CAPITULO 14
Antes que todo y empiecen con la lectura del capi.
Necesito pedirles que hagan una lectura comprensiva, que lean en detalle y con la facultad de una mente abierta.
No solamente, por ser un capítulo extra maratónico.
Sino.
Porque lo que voy a exponer a continuación, dentro de lo que fue esta romántica historia de Constantine con su mariposa y a través de ellos, conocieron lindos como desagradables personajes.
Y cual, su trama principal se rige y como les dije anteriormente.
De mi parte interesa y preocupa mucho.
El tráfico humano.
Quiero decirles que, lo que dejo en mis escritos en este capítulo y en los que sigue.
Me tomé la molestia y me gusta hacerlo, de informarme y que la data que ofrezco, sea de fuentes veraces.
Y por lo tanto.
Quiero que entiendan.
Necesito eso.
Que todo lo que describo pese a que tales personajes, no existen.
Y que a lo mejor las escenas pueden causar malestar, enojo o hasta exageración de lo que yo expongo en este capi y en su final próximo.
Sin embargo, es una pequeña parte verdadera.
Un pequeño relato bélico de lo que puede suceder y aunque cueste creer, está aconteciendo ahora.
En este mismo momento.
Porque esta red trafica por minutos con cientos de chicas o niños de cada jodido día sin perdonar uno, siendo parecido o como tal a lo que yo describo a continuación dependiendo del target del consumidor, en algún lugar del mundo.
Porque la forma de comercio de este aberrante tráfico, tiene cientos de formas como maneras de hacerlos, que tanto ustedes como yo desconocemos.
Pero, todas crueles.
Sin escrúpulos.
Y como me dijo alguien.
Desgarrándote el alma...
Y que, bajo un papel escrito que leí por palabras volcadas por una víctima de esta mierda y que me dieron la oportunidad de leer, que decía.
Ella decía:
"¿Es posible recuperar tu humanidad, cuando la perdiste y te la robaron sin permiso?"
Quiero agradecer al Instituto Nacional de las Mujeres (Sede Córdoba-Argentina), por regalarme de sus valiosos minutos a mis preguntas una mañana, con info sobre la trata de blancas y me asesoró sobre la ley global como vigente del código penal 26842, contra el tráfico humano.
CRISTO.
EN ALGÚN LUGAR DEL GRAN HOTEL Y SHOW ROOM, DE LOS PÉTALOS ROSAS...
https://youtu.be/4C1Hi145yNA
Una habitación.
Limpia.
Pulcra.
Y solo compuesta por poltronas en tapiz blanco, cubriendo el largo de la misma y contra dos de sus paredes desnudas de decoración y como todo mobiliario.
Es abierta una de sus puertas, por un hombre manteniendo esta con una de sus manos mientras la otra, ayuda a jalar con sus compañeros el ingreso de un poco más de media docena de mujeres.
Que, pese a sus contexturas.
Rasgos.
Color de pelo y etnias, denotando países como culturas diferentes.
Todas.
Con su cierta similitud entre sus edades, coinciden en algo.
En el pleno apogeo de su juventud.
Que a rostro lavado y solo llevando, prendas cortas.
Sencillos vestidos, pero sugerentes y solo tapando ciertas zonas de sus bonitos cuerpos, dejando poco a la imaginación.
Son obligadas a tomar asiento una al lado de la otra, bajo sus quejas adormiladas y movimientos pesados de sus cuerpos, por el estado de la fuerte droga ingerida ya, recorriendo por sus venas cual empieza a hacer efecto, bajo los gritos de los hombres y mirada profunda del ruso, observando en el centro de dicha estancia inmóvil.
Sus pasos ahora haciéndose camino sobre el largo de la habitación y donde cada una tomó asiento, se siente de sus pulcros zapatos de vestir negros.
- La cuestión, es fácil... - Les dice mirando y tomándose su tiempo con cada una, al pasar por su lado mientras camina de forma pausada y lenta.
Sea, levantado a algunas su barbilla por su mirada baja y perdida como quebrantada por el narcótico consumido u observando en detalle la dentadura de otras, como la firmeza de sus pechos y cual, muchas gimen de pánico ante ese contacto y se abrazan más a ellas mismas.
- ...muchas querían escapar de las miserias de sus países, para convertirse en modelos o gente importante en Estados Unidos o Europa... - Las mira. - ...otras, fueron encontradas por nosotros... - Acaricia a una la lágrima silenciosa que recorre por una de sus mejillas, para luego adueñarse de su mentón con fuerza y obligándola a que lo mire, bajo su quejido de dolor. - ...pero, eso vale dinero... - La suelta con brusquedad. - ...pasaporte y visado para algunas... - Prosigue. - ...más comida y alojamiento...y eso, es caro... - Continúa. - ...a estas alturas cada una me debe, docenas de miles de dólares a la reina madre y a mí.... - Se sonríe. - ...además de los intereses...
Se detiene de su andar y en el centro de todas ellas.
- ...quiero decir, que mientras terminen de pagar lo que me adeudan algunas, que será en unos años... - Se sonríe más. - ...me pertenecen... - Acaricia su mejilla vendada con su mirada en un par, que se agazapan ante ella por temor. - ...unas lo harán esta noche con la venta de sus almas al mejor postor y otras, serán enviadas para trabajar en mis burdeles de América, Filipinas o Rusia... - Se inclina sobre sus rodillas frente a una, para nivelar su altura y recorrer con su mirada su cuerpo.
Para luego, entrelazar sus manos apoyadas en una de ellas.
Pensativo.
Deliberando.
- Deben saber... - Al fin dice. - ...que si intentan, huir hoy... - Su mirada se estrecha amenazante a todas. - ...alguien, lo pagará caro... - Formula tranquilo. - ...tenemos mucha información de donde vivían. Como hermanos... - Se detiene en un par. - ...hijos... - Murmura. - ...así que, si sienten ese impulso que perjudica este acuerdo de venta de la reina y mía... - Acomoda un mechón de pelo suelto de una, detrás de su oreja con calma. - ...es inevitable que ese familiar, pequeño hijo que tienen o ser querido... - Aprisiona con brusquedad de golpe, el cuello de la muchacha con sus gruesos dedos obligando a que su mirada llena de lágrimas, se nivelen a los de él, bajo las exclamaciones de pavor de todas por ser testigo de eso. - ...lo pague en su nombre...
Relojea a todas.
- ...quedó claro? - Decreta al fin, amenazante y bajo la afirmación de entendiendo de la chica, rompiendo en sollozo como de las demás.
Se pone de pie limpiando su mano húmeda y vendada por ese llanto, con su fino pañuelo en seda complacido.
Mira a sus hombres.
- Obuv' proch' (Que se saquen los zapatos). - Les ordena en su idioma y guardando este, en uno de los bolsillos.
