CAPITULO 23

CHERRY

- ¿Segura que no quieres que te acompañe hasta la parada de autobús? - Pregunta y le niego a mi hermano bajo nuestro abrazo de despedida, mezclándose y empiezo a amar por sus prendas de trabajo, ese olor a madera y aserrín con el mío ahora a su jabón como champú por bañarme en su casa luego del desayuno tardío.

Soy muy feliz hasta haciendo olvidar la situación con papá, ya que ahora, no solo conozco donde vive Juan Cruz después de tanto tiempo cumpliendo su promesa, cual quiere decir que está mucho mejor y la no, menos importante.

Palpo mi bolso, mientras me despido.

Ese tallado en el pedazo de madera que me regaló.

Giro por última vez antes de doblar en la próxima esquina y vuelvo a saludarlo con mi mano en alto y sonrío, porque sigue de pie y responde de la misma manera, haciendo que sienta que a partir de ahora él va a estar bien y yo, también.

CESAR

Refriego mis manos entre si, como si hiciera frío, cuando la realidad y acompañado de la calefacción de la cafetería, el mismo otoño no recuerda de lo que va cursando y que nos tiene que hacer sentir los primeros síntomas de las bajas temperaturas.

Realidad y mirando cada tanto el reloj de pared, mi ansiedad va por acercarse el horario de Cherry.

Falta poco más de dos minutos y por lo general siempre llega antes.

Miro nuevamente la hora y me alarmo, porque ahora solo falta un minuto.

¿Le tendría que haber dicho que padezco de sonambulismo?

Palpo la zona de mi pecho con mi mano, una y otra vez para exhalar un aire retenido.

¿Será que tiene pudor por lo sucedido a la mañana y no va a venir?

¿Le tendría que decir para que no se avergüence, que no me molestó que retenga mi pene para dormir?

- Soy un idiota... - Me digo, al considerar este último pensamiento.

- No lo eres. - Pastor responde y lo miro entrando al cafetería.

Su apariencia después de semejante cruda, mejoró.

Por lo menos algo de color ya tiene su semblante y la ducha restauradora como ropa limpia que le presté, le sienta mejor.

- Solo estás enamorado. - Explica tomando asiento en su banqueta de siempre frente mío.

- ¿Qué?

- ¡Mírate! - Exclama. - Tu cara desencajada está peor que la mía y lo mío es resaca. - Empieza con su explicación, tomando una de las masas que vendemos para comerla. - Y cuando uno está con ese rostro exhausto, es de tiempo o amor... - Da un mordisco, continuo a señalarme con ella. - ... y lo tuyo es por lo segundo, amigo. - Mastica.

Me cruzo de brazos.

- ¿La cervezas de anoche tenían drogas?

Ríe con ganas.

- No, mi única droga es Raquel. - Suelta, ahora serio y sin importarle que la aludida lo escuche.

Cosa que mi amiga lo hace, dejando una bandeja con tazas que levantó de una mesa sobre el mostrador.

Voltea a su dirección.

- Nunca seré la droga de nadie. - Le eleva una ceja. - Y menos la tuya. - Tajante.

Pastor apoya su mentón en un puño, mirándola soñador.

- Pronto caerás. - Enamorado y sin que le afecte.

Raquel lo mira desafiante.

- Temo a las alturas. - Le refuta a su dicho y río.

- Me vas amar. - No se da por vencido.

Pero Raquel ahora sonríe, leyendo un pedido.

No lo mira.

- No, una vez creí enamorarme. - Cuenta. - Pero fue que tenía las defensas bajas. - Finaliza, haciendo que Pastor como yo, riamos.

Y Raquel misma.

Son lindos, me digo por dentro en el momento que miro nuevamente la hora y a su vez, se abre la puerta por Cherry ingresando a trabajar con algunos minutos de retraso.

Viene desde la entrada pidiendo disculpa por eso y tanto Raquel como yo le decimos que no hace falta y lo agradece, obviamente y por las situaciones dadas a Raquel si prestándole toda la atención y a mí, evitando que choquen nuestras miradas.

- Tienes que hablar con ella. - Raquel me dice al pasar y al notar que por más tiempo pasando, tanto Cherry como yo nos rodea esa atmósfera y no pasa. - Pediré a Pastor que me ayude con unas mercaderías, así lo hablan. - Aprovecha que tampoco que la hora pico cesó de clientela.

Solo afirmo a su propuesta y me limito una vez que se van, en seguir en el mostrador fingiendo limpieza esperando a que Cherry termine con las mesas.

Demora pero no me impaciento, aprovecho en acomodar los recibos de venta y en mirarla cada tanto por sobre mis pestañas sin dejar de hacer cálculos en la máquina.

