CAPITULO 12



EN UNA HABITACIÓN DEL GRAN HOTEL, EN EL PISO 33...


  CONSTANTINE

Mi pajarilla vuela sobre mi saco de vestir, como camisa al terminar de desabotonar y sacar los gemelos en plata de mis puños, junto a la gran cama King Size jamás usada por mí, mientras me encamino al gran ventanal de la habitación y con vista total a la ciudad metropolitana de Erbil.

Me desabrocho el pantalón, mientras me deshago del cinturón con un movimiento y en el proceso y antes de echar un último vistazo al paisaje nocturno, corro sus cortinas cerrándolas entre sí.

Cierro mis ojos, bajando mi rostro al piso y apoyada una mano en esta.

Por solo dos segundos.

Para que, con una profunda exhalación de concentración se llene mis pulmones.

Y los abro, cuando siento totalmente mi torso desnudo colmado de ellos y listo, con mi mirada ahora a un rincón específico de toda esta gran habitación.

Dónde está, mi traje guerrero a la espera mía...


MIENTRAS TANTO EN LA SUITE PRESIDENCIAL. EL ÚLTIMO PISO DEL GRAN HOTEL, EL 34...

CALDEO

Me deshago de mis prendas, quedando solo con el pantalón y mi camisa de vestir blanca abierta de par en par, mientras me encamino al gran ventanal de mi suite.

Donde a través de sus cortinas corridas, me brinda la gran vista de esta ciudad mientras me deshago de los gemelos de mis puños en oro en el proceso.

Mi silueta toda tatuada, se refleja sobre el vidrio de esta al acercarme con cada paso que doy.

Y cierro mis ojos levemente, apoyando ambas manos sobre la superficie fría del vidrio y con una profunda exhalación de aire para copar mis pulmones de ella.

Concentrado.

Para luego abrirlos.

En donde mi traje sobre un lado de esta suite, está a mi espera...

CONSTANTINE

El sonido de la tela de mi traje guerrero.

De género fuerte.

Oscuro como la noche.

Y resistente.

Se siente en el aire cortando este, cuando acomodo su casaca al ponérmelo, como su solapa protectora de mi cuello y elevándolo sobre mis lados con mis manos.

CALDEO

Ajusto la cincha de seguridad de mi cintura, ya con mi traje guerrero puesto.

Su calce, es perfecto en mí.

Como todo lo que el demanda y fue creado.

Garra.

Justicia.

Para luchar.

Y como el color de nuestro astro rey de los cielos y de mi pueblo.

Arena y oro.

Recorro mi mano a lo largo y contorno de esta para verificar su protección, como las pequeñas armas blancas que se sostienen de ella.

CONSTANTINE

Deslizo hacia arriba la tela que cubre parte de mi rostro, mimetizándome a ella y que solo deja a la vista mis ojos, mientras oculto con la capucha la totalidad de mi cabeza.

CALDEO

Mis manos se elevan sobre los lados y contorno de mi rostro para tapar este, con el paño que cubre parte de mi rostro dejando solo expuesto mis ojos y de un movimiento con la capucha, tapo toda mi cabeza para ocultar mi identidad.

CONSTANTINE

El sonido de mis dos sables cruzándose entre sí y sobre mi espalda a la espera por ser usadas, se siente por sus filos en la habitación, para luego verificar la manga que cubre casi la totalidad de mi brazo y que llevo siempre conmigo con aparatología y como arma de defensa que es y comprobando su certeza, cerrando y abriendo mi mano con ella puesta.

Perfecto.

CALDEO

El duro acero de mi espada, destella sobre la luz de la suite y frente mío, al acomodarlo sobre un lado de mi cintura en su funda.

CONSTANTINE

Camino en dirección al baño y sin dudar recorro con la vista el gran tamaño de esta en detalle como su diseño, decoración y elegancia.

Sonrío hacia la ventana, junto a la enorme ducha.

