Capítulo 10: Reunión a medianoche
Con una ráfaga de aire frío nocturno, las puertas del balcón que daba hacia el dormitorio real se abrieron, y una figura solitaria salió de ellas. Siendo la capitana de la Guardia Imperial de Misurugi, Riza Rundog era capaz de programar los turnos de patrullas de tal manera que le permitía ir y venir como le placiera. Por supuesto, desde que sucedió el ataque en el Pilar del Amanecer, no era como que ahora quedasen muchos guardias a los que tenía que esquivar de todos modos.
Detrás de ella, el Emperador Julio seguía durmiendo pacíficamente en su cama, totalmente ignorante de su ausencia. Inicialmente, ella creía que ganar acceso a la familia imperial sería un reto, pero los deseos secretos de Su Majestad lo habían hecho caer fácilmente en sus manos. Una vez que él le echó el ojo encima y la invitó a su cama, fue un juego de niños seducirlo para convertirse en su mano derecha. Y aunque lamentaba que haberlo hecho significaba sacrificar a sus padres y hermana menor, Riza no podía olvidar su misión. Igual que todos los falsos humanos en su vacía y falsa prosperidad, ellos habían robado lo que no tenían derecho a tomar. Los pecados de sus ancestros llevaban mucho tiempo sin pagarse y la deuda con su gente pronto sería cobrada.
Con una última mirada para asegurarse que nadie estuviera viendo, Riza se despojó de su bata, dejando caer la tela sedosa al suelo mientras extendía sus grandes alas ocultas debajo de ella a toda su longitud. Un momento rápido para quitarse la sensación de rigidez por tenerlas ocultas durante tanto tiempo, y Riza se elevó hacia el cielo. Como una gran ave de presa, despegó a contraluz de la luna mientras sobrevolaba los terrenos del castillo y hacia el Pilar del Amanecer. En la distancia, las luces de la capital imperial resplandecían alrededor de los terrenos del pilar como un anillo de joyas. ¿Acaso algunos de ellos se preguntaban por qué eran tan prósperos? ¿Ninguno de ellos alguna vez cuestionó de dónde venía la Luz de Mana? Tal vez si lo hubieran hecho, podrían haber evitado el destino que les aguardaba.
Aterrizando en un balcón exterior, Riza avanzó con pasos ligeros por los corredores vacíos hasta llegar a la sala de control. Ya que su propia energía no estaba derivada de la "Luz de Mana", sino por las píldoras refinadas de Dracunium que le proveyeron, los sensores del pilar no podían detectar su presencia como lo harían con un humano falso. De pie frente al sistema de control principal, Riza activó el pillar y a través del tiempo y el espacio mismo, la imagen de un templo ornamentado apareció frente a ella en la pantalla. Compuesto de varios escalones, sobre cada nivel estaba posicionada una figura femenina oculta tras una cortina de seda. Y en la cima de todas ellas, una pequeña silueta la miraba desde detrás de una pantalla plegable de bambú.
– Lizardia. – la saludó la Suma Sacerdotisa. – ¿Has tenido algún progreso en tu investigación?
– Así es. – respondió ella. – Por lo que he descubierto, estos humanos renegados se implantan a sí mismos dispositivos cibernéticos que evitan que su sistema nervioso central absorba el poder de Aura.
– ¿Y es por eso que ese hombre no puede detectarlos o controlarlos? – preguntó una figura debajo de la suma sacerdotisa.
– Correcto, Lady Salamandinay. Sin embargo, todavía pueden absorberlo a través de su sistema nervioso periférico. Parece ser que ven el poder de Aura como un arma demasiado útil como para descartarlo por completo.
En la base del templo, había dos figuras sentadas con sus armas frente a ellas.
– Entonces, la verdad es que siguen sin ser más que simples ladrones. – gruñó una, con la mano apretando una de sus espadas gemelas. – Igual que el resto de su especie. Están profanando a Aura abusando de su poder.
– ¿Y qué hay de su relación con las Normas? – preguntó Salamandinay. – ¿Qué has averiguado respecto a eso?