Y estos no se hacen esperar.
Bajo gritos y órdenes, las obligan a ello.
- Eto ochen' narkoticheskoye op'yaneniye ...(Esta, está muy drogada). - Dice uno intentando en vano, que una cumpla.
Porque su pequeño cuerpo tambaleante a duras penas y con sus dedos temblorosos por los efectos e inducidas por los fármacos, pueden lograr ello.
- ¡Oblígala! - Vocifera el ruso.
Y la bofetada directa al rostro de la muchacha, se siente en la habitación y un llanto al unísono de todas, se acopla al de ella por el golpe, que yace sobre el suelo tomando su rostro adolorido.
- ¡Idiota! - La voz de la reina madre, aparece con su persona por la misma puerta.
Mira a la chica tirada contra el piso, desabotonando los primeros botones de su gabardina oscura.
Ya no lleva esa máscara completa ocultando la totalidad de su rostro, solo un sexi antifaz cubriendo sus ojos en tono negro y encaje a composé con su nueva vestimenta ahora, pero que oculta bajo ese largo abrigo.
Pero, donde el desdén de su mirada verde bajo ellos, acusa furia.
Como ese alto recogido de momentos antes, cuando la fiesta se daba comienzo y con solo ahora, su dorado cabello recogido por una cola de caballo.
Mira a cada una y señala varias.
- Quiero a estas de vuelta en el camión rumbo al puerto y a la espera de la venta de la Hermandad, de esta noche... - Su mirada vuelve a la muchacha que aún sigue sobre piso, llorando y con sus manos ocultando su rostro maltrecho. - ...a esta, también. - Dice despectiva. - ...los clientes protestan de los moretones y golpes si lleva la mercancía... - Declara, haciendo a un lado su rubio pelo. - ...cárguenlas a los containers, porque van directo a América. - Mira a las restantes, bajo la mirada aprobatoria del ruso por sus palabras.
Las seleccionadas.
- Estas son las más bonitas y ya están educadas para este tipo de cosas... - Murmura, encaminándose a la puerta. - ...que no se les vaya las manos con sus caras, otra vez... - Ordena a sus hombres y estos, asienten en silencio.
Pero detiene su andar ante la queja de la golpeada, obligada a ponerse de pie con las otras descartadas, para que vuelvan al camión.
Por la defensa de otra muchacha, interponiéndose.
La reina madre se gira sobre sus pasos, para observarla con más detención.
Aunque está, bajo los efectos de la droga consumida y sus ojos café están dilatados por el estupefaciente como cuerpo algo vacilante y luchando con mantener la compostura abrazando protectoramente a su camarada un poco más joven que ella.
No se deja amedrentar, bajo la amenaza de todos.
- No se atrevan...a tocarla... - Balbucea, tomándola más entre sus brazos y desde el suelo a la niña.
Y eso hace arquear la fina como arreglada ceja, de la reina madre.
Quiere preguntarle el nombre a la valiente muchacha, porque la recuerda en sus comienzos.
Hace ya, poco más de tres años atrás.
A ella misma.
Pero, niega bajo una mueca, porque no tiene sentido.
Ya que no tienes tal, una vez capturada y habiendo vendido tu alma al diablo de forma inocente, por sed de fama y fuga de tu país por la miseria, el hambre o que te hayan secuestrado.
La misma mierda.
Ya no tienen pasado.
No existe, el pasado en esto.
Solo tu presente.
Y el futuro.
En uno de los antros de mala muerte en algún punto, de los cinco continentes o lo que te depara, detrás de una de las puertas de esta estancia donde aguarda un cliente.
Tu nuevo dueño.
O tu amo.
Se acerca a ella, volviendo sobre sus pasos.
- Eres audaz... - Le dice mirándola de arriba y de cuerpo completo, aunque su pelo lacio, negro y hasta los hombros, solo permite ver algo de su mirada castaña por cubrir ellos bajo su postura, para luego al ruso.
La señala.
- ...será la primera... - Dictamina regresando a la puerta, pero se detiene a mitad de abrirla y para finalizar, sobre su mirada en uno de sus hombros. - ...jugarás conmigo en la venta pétalo, cariño... - Le dice, sobre una media sonrisa en su labios y pintado de un rojo escarlata.
Pero esta desaparece de su boca, ante el apagón de golpe de las luces de la habitación.
Segundos de oscuridad que provocan el aumento de lamentos como miedo de las muchachas, con los gritos de silencio de los hombres ordenando que callen en ruso.
Pero el titilar inmediato de esta, volviendo y pestañeando en su lucha por componerse, vuelve casi de inmediato por los generadores propio del hotel.
- Averigua que carajo, fue eso... - Ordena entredientes la reina madre viendo como todos, el parpadeo de las lámparas acompañado ahora, de la alarma contra incendio del lugar siendo activada. - ...su detonación debe ser por la falla eléctrica, busca al dueño del puto hotel...no queremos a la policía, en todo esto... - Maldice.
El ruso asiente y haciendo seña a dos de sus hombres, que lo sigan perdiéndose en una puerta.
CONSTANTINE
El filo de una hoja de acero desciende sobre la ranura de la unión de las dos puertas del ascensor por mí, de forma silenciosa y obligando a estas que se separen desde su interior, llegando pisos más arriba.
Siendo ayudada por mis manos, como las de Cabul sobre sus lados y bordes de estas mientras forzamos a que ambas, se abran empujando a su extremos.
Con el suficiente espacio para salir ambos de su interior y rodar sigilosos de cada lado sobre el piso, también alfombrado de rojo y resguardándonos detrás de rincones, para no ser captadas nuestras presencias.
El hall que nos recibe es elegante, amplio y semi oscuro.
Solo iluminado tenuemente por pequeñas luces dicroicas ubicadas estratégicamente en sectores del techo de la misma y donde, deja ver a nuestras vistas en la profundidad un gran pasillo en su final cual nos llega el leve murmullo de voces masculinas.
Más hombres del ruso y la reina madre.
Que se aprecia sus sombras en la lejanía, reflejándose y jugando lo que parece a los naipes, por sus movimientos en las paredes.
La conversación de ellos denota intranquilidad aún, por la desactivación de la alarma de incendio accionada por Cabul, siendo aviso de un falso llamado.
Y agudizo mi oído percatando que tampoco hay sonido alguno de sirenas de patrullas, como alboroto de rezagados de invitados que aún deben rondar, en la ya finalizada fiesta.
El ruso y su gente, actuó rápido.
Y bajo unos minutos de espera con mi maestro a que bajen su guardia, mis ojos van al gran ventanal de cristal que compone toda una pared de este sitio y regala a placer la ostentosidad de este gran hotel prestigioso y con la vista espectacular desde la altura por el piso que nos encontramos, otra vez de más construcción de este lado y también a orillas del gran río Zab ,conformada por sus cuencas subterráneas y altos acantilados.
