Capítulo 24: Diego
Diego estaba leyendo un libro que había encontrado junto a los dibujos de Amanda. Se encontraba a pocos metros de la estancia y estaba sentado en la tierra seca con la espalda apoyada sobre un gran limonero. El sol se filtraba entre las ramas y producía reflejos temblorosos en las páginas amarillentas.
El tomo estaba bastante maltratado y había perdido la tapa. Después de leer unos cuantos párrafos Diego descubrió que esta ausencia no debía ser casual. No podía dejar de preguntarse por qué Amanda tenía en su poder una recopilación de textos prohibidos.
Después de ojear algunas páginas al azar, pudo confirmar que se trataba de la traducción de distintos testimonios de franceses en aras de la revolución. Ese tipo de libros que invitaban a pensar eran peligrosos y tener uno podía ser considerado motivo más que suficiente para terminar en la cárcel.
Estaba tan ensimismado en la lectura que no se dio cuenta de que su hermano y Pablo Ferreira acababan de llegar.
—¿Qué estás leyendo? —preguntó Sebastián quitándole el libro de las manos.
—¡Devuélvemelo! —pidió Diego y se puso de pie.
Pablo comenzó a leer en voz alta mirando por encima del hombro de Sebastián, quien colocó su mano libre en el pecho de Diego para evitar que recuperara el ejemplar.
—No pensé que te interesaran temas como la igualdad y la soberanía popular —comentó Pablo.
—¿Acaso planeas una revolución, Diego? —bromeó Sebastián.
—¡Claro que no! Es solo algo que encontré por ahí —añadió.
Decidió que lo mejor sería mantener a Amanda fuera de la historia. Después de todo no estaba seguro si aquel libro era suyo. Quizás solo estaba entre sus cosas por error. Tal vez alguien lo había olvidado en la iglesia y ella lo había tomado para después devolverlo.
—¿Dónde lo encontraste? —insistió su hermano.
—En la iglesia. Creo que se le cayó a alguien —atinó a responder.
—¿Entonces no te interesa el libro? —volvió a interrogar Sebastián.
—¡Por supuesto que no! Está lleno de ideas muy tontas. Lo mejor será tirarlo —aseguró con firmeza puesto que no quería que lo confundieran con un rebelde.
—En ese caso no te importará que me lo quede y lo queme más tarde, ¿verdad? —concluyó el mayor de los hermanos guardando el libro en el interior de su chaleco antes de que Diego pudiera responder.
—Haz lo que quieras —dijo el joven encogiéndose de hombros.
Decidió que no le iba a mencionar a su prima nada acerca de lo que había sucedido. Después de todo, esos no eran libros que la gente debiera leer y mucho menos siendo una mujer. Un silencio muy tenso los acompañó durante algunos segundos.
—Recibí una carta de la hermana menor de mi abuela. Pronto vendrá de visita —comentó Pablo, cambiando de tema.
Sebastián se volteó para ver a su amigo. Parecía alterado.
—No sabía que tuvieras más familia aquí en el virreinato —se limitó a comentar Diego.
—Mi tía abuela tiene una casa en la ciudad, pero hace años que no la veo —explicó el criollo.
—Quizás pueda hospedarse en La Rosa —sugirió Sebastián.
Diego lo miró extrañado. Sus palabras carecían de sentido para él. ¿Por qué la mujer preferiría hospedarse con unos desconocidos antes que con su hermana y su sobrino nieto a quienes se suponía que iba a visitar?
—Sería genial. ¿Crees que a tu padre no le moleste? —preguntó.
Diego estuvo a punto de preguntar algo al respecto, pero se detuvo al ver que Sofía se acercaba a ellos con una bandeja en las manos.
—Mi tía me pidió que les trajera un poco de pastel de limón —explicó la muchacha cuando estuvo lo suficientemente cerca como para que la escucharan.
—Gracias, tu tía es muy amable —dijo Pablo y le regaló una sonrisa.
Sofía frunció apenas los labios y le tendió la bandeja a Sebastián casi con rudeza. Las porciones cubiertas de azúcar tenían muy buen aspecto y el vapor que desprendían indicaba que el pastel acababa de salir del horno.
—Acompáñanos —pidió Pablo.
—Estoy comprometida —se apresuró a añadir Sofía.
Si bien las palabras de Sofía iban dirigidas al criollo, su filo alcanzó el corazón de Diego que se removió incómodo en su sitio.
—¿Y eso qué? —insistió Pablo.
Sofía buscó ayuda en la mirada de Sebastián.
—Huele delicioso y la tarde está estupenda. Yo en tu lugar me quedaría —sugirió el joven.
Sofía parecía indecisa, pero aceptó una porción de pastel cuando Sebastián se la alcanzó. Los muchachos también tomaron un trozo y los cuatro se sentaron debajo del árbol para comer.
—Vendrá de visita la tía abuela de Pablo. Sería lindo ofrecerle una fiesta de bienvenida. ¿Podrías organizar el evento? —le preguntó Sebastián a Sofía.
—¡Por supuesto! ¡Ya sabes que me encanta organizar fiestas! —aceptó emocionada.
—Quizás pueda hospedarse aquí mientras esté de visita... —agregó él.
—¡Qué tonterías! Lo más probable es que venga deseando pasar tiempo con su familia —dijo Sofía quitándole a Diego las palabras de la boca.
—Creo que Sofía tiene razón. Ya veremos qué hacer... —comentó Pablo.
Sebastián parecía preocupado, pero no dijo nada.
—Podríamos invitar a Antony, a los Bustamante y a los Páez. Me muero de ganas de ver a Isabel. ¿Sabías que está embarazada? —le preguntó Sofía a Pablo, olvidando por un momento que debía odiarlo lo cual molestó un poco a Diego.
—¿En serio? Yo pensé que había comido demasiado pastel de limón —bromeó Pablo, provocando que Sofía y Sebastián se rieran por lo bajo.
—Podríamos invitar también al padre Facundo y a su hermana. Estoy seguro de que a Amanda le encantará que asista su amiga —sugirió Diego fingiendo inocencia.
Notó con satisfacción que los hombros de Sofía se tensaban ante la mención de Julia Duarte. Después de todo, Pablo estaba más interesado en la pelirroja que en ella y Sofía era demasiado orgullosa como para que aquello no le molestara.
—Muy bien y también invitemos a Magdalena de Toledo y Rojas, ya saben... la amiga de Ana Bustamante —agregó Sofía y miró de reojo la reacción de Pablo.
Era un secreto gritado a voces que Pablo había deshonrado a la muchacha. Diego no entendía qué pretendía su prima al invitarla. Quizás quería una aliada para mancillar el nombre de Pablo ante la hermana del cura. Sin embargo, Sofía decía estar más que satisfecha con su noviazgo con Antony Van Ewen. La joven era un enigma muy difícil de descifrar ¿Sería posible que una parte de ella aún esperase obtener el amor de Pablo?
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