– Es difícil de explicar. – les respondió. – Los humanos tienen un sistema muy complejo respecto a lidiar con las mutaciones de las Normas. Algunas naciones como Rosenblum envían a cada Norma a su base militar. Otros sólo envían una cuota fija, y envían a cualquier exceso a otras instalaciones. La República de Marmeria tiene la política más moderada, enviando a las Normas que exceden la cuota a una colonia penal donde viven en condiciones relativamente pacíficas. En contraste, la Dinastía de Velda aplica eutanasia a cualquier Norma que nazca más allá de su cuota requerida. Esta "Network" sin embargo, parece enfocarse en ubicar y evacuar a cualquier Norma antes de que las autoridades puedan identificarla. Parece ser que hace diez años formaron parte de una alianza con las Normas de Arzenal y los pocos sobrevivientes de la gente nativa de este mundo. Sin embargo, su base central fue localizada, y la mayoría de sus fuerzas fueron aniquiladas. Como resultado, no pudieron participar en el intento de destronar a nuestro enemigo.
– Ya veo. – dijo la suma sacerdotisa asintiendo. – Entonces ¿cuál es tu veredicto respecto a ellos?
Riza frunció el ceño, considerando su respuesta. Lady Salamandinay le había dado instrucciones específicas sobre cómo investigar este asunto, y Riza sabía que no le iba a gustar lo que tenía que decirle.
– No creo que podamos considerarlos aliados potenciales. A pesar de su rechazo a la visión de ese hombre, siguen siendo su creación. Nada que haya descubierto de ellos me lleva a creer que estarían dispuestos a dejar de lado el uso del poder de Aura. Especialmente ya que estaban amasando las mismas armas utilizadas por las Normas. Y considerando cómo alteran sus cuerpos, dudo que nuestra canción les afecte al mismo nivel que a los otros falsos humanos.
– ¿Y las Normas? – preguntó Salamandinay. – ¿No hay ninguna posibilidad de poder convencerlas de ponerse de nuestro lado? Ellas han sufrido casi tanto como nosotros por culpa de ese hombre.
– Me temo que no. – decidió la Suma Sacerdotisa. – Si estos humanos renegados establecen una alianza con las Normas, nos estaremos enfrentando a un enemigo unido que continuará abriéndose paso sin contenerse. Este es un asunto de supervivencia, y temo que la compasión es un lujo que no nos podemos permitir. Lizardia, tu siguiente paso es claro. Has que el Emperador de Misurugi abra una singularidad como está planeado. Salamandinay y sus vasallas liderarán el ataque.
– Sí, sacerdotisa. – Riza se inclinó.
– ¡Esperen! – salió al paso Salamandinay. – Lizardia, ¿qué hay del humano con el que peleaste? Por lo que nos has dicho, por un breve segundo fue capaz de utilizar no la Luz de Mana, sino la energía pura de la misma Aura. ¿Has podido averiguar cómo lo hizo?
Riza negó con su cabeza. – He revisado el metraje muchas veces, Lady Salamandinay. Y nada que haya descubierto indica que ellos hayan tenido contacto especial con ella. Todo lo que puedo suponer es que, igual que las Normas, esta es sólo otra mutación al azar.
– Ya veo. – Salamandinay suspiró. – Muy bien entonces. Haré que preparen a los Ryuu-Shin-Ki para la batalla.
– ¿Qué hay del Susano'o? – preguntó Riza. – A pesar de haber sido desmantelado hasta su configuración original, todavía es un arma extremadamente poderosa. ¿No deberíamos utilizar todos los recursos a nuestra disposición?
– Desafortunadamente, sus sistemas operativos siguen bloqueados. – replicó Salamandinay – Simplemente no hay nadie entre nuestra gente que sea compatible con él.
Riza asintió y cortó la transmisión. Mientras volaba de regreso al castillo, Riza falló en notar a la figura que la observaba desde la sombra junto a la base del pilar.
– Maestro Embryo, – reportó Dark – tal parece que están haciendo su movimiento.
...
Tan callada como pudo hacerlo, Salia se puso su uniforme. Al otro lado del cuarto, en su hamaca improvisada, Vivian roncaba felizmente en su pijama de Perolina de cuerpo completo. Tenía suerte de que Vivian tuviera el sueño tan pesado. Había una razón por la cual Jill hizo los arreglos para que ellas fueran compañeras de cuarto, para que la más puntual Salia pudiera asegurarse que la niña más joven no se quedara dormida. Salia lo había soportado, junto con las demás peticiones de Jill. Después de todo, Vivian era una prodigio en combate, por lo que le fue asignado un Razor a pesar de su edad. La otra razón por supuesto era que sería menos probable que se despertara y descubriera a Salia saliendo a escondidas para reunirse con las demás.
