EXTRA - Seungchuchu
Capítulo extra - NO afecta a la trama en caso de no ser leído. Transcurre durante las horas que Yuuri llegaba a Salem durante el Capítulo 29.
Advertencias: contiene menciones de sangre, asesinatos y escenas algo subidas de tono. Leer bajo su propio riesgo.
Lo único que podía sentir era la sangre.
En su nariz, en su boca, en su piel, en cada rincón de la habitación. El olor y sabor a cobre se sentía insoportable.
No le tomó demasiados segundos descubrir que era porque la sangre estaba por todos lados. Se estaba hundiendo, ahogando en ella.
Una piscina de sangre. Sangre real.
La bilis le subió por la garganta, amenazando con devolver lo que sea que el Seung-Gil de allí hubiese comido.
Nunca había tenido demasiado asco de la sangre. Seung-Gil era un asesino por excelencia, su pulso jamás temblaba cuando el filo de su puñal se incrustaba en la carne ajena.
Pero tanta, tanta sangre...
Un flashback de hacía cinco años lo invadió. Apenas había cumplido dieciocho años cuando su madre lo llevó consigo por primera vez a través del multiverso.
Todo se veía mágico y onírico ante sus juveniles ojos. Estaban visitando una antigua Corea, llena de templos y de gente vistiendo coloridos trajes, contando viejas historias de dioses que salvarían la península. Le encantaba. Y lo mejor de todo era que podía disfrutar del momento junto a su madre, la persona que más amaba.
Pero las cosas no siempre salen como uno se las espera.
Fue veloz. Impredecible. Insalvable. Y así como su madre fue atravesada en el estómago con una vieja espada también sintió que su propio corazón era ensartado por un arma invisible.
La sangre salía a borbotones. Mucha más de la que Seung-Gil había visto nunca y en pocos minutos su madre yacía muerta, a sus pies, en un charco de líquido carmesí.
Primero vino el shock. Después el dolor. Y por último, la ira.
Tuvo que regresar sólo a La Tríada, solo para empezar a sospechar de todos ellos. Después de todo, habían sido ellos quienes enviaron a Sun-Jia con su hijo de misión en aquel universo. Era tan perverso si lo imaginaba, que habían ideado todo un plan para que ella muriera en los brazos de su propio hijo adolescente. Un hijo que apenas empezaba a dar sus primeros pasos en el multiverso.
Pero ese hijo había empezado a dar pasos agigantados. Se volvió letal y sigiloso, desde las sombras creando su propio plan para ver la caída de todos los que le habían arrancado el corazón.
Y la caída llegaría pronto, pronto, pronto.
Se había asustado entonces, cuando Phichit Chulanont le tiró sutilmente la idea de su misión. Por un segundo creyó que era otro truco de La Tríada y que ahora se encargarían de borrarlo a él del mapa de una vez por todas.
No había sido así. Phichit también le confió un secreto y anhelo de venganzas, de cómo ahora su familia era esclava de La Tríada, humillados y sin posibilidad de huir de sus garras. Y no eran los únicos: todo un grupo de muchachos que se habían aliado para detener a ese monstruo que atentaba contra las vidas de personas que les plantaban el pie.
Pero pensar en eso no le servía de nada, porque seguía hundiéndose en toda esa sangre que olía a cobre y a químicos, a muertes violentas y sadismo.
- Seung-Gil -susurró una voz desde la orilla de la piscina-. Ven aquí.
Mamá, pensó él. Mamá, ¿por qué siempre tengo que encontrarte en medio de la sangre?
Allí estaba Sun-Jia, con el cabello largo y lacio, los ojos duros como los de su hijo. Se veía igual de esbelta y bella como siempre, la única mujer que en el mundo de Seung-Gil valía la pena.
Se deslizó entre la sangre hasta ella. No quería salir porque le daba miedo verse a sí mismo.
- Hoy es el día de la memoria aquí en la Iglesia Roja de los hijos de Lilith. Has sido escogido para cumplir el culto.
- Bien -fue todo lo que respondió.
No podía perderse en las palabras que le decía su madre. Seung-Gil no podía dejarse horrorizar por lo que este nuevo mundo suponía ser, no cuando tenía en mente sus dos misiones.
- He aquí tu compañero de rito. Una vez que esté cumplido quedarán unidos para siempre por medio de la sangre que derramen juntos -siguió diciendo, antes de alzar su cabeza a una de las puertas-. Muéstrate.
Y quién se mostró fue Phichit, con su hermosa piel morena y ropa negra que se ajustaba a su cuerpo. Tenía una hermosa daga en una mano y del cuello iba el Pájaro de Fuego.
