Bonitos obsequios.

Capítulo 6

Bonitos obsequios.

Decir que la noticia se esparció como pólvora sería una exageración, pero para Lucian era bastante cierto, de alguna manera Leonel, Sam, Amelie, e incluso Trevor lo sabían, ellos sabían que no debían sorprenderse si próximamente veían a Noah y Lucian juntos. Lucian estaba bastante, muy, seguro de que Lucas tenía algo que ver ello. Aunque la noche anterior Samuel le dijo por teléfono que él ya lo sabía, pero que Noah le había pedido ser discreto, hasta que hablara con él.

Lucian estaba un poco molesto o, mejor dicho, inseguro con ello, dudaba sentirse a gusto siendo observado por todos. ¿Por qué no podía comportarse de manera casual como lo hacían Sam y Leo con su relación? O, por el contrario, ¿por qué no podía ser desvergonzado como lo era Lucas con su pareja en turno? Con ese pensamiento en mente y algunos recuerdos, abrió la puerta de la tienda esa mañana.

Los ojos brillantes de Noah habían sido preciosos cuando le dio la respuesta: había dicho que sí, que sí estaba de acuerdo en salir con él, conocerse y, por qué no, que hubiera la posibilidad de que en un futuro fueran algo más.

<<Verás que seré el mejor prospecto que puedas imaginar>>, había exclamado Noah muy sonriente la noche anterior, pues se habían reunido para hablar de ello, incluso el beta propuso un brindis para celebrar.

Lucian entró a la tienda y comprobó el área, los aparatos y las ventanas, seguramente Samuel no tardaría en llegar; y no se equivocó, porque cinco minutos después, la camioneta de Sam estaba ya aparcada en la acera de enfrente, se estaba haciendo costumbre que llevase a Leonel a la clínica, donde este había comenzado a desempeñarse como asistente en área de recepción.

Samuel le saludó como normalmente lo hacía y fue a su área de trabajo, revisando la agenda por si existía alguna cita pronto y vio que así era, una chica llegaría en menos de una hora para que terminase un tatuaje en su espalda, el dibujo era de un gran dragón chino.

Lucian vio que todo era normal, Sam no había hecho ninguna pregunta sobre Noah, Lucas no le había llamado para soltar alguna indiscreción, todo estaba bien, todo transcurrió bien: la clienta llegó, Sam le atendió y terminó el trabajo, llegaron unas personas más y Lucian las despachó, todo estaba maravillosamente bien, hasta que, cerca del mediodía un empleado del servicio de entregas de una empresa privada llegó buscando a Lucian Evans.

—Sí, soy yo— dijo algo dubitativo, tratando de recordar si había realizado un pedido a sus proveedores y si alguno pudiera estar retrasado; el chico de los envíos salió de la tienda para busca en su auto el paquete y luego volvió a entrar, sosteniendo una rosa roja en una mano y una caja dorada pequeña en la otra.

—Es para usted— dijo el joven.

La mente de Lucian quedó en blanco.

El muchacho le miró interrogante, ofreciéndole otra vez ambos objetos para que los tomase, pero al ver que su socio no se movía, Sam salió a su rescate, sostuvo la rosa y la caja.

—Necesitaré que firme aquí el recibo— dijo el empleado del servicio de envíos y le ofreció un artefacto que llevaba colgado en el cinturón, parecía un teléfono celular con muchos menos botones, la pantalla tenía el nombre de Lucian bajo una línea, debía firmar en ella con ese pequeño lápiz plástico.

El leve golpe de Sam en su hombro le hizo parpadear y firmar.

—Muchas gracias—, dijo el joven, se despidió y se marchó.

Samuel le tendió los objetos a Lucian, quien con lentitud los tomó y los miró, eso le dio tiempo a Sam de ir a la bodega por algún recipiente para colocar la rosa.

—Ha sido Noah, ¿verdad?— dijo Lucian cuando su amigo le quitó la rosa de la mano y la colocó en el agua.

—Supongo que sí, ¿quién más, sino?

—Él suele...— tragó saliva, —¿Él suele hacer esto?

Samuel se encogió de hombros, —no lo sé, pero, ¿no tienes curiosidad?— señaló con la mirada la caja dorada, porque Sam sí que la tenía.

Lucian abrió la caja, sabiendo que Sam estaba observando sobre su hombro, y se sorprendió muchísimo al ver el costoso reloj que allí estaba. Esa cosa debía valer mucho, su precio probablemente podría alcanzar para cubrir cinco o seis meses de la renta del local de su negocio.

