CAPITULO 11
CONSTANTINE
Invitados.
Muchos.
Cientos.
Cruzo y esquivo a medida que avanzo sigiloso entre ellos.
Lento.
Niego divertido bajo mi máscara, mientras me hago camino y pido paso siguiendo a mi mariposa y en el proceso, aflojando la pajarilla de mi smoking con una mano y con la otra, robo con disimulo y sin ser visto entre invitado e invitado cruzando.
Una cinta de seda roja que es parte y cuelga, del vestido de una bailarina al bajar del escenario con otras compañeras al finalizar su danza que pasan por frente mío.
Porque, no tengo apuro.
Y enrosco dicha cinta entre mi mano despacio, pero de forma dura.
Mi castigo.
Y mi sonrisa, se dibuja más.
A mi manera...
MIENTRAS TANTO, EN ALGÚN PISO SUPERIOR DEL LA PARTE OESTE Y MISMO HOTEL...
El sonido de la puerta golpeada levemente para ser abierta por alguien luego, suena en una suite, Dando paso a un hombre de elegante smoking como los demás invitados, que pisos más abajo disfrutan de esta.
Pero ella, no gira su rostro.
Ni siquiera, para mirarlo a través de uno de sus hombros.
No lo necesita.
Porque su siempre perfume masculino.
Amaderado y aldehídico.
Que llena la habitación, la invade.
Como su ser, porque fue lo primero que sintió años atrás cuando el país africano.
Le dio la bienvenida...
Sus ojos del mismo color que las cortinas corridas.
Claros y casi verdes.
Se cierran por solo un segundo, ante ese recuerdo para poder reprimirlos.
- ¿Están listas, las pétalos rosas? - Solo pregunta, volviendo a recuperar su postura y sin dejar de observar, toda la vista nocturna con sus luces iluminando la gran ciudad de Erbil, que le regala estas de su piso.
Él asiente.
- Los compradores, ya están listo. - Responde.
- ¿Y nuestros hombres, para cualquier eventualidad? - Murmura, sin jamás moverse de su postura como mirada al paisaje nocturno.
Solo cruzando algo más, sus brazos entre sí.
El ruido de la automática del ruso siendo preparada por sus manos y fuera de su seguro, acompaña a su respuesta.
- Sí, mi reina... - Promete, acariciando con su mano libre y vendada, sobre un lado de su rostro, su mejilla también cubierta por la otra lesión profunda.
- Ruso... - La hermosa y joven mujer de cabellos dorados, al fin se digna a mirarlo cuando siente su retirada al abrir la puerta de la suite, para dar comienzo al pasaporte y venta Escarlata. - ...si él aparece... - Le recuerda con los ojos fijos en él. - ...lo quiero vivo... - Ordena. - ...es mío... - Finaliza.
El gruñido de este y cerrándola tras él, es toda su respuesta.
Pero, ella se sonríe.
Ya que, sabe que obedecerá.
Porque, esta repugnante persona que tanto le hizo, como también le dio.
Haría cualquier cosa.
Absolutamente, cualquier cosa por ella.
Por la reina madre...
Porque, el ruso la convirtió en todo esto, bajo las órdenes de Él.
Con sus ojos y a través de su sexi máscara, vuelve su mirada otra vez al ventanal.
La suave y lejana música de la fiesta, llega hasta sus oídos por el silencio que vuelve a su habitación y la profunda exhalación que larga, empaña el vidrio con su aliento.
Como duda y temblor de lo único que ahora, embarga sus pensamientos.
Acaricia sus brazos desnudos entre sí, ante el recuerdo de ese contacto.
Por la sensación de ese hombre enmascarado, que ella misma invitó a bailar momentos antes.
Por el recuerdo, de ese...
Niega y muerde sus labios prolijamente maquillados del tono, de su vestido de gala por no poder creer.
Niega.
Es imposible...
AMELY
- Ay, carajo... - Maldigo en mi idioma y ganándome la mirada de asombro de un par de señoras musulmanas elegantemente vestidas con sus oros y sedas, que detuve para preguntar si es la dirección correcta al toilette de damas de este inmenso salón.
