O18.

Llevaban semanas durmiendo en el departamento de la Australiana.

Rosé le gustaba tener a Lisa en su hogar, y Lisa de verdad disfrutaba dormir con Rosé.

En palabras de la misma Lisa: ‹‹eres calientita, alfa››.

A Rosé le gustaba la idea de no estar sola.

Aun así, de la nada, el hogar de la alfa se llenó de varias plantitas al azar por el departamento, sus tazas totalmente blancas tenían entre ellas una taza de cerámica de muchos colores con florecitas por todas partes, y de una forma u otra, había un osito de peluche en su sofá totalmente blanco.

Se llama Rabbit.

La alfa disfrutaba de compartir su hogar con la omega.

Ahora estaban acurrucadas viendo la televisión, Leo estaba en las piernas de Lisa, ya que la omega lo había llevado a su casa.

—¿Por qué no tienes mascotas? —la omega pregunto curiosa, mientras veía a Rosé acariciar a Leo.

—No quiero, no me gustan —la alfa contestó, honesta—, son una responsabilidad muy grande.

—Pero... Eres veterinaria.

—Porque amo los animales —la mayor sonrió—, solo los veo por unos minutos, además de que vivo en un departamento pequeño, no en una casa como tú, de esa forma Love es feliz en tu jardín.

La omega hizo una mueca.

—Debería ir a mi casa —la omega besó la mejilla de su alfa y se levantó, haciendo que su gato se molestará y se pusiera en el regazo de Rosé—, tengo que ir a ver cómo están las cosas, además, Jennie me dijo que quería hablar algo serio conmigo.

Rosé frunció el ceño.

No quería separarse de la omega ahora, estaba disfrutando su tarde.

Realmente no se siente a gusto durmiendo sola, ahora necesita a Lisa para poder dormir.

Le gusta estar con Lisa, y tal vez le gustaría vivir con la omega, pero no en ese pequeño departamento en que vive justo ahora.

—Te llevare a tu casa. —la alfa se levantó y se estiró.

Lisa se acercó a Rosé y besó su mejilla.

—Eres muy linda. —la omega sonrió.

—Tu también, omega. —Rosé sonrió.

Lisa estaba detrás de ese pequeño puesto, con un grande cartel con el grabado de ‹‹venta de besos››.

El exterior del museo en que trabajaba se convirtió en una grande feria con muchas atracciones, juegos y pequeños puestos. Todo esto tiene el motivo de recaudar fondos para diversas cosas, una de ellas el refugio de animales, la restauración de una escuela, etc.

Lisa estaba en su puesto con un lindo suéter rosa, jeans negros y un sonrojo constante por las personas que tocaban sus labios.

Jennie estaba al lado de ella, encargándose de que nadie se aproveche de la situación.

Rosé se acercó al puesto y le sonrió a Lisa.

Rosé estaba vestida con un disfraz de vaquero que JiSoo le obligó a usar, botas y sombrero incluido.

La alfa había puesto un pequeño recinto en que los niños podían acercarse a acariciar perritos, gatos y otros cuantos animales, también tenían conejitos.

—Hola, amor —la alfa se quitó su sombrero y puso un billete de un dólar en el bote pintado de color rosa que había puesto Lisa—, compré uno de tus besos.

Lisa sonrió y tomó las mejillas de la alfa para dejar un besito suave en sus labios, al separarse, la alfa aun tenía sus labios en forma de beso.

—Te besaría gratis, pero esto es por una buena causa. —la omega sonrió.

—Yo te dejaría acariciar a mi serpiente gratis, pero es por una buena causa. —la alfa le guiñó un ojo, y Lisa se sonrojó.

—¡Eres tan vulgar! —la mas baja chillo.

Rosé rió.

—¡Hay una serpiente en mi puesto! JiSoo está a cargo de los reptiles y trajo una serpiente, los niños están emocionados con ella —la alfa rió—. Tu pequeña cabecita sucia fue la que malinterpreto el mensaje.

Lisa se sonrojó más y rodó los ojos.

—Te odio. —Lisa murmuró.

La alfa rió y negó.

—Yo te amo. —soltó sin pensar.

Lisa puso una expresión de sorpresa al escuchar a la alfa.

La palabra con ‹‹a››, realmente nunca la habían dicho.

Llevaban unos cuantos meses saliendo, y mucho tiempo como amigas.

La omega se sentía cómoda y Rosé solo podía sentir como su corazón estaba apunto de estallar cada vez que pensaba en la omega, en su suave cabello, sus adorables ojitos, y su delicioso aroma a fresas.

—Roseanne... —tartamudeó la omega, con ilusión en sus ojos.

La alfa sintió sus mejillas sonrojarse y los nervios crecer en su estómago.

¡Le dijo te amo!

Lo dijo sin siquiera dudarlo, sin pensarlo, y ahora la omega la veía asombrada.

Tal vez Lalisa no la amaba.

Tal vez lo hizo demasiado rápido.

Tal vez ahora mismo arruino lo que tenía con Lisa.

—Tengo que ir al puesto. —la alfa se fue tropezando con varias personas en su camino, y sintiendo un nudo en su estómago.

Se fue sin dejar a Lisa siquiera decir lo que tenía en la punta de la lengua.

Jennie regresó con dos algodones de azúcar rosados.

—¿De que me perdí? —Jennie sonrió—. ¿Conseguiste más clientes?

Lisa estaba atónita hasta que Jennie le dio su algodón de azúcar.

La omega tenía sus mejillas sonrojadas y su corazón latía con fuerza.

Desde lejos Rosé podía ver como la omega se veía atónita.

¡Gracias por leer!

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