Echando una mirada al reloj en su muñeca, Salia vio que la seguridad del dormitorio ya había hecho sus rondas y abrió quedamente la puerta de su habitación. Todo parecía despejado, así que salió con cuidado y rápidamente se escurrió por el pasillo hacia las escaleras. Subió hasta llegar a la cubierta de comando donde abrió la puerta con cautela y sacó su cuchillo, cuya cara pulida reflejaba la imagen en el corredor. Frente a la oficina de Jill, el resto ya había llegado. Vio por supuesto a Jill, junto con Maggie, Zhao Mei, y Jasmine con Vulcan. Sin embargo, faltaba una persona, y este detalle le inspiró tanto alivio como decepción.
«¿Dónde está él?» se preguntó.
Desde el desastre en el almacén del centro comercial, Salia había estado aterrada de verlo cara a cara. Jasmine por supuesto ya lo sabía, ¿pero y el resto? ¿Serían capaces de determinar lo que pasó simplemente por cómo Rio y Salia actuaban cuando estaban cerca uno de la otra? ¿Qué tal si se iba de lengua y les decía lo que vio?
«Pero él prometió que no lo haría,» pensó. «Y no se rio de mí por ello.»
Ese era su mayor temor, que las demás vieran a través del acto que ponía y se dieran cuenta de que en realidad no era en absoluto como Jill. Pero Rio la había visto como realmente era, y no la trató de manera diferente. Hasta le confió un secreto propio. Por supuesto, Jill y el resto tal vez ya lo supieran, pero eso no lo hacía menos secreto.
«Él confió en mí, así que confiaré en él,» decidió cuando finalmente salió para unirse al resto.
– Hey Salia. – dijo Zhao Mei. – ¿Estás lista?
– Lo estoy. – asintió ella. – Siento mucho haberlas hecho esperar.
– No te preocupes. – Maggie se encogió de hombros. – Al menos no tuviste que arrastrar los pies como Jasmine. Supongo que la edad ya le está pasando factura.
– Cuidadito. – le advirtió Jasmine. – No soy tan vieja como para no darte un buen golpe.
– Si podemos dejar ya las bromas – interrumpió Jill – quisiera que comenzáramos de una vez.
– Esperen. – dijo Salia. – ¿No deberíamos esperar a Rio?
– Estoy de acuerdo. – añadió Zhao Mei. – Por lo que me contaron sus compañeros, tenía algo de información vital que iba a compartir con nosotras.
– Sí le pasaste la hora de la reunión y la rotación de las guardias, ¿verdad? – le preguntó Maggie a Jasmine.
– Sip. Él y la Inspectora vinieron aquí más temprano, y logré colarle la información mientras ella no miraba.
A pesar de las palabras de la anciana, Jill gruñó y sacó un cigarrillo de su cajetilla.
– No podemos permitirnos esperar. – decidió ella. – Si no puede llegar a tiempo, es culpa suya.
– Yo no diría eso. – contraatacó Maggie. – Tal vez la Inspectora lo esté manteniendo ocupado.
– ¿Ocupado? – repitió Salia sonrojándose. – No querrás decir que están...
– Bueno, a mí no me sorprendería. – dijo Maggie. – Por lo que he escuchado, se la pasa pegada a él desde el momento en que llegó. Para ser honesta, a mí no me molestaría tener algo de compañía masculina.
– Yo no veo por qué. – dijo Zhao Mei. – Digo, lo vi y me parece algo flacucho. No se parece en nada a los hombres en los calendarios que las otras mecánicas pusieron en el hangar.
Salia sintió que la sangre se le helaba ante el pensamiento. Rio no era la clase de hombre que se acostaría con cualquier mujer que se le acercara, ¿verdad? Pero de nuevo, ella no sabía realmente qué clase de hombre era. ¿Tal vez podría preguntarle a Hilda? Había estado a solas con él por más de dos días.