Al ver por sobre sus hombros.
A Constantine.
Sip.
Y viniendo jodidamente a mí, maldita sea.
Porque, me encontró antes que yo a él.
Y gimo.
Ya que, todavía no encontré la excusa perfecta para decirle recitando prolijito y sin equivocación, cuando lo tuviera frente mío con su mirada de mierda y sin dejo de emoción, pidiendo explicaciones de mi presencia desobedeciendo en la fiesta.
Pero algo me alerta he hizo que se erizaran los vellitos de mi piel, en el intento con una reverencia a modo despido a las señoras, para seguir rumbo al baño.
Y es ver la forma en que esboza esa sonrisa en sus labios, viniendo hacia mi dirección.
Inclino mi cabeza, media dudosa.
Porque tal vez, es...
Estrecho mis ojos como si eso me permitiera una mayor visión.
¿Una media sonrisa?
No lo sé bien, por esa máscara elegante y de diseño pérfido, pero que lo hace caliente como el infierno y que cubre la mayoría de su rostro, junto a su smoking puesto.
No me deja ver bien.
Jesús.
Pero sí, que camina a donde me encuentro con toda esa calma tan suya del mundo.
Con su altura y toda su porte al mover tan a juego con sus hombros, esos pasos que da en sincronía.
Y como siempre, digo.
Entre felino y misterioso, gracias a esa cultura y civilización milenaria que todo él irradia como su hermano Caldeo.
Donde cualquier mujer en este planeta, si tiene la gloria de conocer a los hermanos Kosamé.
Le sería difícil e imposible ignorar, semejante bellezas masculinas.
Porque son alfas de los alfas.
Sip.
Un festín sensorial para el gremio femenino.
Porque todo él, se transforma en cámara lenta con cada paso que da cuando lo ves y a su alrededor, donde la gente normal como la fiesta, invitados y como yo.
Simples mortales.
Siguiéramos nuestro ritmo normal y como lo único moviéndonos a tiempo real.
Y otra sacudida eléctrica recibe mi cuerpo, cuando desata esa media sonrisa confirmada a sonrisa completa, casi llegando sobre mí, y haciendo juego con su máscara como cristalinidad de su mirada bajo ella.
Y yo pestañeo.
Porque, es insidiosa y mi boca se cae.
Ya que, totalmente obscena también...
SANTA...MIERDA.
No tengo tiempo ni quiero analizarlo y me escurro rápido en dirección a los baños agradeciendo que quede a poca distancia mía y una vez dentro, me dé el glorioso tiempo necesario para pensar en mi excusa perfecta.
Alcanzo la puerta donde la figura femenina sobre esta, me indica que es el de damas y la abro.
Pero su brazo se encuentra sobre mi cabeza y apoyando su mano sobre ella, me impide que la abra.
Jesús.
¿Qué mierda de magia negra o blanca fue esa, que hizo que llegara tan rápido?
Su rostro se encuentra sobre mi cabellera y su pecho, presionando mi espalda.
Duro.
Pero silencioso.
Y bajo su profundo como enojado resoplido contra mí, yo aprieto mis ojos con fuerza preparándome para las cuales sean las palabras, que está a punto de decirme por mi desobediencia.
Pero suspira.
¿Y eso?
- Dios...por qué, haces cosas potencialmente peligrosas? - Su voz grave, se siente sobre mi pelo. - ...eres un dolor de culo, mariposa...
¿Qué?
Y abro mis ojos, al escuchar esa expresión muy de mi tierra asombrada.
Se inclina levemente más a mí, para que sus labios susurren a mi oreja bajito y presionándome, más contra la puerta.
- ...baladi ailtihab alhimar...(mi dolor de culo).
Se corrige y quiero reír por su forma extraña y siempre huraña con esa expresión, de decirme que me quiere.
Pero la muerdo sobre mis labios, cuando me preguntó con un gruñido bajito.
- ¿Estas lista?
Intento mirarlo, pero la presión de su cuerpo contra el mío, no me lo permite.
Y porque, en realidad no es una pregunta.
Es una advertencia.