Sun-Jia no pareció notar aquello, o quizás no le importaba. Simplemente abandonó el recinto por debajo de una colosal estatua color negro de una mujer que Seung-Gil sospechaba sería Lilith.
- Cuando sea viejo y me pregunten cuál ha sido el universo más bizarro... tendré que responder que ha sido este -dijo Phichit queriendo bromear-. Anda, levántate. Tenemos que encontrar a Yuuri, me ha mandado sus coordenadas desde que llegó.
Seung-Gil le hizo caso y dejó que la sangre se escurriera lejos de su cuerpo.
Phichit soltó un grito ahogado. Y sabía bastante bien porqué.
Estaba desnudo de pies a la cabeza, sin nada más que su Pájaro de Fuego y la sangre pintando su blanca piel. Phichit respiraba fuertemente, quizás porque era una imagen un tanto macabra para incluso alguien tan oscuro como Seung-Gil.
- Te pareces un poco a Carrie -bromeó haciendo alusión a la famosa cinta de terror.
- Soy igual de monstruoso también -respondió-. Sólo mírame.
Phichit lo miró, y realmente lo miró, ya que solo puso sus ojos sobre los de Seung-Gil y nada más. No observó escrutadoramente el resto de su cuerpo ni lo que tenía encima.
- Te veo. Y eres cualquier cosa menos un monstruo. Ven, vamos a limpiarte un poco.
* * * *
Phichit le tomó la mano de camino a los baños. No parecía importarle la sangre o puede que estaba soportándolo solo para sostener la mano de Seung-Gil.
La zona parecía despejada y Seung-Gil agradecía que la gente de la secta no tuviera que verlo totalmente desnudo y cubierto de sangre. Parecía sacado de una película pornográfica fetichista y sentía un poco de asco consigo mismo, una vez pasado el shock. Aunque también comenzaba a creer que todos se comportaban de dicha manera si él había decidido cometer aquel acto en tales condiciones.
Phichit lo hizo sentarse en un taburete hasta que consiguiese un cubo lleno de agua, un paño, un cepillo y una barra de jabón. No sabía en que año se encontraban pero todo se veía bastante rústico, por lo que no podía estar muy alejado de los siglos XVI y XVII.
- Es un universo muy loco -habló Phichit, intentando romper la tensión- ¿Es esto algo así como un culto?
- Creo. Mi... mi madre -dijo con la voz apretada- me habló de un rito en honor al día de la memoria de la Iglesia Roja de los hijos de Lilith. Definitivamente suena como a un culto o a una secta.
- ¡Wow! ¿Esa era tu madre?
Asintió. Le sorprendía un poco que el tailandés prefiriera curiosear acerca de su madre y no sobre la sangrienta secta a la que habían ido a parar. Si bien no lo decía, ninguno de los dos era lo suficientemente tonto como para huir en ese mismo momento en busca de Yuuri y el resto. Tenían que buscar el momento indicado.
Phichit agarró uno de sus brazos y comenzó a pasar el cepillo. En pocos segundos ya estaba totalmente teñido de rojo y la piel de Seung-Gil se veía solo apenas más limpia.
Eso no lo detuvo de enjuagar los utensilios que usaba y frotar recelosamente en cada mancha. Los nudillos de Phichit rozaban de tanto en tanto contra su propia piel haciendo que su cerebro mandara un montón de chispas a todo su cuerpo.
Seung-Gil parecía olvidar que estaba desnudo, aún. Y Phichit no se fijaba demasiado en eso, como si tuviera un poco de temor de estar mirándolo sin su consentimiento.
Mírame, quiso decirle. Pero claro que no lo haría.
- La Tríada mató a tu madre -afirmó, sin índices de estar dudando.
- Sí.
- Y has venido a cobrar venganza. Por eso no tenías problemas en traicionarlos.
- Sí.
- Haces que mis propios motivos se vean como una estupidez -suspiró, pero con una sonrisa de tristeza.
- Sí -volvió a decir el coreano.
- ¡Eh! No hace falta que seas tan directo.
Phichit tomó un paño limpio entonces y empezó a refregarlo contra el rostro de Seung-Gil. Primero la frente, luego los ojos, los pómulos y al último la boca. Sabía que aún quedaban rastros de la sangre porque no podía dejar de olerla en todos lados.
Le recordaba a la celda de la Bratva. Ahí dónde le pegaron varias veces y dónde lo obligaron a provocarse el mismo las heridas cuando intentó defender a una de las chicas allí presas de una violación. Uno de los mafiosos le dio un golpazo en la cara y acto seguido le arrojó un cuchillo para cortarse dónde más le gustase.