«¡No, no hagas eso!» se dijo frenéticamente. Si él y Hilda realmente se habían acostado, ella no quería saberlo. Especialmente ya que Hilda era el tipo de persona que se lo agarraría para ella misma sólo para burlarse por despecho. «Mejor olvidarme de eso por ahora. Sólo concéntrate en Libertus, y si la Network y Arzenal terminan reestableciendo sus lazos, tendré tiempo de sobra para conocerlo yo misma.»
La realización le hizo sentirse mejor, justo cuando la puerta se abrió y las cinco conspiradoras se amontonaron, totalmente ignorantes de la presencia en la oficina de Jill hasta que les habló.
...
– Ya era hora de que llegaran aquí.
Las cinco Normas se sobresaltaron, mientras la más alta sacaba un revólver que parecía hecho a escala para un Para-mail y se lo apuntaba directamente.
– Tranquila. – dijo Rio. – Sé que sigues enojada por lo de esta mañana, pero ya es pasarse un poco.
Una de las otras encendió una lámpara de aceite, y un resplandor tenue iluminó la oscura oficina. A la mayoría de ellas las reconoció de antes; Jill, Salia, Jasmine con su perro, Zhao Mei, y otra a la cual no reconoció, una pelirroja voluptuosa que se veía de la misma edad que Jill con una bata de laboratorio. Mientras intercambiaban miradas por toda la habitación, Rio se bajó un trago de una botella que había cogido del gabinete de licor mientras esperaba.
– Scotch galliano. De un buen año también. Pero algo suave para mis gustos.
– Mis disculpas. – Jill hizo una mueca y finalmente enfundó su arma. – Pero a diferencia de Neo-Zion, preferimos no destilar nuestro licor de congelante para motores.
– Eso ofende. – contraatacó Rio. – Y para que sepas, lo hacíamos de limpiador para baños.
La niña Zhao Mei se rio por lo bajo, pero una mirada de advertencia de Jill la calló. El perro, entretanto, trotó hacia él, y Rio le extendió la mano para dejarle olfatearla. Una vez que tuvo la certeza de que el animal se sentía cómodo alrededor de él, Rio comenzó a rascarle detrás de la oreja, y el perro comenzó a mover la cola frenéticamente de ida y vuelta.
– ¿Cómo exactamente lograste evadir tan rápido a las guardias? – le preguntó Jill.
– No lo hice. – respondió Rio. – Recuerden, soy un humano y un oficial de visita, así que técnicamente nada en esta base está fuera de los límites para mí. De las pocas patrullas con las que me topé, simplemente les dije que salí para dar un paseo nocturno, y que podían irse. Se sintieron demasiado intimidadas como para hacer más preguntas.
– Me parece justo. – admitió Jill. – Bueno, salgamos de una vez de las presentaciones. Escuchen todas, él es Rio. Es el agente de la Network que encontró a Hilda y luego ayudó a Tusk y al equipo de asalto en el rescate de Ange. Como ya sabrán, la Network lo envió aquí para mantener a la inspectora ocupada mientras terminamos las preparaciones para Libertus. Algunas de ustedes tal vez ya lo hayan conocido.
Levantándose del sofá, Rio saludó a medias con la mano.
– Gusto en conocerlas. – dijo mientras la niña con overol de mecánica se acercaba de primera.
– Hola. – dijo alegremente. – Yo soy Zhao Mei. Y soy la heredera del Clan de los Armeros.
– Sí, lo sé. – dijo Rio aceptando su apretón de manos. – Espero que sepas que, a pesar de cómo soné antes, no quise faltarte al respeto.
– No te preocupes. – sonrió Zhao Mei. – Mis chicas estaban más molestas que yo.
A continuación, vino la mujer con la bata de laboratorio, cuyo cabello rojizo ondeaba de arriba abajo mientras venía caminando hacia él.
– ¿Así que tú eres el famoso Rio? – preguntó. – Debo admitirlo, me siento un poco celosa de que no hayas pasado por la enfermería hoy.
– Esta es Maggie. – explicó Jill. – Es la jefa de nuestro personal médico.
– Doctora. – la saludó él.
– Por favor, llámame Maggie. – le dijo casi ronroneando. – Y no dudes en venir a verme si necesitas un chequeo. Me encantaría echarle un ojo a tu historial médico.