Quiero decir algo, pero una quinceañera con una mujer mayor abre de golpe la puerta, recibiéndonos a ambos sobre ellas y con nuestras posturas por demás sugerentes.
Unidos.
Muy unidos.
Y el rubor ardió en mis mejillas por ello, pero en el patán y caliente Constantine.
Nop.
Y como si nada y elevando más su fuerte brazo sobre mi cabeza para acorralarme y casi pegando sus labios a mi cuello, aprovechando el alto recogido que me había hecho y lo mantenía despejado murmuró.
- Déjame entrar, farashatan...(mariposa).
Se me escapó una risa nerviosa, mirando a ambas mujeres.
- ¿Al baño de damas? - Dije, intentando ponerle humor y la calidez de su sonrisa, acaricio la curvatura de mi cuello negando.
Lenta y seximente, para la desgracia de mi libido mujerzuela.
Mierda.
- No me refería a eso... - Besa suave mi piel. - ...qasadath lak...(me refería a ti).
Y fue suficiente para que la mujer con cara de espanto, bajo su máscara con túnicas y con mirada desaprobatoria a nosotros, tape los oídos como ojos de la niña y la empujara obligando a que camine.
Y la infante, sonriente y de forma divertida nos miró a ambos hasta perderse con la púdica mujer entre el centenar de invitados.
Y todo, fue rápido después.
Encontrándonos ambos ya dentro del baño de damas.
Y gracias al poder de ese Dios Egipcio suyo.
Solos.
Y como si tuviera una especie de pacto secreto con él.
O con el mismo diablo.
De que nadie, ingresara tampoco.
Ya que, se toma todo el tiempo de mundo cuando se aleja algo de mí y sobre sus pasos siempre pausados, para deslizar su mirada y recorrerme con su siempre tranquilidad.
Desde mis pies y subirlo lentamente, hasta volver a nivelar nuestras miradas, bajo la música que golpea nuestros oídos y provienen del gran salón.
Su ardiente mirada tras su máscara, colisiona con mis ojos y debajo de la mía.
Y el calor de mi cuerpo aumentó, al ver que hace un paso hacia donde estoy y me lleva dentro de uno de los cubículos individuales e ingresando ambos a su interior.
Ahueca mi rostro entre sus manos donde la sedosidad de una cinta roja que envuelve una de ellas, acaricia mi mejilla y ante su suave tacto.
¿Preguntándome, para que será?
Y mis ojos se abren de golpe cuando me doy cuenta, bajo su sonrisa de satisfacción como respuesta.
Dulce.Jesús.
¡ES LA ADVERTENCIA!
- No he estado dentro de ti, en días... - Murmura y a mí, se me mojan mis braguitas al escucharlo con su seriedad llena promesa ilícita y sosteniendo mis ojos con los suyos, mientras con un golpe de su pie cierra su puerta y el pestillo se asegura por el movimiento.
Y guau.
Porque, eso fue impresionante.
- Me desobedeciste... - Dice y quiero acotar algo sobre eso, pero no me deja y me da la vuelta empotrándome contra la pared con otro diestro movimiento.
Y un grito de exclamación me roba, cuando su mano cubre mi boca para ahogarlo, causando que mi cuerpo choque contra la madera barnizada de esta y haciendo que apoye mi mejilla, contra su superficie fría para callarme.
- No te voy a coger en la cama de nuestro hotel, mariposa... - Toma mis ambas manos y cruza sus muñecas sobre ellas y detrás de mi espalda, para sentir después como la sedosidad de la cinta me rodea, por atarme con ellas.
Imposibilitando mis movimientos por más que lo intento.
- ...porque, te quiero contra esta pared... - Me empuja más contra ella con su cuerpo y con ambos brazos acorralándome de cada lado de mi rostro. - ...temblorosa y húmeda... - Prosigue, acariciando mi pelo con la punta de su nariz, para luego con una mano abriéndose en mi espalda con presión, impedir que me mueva atada y desde mi postura aferrada contra ella.
Se flexiona sobre sus rodillas, para descender y de forma lenta, dibujar el contorno como largo de mi espalda y mi trasero con su otra mano.