Y abriendo una hoja de ella y de un movimiento, me trepo saliendo al exterior y comienzo a escalar sobre las cornisas y descender a través de sus diseños, tribales musulmanes y llena de su historia sobre el lado derecho del edificio.

CALDEO

La fresca, cálida y nocturna noche, me invade y flota sobre la gran suite, cuando apagando sus luces y deslizando sobre un lado, una hoja del gran ventanal abriéndolo.

Me interno entre las oscuridad al balcón, para luego comenzar a descender sobre el arimez y diseño de este edificio y sobre el lado izquierdo de sus muros.

AMELY

Movimientos irregulares y de ajetreo, me despiertan de mi sueño.

Bostezo incorporándome y tratando de no enredarme con el lindo vestido musulmán que me prestó 'ami.

Y pestañeo fuerte.

Al darme cuenta que me encuentro despertando, sobre el asiento trasero de un coche.

Me refriego los ojos olvidando totalmente que los llevo maquillados, para luego focalizar en los dos únicos pasajeros aparte de mí y dentro, que van los asientos delanteros.

Un desconocido al volante vestido todo de negro con ropa algo rara y supongo de procedencia musulmana con un Kafhiyyé a tono cubriendo rostro como cabeza y solo, dejando a la vista su mirada totalmente al frente por manejar.

Y frunzo mi ceño.

Al notar a Pablo de smoking al lado y con una máscara del diablo, ¿entre sus manos?

Y las mías suben a mi boca, recordando todo y provocando que este se gire a mí.

- ¡Maldito, hijo de perra! - Chillo, tocándome un lado del cuello. - ¡Me durmió, apropósito! - Acuso, sobre la mirada de él.

Pero no les doy tiempo a nada, ya que y aunque, soy mala deduciendo, no hace falta ser un genio para darme cuenta que está pasando acá.

- ¡Pablo, regresa al hotel! - Exclamo, entre los dos asientos delanteros.

El diminuto párroco que por cierto, le queda muy bonito su traje de vestir, me niega triste.

- Lo lamento, Amely... - Se gira completamente a mí. - ...son órdenes de Constantine... - Mira a su compañero al volante, pero los vuelve a mi dirección. - ...le prometí, que ibas a estar bien...

Y mi sangre se coagula.

- ¿Bien? - Digo. - ¡Bien! - Vuelvo a chillar. - ¡Si quieres realmente verme bien, llévame al condenado hotel de regreso! - Grito y me importa una mierda que los coches de al lado, me miren como loquita desequilibrada, junto a un encapuchado al volante y otro vestido de traje elegante, en la detención del semáforo y plena avenida atestada de gente.

Pero solo recibo, una negativa silenciosa de Pablo reacomodándose con su mirada otra vez al frente, cuando el auto reanuda su marcha lenta sabe Dios hacia dónde.

Y me derrumbo sobre mi asiento trasero golpeando este, con mi mano como puño en desacuerdo y con mis ojos lagrimeados.

Me lo limpio con la manga de mi vestido, antes que comiencen a deslizarse sobre mis mejillas.

Y por un momento.

Unos segundos.

Me dejo llevar con la vista citadina, que veo a través de mi ventanilla con cada metro que hace el coche.

- Me considero mala en todo... - Digo y se me escapa una risita, negando triste. - ...no sé, hacer casi nada bien... - Prosigo, viendo que aparte de captar la atención de Pablo, logré la del conductor medio enmascarado.

Sus ojos denotan edad bajo su Kafhiyyé, mirándome a través del espejo retrovisor sin dejar de manejar pausado por las calles de la ciudad.

- ...soy pésima corriendo... - Digo, recordando mi época estudiantil junto a Juno en el campus de la U. - ...ni hablar en los deportes... - Suspiro. - ...cocinando o hasta organizando mi vida... - Murmuro, bajo la mirada de reojo de ambos en silencio escuchando atentos. - ...pero, cuando conocí al jodido Constantine en su visita a nuestro país, esa noche de internación de Caldeo... - Prosigo. - ...me di cuenta que aparte de mi vocación, para la cual me consideraba buena... - Sonrío triste, con mi mirada entre mis manos entrelazadas sobre mi regazo. - ...lo era también, para quererlo... - Los miro. - ...mucho... - Corrijo. - ...tanto, que aunque confirmaron su muerte cerebral, luego de su accidente en el casamiento de Caldeo y Jun. - Me encojo de hombros, porque como en ese momento no me importó, ahora menos. - Lo cuidé cada minuto, como hora y día que pasó ahí, porque lo amaba...

