Elizabeth Thumpskey
En menos de setenta y dos horas Chris iba a viajar a dos países diferentes.
Luego de la llamada de Claire, cayó sobre ellos un silencio pesado. Chris se llevó las manos a los ojos intentando apaciguar la incertidumbre, pero era difícil dejar de asimilar las cosas que todos estaban sintiendo.
Valiant e Isis —y aparentemente el huésped de Elderon—, habían colapsado. Tres Estrellas elementales habían caído después del asesinato del ángel, y a ellos se le sumaban Kamal, que como huésped del Dios de la naturaleza había tenido repercusiones, Zoe, por estar probablemente ligada al clima, que era controlado por los elementos, y Liana, porque Ramaya era la Diosa de todo. De hecho, no dudaba que Sebastian también hubiese sufrido un colapso si Robin se había despertado de un trance totalmente histérica.
Poner en orden las cosas antes de partir a Australia había sido peor que atender un parto. O al menos, así se lo imaginaba.
Todos corriendo de un lado a otro, haciendo llamadas, pidiendo taxis, incluso Dimitri estaba alterado y eso ya era mucho decir.
Noah quería ir a Brasil para estar con Robin y se pasaron la siguiente hora intentando convencerlo para que viajara con ellos a Australia, ya que lo necesitaban para inspirarle confianza a Thumpskey.
Chris podía hacer algo con su poder y lograr que la mujer se comportara de modo más dócil y amable, pero aquello no aseguraba nada. Noah era quien tenía el don de la palabra e inspiraba a ser escuchado. Tenían que viajar con él. Tenía la absoluta convicción que todos los mayores juntos, entregaban más confianza que lo que Chris podía ofrecer si se veía más joven y desaliñado.
Ni siquiera se había duchado aún.
Tuvieron que volver al departamento que habían rentado, no habían pasado una sola noche en él y ya tenían que devolverse. Chris aprovechó de ducharse y ponerse presentable para aparecerse ante la mujer, Etienne se bebió una buena cantidad de bebidas isotónicas para tener la energía de transportarlos a todos al otro lado del mundo, Valentina y Dimitri ensayaron algún discurso de emergencia para abordar a Elizabeth en caso que quisiera escapar, y Noah... se había pasado todo ese rato hablando por teléfono.
Madsen los esperaría en un punto céntrico. Tenía otras presentaciones que realizar y se vio obligado a postergarlas debido a la emergencia. Aunque claro, tuvo que inventarse alguna cosa plausible para que los invitados de la NASA no quedaran con la sensación de abandono inminente.
Por lo menos el astrofísico tenía claro cuán terrible era el problema, y de hecho, hasta le entusiasmaba.
—¿Listos? —Preguntó Dimitri. Noah no dejaba de hablar, su voz les llegaba desde una de las habitaciones.
—Iré a ver...—anunció Valentina, pero Chris la detuvo.
—Está alterado, preocupado y nervioso, no va a reaccionar de buena manera —le dijo preocupado mirando hacia el pasillo—. Deja ver si puedo hacer algo.
Se acercó cautelosamente. Las emociones de su tutor vibraban en las paredes, como si quisiera salir corriendo. Desde el resquicio de la puerta se escuchaba:
—Robin, necesito que... y lo entiendo pero... ¡déjame hablar! ¡No! Ellos pueden hacer esto sin mí, puedo ir... ¿Por qué siempre quieres hacer todo sola?... ¡Pero ellas no son yo! —Chris sintió el nudo en la garganta y el dolor en el pecho, Noah estaba desesperado, y no se debía a la protección, realmente quería estar con su hija—. ¡Estuviste en shock por veinte minutos después que despertaste!... ¡No es lo mismo!... Si no es con Etienne me iré en avión, no me importa... ¡Robin! Por el amor de los dioses sé sensata... ¡Y lo entiendo! —gritó colérico—. ¡Pero no quiero que te mueras en uno de esos trances! ¡No tienes poderes! ¡No puedes sobrevivir en ese lugar a través de viajes astrales, tu cerebro va a colapsar!... ¡Y es por eso tenemos que ir a Australia, para sacarlo de Ramaya! ¡Es que si te pones así no me dejas más opción que ir por ti!... ¡Robin! ¡ROBIN!
Noah soltó una sarta de improperios y luego se escuchó un fuerte golpe. Chris abrió la puerta y vio el celular en el suelo. El hombre se había sentado en una de las camas.
—Robin quiere quedarse en Brasil —le explicó con tristeza, pero la rabia y la preocupación que sentía eran mucho más fuertes—. Vio todo lo que ocurrió, dijo lo mismo que Richard, que el puente entre la vida y la muerte está destruido, las almas que iban de camino a nacer o de salida no han podido llegar a su destino. Todo Ramaya está oscuro y Sebastian... —suspiró—. Tiene la idea que Sebastian cada vez resiste menos, con esto de que cayó el puente, casi se desaparece.
El corazón de Chris se aceleró.