Podría parecer un bastado sin alma y corazón, pero definitivamente no lo era.
Aunque empezaba a tener miedo. Y ese miedo era miedo de sí mismo, el peor miedo que una persona puede tener. Un temor que sabes que no puedes controlar por alguna razón que también se te escapa de las manos.
Eran los malditos saltos entre dimensiones. Seung-Gil aparecía en una versión peor de sí mismo tras otra. Que era mafioso, que era un asesino, que era un pequeño ladronzuelo en las calles de Escocia -dato que no se atrevió a revelar a Phichit y Yuuri-.
Cada una estaba haciendo más estragos en él. Sentía que poco le importaba matar o hacer sufrir a alguien por mano propia. Quizás todavía le quedase la decencia suficiente para no herir a la gente de su entorno, pero ¿hasta cuándo duraría aquello? ¿Sería capaz de dañar, tal vez, a Phichit?
Como si hubiera estado escuchando sus pensamientos, alzó la mirada. Estaban ambos a pocos centímetros y Seung-Gil podía ver como la nuez de Adán de Phichit se movía con nerviosismo.
- Deja de mirarme como si fuese algo frágil a lo que le puedes hacer daño. No soy frágil.
- No, no lo eres -respondió-. Pero temo ser demasiado tóxico incluso para ti.
Phichit empezó a limpiar su cuello y pecho. Se detuvo con la mano sobre la parte izquierda, justo donde el corazón de Seung-Gil latía fuertemente.
Ambos se sostuvieron la mirada. Los dos podían ser lo suficientemente tercos y ninguno se atrevería a quitar la vista, porque así el otro podría confirmar que tenía razón.
- Odio que me hayas besado solo porque estábamos en una situación peligrosa -confesó Phichit-. No quiero que me beses solo en las situaciones malas, sino también en las buenas. Crees que no eres merecedor de algo como eso pero yo creo que lo eres.
Seung-Gil tragó saliva. Se fijó entonces en los finos labios de Phichit, el dulce recuerdo de cuando los había tocado con los suyos.
- ¿Por qué no me besas tú, entonces?
Phichit dio un respingo y parpadeó varias veces.
Pero lo besó. Y lo besó, y lo siguió besando hasta que Seung-Gil comenzó a devolverle el beso.
Poco importaba que estuviera desnudo y poco importaba que todavía tuviera zonas cubiertas de sangre o el cabello apelmazado. A Phichit no le importaba y a él tampoco.
El beso fue duro desde un comienzo, casi desesperado. Seung-Gil temía entorpecerlo todo, porque ¿qué otra persona ha dado su primer beso recién a los veintidós años? Claramente no Phichit, ya que parecía tener más experiencia. Intentaba parecer menos torpe e inocente pero quizás todo era inútil, porque no tenía idea de que hacer realmente.
Cuando Phichit se sentó a horcajadas sobre su cuerpo desnudo se le escapó un leve suspiro. Casi podía sentir sobre sus labios la sonrisa juguetona del otro. Y se sentía en el cielo cuando Phichit rozaba la palma de su mano sobre cierta zona.
- Esto es tan sombrío -dijo Phichit jadeando-. No es que me queje.
Seung-Gil no respondió y decidió tomar cartas en el asunto. Tomó la cintura de Phichit y la apretó contra sí mismo.
Sus funciones masculinas empezaban a cobrar vida. Era bastante vergonzoso, considerando que sólo él era el único sin ropa, pero no le había importado hace unos segundos que lo mirase.
Phichit captó todo al instante. Lo miró un par de segundos, con el rostro sonrojado y la mirada lujuriosa.
Sus manos se deslizaron de su lugar sobre las costillas de Seung-Gil y se dirigieron a su propia remera, negra y ajustada. Con rapidez quiso deslizarla, pero el coreano lo detuvo.
- Alto -dijo con voz firme-. Espera.
- ¿Qué? -preguntó con repentina desconfianza. Seung-Gil temió haberlo herido.
- No quiero que mí... nuestra... esto... no quiero hacerlo contigo si no es con mi propio cuerpo.
Se sentía bastante idiota luego de aquellas palabras. Aquel cuerpo era técnicamente su cuerpo. Fisiológicamente eran iguales y si Phichit llegase a verlo desnudo en casa no se encontraría con ninguna sorpresa. Por supuesto que no admitiría que no quería que su primera vez teniendo sexo fuese con unas manos, una boca y un miembro que no fuesen los suyos.
Phichit esbozó una larga sonrisa.