Limpio mi primer lágrima con mis dedos.

- Y lo sigo haciendo, Pablo... - Murmuro, cuando se gira a mí. - ...quiero seguir cuidándolo, bajo la promesa que me hizo de estar juntos en esto, pese a todo y que no iba a sucederle nada... - Aspiro mis lágrimas. - ...que no iba a morir otra vez... - Junto mis manos sobre mi pecho y reprimiendo la tristeza en solo pensar en eso.

Me niego a ello.

- ..por favor... - Les ruego.

A ambos.

Porque tanto Pablo como la del conductor, tengo su atención.

Y Pablo, refriega su nuca con su mano indeciso.

- Ay carajo... - Gime lleno de dudas luego de escucharme, para luego mirar al intimidante conductor oscuro que maneja al lado suyo.

Supongo, uno de los hombres del clan guerrero de Constantine.

- ¿Tú, qué dices? - Le consulta, mientras este no deja de conducir.

Y una risita se le escapa al susodicho y yo, volteo hacia él de golpe.

Porque, es.

Una risita femenina.

- Yo creo... - Dice en mi perfecto idioma, bajando su Kafhiyyé con dos de sus dedos y que cubre la totalidad de su rostro, para exponerlo frente a mí. - ...que deberíamos volver y que nuestro Shayd sepa, que su farashat al'amira (princesa mariposa) va a patear traseros Escarlatas con él... - Me sonríe a través del espejo retrovisor.

Y mi boca.

Cae.

- ¿'Ami? - Murmuro.

No me la creo.

Ni un poquito.

La dulce.

Lonjeva.

Casi que no podía caminar como hablar en mi idioma, propio de su edad que me demostró en estos días en su hotel.

¿Es la misma mujer que pese a sus años, está al volante manejando certera y hablando con excelente fluidez?

La recorro con la mirada, porque no caigo de mi asombro.

¿Y vestida, tipo guerrera o algo así?

Pablo se vuelve a ella, entendiendo.

Calculo.

Por mi cara de sorpresa y la de 'ami sobre mí, sin dejar de sonreír.

- ¿Ay no me jodas, que le hiciste creer lo de la frágil y dulce ancianita desvalida? - Le dice.

- ¿Creer? - Digo.

Pablo ríe a carcajadas y la señala de arriba abajo.

- Pues, es su mayor camuflaje. - Dice, para luego aclarar su garganta a modo presentación. - Amely.. - Me llama. - ...déjame presentarte a las maestras de los maestros... - Continúa. - ...lo que tiene en años, lo tiene en sabiduría como única guerrera Qurash de los descendientes Sayyid del pueblo de Abraham...

- ¿Maestras de los maestros? - Repito.

Por favor sacúdanme, para que arranque mi cerebro.

Pablo asiente.

- La madre de Cabul... - Resume.

Y es suficiente para mí y darme cuenta lo que esta mujer simboliza.

En años.

Como sabiduría.

Y guau.

Re guau.

En ser en su juventud como años ahora en la actualidad, una guerrera Qurash.

Y la maestra del mejor.

De Cabul.

El que con su herencia bélica, marcial como milenaria de su pueblo y llena de cultura campeadora por la sangre como estirpe real de los Ur de Cadeos.

Inculcó y enseñó a mi muertito en vida.

A Constatine Kosamé.

- ¿Eres guerrera, siendo mujer? - Le pregunto, aún sin poder creer toda esta información.

Afirma deteniéndose en un semáforo en rojo y sin dejar de mirar de sus espejos laterales como retrovisor.