- Constan...tine... - Tartamudeo su nombre y retorciéndome sobre mí, al sentirlo recorriéndome.
Porque...
Y Dios.
Es siempre así.
Un toque y no puedo tener, todo de él.
Gimo al notar como su mano sigue bajando y continuando por abajo de mi prenda y subiéndola, se desliza sobre una de mis piernas, para ascender y detenerse en la unión de ellas y acariciar con su pulgar, la suavidad del algodón de mi bragas ahora húmedas y exponiendo esta, al subir mi vestido a la altura de mis caderas.
Sus dedos empezaron a acariciar sobre ella y tantear mi entrada y deslizar uno dentro y haciendo a un lado estas e introducir dos de ellos dentro de mí, para penetrarme con ellos enérgicamente.
Me quedé allí inmóvil, conteniéndome y sintiendo como sus dedos empapándose, salen y entran de mi interior y como todo sonido mi jadeos excitados, el suyo propio y el que nos sucumbe a ambos, el de mojado por mis fluidos al compás de su dedo penetrándome.
Y casi un orgasmo mental tiene mi cerebro y estando cerca de partirme en dos, cuando presiona su cara contra mis muslos e inhala, para luego con su mano, aún en mi espalda tomando el control sobre mí y sin permitirme movimiento.
Lame su dedo para comer toda mi esencia y abrir ahora mis pliegues para exponerlos a su lengua y a voluntad lamiendo, seguido a acompañar dos dedos ahora.
Y un gemido, sale de su garganta de placer.
- Shummamat rayihat wa'ant taerif dhlk jayidaan ya farasha...(Hueles y sabes tan bien, mi mariposa). - Gruñe profundo en su idioma, con fuerza y posesivo.
Y su beso, siguió sobre mi unión.
En mi vagina.
Duro.
Succionando y con una orden de su mano, que me incline sobre mi postura a espalda abriendo mis piernas más sobre él.
Para jalarme y con su otra mano abrirme más y lamerme más dentro y al ritmo de sus dedos de la otra mano cogiéndome.
Y mi espalda se arqueó y quise gritar su nombre ante mi orgasmo próximo que venía con la furia de la demanda de su lengua en mi interior e intentando por reflejo, liberarme de mis manos atadas sobre mi espalda.
Pero una nalgada de su mano que retenía mi cuerpo, desgarró el aire.
Y jadee.
Porque, sentí mi trasero desnudo arder.
Pero, no de dolor.
Sino.
De privación.
Y gemí fuerte de deseo y asombrosamente por ese dulce escozor.
Un dulce ardor que como un interruptor, activó mi cuerpo.
Mi piel.
Porque, quiero más.
Mucho más.
Y estoy a punto de gritar de frustración y que se entere todo el jodido hotel, porque la excitación me puede y por privarme de mi clímax, cuando con una segunda nalgada pica otra vez en mi trasero y tanto sus dedos como labios, me abandonan para posicionarse otra vez de pie y detrás de mí.
Y no lo puedo soportar.
El calor tira de mí y quiero desatarme.
Lo intento.
Pero un tercer castigo de su mano, me hace gemir de placer y apoyarme más contra la pared entregada y temblorosa.
- Ya está, tu trasero rosa... - Constantine murmura, acariciando la zona castigada con suavidad.
Su mano es áspera y dura por el esfuerzo de la vida que tomó con opción, pero de forma tierna sobre mi piel ardida, mientras me voltea hacia él y mis manos atadas como espalda, reposan en la pared ahora.
Me toma por la nuca y me besa con demanda, para ahogar mis gemidos pidiendo más.
Para luego tomar mi cabello y poder apartar su rostro del mío y mirarnos.
Los dos, estamos sin aliento.
-...aleiqab baladi...(mi castigo, mis reglas). - Con una de sus rodillas, abre mis piernas sin perder su mirada en mí y bajo nuestras máscaras. - ...qawaeidi...(mía). - Finaliza, desabrochando la hebilla de su cinturón como él botón y la cremallera de su pantalón de vestir, deslizándolo para bajo mientras su otra mano como brazo tomando mi trasero, me levanta y con un movimiento me eleva, mientras yo rodeo mis piernas sobre su cintura.