La carcajada de uno como respuesta de otro, es mi señal para que elevando un dedo y luego cerrar mi puño a Cabul, comunicarle que un minuto entramos.
Asiente entendiendo y me confirma con otra en la oscuridad que nuestros hombres.
Mis guerreros Qurash.
Y equipo de respuesta, ya están en posición avanzada y preparados en sus lugares para ingresar, desde sus puntos ubicados de partida.
Y es suficiente para mí, como para él.
Para hacernos camino en dirección al gran pasillo.
Donde.
Esa luz casi intangible que momentos antes, era de un tono naranja tenue.
Se convirtió en rojo.
Y con cada paso que damos notamos, que no son una.
Sino.
Seis.
Cada una sobre un lado de cada puerta, que compone dicho pasillo de un solo lado de pared.
Cual me confirma y estrecho mis ojos, bajo mi máscara.
Que son las habitaciones vip y por ende, la iluminación cambiante de estas a tono escarlata, es porque se dio comienzo a la venta del primer pétalo rosa.
Y cuatro hombres sentados como rodeando una mesa mediana, nos recibe al vernos llegar y como los anteriores que enfrentamos.
De pulcro traje negro, todos.
Cartas de naipes de sus manos vuelan al notar nuestra presencia, pero sin darle tiempo al primero a que saque su arma bajo su saco de vestir guardada, tomando su nuca golpeo fuerte su frente contra la mesa quedando inconsciente, mientras con un rápido movimiento de mi pie, empujo a otro que viene a mí, dándome los segundos necesarios que necesito como tiempo, para girarme y clavar mi daga, con fuerza en el pecho de un tercero y derrumbarse contra mis botas.
La mesa vuela por otro atacante, causando que tanto los naipes como vasos con su líquido ámbar, caigan sobre la alfombra y el quiebre de los cristales, se sientan por sobre las fuertes pisadas de los zapatos de este, viniendo a mi encuentro.
Mi vista va a Cabul que se enfrenta a dos más, apareciendo de la puerta doble en madera que da fin a este pasillo y comunica, por el bullicio que armamos interponiendo su paso para que acceda y desatándose entre los tres, una lucha encarnizada.
El sonido del silenciador por un arma surca el aire y esquivo, tomando su mano apuntándome y con un golpe de mi puño y girando contra su cuerpo, mi espalda choca con su pecho y direccionando su brazo con el arma, apunto a su compañero obligándolo a que le dispare a su camarada, frente a nosotros.
Para luego, con un golpe directo a su cara, inhabilitarlo y empuñando mi puñal a su ingle para caer inerte y deslizándose por mi espalda.
Y sin pensarlo dos veces, desenfundo uno de mis sables y lo lanzo directo a un rival de mi maestro que a espaldas de él luchando contra otro, lo detiene de su ataque incrustándolo contra la pared cercana.
Mi jadeo por la lucha se siente, sobre el lamento desgarrador de mi víctima haciendo justicia, clavada y atravesando su vientre contra el concreto.
De sus manos recorren hilos de sangre intentando en vano sacarla de sí, mientras Cabul con un último golpe, reduce a su agresor desfalleciendo de rodillas contra el piso frente a él y tomando su garganta al ser cortada su yugular.
Solo, intercambiamos miradas para entendernos.
Cabul, dirigiéndose a las dobles puertas en madera al final de este pasillo, por mi orden en encontrar a la mariposa, 'ami y Pablo.
Y yo, sacando de un movimiento mi sable del cuerpo del hombre, que ante ello se desliza por la pared mientras dibuja su rojo camino, hasta el suelo por su voluminosa figura sin vida al caer y por estar apoyada contra esta.
Me giro tomando de un caído, su arma con silenciador y la guardo en mi baja espalda, mientras me encamino frente a una de las seis puertas iluminadas de rojo.
Los atriles vip, donde cada postor y cliente en su interior.
Un cofrade de esta basura de Hermandad.
Que están pujando con su compra ahora.
Abro con suavidad la central y la levedad de la música que apenas es audible para nuestros oídos por la hermeticidad de dichos compartimientos, empieza a colmarme con su melodía sugerente.
Lenta.
Con su ritmo suave.
Y embriagador.
Para la ocasión.
Mis ojos recorren la misma en el interior y la oscuridad, también gana en ella iluminada tenuemente y solo focalizada en un sector de la pequeña estancia.
Donde, un gran sillón como único mobiliario con fisonomía Burguesa en su diseño y tapiz a espaldas de mí, me recibe.
Y cual, de este.
Un brazo apoyado y extendido con un ademán imperioso ante mi llegada, me ordena con un movimiento, que llene la fina copa de cristal que sostiene entre sus dedos ya vacía.
Me sonrío bajo mi máscara negando, pero cumplo su mandato.
Por ahora...
Dejo que crea que soy un hombre del ruso y tomando bajo su segundo y silencioso ademán de impaciencia por mi demora, la botella de champagne de la pequeña mesa junto a él, vierto su contenido para llenar la copa nuevamente.
También silencioso.
Y utilizo de todo mi control para mantenerme calmo, cuando noto como reacomoda parte de su cuerpo donde solo veo el smoking que lleva puesto, mientras cruza más una de su piernas sobre la otra bebiendo un largo trago de su copa, por escupir un gemido de placer con su vista como postura siempre hace adelante.
Frente a la gran ventana Gesell, que con su panorama y donde nos regala a la vista y a placer.
La habitación central que como esta, los restantes cinco atriles con demás compradores, observan en detalle también.
A una muchacha en él.
Y tengo que reprimir las náuseas por la ira que se agolpa en mi ser, al notar como la simple mujer de no más de 20 años y a duras penas.
En el centro de esta, de pie y en exposición.
Y junto al armado de una cama redonda con sus sábanas en seda negra, prolijamente tendida y con una serie de objetos sexuales sobre ella, llevando solo un ligero vestido corto cubriendo su cuerpo tambaleante por los efectos de drogas consumidas.
Y obligada.
Lucha por mantener su compostura, bajo su mirada perdida y dilatada por los narcóticos apropiándose de ella y su corriente sanguínea cada vez más.
AMELY
El sonido de pasos.
Muchos.
Nos hace detener ante la señal de Caldeo al sentir estos, obligándonos a escondernos en un rincón.
No tengo mucha idea donde específicamente nos encontramos dentro de lo que es, este gigantesco hotel.
Perdí mi brújula de orientación totalmente, yendo por más conductos y terminar en esta gran sala.
Para luego, seguir la travesía y ahora encontrarnos en otra, donde una puerta se abre y salen de esta dos hombres trajeados de negro.
Armados.
