Capítulo 5

Capítulo 5

— ¿Yo no quise que funcionase? — repetí lo que dijo, con un evidente tono de incredulidad. — Estas jugando, ¿cierto?

— No. — me respondió con un sonrisa hipócrita. Ahora mismo podía lanzarme sobre él para golpearlo. Pero no, me convertí en una señorita… y él en un mastodonte que podría noquearme de un solo golpe. Bueno, un mastodonte que se veía bastante bien.

— Yo no fui la que estando en línea no hablaba.

— Te dije que si no respondía era porque estaba estudiando.

— También podía estar en el baño… — intervino Rodrigo pero solo se ganó nuestra mirada de “cállate”.

— No tardas 1 hora en escribir “hola, estoy ocupado”.

— Te expliqué qué pasó pero dijiste, y cito, que no te gustaban escuchar mis excusas baratas. Yo intenté solucionarlo, tú eras la que ponía las excusas baratas.

Me puse de pie y él hizo lo mismo unos cuantos segundos después.

— ¿Por qué pondría excusas baratas?

— Porque te da miedo tener una relación seria, no quieres tomar nada en serio.

— Esa es una tontería…

— Pues es cierto, ¿cuántas relaciones has tomado enserio?

Podía mentir y decirle que ahora mismo mi prometido debía estar preocupándose por no regresar a casa, que nos casaríamos en 2 meses y que estaba invitado a nuestra súper boda que se haría en las Cataratas del Paraíso… pero la duda y lo que tardaría en inventar una fabulosa historia me delató y le dio la respuesta que él estaba esperando.

— Eres un idiota, me alegra que tantos años no te hayan quitado lo idiota. — dije como última defensa.

— Y tú sigues siendo la misma cabeza dura que no acepta nada. — soltó él.

— Suficiente, me largo. — Ni siquiera me despedí, comenzaba a perderme en los bosques cuando Alex gritó:

— ¡Yo te traje en mi auto!

Me giré y comencé a sacudir mis piernas.

— ¡Resulta que tengo esto! — grité a todo pulmón. — Y puedo caminar.

Y sin seguir escuchando lo que se preparaba para decirme seguí con el camino. Tengo muy mala orientación así que fue un milagro que no hiciera el ridículo yéndome hacia otro lugar. Pronto llegué a la carretera y me puse a caminar en sentido contrario a donde estaba estacionado el auto de Alex.

Lo que más me importó unos minutos atrás era poder llegar a la carretera sin adentrarme más en el bosque, pero no consideré que haría una vez fuera. ¿Cómo se supone que llegaría a casa si estaba a kilómetros? Definitivamente no iba a hacer detener a un auto al dedo, si algo había aprendido con todas esas series de crímenes era que eso no se debía hacer. Así que seguí caminando, pisando duro como si aún alguien me estuviera viendo. Después de caminar un kilómetro me di cuenta que llegaría arrastrándome a casa. No podía pedirle a nadie que me recogiera porque mis amistades no tenían auto y aunque ellos pudieran venir taxi yo no tenía idea de qué dirección darles.

No quería usar el dedo para tener un rescate pero situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas. Cuando vi las primeras luces de un auto extendí mi mano, con mi pulgar en alto y el auto redujo la velocidad hasta estacionar un poco delante de donde yo estaba.

Maldije cuando reconocí el auto. Y como mi orgullo es más grande que mi dolor de pies, seguí caminando como si el auto estacionado y que pudiera salvarme de una larga caminata no estuviera allí. Caminé junto al auto de Alex y ni me molesté en mirarlo o mover un poco la cabeza. Estaba a punto de pasarlo cuando él tocó la bocina y provocó que diera un pequeño salto por lo fuerte que fue y lo mal preparada que estaba para algo así.

Escuché una carcajada que solo hizo que mi orgullo creciera y me negara a entrar a ese auto. Seguí caminando y unos segundos después el auto estaba a mi altura.

— Sube. — dijo Alex, inclinado hacia la puerta del copiloto para que le escuchara.

— No.

— Bien. — estacionó el auto a mitad de la carretera. Me encogí de hombros y seguí caminando, solo que esta vez más lentamente, girando un poco la cabeza para ver cuál sería su siguiente movimiento.

Escuché la bocina de nuevo, me giré para decirle alguna mala palabra. Pero él se adelantó antes de que siquiera pronunciara alguna.

— ¡No fui yo! — exclamó, sacando su cabeza por la ventana y me apuntó hacia atrás.

Había un auto que estaba esperando pasar. Luego llegó otro que, después de unos cuantos segundos, tocó la bocina de su auto. Los dos autos que estaban detrás de Perlita comenzaron a crear su propia melodía a base de bocinas que quitaban la poca paciencia que tenía en ese momento.

— No me voy a mover. — gritó Alex por encima de las bocinas. — Entra al auto y las cosas cambiaran.