—¿Qué? ¡Tenemos que ir por él ahora ya! —Exclamó asustado, Noah lo miró agobiado—. Noah, tenemos una misión, todos nosotros, incluso tu hija. No lo quería ver así al principio porque ella no era como nosotros, pero creo que ya ha demostrado que con lo testaruda que es nada le va a pasar —se puso de cuclillas ante él y le suplicó con la mirada—. Te necesitamos para ir donde Elizabeth. Tengo que hacer lo que me pidió y quiero que estés ahí, porque tú eres mi tutor y confío en ti. Sabes más que yo de todo esto, tú me metiste en esto.
Noah alzó la mirada hacia él con alarma.
—Chris, yo te metí en esto sin saber que era una mentira. Ahora estamos todos en el mismo punto, ninguno sabe nada, solo lo que Eydis descubrió. Etienne con Elizabeth se necesitan para sincronizar a sus dioses, Elfígere no tiene nada que ver con los temporales.
—Y no te pido que vengas por Elfígere, te pido que vengas porque aunque no lo veas así, le entregas seguridad a todos. Fuiste el primero en la fundación de la cofradía. Antes que todos, tú y Eydis estuvieron ahí. Tu sola presencia nos da confianza, Noah. Da igual lo que haya ocurrido con Phoenix y sus manipulaciones, yo te seguí porque confié en ti así tal como lo hicieron mis padres, que no me habrían dejado en manos de nadie más —enfatizó. Percibió que Noah se sentía honrado, pero también sentía que no lo merecía—. El equipo te necesita, ese era el plan, y sí, ocurrió algo catastrófico, estamos al borde del precipicio y corremos contra el tiempo para rescatar a Sebastian, despertar a los dioses y detener a Phoenix —respiró agitado. Eran demasiadas cosas para hacer en poco tiempo. Respiró hondo—. Tenemos que aceptar, y me incluyo, que tu hija en todo esto juega un rol importante. Es el enlace que tenemos con Sebastian, porque dudo que a mí me llame de nuevo...
—¿Te llamó? —Preguntó Noah con sorpresa. Chris se mordió la lengua y miró hacia un costado.
—La primera vez, me quería dar el mensaje que solo yo puedo entrar a la dimensión de Ramaya y sacarlo con vida, pero Robin es el enlace. El hecho que sus almas estén conectadas a otro nivel ayuda a que sepamos todo lo que ocurre del otro lado, porque a mí no me pudo sostener demasiado tiempo. Pero tu hija, Noah, estuvo tres horas en ese lugar. Yo con suerte duré quince minutos —enfatizó—. Tengo que ir con Elizabeth porque si logramos que despierte a su Diosa podré entrar en Ramaya. Que tengamos un lazo hermanable con Sebastian de antes y que aparentemente yo exista por él, me hace el único capaz de entrar y salir con vida, y tú, tienes que venir porque eres el líder —agregó con vehemencia—. Tina, Dimitri y Etienne confían en ti y en tus conocimientos. Y Robin... déjala que haga lo que tiene que hacer, si vas por ella solo crearás más conflicto y demoras. Tenemos una agenda limitada, Noah. Tenemos que seguirla al pie de la letra.
—Es que no entiendes... —jadeó—. No tienes hijos, no sabes cómo es. Vives cada minuto de tu vida temiendo que algo les ocurra. Y la existencia de Robin es una muerte anunciada, porque la maldición está activa... tengo terror que mi niña se muera de repente solo porque es lo que tiene que pasar—sollozó.
Chris apretó los labios al sentir su dolor. Le picaron los ojos.
—Todos estamos pendientes de eso —le confesó—. Y por lo mismo quiero que encontremos a Sebastian, para que con tu hija puedan revertir la maldición, solo así no viviré con el miedo de sentir la muerte pisándome los talones. ¿O crees que yo quiero que ellos mueran? Estamos todos enlazados a sus vidas y quiero vivir para ver el mundo que construiremos cuando los dioses estén despiertos —luego soltó una risa graciosa—. ¿Hijos? Solo sabré lo que significa tenerlos si sobrevivo. Y para eso necesitamos sacar a Sebastian de Ramaya.
Noah suspiró, se quitó sus anteojos y se secó los ojos.
—Solo quiero que esté bien.
—Y lo estará. Se acaba de despertar en medio de una crisis, vio lo que ocurrió con sus propios ojos y sigue con vida, ¿no? Nada le pasó. Estará bien. Si tu hija es como Vanyara y Elaine, de verdad quiero confiar en que las cosas saldrán como las planeamos.
El cosquilleo en el estómago acompañado de un profundo temor, lo invadió de golpe. Los ojos de Noah se habían oscurecido y la preocupación bañó sus facciones, haciéndolo ver más viejo de lo que parecía.
Nuevamente, reconocer en él la imagen de Merlín, le causó un escalofrío.
—Es justamente lo que me preocupa —susurró—. Vanyara y Elaine actuaban con el estómago, con la pasión encendida y no mediaban consecuencias. Si Robin tiene solo una pizca de ellas no dudo en que vaya a cometer una imprudencia, y eso es justamente lo que me aterra.
Chris apretó la boca.
—Y aunque vayas tras ella nada va a cambiar eso, Robin seguirá siendo igual de cabezota que siempre. ¿Qué pretendes hacer si estás con ella? ¿Encerrarse en un sótano hasta que todo pase? ¿Mantenerla eternamente despierta para que no entre en trance?
Noah se puso de pie de golpe.