Samuel soltó un silbido de asombro y se alejó después de haber admirado el regalo.

—Noah está loco— dijo Lucian.

—Loco por ti— aclaró Sam, —mira que regalarte uno de esos tras su primera cita es...— y se calló cuando vio la rosa solitaria, si Noah había gastado una fortuna en ese reloj, ¿por qué había enviado solo una rosa?

Pero Sam también sabía que el joven magnate era demasiado detallista, romántico y pocas veces hacía las cosas sin sentido; Samuel caminó hasta el computador y buscó rápido en la web: "significado de los ramos de rosas". Lucian le miró intrigado y le siguió, asombrándose cuando vio el texto:

<<Regalar una rosa cuando recién se han conocido manifiesta amor a primera vista.>>

—Sí, Noah está completamente loco— concordó Samuel; Lucian frunció el ceño, ahora eso no se escuchaba tan bien como cuando él lo dijo.

Iba a rebatir aquello, pensó en algo así como: solo yo puedo decirlo, pero su teléfono móvil sonó, Lucian lo tomó de la mesilla donde lo dejaba siempre y vio el nombre brillante de Noah.

Gracias al cielo unos clientes entraron y Sam se acercó a ellos a atender, aunque estaba seguro de que su amigo sabría ser discreto y comportarse ante la llamada, aun así, Lucian fue hacia la bodega.

—¿Te han gustado los obsequios?— exclamó Noah con evidente entusiasmo, sin un saludo previo, simplemente con mucho ánimo.

—Eeh, sí. Son lindos—, ¿cómo decirle que no necesitaba un costosísimo reloj sin herirle? Probablemente estaba haciendo un drama por nada. A pesar de ser un alfa, Lucian solía encerrarse en sí mismo y ser demasiado complaciente, y Leo le había dicho una vez que debería decir lo que pensaba y sentía, él no tenía por qué aceptar cosas, comentarios o situaciones si no estaba cómodo.

—¿Verdad que sí? Solo existen diez relojes como ese en el mundo, tres de ellos pertenecen a estrellas de rock, otro es...—, Noah cortó su monólogo y Lucian escuchó al otro lado de la línea que una puerta fue abierta con violencia, si Noah estaba en una oficina, alguien había entrado de repente.

—¿No pueden tocar antes? Estoy ocupado— el tono molesto del beta fue evidente para Lucian, al igual que los comentarios de unos sujetos desconocidos, las voces eran amortiguadas, pero él alcanzó a distinguirlas.

—¿Usted aprobó esto?

Lucian escuchó el sonido característico del auricular al ser cambiado de mano y algo que probablemente serían papeles.

—Sí— respondió Noah casi de inmediato.

—¿Leyó las condiciones al reverso?— indagó un segundo desconocido.

—Lo hice.

—¡¿Todas?!— insistió el hombre, Lucian contuvo un gruñido ante el casi grito del sujeto.

—Claro.

—¡Pues aparentemente no, porque de lo contrario-!

—Esperen un momento— Noah cortó lo que iba a ser un reclamo y Lucian volvió a escuchar el sonido del aparato al ser cambiado de mano, luego la voz del beta fue suave, dirigiéndose a él, —¿podemos reunirnos en una hora? Tengo que atender algo en este momento, pasaré por ti a la tienda, ¿está bien?

—Sí, por supuesto, te espero.

Había sido una llamada extraña, pero también sabía que los asuntos que Noah trataba no eran cualquier cosa, admitió que el guapo chico de ojos verdes era impresionante y digno de admiración, pues él mismo se había tardado, junto con Sam, en poner en orden y lograr mantener la tienda, con todos los permisos, pagos y documentación que implicaba. Era inimaginable lo que Noah tendría qué hacer para mantener la monstruosa empresa funcionando.

Más pronto de lo que pensó, llegó la hora acordada, pues todo ese tiempo estuvo pensando en cómo decirle a Noah sobre el reloj que evidentemente le devolvería, para que al final decidiera usar solo unas cuantas palabras.