Suspiré de frustración y caminé hasta Perlita pero en vez de sentarme en el asiento del copiloto me senté en la parte trasera. Él ahogó una carcajada y volvió a encender el auto. Me crucé de brazos y puse mi mejor cara de pocos amigos. Alex movió el retrovisor para poder verme. Noté como sus ojos se rasgaban a causa de la sonrisa que debía haber adquirido por mi actitud. Puse los ojos en blanco y me moví hacia el otro extremo del auto, él no podría mover el retrovisor hasta allí así que no vería las muecas que estaba haciendo.

Creo que después de tantos años no era la señorita madura que me había propuesto.

— Lamento eso… — comenzó él.

— ¿Qué? ¿Llamarme cabeza dura o culparme porque no funcionó? — interrumpí. Hizo una maniobra rápida con el volante que provocó que casi me chocara contra la ventana derecha. Estacionó a un lado de la carretera, bajó del auto, cerrando su puerta de golpe y abrió la puerta izquierda que daba lugar a los asientos traseros, donde estaba yo. Cerró la puerta y me miró.

— Bien, es hora de que aclaremos todo.

— No estarás hablando enserio, ¿o sí?

— Muy enserio. Si tienes algo que decirme al respecto estoy dispuesto a escucharlo todo sin interrumpirte.

— Debías dejarme practicar un discurso, por lo menos. — me quejé pero estaba armando un discurso en mi cabeza, pensando con qué comenzar. Pero lo único que se me ocurría era que habían pasado 6 años, que no tenía por qué reclamarle algo ahora. En ese entonces ambos teníamos entre 17 y 18 años, estábamos preparándonos para la universidad y al menos uno de los 2 era el inmaduro y me gustaba pensar que no era yo. Aunque seguro había varias flechas con colores fosforescentes apuntándome y con grandes letreros que decían “Inmadura aquí”. Así que decidí mostrarme madura, bueno, lo intenté. — Han pasado 6 años, ya no importa.

— ¿Enserio? ¿Has hecho todo ese drama porque “ya no importa”?

Mi intento de ser madura se arruinó gracias a su lógica. Me mordí el labio inferior.

— Estoy intentando ser madura, podrías ayudarme un poco. — respondí, apoyando mi cabeza contra el respaldar el asiento del copiloto para ocultar mi expresión de vergüenza.

— Vamos, Jay, solías meter la pata y defender esa metida para no parecer la que se equivocó, ¿no lo harás ahora?

— No empieces…

— Te mordiste el labio, estás conteniendo las cosas que pensabas decirme. Y si no me lo vas a decir tú, lo haré yo. — Hizo una pausa como de 10 segundo, seguramente esperando que le interrumpiera pero no iba a interrumpir en ese momento, seguramente diría algo que me impulsaría a interrumpir más adelante así que pensaba ahorrar saliva hasta entonces. Al notar que no diría nada él siguió. —  No estaba intentando evitarte, no quería dejar de hablarte, ¿cómo podría hacerlo si estaba más que acostumbrado a escuchar tu voz antes de dormir? Es solo que no podía llamarte, terminaba mis deberes muy tarde y asumía que ya estarías durmiendo, o simplemente me quedaba dormido antes de llamarte.  

<< Y cuando quería hablarte estabas enojada así que, si algo aprendí de nuestros años de amistad era que debía dejarte sola, terminaba la conversación rápido. Luego tú me borraste de todo, me bloqueaste y no me diste chance de intentar arreglar nada. Y te consta que llamé varias veces, siempre me colgabas. Lo siento, pero no se me ocurría otra forma, no podía hacer nada desde allá. Yo iba a hacer algo para que funcionase, tú no me dejaste hacerlo. >>

Sentía un gran nudo en mi garganta, como si me hubiera tragado una bola de pelo y no pudiera regurgitarla… y sé que se debía a que él estaba en lo correcto, en la mayor parte. Porque había sido yo quien colgaba el teléfono, o dejaba haciéndolo sonar cuando veía el nombre de Alex. También fui la que le bloqueó de todas las redes sociales posibles y lo eliminó si se podía… Y una hora después me arrepentí pero me daba vergüenza volver a enviarle la solicitud porque admitiría mi reacción impulsiva a causa del enojo. Así que la lección del día que hice todo eso fue: “No actúes impulsivamente cuando estás enojada”. Y digamos que no la aprendí bien.

— Lo siento. — murmuré.

— ¿Qué? — preguntó él en un tono más elevado del que solía usar. Sabía que me escuchó la primera vez pero su ego lo impulsaba a preguntar qué para que yo lo repitiera.

— ¡Lo siento! — exclamé. — Es mi culpa, lo siento. Y no lo digo porque sea eso lo que quieres escuchar, lo digo porque de verdad lo siento. Si se arruinó todo entre nosotros fue por mi culpa… y culpa de la universidad. ¿Entiendes por qué tengo un cierto resentimiento con la universidad?

Él solo me sonrió y eso me hizo sentir incómoda porque estaba esperando que me dijera algo como “no te culpes, Jay” “No estoy molesto.”

— Debo admitir que me daba miedo que tú encontraras una chica allá y yo estando aquí… ya sabes. Así que creí que lo mejor sería cortarlo yo para que mi reputación quedara bien.