—¡No sé! ¡No lo sé, Chris! —exclamó agitado—. Solo quiero que Robin haga las cosas bien esta vez, pero es hasta más impetuosa que sus otras reencarnaciones. Y Eydis solo hizo que todo fuera peor, ¡le hizo creer que tenía el poder de cambiar las cosas!
Chris sintió la decepción en Noah y se puso de pie viéndolo con cansancio.
—¡Es que sí lo tiene! —Exclamó con cansancio—. Ella y Sebastian son los únicos que pueden calmar al Kaos, tú lo dijiste. Nos confesaste eso —se pasó una mano por la cara y vio el reloj que estaba en su muñeca izquierda—. Madsen nos espera. Tenemos veinticinco minutos para llegar al hotel. ¿Qué harás?
Noah se demoró siglos en contestar. Chris sentía una mezcla de emociones tan intensas que de repente quiso golpearse a sí mismo.
Finalmente, su tutor lo vio con agonía. Suspiró tan hondo que no dudó que le los pulmones le ardieron.
—Aunque me pese, y dioses, no quiero arrepentirme si no es la elección correcta... Iré con ustedes.
Chris estaba comenzando a odiar los portales. Viajar en avión le parecía incluso más tentador, aunque no cupiera cómodamente en un asiento de clase turista. Prefería ir con las piernas encogidas y la espalda torcida a tener que pasar nuevamente por aquella horrible sensación de estarse muriendo.
Por supuesto, exageraba.
Pero el mareo, el dolor en todo el cuerpo, el cansancio, el dolor de cabeza y las nauseas, no se iban a ir tan fácilmente.
Etienne era el único que siempre se mantenía estable porque Yziak lo ayudaba, pero los demás parecían recién despertando de una horrible resaca. Era hasta gracioso ver a Dimitri pálido y desequilibrado, con suerte se podía sostener en pie. Valentina, en cambio, intentaba mantener la compostura aunque se notaba que estaba dispuesta a alejarse todo lo posible para que nadie la viera en esas condiciones. La elegancia se iba a la mierda cuando quería vomitar.
Madsen, no obstante, lo hacía sin reparo ni vergüenza, con la cabeza metida detrás de unos arbustos.
Noah tenía buen aspecto, porque claro, Elfígere lo reconstituía poco a poco. A él había que esperar a que se sintiera totalmente bien para que pudiese equilibrar a los demás.
Todos se tragaron sus bebidas isotónicas y Chris se bebió además, dos botellas de agua que las tenía como reserva en caso de deshidratación. No lo pensó dos veces. Debido a su tamaño tenía más posibilidades de desestabilizarse que los demás, y, por otro lado, no había comido casi nada. Necesitaba meterle algo a su cuerpo.
Eran alrededor de las once de la mañana en Sydney. El sol golpeaba con fuerza, más que en Sudáfrica, y Chris tuvo la horrible sensación de ahogarse en calor como cuando visitó Grecia y conoció a Zoe.
Odiaba el calor.
Se echó un poco de agua en la cara con lo que quedaba al fondo de una de las botellas y miró alrededor. Thumspkey les había señalado unas coordenadas que los dejó en un lugar llamado Wolseley Road en el suburbio de Point Piper, uno de los lugares más costosos de todo Australia.
Se habían aparecido en un tipo de paseo marítimo. A un lado habían casas, y al otro, mar y pequeños muelles donde atascaban lanchas y yates enormes. En uno, todo Centauris podía vivir al interior.
Chris emitió un chiflido cuando descubrió ante él una mansión enorme cuyo techo se dejaba entrever por encima de una gran pared blindada. La zona era bastante verde, y los árboles que rodeaban las calles y la mansión le daban un aspecto sumamente exclusivo.
Madsen pasó por su lado rengueando levemente después que Noah lo estabilizara, tal vez había quedado un poco adolorido con la posición incómoda en la que todos se desmayaban al cruzar el portal.
El hombrecillo se acercó hasta la puerta y de la nada aparecieron rápidamente un grupo de hombres armados y vestidos de negro. Chris no sentía miedo de parte de Madsen, no obstante, había una suerte de inquietud por parte del equipo se seguridad. El astrofísico les dijo algo y Chris, para ayudarlo, expandió un poco de calma y de tranquilidad.
Los guardias se alejaron de forma casi inmediata, mientras que, uno de ellos, se dirigía hasta la puerta que se camuflaba con la pared de metal.
—¿Qué ocurrió? —Jadeó Valentina después que Noah ayudara a recomponerla, Chris no quitó los ojos de Madsen.
—Thumspkey tiene guardias —le explicó—. Estaban alterados, así que los calmé. Lo que sea que Madsen les haya dicho les infundió seguridad y le creyeron.
Sintió una mano en su hombro, Dimtri tenía todos sus sentidos puestos sobre la casa. La palidez había desaparecido y volvía a tener su porte estoico y señorial de siempre.
—¿No lo sienten? —Preguntó.
—Es enorme... —respondió Etienne acercándose por un costado—. Es como sentir a Antaruk.
Chris asintió. No le había puesto total atención al magnetismo que venía del otro lado de la casa. La Diosa de Thumpskey era poderosa y, por el silencio sumiso de Ovalia, imaginó que los demás dioses podían o bien, tenerle miedo, o, mucho respeto.