Y sin previo aviso desnudando su pene rígido, hinchado y caliente sobre mi entrada, se empuja contra mi cuerpo y la pared.
Para enterrarse en mí.
Fuerte.
Y gemí cuando tomó más duro mi pelo y lo enroscó con su mano, encontrando mi punto sensible entrando y saliendo de mi interior, sin preocuparse por el precario tamaño del baño, nosotros y con sus embestidas duras empujando y penetrándome en mi humedad.
- Tú, no me tocas... - Jadea sobre mi piel, por el esfuerzo y sonriendo. - ...y te vas a correr cuando yo lo diga... - Se conduce dentro mío, como si estuviera tratando de atravesar la pared y tomándome más contra él, pegando nuestros pechos.
- ...Esto es para mi propio beneficio y vas a empaparme de ti...cuando yo lo diga... - Finaliza.
Y yo jadeo de placer, bajo sus gruñidos de excitación.
Me lanza y apoya más, para desvestirme con ambas manos y de forma feroz, la parte de arriba de mi vestido.
Casi desgarrándolo.
Y sus ojos color hielo se tornan plomizos, al notar que no llevo sujetador.
Provocando, que hasta nos dificulte la respiración.
A mí.
Por sentirme tan deseada y todo él dentro mío.
Y a Constantine.
Por la sorpresa y vista de mis pechos expuestos con la dureza de mis pezones, propia de la excitación.
Amasa y juega con ellos, para luego alimentarse de uno.
Succiona.
Lo muerde.
Y los lame como si se le fuera la vida en ello, mientras ahoga mi fuerte jadeo con su mano, cuando siento el calor de sus labios mojados amamantándose de ellos y una fuerza oscura de placer y muy poderosa ahora, flota en el aire adueñándose de ambos.
Y de nuestra piel.
Y con ello, nuestras bocas se buscan con desespero, soltándolo y pegándose más conmigo.
Una pasión y guerra, contra nosotros mismos.
Mientras se empuja más dentro y fuera, entrelazando nuestras lenguas.
Más y más duro.
Más rápido.
Y con toda su longitud, latiendo en mi interior tan profundo y fuerte, que apenas podía sostener mis piernas.
- 'Ant li, 'ana faqat ...(Eres mía, solo mía). - Murmura inclinándose jadeante a mi oído y flexionando más sus caderas, para profundizarse más en mi interior.
Me suelta el cabello para atraerme y poder apretarme más contra él, rodeándome con sus brazos.
- Me voy a correr... - Advirtió. - ...y quiero que lo hagas conmigo, mi Argema Mittrei... - Me ordena, dejando caer los labios sobre los míos.
Y fue suficiente.
Para que mi cuerpo obedezca su orden y mi mundo, se incline a su eje liberando mi orgasmo con el grito de ambos, sofocado por nuestro beso en su última penetrada, mientras se viene dentro de mí.
Juntos.
Consumidos.
Siempre unidos, latiendo como si fuéramos uno y jadeantes como agitados con nuestros pechos pegados.
Se gira y bajando la tapa del inodoro de un movimiento, toma asiento conmigo encima intentando no tocarlo, mientras con una seña con su índice en sus labios hinchados por tantos besos míos, me dice que guarde silencio mientras desata mis muñecas y guarda la cinta en uno de los bolsillos de su saco.
Y muerdo mi labio, mientras me dejo masajear como ser besadas por él mismo, mis muñecas donde una leve marca de un suave rosa, indica la zona que fueron prisioneras.
Pero, es imposible retenerlo.
Rompo en risa, por esa actitud algo adolescente de preocupación que ahora lo invade, porque no seamos escuchados.
¿En serio?
¿Después de semejante polvo, que nos echamos de forma descontrolada?
Y mi corazón se quiebra.
Pero de puro amor.
Cuando a mi risa, la acompaña la de él.
Y yo, me muero de ternura.
Porque y otra vez es la juvenil.
La despreocupada y la que cela, porque acusa.
Que pese a todas sus mierdas y elección de vida que eligió.
Un sencillo pescador.
Un guerrero.
Y hasta la de un asesino.