— ¿Yo encontraría una chica allá estando en una relación contigo?

— No estabas literalmente conmigo, muchos kilómetros de distancia, una cosa lleva a la otra… Además mírate, todo tú puede atraer a cualquier chica. Siempre ha sido así.

— Wau, gracias. — respondió él con la sonrisa que solía usar cuando coqueteaba. Era un poquito distinta a la que siempre tenía y lo descubrí estando presente en todas sus conquistas cuando estábamos en secundaria. Creo que solía pasar tanto tiempo con él que conocía esos detalles que una persona suele pasar por alto de las otras.

— Hablo enserio, Alex. Siempre has tenido la chica que querías.

— Creí que eso era por mi gran personalidad y no solo por lo guapo que soy.

— Sí, eso también tiene algo que ver.

Quedamos en silencio por al menos 1 minuto.

— Ya Jay, han pasado 6 años, la verdad es que ya no importa qué haya pasado o que por qué pasó. Simplemente todo pasó y ya. — Y tras decir aquello regresó a su lugar detrás del volante y volvió a encender el auto.

¿Eso significaba que estábamos bien? ¿En qué quedábamos? Dios, ¿por qué los hombres son las complicados?  ¿Somos amigos o simples conocidos?

— Alex… — hablé después de un largo silencio. El soltó un sonido para indicarme que me escuchaba. — No me odias, ¿verdad?

Noté que me miró por el retrovisor.

— Te lo pondré así… si después de todo esto tendría la oportunidad de regresar al pasado a cuando teníamos 17 años volvería a hacer el musical en el centro comercial.

— Y yo volvería a decir sí.

— ¿Por mi físico o también por mi personalidad? — bromeó él mirando un instante el retrovisor y haciendo que mis ojos y el reflejo de los suyos se encontraran.

— Por tu físico, obviamente. — respondí descaradamente.

Pero era cierto que también el físico hace mucho. PERO NO TODO. Puede que la persona sea miss o mister universo, pero si su personalidad es del asco lo que te dan ganas de hacer es salir corriendo, cambiar toda información que esa persona pudiera usar para encontrarte… en fin. No soy de las personas que dice que lo que le gusta de una persona es su personalidad… soy de las que aceptan que se fija en el físico pero recién acepta a la persona por su personalidad.

Y si hablé con Alex cuando teníamos 12 años era porque el niño apuesto me rescató del encierro en un baño.

— Pues supongo que tendré que trabajar en conquistarte con mi personalidad.

— Te llevará tiempo. — advertí.

— Estoy dispuesto a emplear todo mi tiempo libre en eso.

Sonreí.

Quería volver a tener a Alex en mi vida, quería que todo entre nosotros estuviera bien y que todo fuera como si ese tiempo separados nunca hubiera pasado.

Y teníamos que ponernos al día, teníamos 6 años de retraso.

— ¿Cuándo empezamos? — me preguntó cuando llegamos a mi departamento. Yo ya estaba fuera del auto, inclinada contra la ventana para poder mirarlo.

— Cuando tú quieras…

Me despedí y entré en el edificio. Aunque estaba cansada y me dolían las piernas no iba a usar el ascensor. Subí hasta mi piso, entré en mi departamento y cerré la puerta con cuidado.

Encendí la luz y vi a Mike besando a una chica en el sillón de la pequeña sala. Besar era poco, me preocupaba que se comiera el rostro de la chica.

— Usa condón. — aconsejé mientras me iba a mi habitación.

Me puse mi pijama, saqué un paquete de galletas Oreo que tenía guardada en mi habitación para situaciones así, en las que era incómodo ir a la cocina.

Me tendí en mi cama y después de un bostezo sonó mi celular. Era un número que no conocía. ¿Quién llamaba a esta hora?

— ¿Hola? — contesté sin ganas.

— Estaba pensando en por qué Lupin no entra entre las opciones para hacerlo guardián de los Potter. — Era Alex. Cuando me llamaba antes de dormir no saludaba, directamente daba el tema del que hablaríamos. No pude evitar sonreír y no por el tema que había planteado sino por el hecho de escuchar su voz antes de dormir, como en los viejos tiempos. — ¿Por qué solo consideraron a Pettigrew y Sirius?

— Porque Lupin estuvo separado de los merodeadores cuando salieron de Hogwarts. —respondí, feliz de hablar de Harry Potter. — En la foto de la primera orden, Lupin está como a 6 personas de James y Lily. ¿Qué separa a unos amigos como los merodeadores?

— Y Lupin dice que no ha sido amigo de Sirius desde hace 12 años. — comentó Alex.

Seguimos hablando sobre nuestras teorías hasta que el escuchó mi bostezo y dijo que estaba cansado y que debía dormir para estar despierto en el trabajo.

— Buenas noches, Jay.

— Buenas noches, Alex. 

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Espero que les haya gustado el capítulo, gracias por leer y tomarse el tiempo para votar y comentar. Enserio, sus comentarios me impulsan a seguir escribiendo y tenerles los capítulos listos y rápidos. ¿Quieren capítulo narrado por Alex? 

Hakuna Matata

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