Al cabo de unos cuantos minutos se escuchó un rechinido acompañado del movimiento de unos engranajes. Una mujer bajita asomó la cabeza e intercambió unas palabras con el guardia que había golpeado la puerta. Los señaló a ellos varias veces hasta que finalmente ella asintió.
Chris no sentía ni temor ni inquietud de parte de la persona que había abierto la puerta, así que asumió que su visita estaba anunciada.
Madsen fue el primero en acercarse, saludó a la mujer con cordialidad, que en realidad se acercaba más a una anciana, y luego se aproximaron los demás.
El delantal y el cabello bien armado le dio la idea que podía ser una criada, seguro que de confianza, ya que dudaba que una mujer que bordeaba los setenta años atendiera a Thumpskey como una servidora. Tal vez era quien estaba a cargo de dar las órdenes, como una ama de llaves.
Y no se equivocaba.
Los guiaron hacia un jardín enorme decorado con estatuas y fuentes de agua que a Chris le recordó mucho de la antigua casa de Sebastian en Vert; un camino pedregoso rodeado de flores serpenteaba hacia una gran piscina.
Bajo un enorme toldo blanco, recostada en una silla de playa, estaba Elizabeth Thumspkey.
—...No pueden tocarla —dijo la mujer—, deben mantenerse a una distancia de dos metros, si ella habla, ustedes se callan, si ella les ofrece la palabra, le responden. Si ella se quiere retirar sin despedirse, ustedes, se van.
—Filántropa mis calzones —masculló Valentina, Chris exhaló una risa nasal.
La ama de llaves les hizo una seña para que esperaran y se acercó hasta Thumpskey. Conversaron en silencio por unos segundos hasta que la anciana se alejó, no sin antes lanzarles una notoria mirada de advertencia.
Debían cumplir con las reglas.
No obstante, lo que Chris sentía de la animadora no se parecía en nada a lo que la criada les había hecho creer de ella: Thumspkey estaba aterrada.
Cuando se puso de pie, la vieron mejor. Madsen se acercó con una sonrisa amplia a saludarla, ella se agachó para abrazarlo e intercambiaron algunas palabras.
Chris sintió un escalofrío al percibir a la Diosa de la mujer. Ovalia seguía en silencio. Pero era un silencio solemne y respetuoso.
Cuando Madsen los apuntó, ellos se acercaron, pero fue Etienne quien tomó la palabra.
—Creo que es primera vez que siento que mi energía ha encontrado donde encajar —se arrastró con la silla, que sobre el césped no avanzaba muy bien, y con la ayuda de Noah, que lo empujó, pudo estar más cerca de la anfitriona.
Chris rió mentalmente al darse cuenta que nadie había cumplido con los protocolos que la anciana les había dicho. Los dos metros habían quedado en el olvido cuando Etienne alzó su mano activa hacia ella.
—Siento lo mismo —respondió ella con cordialidad—. Por favor, siéntense. No esperaba que llegaran tan rápido —se escuchaba sorprendida. Les señaló otras sillas y cojines robustos que se situaban bajo el toldo—. Quiero decir, entiendo que llegaron por un portal, pero no sabía que era así... tan rápido.
No levantó la mirada. Chris se acercó por el costado y optó por uno de los cojines. La observó detenidamente, estaba muy nerviosa.
Si bien Elizabeth Thumpskey era una reconocida animadora de televisión a nivel mundial, que había entrevistado desde el Papa hasta varios presidentes e incluso a la Reina de Inglaterra, frente a ellos no parecía tan espectacular ni intimidante como solía mostrarse ante el público.
La mujer no llevaba una pizca de maquillaje, y las arrugas que rodeaban sus ojos acentuaban unas profundas ojeras. Un par de anteojos ópticos sin marco le colgaban de la punta de la nariz y la correa que los sostenía rodeaba su cuello. Tenía el cabello rubio, encanecido y deslavado, y lo llevaba cogido en un moño simple y agarrado al azar con una pinza. Hacia abajo la vestía una túnica playera colorida; la piel de sus piernas y brazos estaba repleta de manchas entre pecas, lunares y probablemente algunas provocadas por el sol.
Cuando se sentó ante ellos, Chris le miró las manos, secas y arrugadas, con las uñas mal cortadas y la pintura quebrada. No era que se viera mal, en absoluto, incluso se parecía un poco a Sorine, su madre. Pero la Elizabeth de las revistas y la pantalla distaba mucho de la que estaba ante ellos. No era la edad. No eran las arrugas ni las manchas.
Se veía deteriorada, como si la vida ya no significara nada para ella. Y Chris lo percibía en cada palmo de su cuerpo. Era más que las emociones, era su actitud derrotada.
—Mi querida Liz —Richard, que estaba sentado al lado de ella, le palmeó las manos que ella no quitó. El astrofísico aún lucía un poco pálido—, sé que estas circunstancias no son las mejores para vernos, y de este modo tan... bueno, por no decirlo menos, mágico.
Ella frunció la nariz y se subió los anteojos por ella.
—Creo que nunca había sentido esto —no miró a nadie, sus ojos estaban puestos sobre el césped, tenía las piernas cruzadas y balanceaba el pie derecho—. Es extraño... siento que hay algo dentro de mí que vibra.