Y donde uno sosteniendo la puerta, el otro abre una siguiente con su cartel en letras verdes con la palabra "EXIT" en grande, imita su acción para luego empujar un grupo de mujeres saliendo de esta, para que ingresen a ella y la obliguen a descender por la escaleras de servicio.
Y frunzo mi ceño de tristeza, porque son pétalos rosas.
Su vestimentas, abrazadas a sí misma y sin ningún tipo de abrigo.
Y Dios...
Porque también, están descalzas, bajo este clima fresco y hora de la noche.
Y con sus bonitos rostros desencajados con huellas de llantos y posturas como cada paso que dan, con sumisión y tambaleantes.
Y quiero hacer algo.
No tengo idea, qué.
Pero, algo.
Y me importa una mierda si sé, pelear o no.
Pero, tan solo quiero defenderlas.
Protegerlas...
Pero el fuerte brazo con la mano de Caldeo, me detiene de mi movimiento brusco por intentan hacer algo.
Me lo niega en silencio, con su mirada color hielo y clon a su hermano, bajo su máscara.
- No puedes... - Susurra, una vez que la puerta de servicio se cierra tras el último hombre custodiando a las mujeres. - ...no es momento y es peligroso, Amm...
Mira 'ami.
- Ghurfat huna waistihabiha 'iilaa makan amin Lála... (Sácala de aquí y llévala a un lugar seguro Lála). - Me señala para luego a Pablo, con su arco guerrero colgado de él. - ...quién eres? - Al fin, dándose cuenta de su presencia.
Mi amigo se sonríe.
- Pablo, el cura. - Se presenta.
Lo observa de arriba abajo.
- ¿Y eres arquero?
Asiente.
- ¿Predicas, con un arco y flecha? - No se la cree.
- La palabra del Señor llega de muchas formas, hermano... - Responde, acomodando mejor su morral en su espalda, cargadas de flechas.
Aunque asiente dudoso, afirma.
- ...ok, te vienes conmigo.
- Este enfrentamiento, no me lo pierdo por nada... - Le exclama, expandiendo su sonrisa.
Sonrisa la cual, yo no tengo para nada.
Porque sé, lo que quiso decir Pablo, aunque Caldeo no y por eso, lo mira extrañado.
Yo quiero estar con ellos, luchando para desmantelar esta red de tráfico humano.
Como necesito estar y proteger a Constantine y no solamente contra el ruso y sus hombres.
Sino.
Cuando Caldeo.
Y mi mirada va a él, con cierta ternura y a la vez llena de miedo.
Note.
Se dé cuenta.
Que su hermano querido, está vivo...
- No voy a ningún lado, Caldeo... - Me niego y lo obligo con un ademán a que suelte mi brazo que tomó.
Exhalo una fuerte respiración, intentando buscar las palabras correctas y explicar mi motivo de estar aquí, como anteriormente quise hacerlo.
Pero, como tal.
Tampoco encuentro ahora esa justificación, maldita sea.
Porque, soy muy mala para explicar situaciones, también.
Tomo su hombro.
- Caldeo, me quedo... - Mi barbilla señala la puerta de salida, donde se fueron esos hombres con las muchachas. - ...quiero ayudarlas... - Suspiro. - ...no hay tiempo para explicaciones... - Lo palmeo con cariño. - ...pero juro, que la tendrás... - Le prometo intentando sonreír y que mi miedo por todo esto tan desconocido a mí, se note.
Un segundo silencioso pasa por su rostro deliberando, con su mirada de mi a Lála para luego, otra vez sobre la mía.
Y tras un enorme suspiro de resignación y mirándome profundo, una leve sonrisa lo delata pese a estar cubierto su rostro bajo la máscara, por pequeñas arrugas en las comisuras de sus ojos gris hielo.
Su mirada vaga por todo el recinto en que nos encontramos, volviendo a 'ami y a mí.
Y señala la puerta de servicio como yo anteriormente.
- ¿Podrán con ello? - Nos murmura.
Y yo quiero dar saltitos de alegría sobre mi lugar palmoteando, pero me contengo mientras Lála asiente, confiada y yo la imito.
Y es suficiente para que la mujeres por un lado vayamos a nuestra misión, para luego ayudar a Constantine y estos hombres, sabe Dios con quién.
O contra quién.
Pero de improviso, un segundo abrazo me toma por sorpresa de Caldeo.
- No sé, qué, mierda está pasando Amely contigo y detrás de todo esto... - Me dice, sobre mi nuca. - ...pero nos debes una explicación a mi cachorra y a mí... - Finaliza soltándome.
Lo miro con cariño.
- Promesa... - Digo, siguiendo a Lála camino a la puerta de servicio sobre su mirada y la de Pablo, mientras atravesamos esta y sin perder tiempo, descendemos escaleras abajo.
CONSTANTINE
Mis ojos desde mi rincón y el otro lado del vidrio.
Al igual que el de la muchacha van a la única puerta donde está, porque es abierta por alguien y donde, lo primero que aparece es la punta de una alta bota de tacón negro, seguido de la otra por una muchacha rubia de un pelo dorado solo llevado recogido este, por una cola de caballo.
No se puede apreciar mucho de ella, ya que su mirada esta algo baja y mirada protegida por un antifaz del mismo color y su cuerpo, por una gabardina también negra que cubre la totalidad de su cuerpo.
Pero, de algo estoy convencido.
Ella no es una segunda pétalo rosa.
Su caminar acercándose a la chica rodeando sugerente la cama con sus juguetes y parte de todo este show de mierda, gana otro gemido aprobatorio del hombre delante mío reacomodando con su mano libre, la protuberante erección de sus pantalones.
Niego conteniéndome y con mis ojos otra vez a la mujer, acariciando incitadora a la chica que pese a su estado, se estremece ante eso y por rechazo.
Pero, no se mueve de su lugar.
Lo acepta, pese a su repudio y estrecho mis ojos con desdén.
Porque, debe estar amenazada sobre algo.
Por alguien.
Tal vez, un ser querido de su lugar de origen.
Y el inicial tono con una suave campanada de aviso o llamado, inaugura la puja.
Donde un primer postor de alguno de los restantes atriles de esta Hermandad, da comienzo a la subasta de compra.
Seguido por otro.
Y otro.
Y solo remarcando el mejor postor, donde un display digital sobre la habitación central que figura al lado el número de atril ganador, hasta el momento lo va indicando.
Nadie habla.
Nadie interviene.
Porque, nadie sabe quién es quién.
Absoluta reserva.
Así es, este juego de compra.
Solo la sensual música funcional colmando todo, la pétalo de turno y la rubia meretríz llevan el show.
Uno, que de a poco y con cada oferta en aumento, la mujer domina a la sumisa muchacha a su placer.
Uno lésbico.
Sexual.