Solo es, un simple muchacho de 24 años mientras besa mi frente sudada y haciendo a un lado con cariño, mechones de mi pelo ahora despeinado y transpirado.
Lejos ya de lo que fue ese recogido elegante, para atraerme más contra él y abrazarme con esa forma suya algo bruta y torpe.
Porque Constantine no tiene idea como demostrar amor.
Y que, sin embargo yo.
No lo cambiaría por nada del mundo.
Baja su mirada a nuestra unión, sacando su pañuelo del bolsillo de su pantalón a medio bajar.
Y como en el campanario, limpia mi muslos húmedos por el propio resultado líquido de nuestros orgasmos y repitiendo si dejar de mirarme a través de sus negras pestañas, la acción de empujar deslizando su erección fuera de mí, en meter con dos de su dedos, pero con suavidad, la eyaculación que escapa entre mis piernas a mi interior otra vez, robándome un suspiro por sentirlo y por esa dulce como prehistórica, acción posesiva.
- 'Uriduk 'ann yakhudhani...(Quiero que me lleves). - Me da un suave beso, bajo nuestra obligada respiración de ambos, procurando regularizarla post sexo. - ...anzim dayima, ya farasha...(siempre encima, mi mariposa). - Murmura, ayudando a ponerme de pie cuando finaliza como acomodar mi vestido para luego su pantalón.
Intenta ordenar su pelo con ambas manos y su máscara al igual que yo.
Pero se vuelve a mí, para acunar mi rostro.
- Amely... - Me pide. - ...necesito, que vuelvas a nuestro hotel... - Me ordena bajito y con su mirada totalmente en la mía.
Sacudo mi cabeza.
- ...no te voy a dejar... - Me niego. - ...por favor, no me lo pidas Constantine... - Ruego triste y lo abrazo.
Siento que sus ojos se cierran por un segundo, sin dejar de acariciar mis mejillas con sus pulgares inmóvil.
Para luego abrirlos, decidido y obligarme a que lo mire elevando mi barbilla, mientras mira la hora de su elegante reloj pulsera.
- La venta de los pétalos rosas, debe estar por llevarse a cabo... - Vuelve sus ojos a mí. - ...necesito encontrar el lugar en todo este gigante y jodido hotel mariposa... - Niega. - ...y saberme tranquilo, de que tú estás cuidada en el hotel por 'ami...
Y quiero reír.
Por dos cosas.
Porque, cree que le voy a obedecer y por la forma muy confiada como natural en que dice, que la dulce pero ancianita 'ami, cuidará de mí.
Santo Dios.
Y no es por desmerecerla.
Pero apenas si puede mi longeva y nueva mejor amiga después de Juno, subir unos simples peldaños como caminar.
Vuelvo a negar y gruñe furioso por mi capricho, girando el pestillo y amenazando salir.
Y mis ojos se nublan, mientras mis manos como puños arrugan parte del vestido que sostengo, con ambas manos.
- Si me haces volver... - Me atraganto con mis lágrimas, que lo detiene de su marcha al escucharme. - ...es porque, quiere decir que es peligroso... - Murmuro y limpiando la primera que empieza a rodar por mi mejilla con el dorso de mi mano. - ...me estas preservando, Constantine... - Mi turno de gruñir. - ...de que vea...algo feo... - Me detengo ante ese eterno miedo, que me llena de pánico por lo que pueda ocurrir y en solo pensarlo.
Y mis palabras, se pierden con mi voz.
- ...y tú, me prometiste vivir... - Le recuerdo, tomando aire como coraje para llenar mis pulmones y continuar, mientras sigue espalda a mí, sin gesticular movimiento alguno.
Dándome pie a proseguir.
- ...porque, yo te amo Constantine! - Chillo con un sollozo.
Y ese silencio en que solo escucha, continúa sobre él, por varios segundo pensativo y aún, estático sobre su lugar.
Solo el subir y bajar de sus hombros por su irregular respiración, me dice que es un ser vivo.
Porque todo él, es como una hermosa y jodida estatua viviente.
Y humedezco y muerdo mi labio inferior a la espera de su mandada a la mierda.