—Son los dioses —respondió Noah, ella lo miró directo—. Soy Noah, hablamos por teléfono —la mujer apenas asintió, tenía los labios fruncidos—. Cuando los dioses conectan o se reconocen, se siente esta especie de vibración, como si tuviéramos electricidad en la sangre.
—Te acostumbrarás —rió Madsen, pero ella no hizo gesto alguno.
—Nuestros dioses son mellizos —le explicó Etienne interrumpiendo con su voz gruesa—, eso que sientes es un reconocimiento instantáneo. Se extrañaban. Si quieres reír, no lo controles.
Pero ella apretó los labios en una clara mueca de no querer dejarse llevar.
—¿Qué es lo que quieren exactamente?
El mismo Etienne respondió:
—Pues, lo que conversamos por teléfono —ella lo miró con cuidado—. Que nos ayudes a salvar a uno de los nuestros y a detener al Kaos.
—Ya les dije mis condiciones.
Chris carraspeó.
—Yo soy quien te va a ayudar —alzó una mano y ella se fijó en él alzando su mirada por encima de los anteojos.
—Te imaginaba diferente —dijo estudiándolo con curiosidad—. Creí que eras más... —movió las manos juntando aire entre ellas—: pequeño.
Todos rieron, Chris apretó una sonrisa graciosa.
—Ya quisiera —respondió encogiendo un hombro—. ¿Aún necesitas de mis servicios aunque sea más grande de lo que esperabas?
Elizabeth frunció los labios y respiró hondo, desviando la vista. Se puso de pie de golpe.
—Eres demasiado grande, vas a intimidar a mis hijos —lo miró decepcionada—. No podrás acercarte a ellos.
Chris achicó la mirada.
—¿Acercar...? ¿Qué piensas exactamente qué voy a hacer? No me acercaré a tus hijos, me quedaré a una distancia que no me vean —ella no parecía entender, Chris se rascó los ojos—. Mira, sé cómo te sientes, literalmente. Estás asustada, decepcionada, tienes rabia contra el sistema porque siquiera el poder mediático que tienes te ha ayudado en nada a volver a tener el amor de tus hijos. Sé que no nos quieres aquí, estás cansada mentalmente y no quieres involucrarte en la batalla contra el Kaos porque te da igual si el universo se extermina —la garganta de Chris se apretó cuando los ojos de ella se cristalizaron—. Si no tienes el amor de tus hijos el universo te da igual. Quieres que todos sufran desolación y penurias. Estás irradiando ese odio a todos quienes conoces, intentas hacerlo con esta actitud, con tu presencia. Quieres que salgamos de aquí, pero no lo haremos —se puso de pie y se acercó. La mujer era mucho más baja que él. Y de hecho, era tan parecida a Sorine que no pudo evitar sentir nostalgia por su propia madre—. Necesitamos a tu Diosa despierta para poder salvar a mi amigo y calmar al Kaos, y, si para que nos ayudes debo interferir con las emociones de tus hijos, ya te lo dije, lo único que puedo hacer es que el amor que ya sienten por ti se interponga al miedo que le tienen a tu ex. Pero no los obligaré a sentir odio por él ni más amor por ti.
Ella no parpadeó, y las lágrimas se deslizaron por sus mejillas. Sacudió la cabeza y alzó las manos.
—Váyanse, esta fue una mala idea —les ordenó dándoles la espalda, pero se detuvo en cuanto una fuerte corriente atravesó a todos como una descarga. Ella cayó de rodillas exhalando un gemido agudo—. ¿Qué... qué es esto?
"Tiene miedo... pero Vadia le está pidiendo que se quede..."
Chris asintió al escuchar por fin, la voz de su Diosa.
Etienne intentó avanzar por el césped con la silla, pero al verse con complicaciones, alzó su voz:
—Elizabeth, Ysiak necesita a su hermana. Todos nuestros dioses se están conectando, tu Diosa quiere unirse. ¿Por qué tú no quieres? ¿Cuál es tu miedo? Chris te va a ayudar, pero no como piensas. Prometimos ayudarte a cambio que te unas a nosotros y puedas rescatar a Sebastian. Lo necesitamos, es el puente del Dios de la luz.
—¡Esto es una locura! —Chilló. Chris achicó los ojos, descubriendo la verdad detrás de su actitud: estaba muerta de miedo—. ¡No quiero! ¡No quiero ser parte de esto!