Muy atenta a todo lo que lo rodea.

- La primera y única, en realidad 'amira...(princesa). - Me responde, con voz perfecta y yo sonrío negando por esa forma que me llama.

Se gira a ambos y nos eleva una ceja anciana a los dos.

- ¿Entonces? - Nos dice a la espera y dado por terminado esta charla de presentación, pero depositando su mirada sobre todo en mí.

Y que ahora entiendo, porque me era tan familiar su rostro.

Porque, está llena de erudición como de inteligencia y de guardar como haber visto, mucha historia de su pueblo a través de los años.

Igual a su hijo Cabul.

Y sonrío para mí, para luego de mirar al singular párroco como mejor amigo del cretino y rarito chico que amo, depositarlos totalmente convencida en 'ami.

- A hotel de regreso, por favor... - Digo sin titubear.

Y por primera vez.

Con mucha confianza en mí, misma para mi asombro y sin miedo como temor.

A ser mala en algo...

Y la respuesta a eso, viene con una chirriante frenada como giro del coche sobre la avenida en 180 grados, esquivando otros autos con maestría y provocando que con Pablo nos sujetemos de los asientos, por el freno de mano puesta por 'ami y acto seguido acelerar.

Mucho.

Para regresar al hotel.

A gran velocidad esta vez y zigzageando entre coche y coche, con habilidad y destreza esas manos al volante.

Evadiendo estos entre carril y carril, para luego pasar por el medio de dos en una intersección, bajo bocinazos de todos a toda velocidad y sin respetar todos los semáforos con la detención en rojo.

Guau.


MIENTRAS, EN ALGÚN LUGAR DEL GRAN HOTEL...

Un amplio corredor, comunica y da acceso directo a los puntos de participación.

A un poco más de media docenas de cabinas, frisurizada recubiertas sus lados como su frente por estas, blindadas como polarizadas por privacidad sus vidrios se encuentra algo demandada, por pasos masculinos yendo y viniendo.

Una docena de ellos.

Tal vez más hombres.

Que con su andar algo ligero todos ellos, tanto cada paso que dan como vestimenta puestas y llevando una mano a su oreja derecha por intercomunicadores y armas bajo sus trajes oscuros, denotan ser parte de la seguridad de todo esto.

Y ese sonido.

Es como la canción típica, que da comienzo a una nueva venta como entrega.

De pétalos rosas.

Una única mujer camina entre ellos, escoltada por uno de origen nórdico como etnia eslava o caucásica con el lado de su rostro y una mano con vendas.

Que como ella, viste ahora un sobretodo cubriéndolos a los dos y dejando, solo a la vista las piernas de ambos.

Lejos de ello ya, tanto el vestido de gala en tono mora de momentos antes que envolvía y dibujaba la silueta perfecta de ella, como el smoking como camisa clara y de alta costura de él.

Ambos ahora.

De prendas oscuras, que atraviesan la única puerta al final de este, encendiendo él una vez dentro, un cigarrillo y que ella roba de su labios para dar una calada, mientras camina en dirección al exclusivo y único vidrio Gesell de la habitación.

Acondicionada para permitir la observación con personas con su visión unilateral.

A un habitáculo de pocos metros cuadrados, ubicado en el centro y rodeado de este, de un poco más de media docenas más de minis estancias para los compradores y sobre la oscuridad de las mismas, para mantener la privacidad del cliente en cada uno de ellos.

Pero con atención only exclusive, a la marcha de cada puesta en escena y venta que se haga, como absoluta reserva de ellas.

Los equipos de audio como vídeos para la grabación de dicho evento para observar en detalle la conducta, tanto de cada producto de venta al exponerla como puja de compra entre los clientes preservando el anonimato de todos, da comienzo con su música sonando a través de ella el acontecimiento y que todos, ya están ocupando sus respectivos lugares.

Pequeñas luces circulares posicionadas en un extremo y superior de cada cabina individual de forma pausada y de a una por vez, comienzan a encender con sus luces.