Ella va y viene de cliente en cliente, un par de veces viene hasta el mostrador, pero enseguida es llamada por otro, cual tomando la jarra del café caliente rellena la taza que le elevan, para luego dejarla y correr a una mesa que se desocupó para levantar los trastos.

Y me encuentro abandonando la contabilidad para acomodarme y observarla a placer trabajando.

Sí.

Porque lo hace y pareciera que todo lo que le rodea de esta cafetería.

Absolutamente, todo.

Desde las paredes y mismo piano de mi hermano, es parte de ella.

Las sillas, los muebles y el aire con aroma a café, tenían algo en particular de bueno y de dulce, como todo encantado por Cherry.

Difícil de explicar o encontrar más palabras para expresar la dicha que sentía por aquella intimidad naciente que comencé a sentir.

Intimidad, haciendo alusión a lo que antes me dijo Pastor.

Y era verdad, ya que me estaba enamorando de Cherry.

CHERRY

- Debes comer algo. - César me llama y me pide que tome mi tiempo de almuerzo estando solo una mesa ocupada por unos clientes.

No me había dado cuenta en un principio por estar constantemente atendiendo y siendo sincera, después del altercado de hoy a la mañana en lo que fue una cama demasiado popular para mi gusto y mención aparte lo que mi mano hizo por cuenta propia con lo que ustedes ya saben que me lo apropié, digamos que evité en varias oportunidades, no solamente contacto visual con mi jefe, si no y más bien, lo que se dice cualquier tipo de contacto, porque me apropié de ese verbo en todas sus dimensiones como habrán visto.

Busco con la mirada a Raquel o en su defecto al que no le cuesta la orgía comunitaria y fútbol, pero ni una como el otro están en la cafetería y desinflada como dándome cuenta que hay meter el pecho a la cosa, tomo asiento junto a la barra y recibiendo por parte de César.

Y con un cierto aire avergonzado como yo.

Mi plato de comida y para mis sorpresa porque rara vez lo vi comiendo en su cafetería, que también pone uno frente suyo al tomar asiento a mi lado con dos vasos de jugos exprimidos.

- Sufro de insomnio. - Larga mirando su plato aún sin tocar lo que preparó. - Hacía mucho que no me pasaba y por ende, había dejado de tomar el medicamento. - Me explica, viniendo a mi mente cuando entré a su cuarto, de ver arriba de un libro que tenía un frasco pequeño que parecía medicamento. - Cuando pasa no tengo poder de razonamiento y debo haberme puesto de pie y al regresar...

- ... volviste a tu cama que sería lo normal. - Prosigo por él y asiente.

En cierta manera lo había deducido, no se explicaría si no, tal comportamiento ya que César no es un potencial acosador y en este caso por su acción, digamos pasivo.

Y gimo al ser mi turno, desinflando mis hombros y también sin mirarlo, porque realmente lo mío si fue indecente.

- Yo no ando por la vida apropiándome de penes para dormir. - Suelto muy sincera.

¿Para qué dar tantas vueltas?

Pero me retraigo un poco al ver que fui muy fervorosa y llegan a escuchar algo los únicos clientes ya mencionados.

Y César me detiene con gestos de sus manos, ahora sí, mirándonos.

Lo que no sé, si por verborragia sincera o vergüenza.

Pero y sobre esta conversación extraña, empezamos a reír.

- No hace falta que aclares, puedo entender. - Dice.

- Pero es verdad. - Insisto. - No es agradable... - Quiero esclarecer y me mira curioso y niego rápido siendo yo ahora la de gestos apurados con mis manos. - ... o sea, tu pene debe ser lindo y agradable, me refiero a que yo... 

Y de golpe, algo suave me impide que siga diciendo burradas por taparme mis labios.

La mano de César y como su tacto, de forma suave mirándome y diciéndome no con su cabeza, pero sonriendo.

- Comprendí, Cherry. - Murmura muy bajo.

Y sobre su palma aún cubriéndome, también sonrío, asintiendo y de acuerdo ambos, de ya aclarada la situación y como firma de todo, nuestros tenedores pinchando la comida para almorzar juntos y en paz.

Pero trascurriendo un tiempo y con conversación de por medio, César mira su reloj.

- ¿Pasa algo? - Pregunto curiosa.

- Raro que Raquel y Pastor no aparezcan... - Cita mirando por sobre mí y en dirección a la puerta trasera de la cafetería.

Y no sé que decir, ya que nunca me di cuenta antes, en que momento se fueron y todavía falta el cierre.