Maggie se inclinó de frente, dándole a Rio una vista incluso mejor de su escote y haciéndolo ponerse algo nervioso, hasta que Jill le dio un golpe en la cabeza.
– ¡Contrólate! – le advirtió.
– ¡Auch, aguafiestas! – Maggie hizo un puchero mientras Jasmine se acercaba.
– No le prestes atención. – se rio la anciana. – A Maggie le encanta meterse bajo la piel de todo mundo. Tanto dentro como fuera de la enfermería.
– Jasmine, ¿correcto? – preguntó Rio. – El Jefe me contó sobre usted. Dijo que ustedes dos fueron buenos amigos en su tiempo.
Jasmine se rio ligeramente. – Bueno, supongo que podríamos llamarnos así. Y el saco de pulgas y sarna es Vulcan. Deberías sentirte honrado, ya que no deja que cualquiera lo acaricie.
Eso sólo dejaba a Salia, que se sonrojó furiosamente mientras se acercaba a ella. Por supuesto, ya se habían "encontrado" en el centro comercial hoy, pero por el bien de su dignidad podía mantener la charada.
– Creo que nos vimos en la playa. – le dijo. – Pero no supe tu nombre entonces.
Como si una chispa la hubiese lanzado al aire, Salia dio un saludo militar casi forzado.
– Salia Tereshkova. – le dijo. – Capitana de la primera tropa, señor.
Rio le dio una mirada incómoda, pero terminó extendiéndole la mano a ella también.
– No hay necesidad de ser tan formal. – le dijo. – Realmente no soy un oficial.
– Sí... sí, por supuesto. – Nerviosamente, ella le extendió la mano a Rio, que la aceptó para un apretón, aunque ella parecía estar a punto de desmayarse. La soltó y vio que se la frotaba ligeramente. No le había apretado demasiado fuerte, ¿verdad?
– Ahora que ya nos conocemos, hablemos de negocios. – dijo Jill., sentándose detrás de su escritorio y los demás se reunían a su alrededor. – Jasmine, ¿cómo está el Aurora...?
– Antes de eso – interrumpió Rio – me gustaría que se limpiara el aire, si es posible.
Jill carraspeó y exhaló una nube de humo en su dirección. – Adelante.
Respirando profundamente, Rio se giró para encarar a cada una de ellas por turnos.
– No soy tan ciego como para no darme cuenta de que mi presencia en este lugar tiene las cosas muy agitadas.
– Es cierto. – Maggie estuvo de acuerdo. – La mayoría de las Normas que hay aquí tienen miedo de que vayas a enviarlas a algún gulag. Y el resto intentan averiguar cómo acostarse contigo.
– Bueno... sea como sea – continuó él. – Me refiero a esta sala. Estoy consciente de que nuestras dos organizaciones no han estado en los mejores términos desde hace tiempo.
– ¿En serio? – dijo Jill mientras desechaba su cigarrillo. – Porque por tu aspecto, dudo mucho que fueras lo bastante mayor para apreciar ese scotch que te tomaste cuando ocurrió el primer Libertus.
Rio conocía este juego. Aunque lo había ocultado bien durante sus interacciones con él como Joseph Algren, su lenguaje corporal gritaba a los cuatro vientos su disgusto por él. De cierta manera, podía entender cómo se sentía. Pero ahora tenían problemas mayores que sus viejas heridas, y él no iba a permitir que ella lo intimidara ni dictase cómo llevaba a cabo su misión.
– Tienes razón. – admitió él. – Me uní a la Network después del fracaso de Libertus. Y todo lo que sé sobre la caída de Zion lo escuché de relato de segunda mano del Jefe y unos cuantos más. Aquel día perdimos a la mayoría de nuestra milicia, y teníamos que ocuparnos de los no-combatientes. Lo último que hicieron el Jefe y los demás fue lo que pensaron que era lo correcto, para proteger a la gente bajo su cuidado.
– Y debido a que no participaron, Libertus fracasó. – dijo Jill. – Dices que la Network tenía que proteger a quienes estaban bajo su cuidado, pero si hubieran peleado como habían prometido, eso no habría sido necesario. Y a raíz de eso, nosotras y los humanos antiguos tuvimos que pelear contra Embryo por nuestra cuenta y fuimos totalmente masacrados. Aunque algunos de nosotros... – Jill hizo una pausa para levantar su brazo artificial y que él lo viera – ... fuimos más afortunados que otros.