Iluminado algo con su color naranja, el epicentro de venta de la mercadería donde se deja apreciar bajo su suave luz, ciertos artefactos manuales como aparatología BDSM de una pequeña mesa mostrador y junto a una cama redonda en el centro de esta, cubierta por finas sábanas en seda negra y oro.

El hombre de procedencia rusa, notando la iluminación de los diferentes habitáculos ya en marcha y al lado de la muchacha, la mira mientras ojea la hora en su Rolex.

- Pronto cambiará a rojo dando comienzo a la venta, mi reina... - Le murmura.

Ella asiente dando la última calada a su cigarrillo, para luego de lanzarlo sobre el piso y apagarlo con la suela de su alta y sexi bota en cuero negra que lleva ahora y que cubre hasta su rodilla.

- Venderemos todo, ruso... - Responde exhalando el humo de sus labios, con decisión. - ...y lo que sobre, la embarcaremos rumbo a América...

El ruso asiente convencido, pero su barbilla señala dichas luces a través del enorme vidrio que los separa de la habitación central, como cubículos independientes.

- Saben que viniste, mi reina... - Se gira a ella y una sonrisa de lado, le nace. - ...entiendes que te reclamaran, no? - Dice y recorre su cuello como hombro, bajo el abrigo de ella con su dedo.

Y ella, sonríe por ello.

Pero su sonrisa no llega a sus ojos claros, totalmente maquillados como todo su rostro.

Disimulando el asco como beneficios, que siempre le dio ese contacto.

Muchos frutos.

Ganancias.

Como provecho a su vida casi acabada, cuando el ruso la encontró.

Y que, sin embargo ese contacto.

Jamás.

La hizo erizar su piel.

Ni desearlo.

Como lo hizo el hombre de quien se enamoró años atrás y a primera vista.

Muerde su labio.

Y como el chico enmascarado, que sacó a bailar horas antes.

Se sonríe borrando esa idea loca que circula por su cabeza, desde que la dejó en mitad de la pista de baile, sin previo aviso.

- No te preocupes que les daré el espectáculo que los clientes quieren de la reina madre, ruso... - Promete sin más y bajo la mirada aprobatoria de él.

AMELY

- Ay, carajo... - Reniego, una vez estacionado el coche a un par de cuadras de distancia del hotel y notar que al bajar, parte del vestido de 'ami, quedó enganchado por su largo contra la puerta trasera al cerrarla.

Miro suplicante a mi lonjeva y mi segunda nueva mejor amiga, por arruinar algo su prenda y a Pablo, porque este jodido vestido nos va a retrasar.

Elevo su ruedo con mi manos para ver mis pies.

Y mis hombros caen a 2.5 segundos de llorar.

Por notar mis super tacones de muerte que llevo puestos y también, me van a joder la existencia en todo esto.

La cajuela abierta del auto por ambos y entre risas, me saca de mi pataleta y desgracia, al momento que 'ami me lanza algo que saca de su interior.

- Te irán perfecto, 'amira...(princesa). - Me dice en mi idioma perfecto y ver que son un par de pantalones de grueso como resistente tela en color negro, para luego una par de botas acordonadas y una camiseta algo extraña, pero abrigada del mismo color.

Llamando mi atención, tanto su diseño raro como su doble costura resistente, entre cuero y otro género fuerte.

La miro por sobre la misma oscuridad del callejón que nos detuvimos y donde el silencio se acopla a nuestra respiración y algún que otro gato callejero maullando, desde algún tejado vecino.

- ¿Llevas un guardarropa en la cajuela de tu coche siempre? - Le pregunto desde el interior del mismo, para poder cambiarme y por sobre la ventanilla baja, deshaciéndome del vestido como tacones.

Ríe con Pablo que a su lado y previamente sacando su majestuoso arco como morral con flechas y colgándola cruzado sobre su pecho, me mira cerrando la cajuela tras él.