No me importa.
Solo quiero que de una y condenada vez, aunque lo sepa.
Noticia vieja para él.
Pero nunca se lo dije, que sepa cuanto lo amo.
Que inservible y en muchas de las cosas no ser buena para hacerlas bien.
Como dije tiempo atrás y reitero.
Pero sí, para la fotografía.
Y lo que más me importa.
Amarlo.
Y para siempre, como sobre todas las cosas...
Intento respirar hondo a su espera, limpiando mi rostro.
Cuando de golpe y tomándome por sorpresa.
Viene y en el trayecto sacándose la máscara y se estrella contra mí, tomando mi nuca con su mano con fuerza.
Para darme un beso.
Duro.
Fuerte.
Y lleno de él.
Porque cuando Constantine besa, lo hace con los labios.
Lengua.
Y dientes mordiendo estos, posesivamente.
Pero, con dulzura tosca.
- Soy tuyo, mariposa... - Exclama sobre mis labios y con sinceridad cruda. - ...tuyo desde el momento que te vi y aunque lo quise negar, luego de que me cuidaras en el Hospital... - Separa apenas nuestros rostros, para deslizar también mi máscara y que pueda ver sincero como lleno, el calor de su mirada pese a ese color gris hielo sobre su pelo negro y despeinado, cayendo sobre ellos.
- ...y que tú, eras mía... - Gruñe, confesando. - ...siempre y solo mía... - Me susurra, pero con tanta vehemencia que puedo ver como se inflan las venas de su cuello, por la sinceridad decirlo en voz alta.
CONSTANTINE
Nos pertenecíamos.
Era así.
Y esa agotadora pared construyendo contra mis jodidos sentimientos por Amely y que quise negar.
Condenadamente se desmoronó como un castillo de naipes ante una leve ventisca.
Como mi corazón, partiéndose en dos.
Cuando sus palabras como llanto sincero a su miedo afloró, por su eterno temor a volverme a perder.
Y bajo su labios, diciendo que me ama...
Me giré a ella.
Y con su mirada algo baja limpiando con ambas manos su dulce rostro, la humedad de sus lágrimas que no paraban de rodar de sus mejillas.
Yo, me descompuse de amor.
Porque Amely, era un caos.
Un completo caos con su pelo desprolijo, maquillaje algo corrido y sus ojitos rojos como hinchados de tanto llorar.
Pero, mi caos.
MÍO.
Solo mío.
Dándome cuenta que era inevitable por lo que siempre luché y nunca quise reconocer y me adiestré años perfeccionándome en ello, bajo la mirada de mi maestro para convertirme en lo que deseo y recorre entre mis venas.
Un guerrero Qurash.
Como mis antepasados y sucesor de ellos.
Y cual, no entra en juego.
El amor.
Ya que, ese jodido sentimiento.
El quinto elemento.
La mayor fuerza poderosa sobre el humano y su universo.
Que todo lo sana.
Que todo rige sobre él.
Protege.
Cuida.
Como todo lo perdona.
De él, estoy colmado.
Con solo verla y repitiendo mi corazón con cada latido y por como la llamé momentos antes, mientras me lanzo a ella para besarla.
Mi mujer...
- ...te amo Amely y siempre mía... - Le susurro con mucha vehemencia.
Y para mi asombro, me gusta escucharme decirlo en voz alta y sonrío sobre nuestro abrazo como mi mariposa.
Pero luego esta, cae desvanecida.
Cuando acunando su rostro con mis manos y antes de darle un último beso a sus labios.
Y me obligo a llenarme de ella mirándola, para poder grabar en mi cerebro sus dulces ojos, llenos de amor por mí, y como si fuera la última vez ello.
Seguido de tocar con suavidad una delicada zona de su cuello, que la hace desfallecer por mi desmayo inducido, cayendo inconsciente entre mis brazos.
- Farashat almaghfira...(Perdón mariposa). - Le susurro contra mis brazos y llevándola más contra mi pecho.
Y sorprendiéndome, que como ella momentos antes.
Mis ojos, se nublan también de lágrimas.
Porque jodidamente.
No sé si podré, cumplir mi promesa a mi mariposa.