- Estoy totalmente de acuerdo -dijo, haciendo que Seung-Gil respirara con tranquilidad-. Eso no quita que no podamos tener un poco de diversión igual.
Y se quitó la remera. Y los pantalones. Y dejó su alma al descubierto, justo como Seung-Gil lo estaba haciendo.
Nadie se asomó a los baños ni los interrumpió. Tal vez fuese normal que los asesinos se revolcaran entre ellos en cualquier parte y a nadie le molestaba aquello.
Entre besos, suspiros, caricias, mordidas, risitas y jadeos se les fueron las horas. El cuerpo de Phichit ardía contra el suyo y se preguntó por qué le había tomado tantos años fijarse en alguien más.
- Solo espera a ver lo que tendrás en casa -rió Phichit en su oído, antes de dejar un rastro de beso por su cuello hasta su pecho.
- Si ahora quiero explotar, no sé cómo podré soportarlo -suspiró, acariciándolo en las zonas más bajas de su cuerpo.
- Yo te contendré. Conmigo, no tienes que preocuparte de nada.
Ya nada quedaba de la sangre a su alrededor. El cubo de agua se había volteado y los dos estaban revolcándose sobre ella, ensuciando y encharcando todo el piso de los baños.
Quizás junto a Phichit pueda ser mejor persona. Por él podría luchar contra el horror de mis otras versiones.
* * * *
Luego de su momento en los baños, cuando habían decidido que tenían las fuerzas necesarias para despegar sus labios de la piel del otro, corrieron a conseguir nuevas ropas.
Ahora ambos lucían unos pantalones del color de la noche que se pegaban como una segunda piel y unas camisetas que les marcaba el abdomen a ambos. Seung-Gil no podía sacarse de la mente que segundos antes había estado acariciando y besando aquel cuerpo ahora completamente vestido.
Decidió que le gustaba de ambas formas. Con o sin ropa.
Pero ahora venía la peor parte. Recordaba las palabras de su madre diciéndole que él y Phichit tenían que cumplir con un rito por el día de la memoria. No tenía idea de lo que aquello significaba pero seguramente no sería menos que un río de sangre y mucho dolor.
La daga en su cintura pesaba. Era preciosa, y es que a Seung-Gil le fascinaban los cuchillos. En La Tríada habían sido su especialidad, siendo capaz de arrojar tres al mismo tiempo sin fallar en el blanco.
Y ahora tendría que usar la hermosa daga para matar a alguien. Y arrastrar a Phichit en ello.
Seung-Gil no podía decir que el chico fuese un alma pura. Nadie que trabajase para La Tríada lo era; te jodía la cabeza de una forma u otra.
Pero todo ese mundo era tan retorcido. Sin mencionar aún que quizás Yuuri estuviese en un aprieto o peligro de muerte mientras ellos dos compartían su apasionado momento.
Le preocupaba que le importase poco aquello. Él era una persona fría pero sus peores versiones de sí mismo parecían empeorar la situación cada vez más.
- Tenemos que irnos -anunció Phichit.
- No me digas. Y yo que me quería quedar a cumplir el culto.
- Es en serio.
- Y yo también voy en serio. Me quiero ir, sí. Pero, Phichit... no sé si sea lo más sensato huir de estas personas -dijo lo último susurrando.
A un par de metros había un par de miembros, ya que usaban todo de negro y la misma daga manchada de sangre seca, arrodillados ante una gran estatua de la presunta Lilith.
Ninguno de ellos tenía pantalones y Seung-Gil pudo ver que las rodillas comenzaban a irritárselas. Repetían en susurros una oración igual de tétrica que todo ese lugar en sí:
Madre Lilith, que esta sangre que he derramado vuelva a tu tierra y te nutra hasta el día en que camines entre nosotros.
No quería pensar en las vidas sesgadas con esos filos en nombre de una diosa inexistente.
Su madre apareció detrás de él. Le estremecía un poco verla y pensar que seguramente ella sería la causante de que estuviese atrapado en ese culto asesino.
La Sun-Jia de su mundo, la que había muerto injustamente, nunca habría le hubiera hecho a su amado hijo.
- Seung-Gil -lo llamó ella tomando su rostro con sus manos-. Hoy serás un orgullo y regarás la tierra con la sangre de un perdedor en honor a nuestra madre.
Yo tengo una sola madre y está muerta.
- Sí, señora -respondió mecánicamente-. Es un orgullo para mí.
- Y lo harás junto a Phichit Chulanont -siguió diciendo-. El orgullo de la Iglesia Roja.
Phichit solo sonrió falsamente, conteniendo probablemente las ganas de gritar.