Y cual, luego de acariciar su largo de piernas desnudas ubicada detrás de ella, hasta la unión de ambas y elevar algo el ruedo del corto vestido, dejando entrever unas finas como diminutas bragas que lleva a juego y a color con las sábanas de la cama redonda, seguido de introducir dos de sus dedos bajo el interior de su tela.
Para dar comienzo a un lento como sensual penetración con ellos a su intimidad y bajo delicados besos en su hombro.
Y con eso y por sobre jadeos como movimientos involuntarios de la muchacha, intentando luchar contra ellos, los números de puja se elevan mientras la meretríz abandonando el interior de la pétalo lamiendo sus dedos, la obliga a recostarse sobre la cama y a horcajadas de ella se deshace de su abrigo con sensualidad, para mostrar el esplendor de su figura casi desnuda y solo llevando sus extensas botas en cuero negra, cubriendo más arriba de sus rodillas, como un atuendo sexi y provocador corsé negro y encaje, al igual que su antifaz y pequeñas bragas a tono.
Obliga a que eleve sus manos por sobre su cabeza, mientras sigue recostada y las toma prisionero con las esposas colgando ya, del cabezal Victoriano de la cama.
Para luego, con sus manos propias recorrer el contorno de su figura y elevar su vestido a la altura de su cuello y tapar con parte de él, sus ojos dejando a la vista la desnudez de sus pechos.
Que los lame y juega con su lengua como muerde estos, para que sus pezones se endurezcan ante el contacto, mientras la obliga con una rodilla a que se abra de piernas y se exponga mientras busca entre los juguetes a un lado y a la espera.
Un consolador con forma de pene, como un collar de bolas esmeriladas de gran tamaño, mientras palpa su ano virgen.
Mientras la mercadería, se exhibe con su desnudez total.
Y es suficiente para mí.
Mi cuchilla va directo al mentón del hombre y por detrás, amenazando con su filo, que ante mi intromisión sorpresiva, intenta escapar y notar que no soy parte de esta mersa.
Pero su movimiento brusco, provoca que el filo de la hoja de mi daga lo lastime y escurra un fino hilo de su sangre recorriendo mi acero, obligando a quedar quieto sobre su lugar.
- Yasil alaintiza...(Sube la apuesta). - Le ordeno entredientes y notar que la meretríz acaricia ahora a la pétalo, ya sin su única ropa interior y despojada de esta, mientras sus dedos que momentos antes estaban en su interior, ahora los lame y saborea e introduciendo un par de bolas en su interior y bajo sus gritos de dolor, seguido a ponerse de pie para buscar de un extremo de la gran cama, el flogger colgando a la espera de su turno.
Todo esto, es Sadismo y una parte de Spanking.
Dominio.
Control.
Y sumisión pasiva, pero castigo por sus quejas.
- ¿Q...uién eres? - Jadea el hombre a mi lado que tengo acorralado.
Y mi cuchilla incándose más sobre su cuello, es la respuesta.
Me acerco a su oído.
- ...dije, que subas la apuesta y la ganes... - Amenazo otra vez y para que, con su compra se detenga el juego.
Su mano y donde del meñique lleva el mismo anillo con el escudo de la cofradía al igual que el ruso, van temblorosos a un pequeño interruptor del otro lado del apoyabrazos.
El mecanismo de apuesta, pero no lo aprieta.
- ...te daré, lo que quieras... - Su otro brazo se eleva señalando el juego sexual entre las dos mujeres, cada vez más perverso.
Cada vez más sexual y por sobre el primer azote, recibiendo la muchacha de esta, con su disciplina y su sollozo como negativa contra su voluntad, se puede percibir por sobre la música.
Y eso.
Seguido de un segundo flagelo, mostrando como su blanca piel, va tomando un tono rosa ardido por su vientre expuesto, desnudo y castigado.
Cual, arqueándose su espalda ante el dolor, aumenta las apuestas viendo como los número van creciendo con cada consecutivo sonido por los atriles apostadores.
Uno tras otro.
- ...la quieres a ella? ¿Quieres, una esclava? - Prosigue. - ...tengo muchas como estas perras... - Continúa. - ...te daré todas y dinero... - Gime. - ...te puedo hacer millonario...pero no lo hagas... - Implora ante otro gemido de dolor, por mi daga más incrustada contra su garganta.
Y niego, maldiciendo por la repugnancia y apretando por él, el interruptor y donde mi atril marca su compra.
La más grande y superando los seis ceros.
- ¡Yaghfir alllah lak khatayaka, li'annani l...(Dios perdone tus pecados, porque yo no). - Digo al fin y con mi cuchillo, atravesando el largo de su garganta sin piedad.
Sangre.
Mucha de esta, sale y riega su pecho, intentando en vano parar la hemorragia que pierde con una mano.
Su cuerpo como mirada convulsiva, intenta decirme algo luchando con mantenerse en el sillón, pero solo sale espuma viscosa de su boca entreabierta y bajo su mirada de pánico sobre mí, porque sabe que está muriendo.
Escupe algo intangible mezcla de saliva y sangre, cuando su otra mano con espasmos a duras penas, intenta sacar algo de un bolsillo interno de su saco de vestir.
Su celular.
Que empañado de sangre, igual trata de tocar, pero con un silbido, cae en su frente.
Por la bala del arma con silenciador, que cargué conmigo dejándolo inerte y sin vida.
Bañado en sangre y sentado aún, en el sillón y con una bala en su sien.
Y sin perder tiempo y girándome sobre mi frente, al ventanal de exhibición y todavía, apuntando con el arma de grueso calibre.
Disparo contra este, provocando que diminutas partículas desfragmenten esta, para luego estallen al mismo tiempo y al unísono.
Cayendo sus pedazos el vidrio a ambos lados de las habitaciones y donde, mi presencia se hace ver aún, con el arma empuñando y ante el caos que se desata.
Por pánico y revuelo que siento desde los restantes atriles en su interior.
Como hombres apareciendo por la puerta de la habitación central, donde disparo a cada uno certero, para luego girarme y hacerlo contra los que ingresan en la que me encuentro que con golpes de puños y culata de la misma, caen inconsciente sobre mis lados.
Me vuelvo tranquilo otra vez a la central e ingresando a esta, por el ventanal hecho añicos.
Mis pasos son pausados con cada uno que doy y con mi vista algo baja, para proteger mi identidad, pero totalmente en ambas mujeres.
En un punto y a una cierta distancia de ambas, me detengo para señalar a una.
- ¿Cómo te llamas? - Solo, murmuro bajo.
La muchacha que sobre un rincón de la gran cama, agazapada y aún con ambas muñecas prisioneras por las esposas, apenas eleva su rostro casi cubierto por su pelo negro cayendo sobre él, para mirarme con sus ojos café llorosos.
- Javi... - Susurra con miedo.
Apunto mi arma a la mujer rubia.