El flamante Maserati deportivo color rojo aparcó en la acera de enfrente, instantes después Noah entró a la tienda y Lucian no pudo describirlo sino con una palabra: Arrebatador. En una ocasión anterior Noah había vestido una camisa azul, pero el tono de esta hacía resaltar el verde de sus ojos y los jeans negros le daban un toque rebelde. La bonita sonrisa de Noah resplandeció al quitarse los lentes de sol y observar a Lucian; después, los orbes aceituna notaron la rosa sobre el mostrador y ese brillo en sus pupilas cambió a uno de reconocimiento.

—Me alegra que te haya gustado— dijo al acercarse.

Lucian abrió la boca, pero no pudo decir palabra porque Sam salió de la bodega y saludó.

—Ey, Noah, no te escuché llegar.

Lucian se sorprendió cuando se percató de que por primera vez le molestó la oportuna intervención de su amigo.

—Acabo de hacerlo— respondió Noah, —vine por Lucian.

—Oh, ya veo— rodeó el mostrador, apresurándose a la salida y miró a su socio, —me tengo que ir, quedé con Leo.

—Sí, ve, yo me encargo— dijo Lucian sabiendo que se refería al cierre de la tienda, y también esperando que en privado fuera más sencillo decirle a Noah sobre el obsequio; rodeó el mostrador y cuando Sam se hubo despedido y marchado puso el pestillo a la puerta y colocó el letrero de "cerrado", era la hora de la comida y con esas medidas evitaría ser interrumpido.

Caminó de regreso, quedando frente a Noah, del mismo lado del mostrador.

El beta, sonriente, continuó con su cantaleta sobre los obsequios, esa que no había podido concluir al teléfono antes.

—Estaba de viaje con mi padre y cuando vi el reloj en el aparador de esa tienda supe que sería perfecto para ti.

—Noah, yo— Lucian se pasó la mano por el cabello, —en verdad te lo agradezco, es bonito, sí, pero no creo que pueda usarlo.

—¿Por qué?— la mirada del beta fue de completa sorpresa.

Lucian regresó tras el mostrador y sacó la caja que guardaba en el último gabinete, de esa manera usó unos segundos para tomar algo de aire.

—Es que, bueno, el reloj es...— deslizó la caja hacia Noah.

—¿No te gustó el color? Pensé que en negro se vería más elegante, pero si lo prefieres en café puedo cambiarlo.

—No, no; no es eso— se relamió los labios, —en color negro es muy bonito, pero es demasiado, no puedo aceptarlo y lo siento, de verdad; me temo que tendré que devolvértelo.

Las pestañas espesas de Noah se batieron tal vez unas cinco veces, antes de que apretara los labios y luego dijera, —entiendo.

¿Lo hacía? Lucian pensó que insistiría un poco más, que daría un poco más de batalla; pero también se sintió satisfecho al haberse hecho escuchar.

Noah sonrió y el alfa pudo notar por un breve instante un ligero atisbo de congoja en ella antes de que hablase; —al menos la rosa si la aceptarás, ¿verdad?

—Sí— le sonrió, —es preciosa, gracias.

La sonrisa de Noah creció un poco más.

Lucian le correspondió el gesto y dijo, —iré por mi móvil y las llaves— dio media vuelta y se internó en la sala que era suya, esa donde atendía a sus clientes.

En la privacidad de la habitación, se apoyó en su mesa de trabajo y cerró los ojos, tomándose casi un minuto para pensar y convencerse de que las cosas no habían salido tan mal, no era la primera ni última vez que alguien rechazaba un regalo, ¿cierto? Noah había comprendido y las cosas estaban bien entre ellos.

Respiró hondo, tomó sus pertenecías, las colocó dentro de los bolsillos de sus jeans y se dispuso a salir; pero no contó con que se encontraría ante una escena que le contrajo el corazón.

Los codos de Noah estaban apoyados en el mostrador, sus antebrazos elevados y el rostro enterrado en sus manos; no estaría llorando, ¿o sí?

Lucian se acercó y preguntó algo preocupado, —¿qué sucede?

Noah pareció dar un ligero respingo y descubrió su rostro. —No, nada.

El otro definitivamente no se convenció, entrecerró los ojos y se acercó un poco más, —¿seguro?

Noah se relamió los labios, Liam le había dicho una vez que era un mentiroso muy malo, así que probablemente no iba a engañar a Lucian, maldijo el haber sido descubierto con la guardia baja y decidió hablar de ello de manera superficial, definitivamente no había sido un buen día.