- El perdedor que responde al nombre de Yuri Plisetsky servirá para nutrir a Lilith. Es hermano de uno de esos falsos brujos que espero pronto condenen los señores de Salem.
A Seung-Gil se le escapó el aire.
Phichit había empalidecido de golpe.
Sun Jia los abandonó luego de hacer un asentimiento de cabeza.
A ninguno de los dos se les pasaba el shock. No estaba seguro de que matar a un desconocido fuese más fácil pero si haría menos daño en su consciencia.
Recordaba el cuerpo frágil del chico en el suelo de la casa de la Bratva y a Otabek Altin abrazando su cadáver, ¿y si en ese mundo también lo quería?
Pensó lo que él sentiría si alguien le hiciese eso a Phichit.
Lo despedazaría con mis propias manos y no tendría piedad.
- ¿Qué haremos? -preguntó Phichit con algunas lagrimitas en los ojos- No voy a ver morir a Yuri Plisetsky otra vez.
- Nos vamos. Ahora.
- ¿Y qué pasará cuando abandonemos este mundo? El culto no perdonará que escapen de aquí. Los perseguirán y matarán, entonces su sangre estará sobre nuestras manos.
No quería admitir que tuviese razón. Matar a Yuri significaba que una persona tenía que morir. Pero no matar a Yuri era como preparar la guillotina que los mataría a ellos dos.
¿No estaba ahí el truco? ¿No era ésta una forma de encontrar la redención y vencer a los demonios de los otros Seung-Gil? ¡Qué fácil era matar a otro para salvar al propio pellejo! Pero morir por una causa noble, por pequeño que fuese, era una victoria sobre su mente dividida.
- No mataré a menos que sea por una causa justa y totalmente necesaria. No voy a derramar sangre de un inocente, a no ser que te esté protegiendo. Es una promesa que te hago a ti.
- No tienes que prometerme nada, Seung-Gil -dijo Phichit acariciando su mejilla-. Yo no te estoy juzgando.
- Lo sé. Pero prometértelo a ti significa entonces que lo cumpliré. Puedo decepcionarme o faltar la palabra a mi persona pero no a ti.
Phichit le dedicó una amplia sonrisa. Nunca se cansaría de que fuesen solo para él.
Y entonces tuvo un nuevo propósito, en medio de la venganza por su madre y los deseos de proteger a Phichit.
Ayudaría a Otabek Altin a cumplir su misión. A un pobre chico que tenía la mirada destrozada cuando Yuri Plisetsky murió en sus brazos, y que estaba seguro que daría lo que fuese por tener la oportunidad de Seung-Gil.
Empatía. No creía que sería capaz de sentirla. Cada vez se sentía más fuerte para no dejar que el multiverso jugara con lo que verdaderamente era él.
- Vámonos, entonces.
Se tomaron la mano. Phichit cerró los párpados hacia él como una forma de asentimiento.
Quería besarlo otra vez, pero debía contenerse. Pronto estarán en casa y lo disfrutarás en todo su esplendor.
Entonces corrieron hasta las puertas y se adentraron en la oscuridad de la noche. Nada parecía lo suficientemente peligroso si estaban juntos.
* * * *
¡Lamentablemente hoy no hay capítulo! :( ¡Pero hay capítulo extra que les prometí! :D
La verdad es que me faltaba al menos la mitad del capítulo 36 y no quería tener que hacerlo a las apuradas, pero como tenía este extra empezado pensé que podía traerlo. Así podré escribir tranquila lo que queda del mundo de los piratas y nuestra amada squad <3
No aporta casi nada a la trama, la verdad. Tan sólo un hecho que ya se venía planteando y es que al viajar a tantos universos te llevas mucho de la personalidad de tu hospedante. Eso explica varias cosas en la trama, también: que Otabek y Yuri comenzasen a enamorarse, que Yuuri se volviera un poco loco, Seung-Gil siendo más despiadado, entre otras cosas. Todos los cambios en los que se ven afectados podría tener con este pequeño detalle que se seguirá tratando en los otros capítulos:
IMPORTANTE: Este NO es el capítulo del que hablé que sería narrado por otro personaje. Este es solo un extra. El otro será parte de la línea temporal en que transcurre la historia.
Se que esto es una mezcla entre creepy y romántico (?) pero bueno, los Phichit y Seung-Gil de ese mundo seguro están acostumbrados a lo bizarro y eso ayudó a que los del Triadverso no se sintieran tan incómodos (???) es solo que me gusta mucho escribir sobre estos dos.
Espero les guste y lamento no haber traído el capítulo 36 </3 ¡Pero mañana regresa y cargado de sorpresas!
¡Un besito y hasta mañana!
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