- Libérala... - Ordeno.
- Acabas de sentenciar tu vida, enmascarado... - Dice esta, al lado de la muchacha.
Y no me hago esperar.
Un disparo certero y sin titubear mío, atraviesa el colchón silenciosamente entre el pequeño espacio de sus dos piernas.
- Dije, que la liberes... - Vuelvo a repetir y ya con mi voz baja no hay un gramo de paciencia, para luego elevar mi arma directo al frente de su sien si dudar.
Y lo hace.
El sonido de las esposas abriéndose y liberando a la chica, es el único sonido entre los tres, seguido la muchacha y arrastrándose por la cama, intenta alejarse de nosotros cubriendo su cuerpo desnudo, mientras intenta acomodar su vestido en el proceso.
- Javi, quiero que entres a esa habitación... - Señalo el atril roto, sin dejar de apuntar a la mujer rubia. -...busques el celular del hombre del sillón y llames a la policía. - Ordeno, mientras temblorosa obedece ingresando y tanteando al hombre, mientras toma su móvil manchado de sangre de una de sus manos.
- Llama a la policía... - Digo e indico la puerta anexa donde estamos, que quedó abierta por los hombres ingresando de ella y donde se puede ver media docena de mujeres más, sobre un extremo de esta llorando y abrazadas entre sí, llena de pánico. - ...busca a tu compañeras y se refugian en un lugar seguro, hasta que ellos las encuentren.
Asiente algo confusa, pero acata lo que digo mientras entra en ella y bajo sus sollozos y con abrazos, les pide que se pongan de pie y la sigan, que a una y todas de la mano, pasan por mi lado con una reverencia de agradecimiento.
Con sus miradas como movimientos de sus cuerpos y algo perdidas, aún por los efectos de las drogas consumidas.
Temblorosas.
Y mareadas.
Pero, con algo recuperado de todo lo que le robaron.
Saquearon.
Abusaron.
Y que creían haber perdido.
Su humanidad.
- Gracias... - La dulce voz de Javi siendo la última, suena al pasar frente a mí, y una tenue sonrisa sobre sus ojos empañados por lágrimas, refleja su bonito rostro.
Pero ahora.
Es de una triste felicidad.
No respondo, solo asiento bajo mi máscara, entregándole el arma a sus manos y obligando a que lo sostenga.
Entiende mi mensaje y se la lleva consigo apurando sus pasos, donde las demás la esperan.
Para luego perderse y huir tras la habitación y la puerta cerrándose.
- ¿Eres la reina madre? - Digo, una vez a solas con la mujer.
Se sonríe.
Natural.
Y como si todo lo que ocurrió, no fuera nada para su sistema nervioso.
Inmóvil y aún sentada sobre la gran cama redonda, no se inmuta a lo que nos rodea.
Hombres sin vidas y regados por el suelo y entre nosotros, como ese famoso magnate postrado sin vida y a la vista nuestra, todavía sobre su sillón Burgués desangrado desde el atril roto, mientras los otros tal vez escaparon.
Porque todo es caos tras estas paredes, como más muertos en el interior de esa misma habitación.
Pero gracias a Dios, esa media docena de jovencitas huyendo de toda esta mierda llenas de pavor, pero con la certeza sobre una sonrisas apenas dibujadas en sus rostros y con sus lágrimas, la recuperación de su libertad.
Nada.
Esta mujer, no la conmueve nada.
Sus manos abiertas se deslizan por las sábanas, acariciando su sedosidad oscura y aún sentada.
Cruza sensualmente una pierna arriba de la otra.
Lentamente.
Dejando a mi vista con ese movimiento, toda la sensualidad que irradia y la estrechez de sus bragas puestas transparentes y lo que resguarda bajo ella.
Y me mira profundo, bajo su antifaz sin dejar de sonreír.
- ¿Quién pregunta? - Responde, con otra pregunta a la mía.
- Eres un monstruo... - Murmuro, sacando uno de mis sables y lo apunto sobre ella, acortando la distancia entre ambos y me observa, desde abajo sin perder su postura, para luego mi sable con su brillo entre nosotros.
Se inclina sobre él y de mí, para acariciar la hoja con ambas manos y sin dejar de mirarme a través de su máscara.
Como yo a ella, con cada movimiento que hace.
- ...estamos cortados bajo la misma tijera, enmascarado... - Susurra lento y sin dejar de acariciar mi sable.
Sin nada de temor en ello, de forma suave para arriba y abajo, como si tuviera entre sus manos mi erección.
- ...a ambos nos gusta el poder... - Se pone de pie lentamente. - ...el control... - Sus manos ascienden lentamente del arma a mi mano que la sostiene, para continuar acariciando el largo de mi brazo extendido sobre mi traje. - ...y nos vengamos, si no hay obediencia chico sexi... - Prosigue, rodeándome y dibujando con sus dedos, el contorno de mis hombros caminando lento sobre mí. - ...porque, ambos somos amo... - Susurra despacio y acariciando con sus labios, el lóbulo de mi oreja inclinándose algo, ante mi postura estática.
Lo suficiente, para que los dedos de una de sus manos baje al largo de su bota y de ella, saque un pequeño puñal de mujer e intente clavarla en mí.
Pero soy más rápido y la tomo por el cuello con fuerza, mientras la desarmo de su cuchilla de un movimiento.
Jadea ante su respiración entrecortada, por la asfixia de mis dedos apretando fuerte su garganta, mientras la hago retroceder unos pasos y la acorralo contra la pared próxima amenazante.
- La nukhti...(No te confundas). - Murmuro, entredientes. - ...nahn wahush, walikann aljahim mukhtalif...(somos monstruos, pero de infiernos diferentes). - Le gruño sin mostrarme, sobre el espacio de su cuello y hombro.
Y sin más.
La obligo jalándola por su cuello a que me siga delante de mí, sin antes tirarle su abrigo para que se cubra y camine conmigo, antes que vengan más de sus hombres por ella y el ruso.
Solo quejas sale de ella con una tos seca por mi casi estrangulación, mientras acaricia su cuello y yo sigo empuñándola con mi sable y la obligo a que caminemos por los corredores y diviso a través de los ventanales del hotel y desde la altura que estamos, como la calle principal y pisos más abajo, se agolpan patrullas musulmanas y un camión con el escuadrón especial en la entrada del mismo.
Y saliendo de este, docenas de oficiales encapuchados con armas en posición de grueso calibre, llevando en sus manos.
Sonrío levemente, bajo mi máscara.
Señal que esa muchacha Javi con sus compañeras, pudieron escapar y dieron aviso.
La obligo abriendo una puerta de servicio, donde las escaleras y que nos conducen a la azotea a que las suba, que bajo sus juramentos sobre mí, lo acata.
- No te saldrás con la tuya... - Me advierte con cada escalón que ascendemos.