—Digamos que hoy me levanté del lado incorrecto de la cama— apoyando las manos en el mostrador, juntas, retorciéndose los dedos, agregó: —primero el problema con los abogados y ahora esto, definitivamente estoy haciendo las cosas muy mal.

—¿Qq-qué abogados?— la breve charla que Lucian escuchó antes al teléfono tuvo algo de sentido.

No hubo respuesta, pero era claro que había frustración en la pose encorvada del beta y la renuente mirada.

Lucian tomó con suavidad las manos de Noah, haciendo que dejase de moverlas y de hacerse daño en los dedos, —¿es muy grave?, ¿no tiene solución?

Las cejas curvadas hacia arriba, denotando la preocupación de Lucian por él, mientras sus grandes y fuertes manos le sostenían, hicieron que el corazón de Noah pareciera aletear, ¿esas eran las famosas mariposas?

—No es grave— contestó por fin, —sé que ellos podrán enmendar el error que cometí, aunque me seguirán echando en cara lo inútil que soy.

La mueca que hizo el alfa evidenció la molestia que esas palabras le causaron.

—Pero está bien— Noah se encogió de hombros, —creo que eso me enseñará a que debo prestar más atención, no debo ser tan impulsivo al decidir las cosas.

Lucian no supo si se estaba refiriendo al asunto de los abogados, a su selección del obsequio o a ambos. ¿Sería muy tarde para aceptar de nuevo el reloj? Aunque no iba a usarlo de todas maneras, entonces eso sí sería descortés, porque Noah no era tonto y seguramente se daría cuenta de ello.

El beta se alejó, haciendo que Lucian le soltara, —¿y si mejor nos vamos a comer? Muero de hambre— dijo, esforzándose por sonar más animado. El otro extrañó de inmediato el contacto con la clara piel de Noah, al mismo tiempo que deseó animarle de verdad, deseó que esa sonrisa fuera genuina; y entonces tuvo una idea.

—Te llevaré a un lugar que sé que te gustará.

—¿Me llevarás?— la sorpresa en Noah no se hizo esperar.

—Así es— caminó hacia la salida, —traigo un casco extra.

Noah pensó haber escuchado mal, la única vez que subió a una motocicleta fue en su iniciada adolescencia, cuando Liam lo hizo también, pero solo había aprendido a conducirla para seguir de cerca a su hermano mayor; aunque cuando a Liam se le "fueron las ganas" de hacer ese tipo de locuras, "coincidentemente" a él también.

No, en definitiva, no había escuchado mal, cuando salieron de la tienda, Lucian le guio hasta su motocicleta, la cual montó antes de ofrecerle el casco extra.

Puede que esa cosa redonda arruinase su peinado, aunque eso no importaba en lo absoluto, sino que no sabía como ponerlo, no es que fuera una gran ciencia, pero el cincho le estaba causando algo de problemas.

—¿Te ayudo?— preguntó Lucian y, sin esperar respuesta, le ajustó la correa. Noah sintió de nuevo esas mariposillas en su interior cuando los dedos del alfa rozaron su mentón, además pudo ver de cerca sus ojos, el color café claro era hermoso.

—Listo— anunció Lucian, encendió el motor y exclamó, —sube.

Noah lo hizo y por poco cae, gracias al cielo pudo disimularlo bastante bien, o eso intentó.

—Sujétate— Lucian bajó la visera de su casco y avanzó.

La cálida espalda en donde se apoyó era muy cómoda, sentía que podría quedarse allí por mucho tiempo, sin duda Noah se amoldaba excelentemente bien a ella.

Más pronto de lo que deseó llegaron a un parque, donde algunos food-trucks estaban aparcados, había una gran variedad de alimentos para escoger. Lucian aparcó en el área destinada para motocicletas y apagó el motor.

—¿Habías estado antes aquí?

Noah negó, —he pasado en auto, pero nunca me he detenido.

—¿Te gustan las patatas asadas con queso, chorizo, kétchup y mostaza?

—No he probado todo eso junto, pero no suena mal— se bajó y se quitó el casco.

—¿Qué hay de las salchichas con tocino?— insistió Lucian.

—Definitivamente es demasiada grasa, pero son deliciosas sin duda— Noah sonrió.

—Entonces el camión del Pato Feliz te gustará— exclamó Lucian y bajó de la moto, tomando el casco que Noah le ofreció para meter ambos en la pequeña caja tipo maletero que llevaba el vehículo.