—¡Pero lo eres! —La voz de Noah retumbó como un rugido. Se puso de pie, la mujer seguía de rodillas sobre el césped—. Ninguno de nosotros pidió esto y sin embargo nos tocó, porque somos parte de algo más grande. Nuestras almas evolucionaron a un punto en que los dioses consideraron que teníamos suficiente fuerza para contenerlos. ¡Es un milagro! ¡No había sucedido esto desde los primeros habitantes en el planeta! —Su voz se volvió ronca—. Yo también tengo una hija, y puedo entender tu miedo a perder a los tuyos. La mía me odia, y es porque cometí muchos errores. Le mentí, le escondí información importante sobre su existencia solo porque quería protegerla, y todo salió mal —arrugó la nariz, y Chris vio, con inesperada sorpresa, cómo los ojos de su tutor se volvían brillantes y vibrantes en un intenso color violeta; se acercó hasta Elizabeth dejando una estela vibrante a su paso—. He vivido cinco existencias, de las cuales una duró casi dos siglos —ella lo miró alarmada desde el suelo, Noah se agachó a su altura—. Tengo una larga carga espiritual, me he dado golpe tras golpe solo para llegar a este momento y solucionar los errores del pasado, pero no puedo hacerlo todo. Ninguno de nosotros puede hacerlo solo. Deja que Chris cumpla con lo que te prometió, y tú, cumple con lo que te pedimos. Aunque no quieras ser parte de esto, lo eres. Lamentamos llegar tan tarde, pero también fuimos engañados y no supimos de tu existencia hasta hace algunas semanas. Por favor, Elizabeth... no eres solo una animadora de televisión famosa, podrías ser una heroína, cambiar el mundo, y no puedes negar el gran poder que alberga tu Diosa, porque hasta la mía, que es de las más antiguas, le tiene respeto —ella alzó sus ojos llorosos, Chris percibía el dolor, el miedo y el desconocimiento.
"Intenta calmarla", le pidió Ovalia.
Chris expandió suavemente un soplo de calma y paz. Quería llegar a su propia confianza y tranquilidad, algo que estaba muy por debajo de las demás emociones. El miedo y la desesperación estaban por encima de todo.
Ella suspiró y se sentó en el césped viendo a Noah.
—¿Qué me están haciendo? —Sollozó con la mano en el corazón, Noah le sonrió con los ojos. El tono violeta había desaparecido.
—Chris —lo apuntó, ella se volteó a verlo—. Te calmó.
Elizabeth rió con derrota.
—Creí que no podías hacer que otros sintieran lo que tú querías —espetó con ironía.
—No lo hice —le respondió—. Busqué tu propia calma. Mis poderes no funcionan así, yo no hago que los demás sientan lo que yo quiero, lo que hago es potenciar lo que ya tienen. Y tu paz y tranquilidad están muy hundidas dentro de ti. Por eso sigues enojada.
Sentía la frente caliente producto del esfuerzo por intentar traer la paz de la mujer a la superficie, pero era tan fuerte como Robin.
Ella cerró los ojos, agotada. Y respiró hondo.
—No puedo traer a tu amigo de vuelta, solo hago viajes mentales —y se fijó en Etienne—. Tú puedes moverte de un lugar a otro, pero mi energía no alcanza para viajar de una dimensión a otra.
—Y por eso debemos despertar a Vadia —le explicó Richard—. El puente que ha caído tiene a todo el universo consternado porque las almas, que provienen de cada rincón del infinito, no tienen dónde llegar una vez que mueren sus cuerpos. Tienes que despertarla para que pueda restablecerlo.
Elizabeth cerró los ojos con pesadumbre.
—¿Y qué les hace pensar que va a funcionar? ¿Tienen pruebas?
—Hay dos dioses despiertos —respondió Valentina con frialdad, no se levantó de su silla—. Uno pertenece a la naturaleza y el otro a la mente. Un huésped está con vida y la otra... —apretó los labios y soltó con tristeza—, falleció... pero de anciana —a Chris no le gustó nada que Elizabeth se hubiera puesto alerta.
—Puedes morir tranquilamente después que tu Dios despierta —le explicó Noah, como si hubiera percibido el mismo miedo que sintió Chris—, porque ya no te necesita como enlace. Pero si mueres antes de despertarlo...
—Tiene que encontrar un nuevo huésped y puede tardar siglos —respondió de manera mecánica. El silencio cayó sobre ella con inesperada sorpresa—. Vadia me lo ha comentado, ¿y qué ocurre cuando despiertan?
—Accedes a su universo —respondió Dimitri con solemnidad, Elizabeth no había reparado en él, por lo que cuando se volteó a verlo quitó de inmediato su vista de encima. La presencia del ex militar siempre era intimidante. Hablaba poco, pero se imponía ante el silencio—. Y puedes hacer que todos accedan a él, incluso quienes no tienen dioses.
—Por eso es importante despertar a Vadia —la animó Madsen—, porque puedes hacer que otros atraviesen las dimensiones. Le ofrecerás a la humanidad una nueva alternativa de vida. Yo pretendo hacerlo cuando Umbria despierte y me deje viajar de un planeta a otro, quiero llevar a mis seres queridos conmigo y a quienes quieran explorar nuevos mundos. Y tú podrás darle la misma esperanza a quienes quieran comenzar de nuevo en otro lugar.
—Kaos causa esto —interrumpió Dimitri, entonces, con tono pesimista—. El miedo, la desconfianza entre nosotros, el que tus hijos sigan las indicaciones de un padre manipulador...
Valentina resopló.
—¿Ser déspota y egocéntrica también? —Preguntó displicente. Noah la vio enojado.