No contesto.
Me limito una vez arriba a abrir leve la puerta final de esta, dando una mirada rápida por hombres del ruso.
Una vez fuera, el viento por la gran altura nos azota, junto a la negrura de la noche.
Más oscuridad y densidad.
Por la luna llena, oculta en su totalidad de gruesas nubes cargadas y con la amenaza inminente de una lluvia próxima.
Siendo imposible ver más allá de lo que te rodea y la longitud de lo que es toda esta inmensa azotea.
- ¿Almaelim? (¿El maestro?). - Digo en el silencio de esta, pese a que se empieza a percibir movimientos fuera de lo normal desde el hotel.
Todo, ya está marcha.
- Hatta dakhil alfunduq Shayd...(Aún, dentro del hotel, mi señor). - Me responde alguien desde la oscuridad, bajo la sorpresa de la reina madre que no estamos solos.
Un par de centinelas míos, aparecen de la nada entre las sombras y vestidos como yo.
La miro mientras intenta abrigarse más, luchando contra el frío viento nocturno.
- Háganse cargo de ella... - Ordeno y señalo las escaleras de incendio. - ...hay que hacerla hablar y yo, debo encontrar al ruso... - Digo sobre sus asentimientos, tomando a la rehén y me encamino por la azotea sin voltear.
Pero, una espada clavándose contra el piso y delante de mí, impide que prosiga.
Porque, me detiene.
Y pese a la inmensa negrura de esta noche, pero por un rayo de luz de la luna atravesando entre las nubes, puedo ver que lleva labrada por manos artesanas en su oro y plata en su empuñadura.
Nuestro blasón.
El escudo, de nuestro pueblo Qurash.
Mis ojos se elevan a la altura de donde vino y buscando a quién la ejecutó.
Pero, solo puedo divisar.
Notar con cierta nebulosa por la oscuridad, la silueta de un hombre llevando un traje guerrero parecido al mío.
Pero, con los colores de mi pueblo y nuestro astro rey.
Y que con su postura inmóvil desde la altura de un sobre techo y aunque no puedo ver su rostro, siento su mirada implacable contra mí.
Para luego, saltar con precisión desde la cúspide que se encuentra, frente mío.
Pero a cierta distancia entre los dos.
Y detengo en silencio con mi mano en alto a mis hombres que teniendo a la reina madre prisionera, intentan intervenir entre nosotros dos.
Ambos, nos caminamos en círculo y respetando los metros que nos separan, observándonos.
Y el silencio, inmuta sobre nosotros.
Solo el silbido de la ráfaga de aire aumentando algo, por la prominente llegada de la tormenta que se avecina con destellos de refucilos en la lejanía, es la música entre nosotros.
Todo, es confuso.
Pero su actitud como presencia contra mí y con su baja mirada cubierta como yo por la capucha de su traje impidiendo revelar su identidad, está mimetizada con la noche oscura que nos rodea.
Toma su espada clavada del piso y camina unos pasos, sin perder su inspección y examen en mí.
Para luego, presentarla y empuñarla delante mío.
Me está diciendo, que es el enemigo.
Y me sonrío bajo mi máscara desenfundando mis dos sables de mi espalda y también, me pongo en posición a metros de él.
No sé, quien rayos es.
Tampoco me interesa.
Ninguno quiere hablar.
Su postura y su ser, me reclama venganza.
Lo percibo.
Lo puedo sentir.
Y yo con su sangre, voy a pedir explicaciones del por qué, del escudo de mi pueblo entre sus manos y vestimenta.
Finas y diminutas gotas, empiezan a dibujar con su humedad y redondez, al tomar contacto con el piso de concreto de la azotea, cayendo del cielo y entre nosotros y que aumenta con cada segundo, anunciando la llegada de la lluvia.
El primer impacto del choque de nuestras espadas, se siente por filo de sus aceros.
Giro sobre él e intento atravesarlo con una, pero me detiene con su espada interponiéndose entre él y yo.
Me empuja con un pie y se lanza contra mí y con ella entre ambas manos, falla por un movimiento mío por abajo de él, a que lo arremeta contra mi pecho con brutalidad.
Y otra vez, nuestras arman chocan en el aire y sobre nosotros, evitando el ataque inminente.
El roce de su espada, hace un ligero corte a la tela de mi traje por su arma, manchándose de sangre ante la herida que me hace en un hombro y en plena lucha.
Pero golpeo con puño su mandíbula, logrando que retroceda.
Jadeo, bajo mi lesión.
Él, es bueno.
Denota disciplina con cada movimiento de ataque.
Sonrío.
Pero, no como yo.
Y esto se está prolongando demasiado y necesito aniquilarlo, para dar fin este nuevo enemigo.
Evita una nueva embestida mía, con proeza y trepando por un sobretecho de la azotea, pero lo sigo sin piedad y saltando estos como él en su persecución.
Y nuestras espadas colisionando una y otra vez, interponiendo la muerte del otro mientras chocan entre sí, encarnizadamente.
Y haciendo girar mis ambos sables en mis manos, mientras intenta un espacio sobre nosotros, saltando a un saliente de concreto.
Mi lanzamiento de una de ellas sobre él y atravesando el aire, corta su salto a distancia interponiéndose en sus pies y provocando, que duramente caiga contra el suelo y metros más abajo mientras la otra la arrojo contra su mano, causando que lo desarme y su espada vuele de su mano a metros de distancia.
Y no doy tregua.
Con una fuerte respiración colmando mis pulmones de aire, bajo la copiosa lluvia y sacando mi gran cuchilla de mi baja espalda, me lanzo desde la altura que me encuentro y sobre él.
Empuñando mi daga.
Y directo a su corazón, empujándolo contra el piso y bajo mío, con un grito gutural de ataque y de lo más profundo de mi garganta.
- ¡Constantine, es tu hermano! - Grita alguien.
Jadeo fuerte y estrepitosamente por esa voz.
Silencio.
Lluvia.
Mucha lluvia.
Intermitente y copiosa lluvia que cae sobre mí, causando que hilos de agua se escurra de mi traje totalmente mojado inmóvil.
De mi capucha empapada.
Y recorriendo mi rostro, bajo mi respiración entrecortada y resoplando.
Mucha lluvia.
Agua.
Cayendo y deslizándose entre mis manos unidas y entrelazadas a mi puñal.
Que, apenas toca inerte y con la punta de su acero filoso y a milímetro del lado del corazón.
A mi oponente...
Y donde, me detuve ante ese grito.
Ante esa voz, diciendo eso.
Una voz por la cual, me giro para verla.
Y ahí, está.
Mi mariposa.
Toda mojada por la tormenta, azotando sobre nosotros a metros nuestros.