—¿El Pato? ¿Qué nombre ese ese?—, Noah pensó que la gente en general no era buena para poner nombres a los establecimientos, pero dejó de juzgar aquello cuando la risa gutural de Lucian retumbó en su pecho.

—¿Y qué esperabas?— preguntó el motociclista, —no podía ser un cerdo, no sería feliz cuando allí se sirven salchichas, chorizo y tocino.

—Bueno, podría ser otra cosa, algo que no necesariamente fuera feliz.

—¿Quién querría venir a comer a un lugar donde no se es feliz?

Bien, Noah debía admitir que esta era una discusión ridícula, la más ridícula que recordaba en sus veintitantos años de vida; había negociado con abogados colmilludos, y no solo porque eran lobos; había incluso enfrentado a dos esa mañana cuando le señalaron sus errores al firmar un acuerdo que, según, no "leyó bien"; pero esto, esto era ridículo... y divertido también.

—Uno viene a comer porque tiene hambre— argumentó frunciendo el ceño, fingiendo indignación, cuando comenzaron a caminar hacia donde estaban los puestos móviles; todos los camiones compartían un área común, donde había mesas plegables cubiertas por manteles de cuadros azules y blancos, incluso las sillas estaban diseñadas para su fácil recolección y uso.

Aun había vestigios de la risa de Lucian cuando dijo, —tú nunca pierdes, ¿verdad?

—Solo si se puede probar que no tengo la razón— le sonrió un poco arrogante.

—¡Luzian!— la voz chillona de un infante hizo que Noah mirara hacia el área de juegos y sonriera al ver a un niño con los pantalones gastados de las rodillas y la playera un poco sucia, típico de un niño de su edad, corriendo hacia ellos a toda velocidad.

—¡Ey, Jimmy!— Lucian flexionó las rodillas y atrapó al niño humano para alzarlo, luego, de tan solo un movimiento, lo colocó en sus hombros. Noah no sabría cómo explicar muy bien la maniobra aplicada, pero ahora el pequeño descansaba la barbilla sobre la cabeza de Lucian, mientras que sus piernitas colgaban a los lados de la misma.

—Hoy mamá hizo patataz ezpecialez— dijo.

Noah no pudo evitar observar el rostro del niño y notó que le faltaba un diente al frente, por eso pronunciaba de manera extraña algunas palabras.

—Lo imaginé, por eso invité a un amigo— contestó, continuando su camino e instando a Noah con la mirada para que hiciera lo mismo.

El infante observó a Noah, —te van a guztar.

—Seguramente— le contestó con una sonrisa, pensando en lo mucho que le deseaba tomar una fotografía de esa escena, Lucian se veía bastante relajado y contento con el niño a cuestas.

—¡Jimmy!— la mujer cerca del camión que decía "El Pato Feliz", llamó al niño, —¡ya te dije que no molestes a Lucian!

—¡Pero mamá, hace díaz que no jugamoz!— se quejó.

—¡Bájate de allí!— ella se aproximó mirando ceñuda hacia arriba, a su hijo.

—Elsy, no me molesta— dijo Lucian tranquilo.

—Y a ti, te he dicho que no seas tan bueno y permisivo con él— la mujer negó con la cabeza y extendió los brazos hacia Lucian, pidiendo de esa manera que le entregase a su hijo, —espérate a que crezca un poco más y se dé cuenta de que puede chantajearte con su carita de ángel.

El alfa ahogó una risilla y tomó al niño para devolverlo, —eso será imposible.

—Sí, como no— ironizó ella, luego miró a Noah para decirle directamente, —me imagino que conoces a su familia, y estarás de acuerdo en que no sería una falsedad decir que mima demasiado a sus hermanos menores.

Noah comenzó a reír con ganas, sin duda la mujer iba a caerle bien.

—Mamá, bájame— el niño se contorsionó como gusano en los brazos de ella para que le soltara, consiguiendo casi en seguida su propósito.

Elsy suspiró viendo a su hijo regresar al área de juegos cercana, luego volvió su atención a aquél par.

—¿Mesa para dos?— preguntó cortés y sonriente.

—Por supuesto— dijo Lucian, —además de una orden doble de tus patatas especiales y dos salchichas con tocino.

—Bien, en cinco minutos estarán listas— prometió guiándoles hacia la mesa que estaba justo debajo de la sombra de un árbol.

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ESPACIO PARA CHARLAR: Tengo miedo, no sé por qué, pero lo tengo.

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