—Es cierto que las personas cuentan con sombras y luces —la reprendió—. Pero Kaos potencia lo peor, por eso nos comportamos de esta manera —alzó una ceja hacia ella—. Kaos siempre está presente en nuestras emociones, y por eso Chris es tan importante. Su misión es purificar las almas —explicó, y se giró hacia Elizabeth—. Hay muchos factores que harán dormir al Kaos —apretó la boca un segundo, pensativo. Chris sintió el pesar de Noah hacia Robin—. Mi hija y Sebastian están involucrados indirectamente, de hecho. Pero los dioses son fundamentales. Si todos despiertan, podrán mantener a Kaos bajo control y bajará su intensidad, y nosotros podremos usar sus poderes para equilibrar el mundo y el universo.
Elizabeth se fijó en Chris.
—¿Quieres decir que si despierto a mi Diosa podré volver a estar con mis hijos? —Susurró con la voz ronca. Chris se rascó la cabeza y dibujó una mueca insegura.
—Dependerá de ellos. Si Kaos se duerme y ellos aún te aman, es probable que su amor se potencie, porque las energías buenas se incrementarán —sonrió con nostalgia recordando a su familia—. Y si no lo sienten, te tendrán respeto y tal vez te den una oportunidad para enmendar las cosas. Lo importante es despertar a tu Diosa para poder sacar a Sebastian de dónde está, porque si sigue en ese lugar podrá morir. Y ahora, que el puente cayó —apremió—, estamos contra el tiempo. Te necesitamos Elizabeth, y sí, voy a hacer lo que te prometí, intentaré potenciar el amor de tus hijos para que escapen de su padre. Pero, tal y como te lo planteé, dependerá de ellos y del coraje que tengan. Si Kaos está muy arraigado en sus corazones, tal vez el miedo de dejar a tu ex sea más grande.
La mujer suspiró desde el suelo y sin decir nada se puso de pie. Cruzó los brazos en su pecho y los observó a todos con los ojos hinchados.
—Vadia dice que les haga caso. Siempre me ha dicho que debía buscar un enlace para poder potenciarla —les contó con la voz quebrada mientras se absorbía la nariz—. Las veces que he viajado a otras dimensiones lo he hecho con la mente. Y sí, he estado en esos lugares del puente que cayó, en Varún, en la isla de Ramaya, y he estado en otros planetas que no corresponden a esta dimensión. A veces, he querido quedarme en aquellas donde la felicidad es plena, pero siempre vuelvo a esta realidad. No puedo quedarme demasiado tiempo, mi cuerpo se cansa —suspiró y se masajeó los brazos, como si tuviera frío—. Quiero recuperar a mis hijos, estoy cansada de batallar y que este poder no me ayude en nada —pausó y vio a Noah, que también se había vuelto a poner de pie—. Todo esto me da terror. Vadia despertó en mí cuando me separé de mi primer esposo. El hijo de puta me engañó con mi hermana —rodó los ojos y soltó una risa amarga—. Nunca más volví a hablar con ella. De eso, han pasado veinte años. Caí en una profunda depresión, mis padres la apoyaron porque yo había entrado al mundo de la televisión y me culpaban de haber abandonado la relación —soltó una risa seca—. Mi padre siempre quiso hijos y tuvo dos mujeres, su pensamiento era que nosotras hacíamos feliz al hombre y que eso traía retribución, y que, si no lo complacíamos, estaba bien buscar amor en otro lugar.
—Qué espanto...—susurró Valentina. Chris volvió a sentir de ella la contradicción de emociones con respecto a la animadora.
—Lo es. Finalmente me fui de casa. Como periodista ganaba buen dinero y tenía carisma —sonrió con cinismo—. Me aproveché del drama de la separación para que mi historia saliera en todos lados. Mi hermana fue la que peor lo pasó, la gente la odiaba, y por ello mis padres nunca más quisieron saber de mí, porque claro, yo era la culpable de que Holand se hubiera metido con ella —alzó las manos como si espantara moscas y se llevó las manos a la cara pasándose los dedos por debajo de los anteojos—. Fueron los peores meses de mi vida. Lloré, me drogué, bebí... y sucedió. Comencé a escuchar esta voz —balanceó la cabeza—. Creí que estaba soñando cuando una noche me vi en un paraíso de cielos violetas. Pero era tan real... tan real... entonces, Vadia apareció ante mí como un ser que custodiaba una puerta. Me costó asumirlo, y sufrí bastante porque no sabía si estaba loca. Y no quería buscar ayuda médica para no perder mi trabajo. Pero luego me acostumbré. Y entonces conocí a Richie —se acercó hasta el astrofísico y le colocó una mano en el hombro—. Y nuestras diosas se saludaron. Ahí supe que no estaba loca. Un astrofísico de su experticia no podía estar inventando una cosa tan inverosímil. Desde entonces uso el poder de Vadia para aislarme del mundo. Lamentablemente solo he conocido esas dimensiones a través de mi cabeza, pero... oh, si pudiera, me encantaría desaparecer en cualquiera de esas tierras por algún tiempo, si no me diera miedo el no poder volver.
—Fascinante —alabó Dimitri. Etienne asintió.
—¿A qué te refieres con no volver?—Le preguntó. Chris adivinó la respuesta antes que la mujer contestara, porque fue demasiado obvio que su temor no estaba ligado de forma directa a lo que podía hacer con los poderes, sino, a las consecuencias.
