba como me sentía al respecto sobre esa relación.
–A ver, que Benny me caía bien antes de que empezara con sus cosas. De verdad que se porta insoportable ahora que Jaqui le puso atención, no quiere dejarla sola para nada ni para ir al baño, el otro día se enojó con ella solo porque Pato O'Ward le comentó la entrevista que subió con él, ¡la cual él consiguió! Y por si fuera poco, cuando están en la casa creen que estan solos o algo así porque hacen un ruido...– hasta el hambre se me estaba llendo de recordar todo eso.
Afortunadamente llegaron los tacos y no tuve que profundizar en ello. Había sido demasiado gracioso ver a Max probando de manera precautoria los tacos y las diferentes salsas, pero pronto coincidió conmigo en que los tacos estaban deliciosos. Lo sorprendí tomando una foto de él mientras comía.
–No vayas a mostrarle esa foto a Brad por favor, me va a matar.
–Será nuestro secreto–. Acerqué mi meñique e hicimos el típico pinky promise.
La cena se nos pasó en platicar cosas tontas y comentarios sobre nuestra comida. La verdad es que era medio bizarro para mí estar teniendo una cita –¿esto era una cita?– con este hombre en una taquería, pero probablemente era la mejor que había tenido y esperaba algún día repetirla.
De regreso a casa me perdí unos instantes en mi propia cabeza, más que nada tratando de hallarle sentido a las cosas. En un abrir y cerrar de ojos ya estábamos de vuelta, besándonos de nueva cuenta de manera desbordada, haciendo lo mismo que habíamos hecho hace ya unas horas.
Me entregué a ese deseo que parecía no querer extinguirse nunca y apagando la parte de mi cerebro que creía que esto era una mala idea, que me decía que todo terminaría mal. Me entregué de nueva cuenta a Max y me dediqué a disfrutar de lo que quedaba de la noche.
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hola hola gente bellaaaa! 💗
después de darme unos buenos días para reacomodar mis ideas al fin puedo decir que WE ARE SO BACK ‼️‼️‼️‼️‼️‼️
a pesar de que no es mi capitulo favorito ni de cerrrrcas, estoy feliz porque lo pude sacar adelante lol.
nos leeremos la sig semana? veamos que tan madreada me dejan los horarios de los olímpicos y les avisaré.
gracias como siempre por leer, comentar y votar, me llena el corazoncito ver todo el apoyo que le dan a la historia y a mí jaja, les adoro un montónnnn y nos leemos pronto (espero) 💗💗
besos, bais <33
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