- No, Amely. - Dice el párroco, sin dejar de sonreír. - En realidad esa es mi ropa, para ocasiones como estas... - Murmura, comprobando la tenses de su arco y aflojando tanto su pajarilla como primeros botones de su camisa por comodidad y colgando su arco sobre un hombro, como señal que ya está listo.

Y agradeciendo que seamos casi la misma talla, salgo del interior del coche con esa vestimenta puesta, mientras termino de atarme los cordones de las botas estilo combate.

'Ami se acerca a mí y de lo que sobra en telas que no le encontré sentido a los lados y como colgando de esta, para cruzarlas sobre mi frente donde de forma perfecta, que se amolda a mi pecho con su grueso como duro género en cuero sobre un diseño de un blasón con cinco puntas, seguido de engancharlo con su unión en mi espalda.

- Es como un escudo protector de tu traje... - Me dice. - ...cuida lo importante, de que no seas herida 'amira... - Toca con cariño y levemente mi pecho, donde tiene un símbolo de cinco puntas. - ...órganos principales y el corazón, ante un arma de ataque...

Y yo, abro mis ojos.

Que ya bajo toda esta oscuridad que nos rodea en este desolado callejón, mis pupilas comenzaron a adaptarse a esta y notar.

SANTA.MIERDA.

Que lo que tengo puesto.

Miro a'ami de arriba abajo frente mío, para luego a mí, de cuerpo completo.

Porque, llevo un traje guerrero muy parecido al de ella.

Y estilo Qurash.

Pero la preocupación me llega, mirando a Pablo aún de traje de vestir.

Y niego.

- Yo no puedo... - Lo señalo. - ...quedarás expuesto, por dármelo... - Sacudo desconforme mi cabeza. - ...eres un Qurash y sabrán tu identidad... - Ríe, apoyado sobre el coche y con un envión camina hacia mí.

- Lo soy, pero más... - Me dice. - ...un guerrero de nuestro Señor... - Eleva su dedo al cielo estrellado. - ...y mi arma es su palabra, para predicar contra los injustos... - Me dice. - ...pasa que a veces hay que hacerle entrar en razón de una forma un poco más práctica... - Junta sus manos y entrelazando sus dedos, hace sonar estos al acomodarlos de forma amenazante.

Dios.

Quiero reír.

Palmea con cariño mi hombro.

- Todo tuyo mi traje, 'amira. - Dice feliz.

Carajo.

Ahora él, también me llama así.

Sube la máscara del diablo que lleva en su mano para cubrir su rostro.

- Créeme. - Prosigue. - Que un cura con la palabra de Dios y máscara del diablo, pidiendo justicia a los pecadores... - Eleva su arco. - Da más miedo que un traje oscuro. - Me recorre con la mirada y pese a tener la careta cubriendo la totalidad de su rostro, lo siento sonreír divertido mientras saca algo del bolsillo de su saco. - Te queda mejor que a mí, y lo vas a necesitar a futuro... - Augura, elevando ambos brazos para apoyar lo que sea que sacó y con sus manos sobre mi cabeza, de forma suave deslizarlo para abajo y sobre mi rostro.

Una especie de cuello protector que elevándolo algo una vez puesto en mí, cubre parte de mi rostro y dejando solo mis ojos a la vista.

Continuo a la capucha que cuelga de mis hombros de mi extraña camiseta reforzada, la eleva mientras acomodo mi pelo para cubrir mi cabeza.

Retrocede unos pasos.

Para ser exactos, al lado de 'ami.

Ambos me observan y se cruzan miradas entre ellos.

Oh mi Dios.

Porque la información me cae al cerebro.

Ya que, me convertí en una loquita medieval como Constantine ahora.

- Cuando me ayudaste con mis cargas entre mis manos, hoy en mi hotel... – Interrumpe 'ami mis pensamientos de pánico por entender, todo esto al verme así. - ...me dijiste, que no eras buena en nada... - Saca dos pequeñas dagas que ella misma carga de la cincha de su cintura. - ...siendo tu Karma... - Las coloca a los lados de la mía y comprueba su seguridad con un movimiento presto, provocando que me mueva sobre mi lugar.

