CAPITULO VIII
_Padre quiero ir a ver al Tribuno si cuento con su permiso.
Antonio y ella se encontraban tomando el desayuno.
-Si es tu deseo, nos iremos a media mañana.
-Gracias, me gustaría llevar palabras de consuelo a Cornelia.
Claudia sonríe esperanzada en que todo saliera de acuerdo a sus planes.
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Antonio ayuda a bajar a su hija del carruaje, e ingresan a la residencia, en el camino se topan con Cornelia que viene a darles la bienvenida.
-Mi dulce Claudia, que gusto verte, hace tanto que no venías a visitarnos.
-Lo sé, y lamento que mi visita se de en tan desfavorables circunstancias.
Ambas mujeres se abrazan afectivamente, Cornelia y Claudia siempre tuvieron una relación muy amena.
-¿Cuál es el estado de Plubio? -Pregunta Antonio con preocupación.
-Delicado, no ha habido mejoría, por el contrario hoy ya no quiso comer ni beber y la fiebre es muy elevada.
-Voy a verlo, ¿Me acompañas Claudia?
-En un momento padre, deseo conversar con Cornelia.
Las mujeres se dirigen al patio interno, toman asiento cerca de una fuente decorada con mosaicos.
-¿Cómo has estado Claudia? Desde lo de Lucio no he sabido mucho de ti.
-La pregunta tendría que hacerla yo a usted, no encuentro las palabras para expresar el dolor que me causa todo esto. No entiendo cómo ha podido sobrellevar tantas adversidades.
-A veces me quebranto, siento que las fuerzas me abandonan y no puedo continuar, pero escucho la voz de mi hijo que me dice que no me rinda. Te parecerá una locura pero mi corazón de madre me grita que él está con vida, por eso alenté a Plubio para ir a buscarlo.
-¿De verdad cree que él no esté muerto?
-Con cada latido de mi corazón. Pero presiento que no quieres hablarme de eso.
-No, yo en realidad deseo...... ¿Cómo está Plubio de salud?
-Delicado ya escuchaste cuando se lo he dicho a tu padre.
-¿Qué estaría dispuesta a hacer para que su esposo se recupere?
-Todo lo que esté a mi alcance.
-Conozco a alguien que no es médico, es un esclavo que en su pueblo fue una clase de curandero. Su conocimiento en la medicina natural es asombrosa, considero que quizás él pueda ayudar a Plubio. Si ya los doctores le desahuciaron nada se pierde con que él lo intente, ¿No lo cree usted?
-¿Confías en él Claudia?
-Con todo mi ser.
-Entonces no estaría mal que lo viera, ¿Viene contigo?
-Está afuera, lo haré pasar si usted me autoriza.
-Vamos a ver a tu esclavo curandero.
Salen en busca de Dedrick, lo encuentran cerca del carruaje al lado de Adastros.
-Dedrick, la señora ha dado su consentimiento.
-Me comentó Claudia que fuiste curandero en tu aldea.
-En realidad era mi madre pero aprendí de ella señora.
-Claudia confía en ti y yo confío en ella, por lo cual permitiré que revises a mi esposo, por favor sígueme.
Cuando llegan a la habitación Antonio se sorprende al verlas entrar en compañía de Dedrick y aún más, cuando Cornelia le hace señas al joven para que se acerque.
-¿Qué está ocurriendo? -Consulta Antonio sin entender la presencia de Dedrick en el cuarto de Plubio.
-Pregúntale a tu hija. -Contesta Cornelia, haciéndose a un lado para que Dedrick examine a Plubio.
-Después te explico padre.
Dedrick retira la sábana, chequea cuidadosamente las heridas, no le gusta la condición del Tribuno.
-Lo intentaré pero está muy mal, no prometo nada.
-¿Qué necesitas? -Inquiere Cornelia.
-Haré una lista, algunas hierbas se pueden conseguir con el yerbero, otras tendré que ir a recolectarlas.
-Hazla, y yo enviaré a un esclavo para que las compre.