—A perderme para siempre —respondió—. Y no poder volver a mi mundo. Aquí tal vez no tengo la felicidad plena, pero es mi realidad. A esos lugares iría de vacaciones, y me aterra no poder controlarlo. A veces Vadia me deja en una dimensión y no puedo regresar hasta que se reconecta. Me despierto deshidrata y muerta de hambre porque me toma días regresar a mi cuerpo. Si pasan más de tres días puedo morir. Y quién sabe lo que ocurrirá con mi mente si eso sucede.
—No eres la única que vive con miedo a que nuestras mentes se pierdan —le respondió Dimitri—. Yo me meto en los sueños de la gente. En sus pesadillas, temores y anhelos. Todos los días, hace veinte años. He tenido premoniciones y he visto las de otros. Hay noches que no sé si despertaré, porque me encierro en aquellas visiones y no siempre las puedo controlar, porque mi Dios, Oman, no está despierto.
—Todos corremos riesgos al no despertar a los dioses —le dijo Chris—. Pero si estamos juntos podemos ayudarnos. Cuando nos conectamos entre todos podemos llegar a tu alma, a tu mente y sacarte de dónde sea que te has enjaulado. Somos una sola constelación —agregó, ella lo miró sin entender—. Déjalo así —sacudió una mano—. Lo único seguro es que te necesitamos, y también a los demás. Sebastian es mi mejor amigo, y está en Ramaya atrapado con su cuerpo humano. No está como alma. Y su Dios, Antaruk, sigue dormido. Sebastian no puede morir, tanto porque debe despertar a su Dios como porque... —arrugó la cara—, aunque sea complicado de entender, somos varios los que estamos enlazados de otras vidas, y si Seb muere, también moriremos con él. Y no podemos darnos el lujo de morir sin antes haber calmado al Kaos. ¿Lo comprendes?
Ella suspiró hondo y cerró los ojos. Sin decir nada se alejó varios metros hasta unos arbustos y contempló las flores. Se movía de un lado a otro, alzaba la cabeza y luego la bajaba.
—¿Creen que la hayan convencido? —Preguntó Valentina con escepticismo. Chris se encogió de hombros.
—La siento dudar, pero su corazón late rápido, está ansiosa.
—Ysiak tiene esperanzas, Vadia está animándola —respondió Etienne.
—Tenemos que convencerla rápido, debemos ir a Japón lo antes posible —les recordó Noah con cansancio—. No sabemos cuál será la siguiente movida de Phoenix.
—¿Quién está en Japón? —Preguntó Richard con entusiasmo—. Siempre he querido conocer Tokio.
Los demás sonrieron. Dimitri respondió:
—Según Liana, es una mujer que ve las almas, las energías y los enlaces que hay entre ellas —achicó los ojos, pensativo—. Podrá ser útil para ver qué dioses conectan unos con otros y despertarlos más rápido.
—¡Fantástico! —Respondió el hombrecillo con los ojos muy abiertos.
Entonces, Chris sintió una emoción repentina que no era suya. Se volteó rápido y vieron a Elizabeth caminar hacia ellos. Se detuvo, apretó la boca, y, con nerviosismo, sin mirarlos, les dijo:
—Está bien. Los voy a ayudar. No tengo nada que perder, ya me han quitado todo y es probable que me despidan después de la última entrevista —explicó. Chris y Noah se miraron, no sabían de qué hablaba, así que se dignaron a asentir. Ella se dirigió directamente a él—: Pero antes de hacer cualquier cosa, quiero que veas a mis hijos. Necesito hablar con ellos por lo menos una vez antes de marcharme, quiero intentarlo antes que mi vida se desmorone —le pidió con tristeza.
Chris les preguntó con la mirada si aquello era posible: concederle aquel favor tan simple. Todos asintieron.
"Hazlo..." susurró Ovalia.
Sonrió.
—Claro que puedo hacerlo. ¿Dónde viven?
NOTAS
¡Y sumamos a Elizabeth! ¡YAY!
La vida de ella tiene algunos pormenores que son más chismosos que interesantes para la trama, pero servirá para conocerla mejor.
Y vamos avanzando. Poco a poco.
Era importante la escena del inicio de Noah hablando de Robin, porque entre ambos cada vez hay un hoyo más grande.
Aquí se ven varias cosas, primero, el recordatorio que deben seguir viajando. Madsen y Elizabeth ya son parte del viaje, así que ahora falta encontrar la forma de despertar a Vadia. ¿Cuántos dioses serán necesarios para conseguirlo?
Por otro lado, no olviden a Phoenix. Porque pronto sabrán más de él y de sus planes con Pedro.
Y, ahora se vienen dos viajes más. Conocerán por fin a la Estrella japonesa, y por el lado latinoamericano habrá un reencuentro grupal para intentar unir a los tres latinos que solo quieren estar escondidos.
No olviden que hay personajes en el limbo post catástrofe todavía, y no sabemos si existen otras que hayan caído junto con el puente.
Quiero avanzar rápido, porque las escenas de Sebastian son importantes, y habrá una especie de "reunión" entre los ángeles que a Seb le demostrará lo poco que sabe del universo y de la vida misma.
¡Gracias por leer!
¡Son los mejores lectores del mundo!
¡Ya son más de 4K de lecturas en este segundo libro! ¡Me hacen demasiado feliz!
¡Un abrazo!
Kate.
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