El de no morir.
Y un bajo silbido suave que suena de mis labios enjugando mis ojos con el puño de mi camisa, aparece luego y por sobre la puerta a medio abrir despacio del baño, mi párroco amigo Pablo vestido de smoking como yo y con una máscara completa cubriendo su rostro.
Lo miro curioso a él y luego a la opción de la máscara que eligió.
- ¿Del diablo? - Digo señalándola. - ¿En serio?
Increíble.
Se encoje de hombros como respuesta, haciendo que sonría dentro de mi tristeza.
Y miro a Amely, cargándola a sus brazos con cuidado dormida.
- ¿Podrás? - Le pregunto, acariciando su mejilla por última vez.
Asiente y ríe, colgándola sobre su hombro y tipo costal.
- La haré pasar por una mujer, que se pasó de copas... - Me responde confiado y me hace sonreír triste. - ...el coche ya espera por ella y tus hombres, sobre los techos a la guarda de tu orden jefe... - La acomoda mejor sobre él.
Asiento en silencio, mientras vuelvo a ponerme mi máscara caminado hacia la puerta.
Pero me detengo sin voltear.
- ¿Cuídala, si? - Pido.
No lo veo, pero siento que asiente sobre mi espalda.
Y sin más.
Me retiro cerrando la puerta tras mí y buscando la llave de la habitación que Cabul reservó bajo otro nombre, mes atrás en el bolsillo interno de mi saco.
Donde me aguarda.
Mi traje...
Me encamino evadiendo a cada invitado que cruzo en dirección a los dos únicos ascensores del salón de esta plaza hotel.
Y agradezco a mi jodida suerte, antes de ser visto por alguien y que pueda conocerme, cuando el primero se abre automáticamente a mi llegada vacío.
Entro a este, acomodando mejor tanto mi saco como máscara en mi rostro, cuando sus puertas se comienzan a cerrarse, bajo el silbido de un hombre con pasos apurados y viniendo al mío, para que lo detenga.
Aprieto el botón con el número de mi piso, haciendo caso omiso a su llamado.
Lo lamento.
Pero estoy apurado.
CALDEO
Después de estrechar tantas manos como me fue posible.
Tanto de embajadores, primer ministros, comerciantes acaudalados con sus respectivas mujeres y confraternizar bajo promesas con futuras negociaciones de su país hermano con el mío.
Chequeando la hora desde mi reloj y escabullirme bajo un pretexto, me encamino entre el público presente y mirando como a la distancia y ante un gesto mío de mi barbilla a Cabul.
Cual, se pierde entre la multitud obedeciendo.
Para dar comienzo, al plan en marcha contra los Escarlatas.
Porque, todo está por comenzar en algún lado de todo este jodido hotel, bajo la fachada de la elegante fiesta del Cónsul.
Y acelero mis pasos a los ascensores de este, para dirigirme a la suite presidencial que Cabul reservó para mí, con antelación y gruño apurando mi caminata, haciendo un leve silbido como seña a un hombre que ingresa al primer ascensor.
Pero que sin oírme deja cerrar sus puertas automáticas de estas, mientras acomoda mejor el saco de su smoking como máscara de su rostro.
Mierda.
- Jodido sordo...- Lo maldigo, dirigiéndome al segundo ascensor.
Pero la suerte me acompaña, porque estas se abren sobre mi llamado.
Y no puedo disimular mi sonrisa, acomodando mejor la máscara que llevo puesta mientras aprieto el comando con el número de mi piso.
A mi suite.
Donde me espera.
Mi traje...
Y sonrío ante la expectativa llevando mi mano a mi pecho.
Porque, otra vez esa sensación extraña me colma.
Difícil de explicar.
Pero me embarga como la vez que Constantine visitó mi país de adopción para buscarme y lo sentí cerca.
Y es, porque dicha sensación.
Me dice.
Me promete.
Que estoy cerca del traje de mi hermano.
Y como tal.
Que me voy a encontrar.
Y mi cuerpo como sentidos por ello, se llenan con sed de venganza.
Con el ladrón del traje de Constantine.
Esta misma noche...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top