Dedrick confecciona la lista y la entrega a Cornelia que inmediatamente manda a traer todo lo solicitado. Él, por su parte se retira para recolectar el resto de los ingredientes que necesitaba.
Cornelia se queda al lado de su esposo mientras que Antonio y Claudia son conducidos a la sala de estar.
-¿Y bien? estoy esperando una explicación.
-Yo tuve un pequeño accidente padre, recuerdas, me caí y raspe mi rodilla. Me encontraba sola, así que Dedrick me atendió, curó mi rodilla y me comentó sobre las habilidades curativas de su madre y que él las había aprendido, mi rodilla sanó muy bien, sé que no es el caso ahora, pero tengo fe en él, de que su medicina lo ayudará.
-Sí recuerdo que en su momento me contaste. Es arriesgado, no debiste comprometerlo.
-Él lo hace por mí, padre.
-No de eso no hay duda, el problema contigo es que tienes un don de convencimiento increíble y tu encanto atonta a los hombres, terminan haciendo tu voluntad.
-¿Es eso tan malo? -Pregunta Claudia indignada.
-No y sí, depende de las circunstancias. Lo que me molesta es que otra vez has actuado sin consultarme primero.
Un hombre joven llega, es Virgilio quién se une a ellos.
-Interrumpo. -Dice mirando a Claudia y luego a Antonio.
-No, por favor acompáñanos. -Antonio se pone de pie para darle la bienvenida, sentándose en cuanto el joven lo hace.
-¿Usted debe ser Claudia? es un honor conocerla, debo agregar que Lucio se quedó corto en detalles cuando la describió, es más bella aún de lo que esperaba.
-Muy gentil. -Expresa Claudia, un poco incómoda con el comentario.
-¿Cómo se siente hoy joven Virgilio? –Averigua Antonio.
-Mejor, gracias señor.
-"Señor", deja los formalismos, llámame Antonio. ¿Y cuánto tiempo te quedarás en casa de Plubio?
-Hasta hoy, no quiero abusar más de la hospitalidad de los Casio.
-No creo que para Cornelia sea una molestia atender al hombre que salvó a su esposo.
-Aun así, prefiero no incomodar.
-Muy considerado de tu parte. -Pronuncia Antonio complacido con el joven.
-Claudia, lamento mucho lo de Lucio, ahora pienso que nunca lo tuvieron como rehén, me temo que el centurión esté.... -Deja la frase sin terminar. -Conocí a Lucio, estuve bajo su mando por eso cuando pidieron voluntarios para su búsqueda fui uno de los primeros en ofrecerme, pero ya no me queda la menor duda que él está muerto, siempre lo estuvo.
El rostro de Claudia se ensombrece, su padre lo nota, tomándole la mano en señal de consuelo.
-Estoy bien. -Emboza una sonrisa forzada.
-Virgilio eres bienvenido a nuestro hogar cuando tengas gusto. Será un placer que nos visites.
-Acepto su cordial invitación, además será una excusa para poder ver a su hija.
Antonio nuevamente luce complacido con el comentario, lo que preocupa a Claudia, tuvo un presentimiento, pronto cumpliría los dieciocho y su padre tendría el derecho de elegir a su pretendiente. Fue como una corazonada que le gritaba que Virgilio Quinto podía aplicar como su futuro esposo. Tenía lo que Antonio buscaba, buena reputación, provenía de una familia adinerada y su padre era senador, empezaba su carrera militar pero era cuestión de tiempo antes de ser ascendido, que de seguro sucedería pronto por su acto de valor al rescatar al Tribuno.
Detalló a Virgilio, sus cabellos negros al igual que el color de sus ojos. Alto, de constitución fornida, su rostro apenas conservaba los rastros del niño que dejaba atrás y más del hombre que ya era. Una fina capa de barba recorría sus mejillas y mentón, tenía un atractivo peculiar y una sonrisa encantadora que de seguro robaría suspiros a más de una mujer romana. Pero no estaba interesada en él, y por alguna razón sintió que nunca lo estaría, si era verdad que Lucio estaba muerto, ya su corazón tenía dueño, ya había un nombre grabado en este y era "Dedrick".
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