Bueno, esto se estaba yendo cuesta abajo muy rápido. Rio decidió que sería mejor ponerle fin a esto mientras todavía tenía algo de cara por salvar.
– No vine aquí para debatir si tomaron o no la decisión correcta. Te recuerdo que tú fuiste la que nos llamó A NOSOTROS para que te ayudáramos cuando dos de tus pilotos escaparon. Podríamos habernos rehusado, pero aceptamos regresarlas, aunque fuera en contra de todo en lo que cree la Network. Es cierto, no podemos cambiar el pasado, pero sí podemos hacer algo por el aquí y el ahora. Así que, lo que realmente quiero saber es... ¿esa chica Ange realmente es capaz de pilotear a Villkiss? ¿Acaso Libertus tiene una oportunidad esta vez?
Toda la sala cayó en un silencio mortal, y Rio supo que algo estaba ocurriendo.
– Es cierto. – dijo Zhao Mei. – Créeme, conozco bien a las unidades bajo mi cuidado, y Villkiss hizo click con Ange de una manera que no lo ha hecho con nadie más.
– Sin embargo, – interrumpió Salia – después de su deserción del deber, a Ange le han confiscado todos sus activos como parte de su castigo. ¿No estamos ahora buscando candidatas potenciales para reemplazarla?
– ¿Reemplazarla? – preguntó Rio. – Esperen un minuto. Yo creía que sólo una Norma de sangre real puede pilotear esa máquina. Si ella no lo hace ¿qué oportunidad tenemos de ganar?
– ¿Qué? – Salia jadeó. – ¿Qué estás diciendo? ¿Cómo puedes pensar que...?
– Salia, baja la voz. – le advirtió Jill. – Lo último que necesitamos ahora es que la Inspectora aparezca aquí y crea que el Capitán nos invitó a todas a hacer un sexteto.
El rostro de Salia adoptó una expresión herida, y se echó para atrás.
– Creo que tal vez hayas escuchado mal. No es la sangre real la que despierta a Villkiss, sino el anillo real. Eso es lo que lo activa.
– Ok, de acuerdo, ¿pero y todo lo demás? ¿Ella ya sabe la verdadera historia del mundo? ¿Sobre Embryo y los otros Ragna-mails? ¿Y qué hay del Sistema Archangel y los Fásers de Discordia? En serio no puedes esperar que ella pelee sin conocer todas las capacidades de esa máquina, ¿o sí?
Jill encendió otro cigarrillo y se reclinó en su silla.
– Todo eso es estrictamente necesario saberlo. – respondió. – Pero Ange todavía no está lista para eso. Es indisciplinada e impulsiva. Como agente, creo que tú de todas las personas deberías entender la importancia de la sutileza y la paciencia.
– Realmente no podemos decirle mucho de todos modos. – añadió Zhao Mei. – Después de todo este tiempo, me temo que los Fásers de Discordia todavía siguen bloqueados.
Rio frunció el ceño, y cruzó los brazos. – Ya capté el mensaje. Guardaré silencio al respecto... por ahora al menos.
– Bueno, ahora que ya todo está aclarado – dijo Maggie – ¿cuál es esa valiosa información que tienes para nosotras?
Rio les hizo un gesto a todas para que se acercaran, y se reunieron a su alrededor.
– Cuando recogí a Hilda, tuve un encuentro con un sujeto llamado Dark. Parece ser que Embryo lo había enviado para capturar personalmente a Hilda y llevársela con él.
Jill levantó una ceja con interés, mientras las otras intercambiaban miradas mutuas de shock.
– ¿Alguna idea por qué? – preguntó Jasmine.
– Los otros Ragna-mails. – dijo Jill. – Si se reúnen los siete, tendrán el potencial de destruir y recrear todo el mundo. Parece ser que Embryo se cansó de su pequeño experimento y decidió desconectar el enchufe de una vez.
– Eso es exactamente lo que dijo el Jefe. – asintió Rio. – Los humanos como yo no podemos usar los Ragna-mails. Algo sobre que la Luz de Mana causa una disrupción en la fuente de poder. Pero las Normas son otra historia. Hay la posibilidad de que vaya tras las tropas de Para-mails aquí en Arzenal para operarlos.