Se sonríe.

- ...un Karma que se convierte... - Prosigue abriendo su mano frente a mí, para que vea lo que lleva en ella.

Mi rammisha.

El anillo de diseño extraño, que es un arma de defensa y Constantine me lo dejó.

¿Lo sacó de la habitación?

- ...en Dharma, 'amira... - Prosigue, buscando mi mano para deslizarlo en mi dedo y aprieta este entre las suyas con cariño. - ...ley y conducta religiosa. Un dogma a seguir. La fe en algo con pasión... - Me sonríe. - ...la creencia, farashat al'amira. - Toca mi corazón. - De que en realidad, eres buena en muchas cosas... - Para luego, mi anillo. - ...por creer siempre en tu amor. Un amor que es tu religión, por el Shayd Constantine... - Continúa, mientras Pablo en silencio le da la razón escuchando.- Lm yakun ladayk alttadriba, walikun 'iidha kan 'afdal silah lilddifae ean ma tuhibb...hubb...(No tienes entrenamiento, pero sí, la mejor arma para defender lo que amas. El quinto elemento, el amor). - Finaliza.

Dios.

No sé en qué, va a terminar toda esta mierda conmigo en el medio.

Y aprieto y llevo la mano que tiene el anillo a mi pecho.

Pero algo era seguro y me da la confianza que necesito.

No sé, si mi amor por Constantine era un arma dentro de mi ignorancia a lo que íbamos a luchar esta noche.

Pero jodidamente, lo iba a defender contra capa y espada a mi muertito en vida.

Miro a 'ami y Pablo a mi espera y por ellos con su fe en mí, sin titubear y mi otra mano, rozan las dagas de mis lados corriendo a su encuentro.

Y aunque, diez mil rusos se me pongan en el camino esta noche...

CONSTANTINE

Mi espalda choca a la par de Cabul al lado mío a modo saludo, luego de encontrarnos contra un concreto saliente de la azotea del hotel.

Entre las sombras elevo mis dedos ante él, como seña y orden.

Cual asiente, bajo su máscara como traje ahora puesto y con impulso sigiloso por los dos y sincronizados, saltamos a la pared siguiente en nuestra carrera para dar a un contratecho siguiente de todo este descomunal edificio hotelero de cientos de metros cuadrado.

Donde, la cubierta de este, posee una bóveda vidriada y a nuestra espera, nos aguardan parte de mis hombres Qurash.

Nos deslizamos como ellos, con nuestros cuerpos a tierra para llegar a sus cristales y poder ver dentro.

Un recibidor incógnito.

No al público.

Un reservado.

Para entrada como salida y comunicación a un acceso VIP con derecho de admisión.

Y mi respiración bajo mi máscara, empaña una pequeña porción del vidrio por hacerse fuerte y ante la impotencia, de ver un par hombres de grueso calibre como procedencia dudosa bajo sus trajes, caminando en el.

Seguridad de la reina madre y el ruso.

Alqaraf...

Con otra seña y sobre un lado de la bóveda vidriada para no ser visto, ejecuto órdenes a mis hombres a seguir sobre sus lugares y a la espera de mi señal de ingresar, mientras con Cabul seguimos sorteando en el techo del hotel entre su oscuridad y guiándome ante mi recuerdo del plano de este, memorizado para conducirnos.

Para llegar a un ala alejada en un extremo y sobre rincón oscuro como agazapados, observamos movimientos de siluetas de dos hombres más, de vigilancia de los Escarlatas en este lado de la azotea.

Sonrío.

Porque, es señal de que vamos por buen camino.

Y cual y tras estos hombres.

Se encuentra el ingreso al interior, al showroom piso más abajo de la venta de los pétalos rosas.

Rodeamos cautelosos y con direcciones opuestas la solana y que apoyados ambos, hablan en ruso.