Calada hasta los huesos por el frío y abrazada a sí, misma por ello y bajo el traje puesto de Pablo y junto a este, apareciendo de los techos con Cabul.
Y unas manos cubriendo las mías, aún con el puñal apuntando su corazón, me envuelven y me hace girar como voltear mi vista abajo mío.
Para encontrar al hombre que casi le doy muerte, aferrarse más a ellas mientras intenta incorporarse bajo mío.
- ¿Mi hermano? - Murmura, sin entender nada como yo.
Se acomoda bajo y frente a mí, como puede por mi peso y eleva su rostro.
Donde me lo confirma al revelar su mirada.
Como yo a él.
Los ojos que ambos compartimos en color como mirada y heredamos de León.
Están ahí.
Conmovidos.
Y lagrimeados como los míos, mientras tira su capucha para atrás y hace a un lado la máscara, dejando al descubierto su rostro como rasgos egipcios.
De nuestro pueblo.
Y tan iguales a los míos.
Seguido a bajar y deslizar los míos, para verme sin ellos.
Y como a Caldeo, aunque la fuerte lluvia aplasta y tapa la mayoría de mi rostro por mi cabello cayendo sobre nosotros y que escupimos ambos, por ser copiosa bajo nuestro.
Y como tal y si no pudiera creerlo, tocando mi cara con ambas manos y haciendo a un lado mi pelo, comienza a llorar.
Llora y sonríe por la mezcla de nuestras emociones.
Mira a nuestro Cabul como a la mariposa, sin poder creer y sin dejar de tomar mi rostro con sus manos.
Para luego, llevarme contra su pecho recostado y bajo mis lágrimas silenciosas como las suyas.
Me abraza más contra él y de forma protectora, aún contra el piso y sobre un lado de esta inmensa azotea.
- Mi hermano menor, vive... - Gime entre sollozos de felicidad. - ...estás vivo... - Reafirma feliz.
Olvidando por completo, dónde estamos y lo que acontece, bajo esta copiosa lluvia que no se detiene.
Y sobre esta inmensa noche oscura y desde nuestra gran altura se puede escuchar contra la tormenta, el sonido de las sirenas de las patrullas agolpadas y acorralando el edificio como manzana.
Y el sobrevuelo de algo y eso, me alerta intentando incorporarme de mi hermano.
Pero, ya es tarde.
Apareciendo sobre nuestro lado y poco más de nuestra altura y distancia.
Un helicóptero.
Uno, que con su puerta abierta de un lateral y un hombre apuntando con un rifle de alto calibre y mira telescópica desde su posición.
A nosotros.
Y antes de lo inevitable.
Logro divisar su media sonrisa de lado regalándome, cuando eleva algo su mirada del arma pese a la lluvia y bajo el lado de su mejilla vendada.
Para luego, hacer una ráfaga de disparos.
Descarga, que viene contra mi hermano y a mí.
Pero algo me cubre, lanzándome contra el piso con fuerza.
- ¡No! - Grito, intentando escapar como ver, pero el peso como cuerpo de mi hermano cubriéndome y abrazándome.
Protegiéndome.
Y recibiendo todos los proyectiles por mí, me lo impide.
La puerta de la azotea abriéndose de golpe por policías musulmanes y mis hombres respondiendo, como Pablo con su arco y flecha, lanzando sin piedad desde un alto de los techos, hacen retroceder al helicóptero con el ruso en él.
Empujo a Caldeo.
Pero me cuesta, por mucho peso encima mío.
Intento de nuevo y tomando el traje por sus hombros con fuerza, lo obligo a que me mire.
Y lágrimas bajo la lluvia ahora mermando, sigue cayendo sobre nosotros.
-¡Limadha 'ant! (¡Por qué, lo hiciste!). - Le grito a su cuerpo inmóvil y bañado en sangre, sacudiéndolo.
Pero sus ojos abriéndose y tan grandes ahora como los míos lúcidos, me hacen entender.
Nos hace entender.
Que esa sangre, no es de él.
Ese charco púrpura sobre nosotros y escurriéndose sobre nuestros lados como trajes y tirados contra el piso, donde la acuosidad pura de su color, se diluye y aclara al unirse con el agua de lluvia en el suelo mojado.
No pertenece a mi hermano.
Sino.
Al que nos cubre, sobreprotectoramente a ambos.
Mis labios tiemblan, porque me niego.
Y Caldeo también, gritando de la furia.
Ambos.
Cuando entre los dos, hacemos a un lado y recostamos el cuerpo de Cabul con cuidado contra el piso.
- No, amigo... - Murmuro, intentando impedir las diferentes hemorragias en todo su cuerpo, por su sangre. - ...no te vayas, por favor... - Suplico, procurando tapar una con un pedazo de tela de mi traje que rasgo.
Pero, es imposible.
Se drena de rojo con mis manos impidiéndolo, como Caldeo otras parte de su cuerpo.
Pero las manos bañadas en sangre de nuestro maestro, tomando las nuestras y con una última bocanada de aire con sus ojos llenos de lágrimas, nos impide que prosigamos.
Porque, nos pide que la entrelacemos.
Las tres, entre sí.
La de mi hermano querido.
La mía.
Con la de él.
Nuestro gran amigo.
Nuestro maestro.
Y los más cercano a un padre, que tuvimos con mi hermano.
- ¡Ambulancia, rápido! - Ordena Caldeo, mirando a todos e intentando no llorar.
Pero Cabul, vuelve a negar y bajo a todo su dolor, sonríe.
- La, al'atfal...(No, hijo). - Murmura. - ...'atfali...(mis hijos). - Se corrige y aprieta más con cariño nuestras manos unidas, para luego como puede intentando no gemir por su dolor, mirarnos paternal. - ...eindama yantahi shy', fa'innah yadull ealaa 'ann shayyanaan jadidaan yabd...(señal de algo cuando termina, es que es algo nuevo que comienza). - Une más nuestras manos y nos señala. - ...mutahaddun al'iikhwat li'ann hadha hu 'awwal qanun walaha aittihad haqiqi fi 'ay waqt ealaa al'iitlaq. li'annah 'iidha kan kl maerikat, yaltahim algharab...(los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera y tengan unión verdadera, en cualquier tipo que sea. Porque, si entre ellos se pelean, los devoran los de afuera). - Nos recita, una gran obra literaria.
Nos mira.
- Su madre al-amirah Fadila, estaría muy orgulloso de sus hijos... - Concluye, viendo a su misma madre.
A 'ami acercándose.
Que se flexiona sobre sus piernas al lado nuestro, para acurrucarlo contra ella y con amor, cuando su hijo cierra sus ojos al fin, mientras una suave melodía maternal y árabe, sale de sus labios.
Cantándola bajito, en honor y lleno de amor con lágrimas en sus ojos como todos nosotros.
Por amor, a ese gran hijo que tuvo...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top