Jill asintió, y exhaló otra nube de humo.
– Bueno, dudo mucho que haga su movimiento tan rápido. – les dijo. – Los gobiernos humanos harian un escándalo aún mayor si más Normas desaparecieran de repente de Arzenal. Parece ser que Ange y Hilda nos hicieron un favor después de todo.
...
El resto de la reunión continuó sin más incidentes. La mayor parte fueron actualizaciones sobre el progreso de suministrar al Aurora. Sólo faltaban seis días más, tal vez cinco, y podrían salir de aquí. Rio sin embargo insistió en que todo el personal no esencial fuese tomado bajo la protección de la Network, especialmente las niñas y todas las cadetes de catorce años o menos. Jill a regañadientes prometió tomarlo en consideración, y terminó la reunión con un mensaje de Tusk.
Acorde con dicho mensaje, Tusk había logrado colarse en la oficina del Emperador Julio para ocultar en ella un dispositivo de escuchas. Luego planeaba contactarlos si descubría algo que les pudiera ser de utilidad. Concluida la reunión, el grupo se dispersó fuera de la oficina, aunque Rio solicitó que Jasmine lo acompañara por un rato. La anciana tuvo que admitirlo, estaba impresionada con el joven agente. No muchos eran capaces de encarar de tú a tú a Jill en un debate.
«Sin dudas es el protegido de Blitz,» pensó. «Hasta tiene el mismo fuego que él cuando era joven.»
– Y entonces, ¿qué le pasó a ese sujeto llamado Ackerman? – le preguntó de pasada. – Una pensaría que los humanos ya se habrían dado cuenta de que desapareció uno de los suyos.
– Está con vida. – respondió Rio. – Sólo está en una pequeña "búsqueda espiritual", cortesía de nuestro experto en narcóticos el Doc. Nuestro jefe de inteligencia, el Capellán, está supervisándolo personalmente, y asegurándose de que sus superiores no se den cuenta.
– Lo recuerdo. – comentó Jasmine. – Solía estar con Velda hasta que descubrió lo que hacían con las Normas que les sobraban. No hay mejor manera de sortear la seguridad del gobierno que con uno de los suyos. Como sea, ¿qué era lo que querías? No me malinterpretes, disfruto de la compañía de un caballero apuesto escoltándome tanto como cualquier mujer, pero si alguien nos viera podría empezar a soltar rumores. Y no de los buenos.
– No será mucho. – le aseguró. – Es sólo que el Jefe me dijo que si había una persona aquí en quien podía confiar, esa sería usted. Tengo dos favores que pedirle, y me gustaría que mantuviera a Jill fuera de eso.
Jasmine frunció el ceño. Nunca le gustó la intriga entre camaradas, pero se dio cuenta de que todavía faltaba mucho trabajo por delante para reconstruir la confianza entre Arzenal y la Network.
– Depende de lo que me pidas.
– Cuando estuve en el centro comercial, vi algunas cosas que me llamaron la atención. Esperaba que tal vez pudiese vendérmelas por debajo de la mesa.
– Supongo que puedo hacer eso. – admitió ella. – ¿Usarás algo del dinero de la recompensa para pagarlo? Ya sabrás que el dinero de Zion no sirve aquí.
Rio se metió la mano entre un bolsillo oculto en su media capa.
– En realidad, pensaba más en hacer un intercambio. – Del lado de adentro de la capa, sacó una pequeña bolsa de cuero que le entregó a Jasmine. La mujer tiró del cordón para abrirla, y se encontró con docenas de pepitas de oro del tamaño de guijarros. – De una vena que descubrimos en las montañas detrás de Neo-Zion. Si no es suficiente para usted, puedo conseguirle más después.
Jasmine se rio y se metió al bolsillo la bolsa.
– Chico, creo que tú y yo nos llevaremos de maravilla. ¿Qué necesitas? – le preguntó, a lo que Rio le pasó un trozo de papel, y Jasmine frunció el ceño al leer la lista. – Este es hardware de calidad seria. ¿Para qué necesitas todo esto?
– Estoy encubierto en territorio hostil. – le explicó. – Si llega a pasar lo peor y tengo que abrirme camino a tiros, quisiera estar preparado.