Y con un movimiento y saltando a espalda a ellos, sin perder tiempo tomando el cuello del primero con mis manos, lo giro en mi dirección siendo la muerte de este, instantánea desplomándose sobre mis pies mientras Cabul al segundo hombre y con su daga, atraviesa la base de su cuello con su filo.

Cayendo también, derrumbado sobre su compañero sin vida.

Cabul sin perder tiempo se encamina peldaños más abajo, pero mi mano sobre su hombro lo detiene en su carrera.

Me mira silencioso como curioso por mi reacción sin entender.

Y yo, no respondo.

Tampoco, puedo hablar.

Me limito a elevar mi rostro al cielo estrellado, como nocturno que nos envuelve.

Pidiendo piedad.

Misericordia a Alá...

O tal vez, paciencia.

Jodidamente, mucha paciencia.

Mientras le señalo el pequeño monitor, que llevaba entre las manos uno de los muertos.

Cabul se inclina para tomarlo del piso, cual las imágenes de las cámaras internas del edificio, muestran sobre la pequeña pantalla un corredor y de alguna parte de este condenado hotel.

Unos segundos antes a 'ami pasando por este, en compañía de Pablo con su traje guerrero.

Lo cual me hace sonreír, porque significa que volvieron y dejaron a mi mariposa en el hospedaje.

Pero mi sonrisa cae y le da pie a mi ceño fruncido, al ver en más detalle las imágenes momentos después.

- ¿Desde cuándo, Pablo tiene tetas y un cuerpo tan curvilíneo? - Susurro entredientes a Cabul.

Y mi respuesta viene al segundo y sin necesidad de mi maestro y por ello, paso de forma pesada mi mano sobre mi cara.

Porque, no me la creo.

Cuando vemos metro más atrás, al verdadero Pablo, aún en smoking, máscara y con su arco entre sus manos siguiéndolas.

- Amely... - Gruño amenazante, ante mi descarriada mujer desobediente y un Pablo blandito a sus pedidos.

AMELY

Me detengo de golpe por helado escalofrío, provocando que Pablo golpee con mi abrupta detención, su pecho contra mi espalda.

Me mira interrogante por eso, escondiéndonos sobre un rincón desolado de todo este corredor.

- Lo siento... - Susurro, bajito a los dos. - ...pero podría jurar, que sentí a Constantine decir mi nombre de esa forma odiosa, cuando se enoja conmigo... - Me justifico.

Los siento sonreír, bajo sus máscaras y Pablo quiere acotar algo.

Pero todo, sucede rápido después y como a gran velocidad.

Cuando un conducto de aire del techo, se abre de golpe y cae alguien bajo él.

Mientras tanto Pablo en el proceso, le apunta con su arco como 'ami con su espada al hombre que descendió de este, mientras me toma por atrás y contra su pecho de forma amenazante.

Prisionera y con la punta filosa de su daga de mano.

Sobre mi yugular.

Silencio.

Mucho.

Solo mi jadeo fuerte se siente entre los cuatro, por costarme respirar por su aprisionamiento contra él y su cuchillo a mi cuello, mientras me jala más a él y retrocediendo algo, para mantener una distancia prudente entre él y mis amigos, mientras forcejeo en su contra y bajo las posturas como miradas amenazante de 'ami y Pablo, sin vacilar a pelear contra él.

Pero algo llama mi atención, sobre mi mirada de reojo a mi agresor con su rostro cubierto y que, logro divisar sobre su atuendo.

Que es muy parecido a la mía, como a la de mi amiga lonjeva.

Al igual, que la de Constantine.

Pero esta, no es oscura.

Sino, de un color arena.

Para luego el brazo que su tela elevada algo por la posición y tenerme prisionera, deja a mi vista esa desnudez entre ella y el guante que lleva, provocando que deje de resistirme a luchar contra él.

Quedándome sobre mi lugar, estática.

Y abriendo mucho mis ojos.

Porque los tatuajes que tapizan esa porción de su muñeca, me son familiares.

Y trago saliva sin poder creer, lo que voy decir en voz alta.

- ¿Caldeo? - Murmuro bajito.








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