– Bueno, supongo que eso tiene sentido. – asintió Jasmine. – Mañana por la mañana te lo tendré listo. Puedes enviar a Momoka a recogerlo mientras andas con la Inspectora. Ahora, ¿cuál era el otro favor?
Rio echó un vistazo a su alrededor para asegurarse de que seguían solos, y se le acercó a susurrarle.
– ¿El nombre Sarah Honister le suena de algo?
¿Sarah Honister? El nombre golpeó a Jasmine como si fuera un rayo, y sintió que todo el cuerpo se le congelaba. Abajo junto a ella, Vulcan pudo sentir su incomodidad y gimió suavemente.
– Sí la conoce. – dijo Rio, agarrándola por los hombros. – Ella está aquí, ¿verdad? ¿Dónde está? ¿Está a salvo? Por favor, necesito saberlo.
La desesperación en sus ojos sacó a Jasmine de su trance, y le agarró las manos con las suyas.
– Cálmate, chico. – le dijo. – Ella... está aquí. Pero no puedo llevarte con ella ahora. Dame un día para prepararlo. Te llevaré con ella mañana por la noche luego de que hayas hecho tus rondas con la Inspectora.
El rostro de Rio brilló con alivio y alegría, y la soltó.
– ¡Gracias! – murmuró. – ¡Muchísimas gracias! Y por favor... no le cuente a Jill sobre esto, se lo suplico.
– No te preocupes. – le dijo mientras acariciaba la bolsa de pepitas de oro. – No lo haré. Es lo menos que puedo hacer por tu pequeño regalo.
Rio asintió y se fue de regreso a la villa de invitados, pero Jasmine se quedó dónde estaba para pensar. ¿Acaso Blitz sabía sobre esto? Dudaba mucho que hubiese enviado a Rio si así fuera, pero de nuevo...
– Vaya, vaya... – dijo una voz misteriosa. Jasmine sintió que se le paraba el corazón antes de girarse, y para su alivio vio que sólo se trataba de Maggie. – Parece que nuestro invitado vino aquí con un motivo adicional. Entonces dime... ¿quién es esa tal Sarah Honister? Admito que el nombre me suena, pero no puedo ubicarlo.
– Hay una muy buena razón para eso. – Maggie le dio una mirada incómoda a Jasmine, mientras la mujer mayor negaba con su cabeza. – Pensar que después de todo este tiempo... finalmente vendría.
...
Como se lo esperaba, Vivian seguía bien dormida cuando Salia volvió a su dormitorio. Una vez más se cambió de ropa tan silenciosamente como pudo, esta vez en su camisón de dormir antes de volver a la cama. Pero por más que lo intentaba, no le venía el sueño.
Mil pensamientos daban vueltas en la mente de Salia, y todos ellos se los había plantado ese hombre. ¿A qué se refería Rio con una Norma de sangre real? ¿Quería decir acaso que la única razón por la que Ange podía pilotear a Vilkiss era por ser una princesa? Pero eso no tenía sentido. Esto era la vida real, no un cuento de hadas. Tenía que estar equivocado. Después de todo, Jill lo había corregido diciendo que era el anillo real lo que activaba a Vilkiss. Y Jill no les mentiría.
«Entonces ¿por qué le dio ese anillo a Ange en vez de a mí?» se preguntaba.
Ahora que lo pensaba, cuando Ange fue puesta en confinamiento solitario, todavía tenía ese anillo consigo. Jill no se lo había confiscado como el resto de sus otras posesiones. ¿Significaba eso que no iba a asignar a Vilkiss a alguien más como lo prometió?
«Si ese anillo es todo lo que hace falta, entonces eso es lo que haré,» decidió. «Puedo decir que fue un error y quitárselo una vez que haya sido liberada. Jill no puede retractarse de sus propias órdenes, así que no tendrá más opción que confiarme a mí a Vilkiss. Y con eso podré probarme a mí misma ante ella... y él.»
Mientras Salia se relajaba, por reflejo comenzó a frotarse la mano que Rio le había estrechado. Todavía podía sentir el calor y la presión, y la sensación diferente a la de otra mujer.
«Lo hice,» pensaba mientras celebraba por dentro. «No puedo creer que de verdad le estreché la mano a un hombre.»
Esta historia continuará...
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