- En el estado que se encontraba Pastor temprano, más que seguro se marchó. - Lo que pienso. - Y Raquel a lo mejor se quedó acomodando o descansando un rato. - Mi hipótesis.

César mastica su ensalada pensativo  ante mi teoría mirándome, para luego y dándome algo de razón muy divertido.

Repito, muy divertido.

Mientras ayuda a pasar lo que come dando un gran sorbo a su vaso de jugo exprimido sin poder evitar sonreír.

¿Por qué?

Que tipo raro...

CESAR

Con Cherry seguimos atendiendo y entre charla yendo y viniendo, me contó muy entusiasmada que fue a ver a su hermano, que desayunó con él y hasta se duchó en su casa, cual, no me pasó inadvertido eso y que sospechaba que lo había hecho en una casa que no era la suya, ya que y aunque olía a jabón y aún mantenía su pelo húmedo, todavía vestía la misma ropa de ayer.

Dándome a entender que seguían las cosas mal en su casa, tanto como ayer como hoy y no quiso volver.

Quería preguntarle si tenía donde pasar la noche, pero su emoción describiéndome su mañana pasando con su hermano y lo maravilloso que era su taller de carpintería y muebles que hacía, me lo impedía por temor a opacar ese arrebato de buen ánimo que toda Cherry emanaba, olvidando por completo que era ese jefe bipolar y testarudo que pensaba.

- ¡Y me regaló unas de sus obras! - Prosigue apoyada al mostrador.

- ¿Si? - Festeja a modo sí.

- En realidad es un corte de un tallado que hizo. - Define. - Pero, completamente cumple con ser un adorno. - Intenta con su explicación y sobre la superficie del mostrador dibujar el diseño que tiene, pareciendo abstracto. - Si lo miras de un lado parecen hojas y si lo miras de otro como flores...

Suspira, para luego seguir.

- Parece tonto la simplezas de mis festejos por todo esto. - Se sincera. - Pero la realidad es que mi hermano al irse de casa por no soportar más la manipulación patriarcal de mi padre conllevando a eso y desde que tenemos uso de razón las eternas discusiones con mamá, no volvió a ser el mismo. - Me cuenta y agradezco que no haya posibles clientes para no interrumpir. - Se fue con tristeza y sin ningún tipo de apoyo por más que con mamá estábamos de su lado, ya que yo era muy chica en ese tiempo y después de tantos años, hoy conocí su paradero y su pasión, la madera para convertirla en las cosas maravillosas que hoy vi por primera vez y amar ser carpintero, cuando papá quería que sea un destacado médico.

- ¿Lo hizo?

Afirma.

- 4 años. 

Guau.

- Para luego abandonarla completamente y con esa decisión, también marcharse y ser feliz. - Cherry habla, provocando que mi corazón palpite con lo último que dice su oración.

Ser feliz.

No solo por recordar a mi hermano en esa parte, ya que él siempre quería encontrar la felicidad.

También, por mí.

Porque y después de tantas cosas que uno pasa para bien o mal y yo padeciendo su ausencia y dejarme ligado a esta cafetería, cual renegué siempre.

Por ser parte de él. 

La realidad que uno busca siempre ser feliz, cuando tal, solo viene de a ratos.

- Mi hermano siempre buscaba la suya, también. - Mi turno.

- ¿Si?

- A pesar de tener obligaciones por no estar nuestros padres y hacerse cargo de mí, hizo esta cafetería con su piano, por su amor a la música para darle calidez a la gente con una taza de café después de un día arduo de trabajo o una mañana pesada de obligaciones y rutinas. - Exhalo aire. - Pero supongo que lo que sea que le embargaba, no lo pudo cubrir su sueño hecho realidad. - Miro todo el interior de la cafetería, para luego el gran piano y Cherry también lo hace. - Decidiendo el escape más rápido. - Formulo sin decir directamente el triste desenlace de mi hermano.

CHERRY

No me aguanto.

Es imposible.

Y lo hago y que piense lo que quiera.

Porque al escuchar la historia de su hermano y aunque son totalmente diferentes situaciones, siento tristeza como cariño por él, aunque no lo conocí y hasta en cierta manera en algo me hace pensar al mío y lo abrazo.

Mucho.

Sorprendiéndolo.

No le digo que lo siento o lamento su pérdida, porque no me salen las palabras, pero sí, con mi abrazo y César me lo agradece permitiéndomelo, seguido a sentir también que sus brazos me envuelven con suavidad.

- Vaya... - La voz de Raquel causa que nos separemos de golpe sin saber cómo explicar el porqué de todo esto.

Aunque reconozco que se sintió lindo por más motivo, haciendo que mi corazón lata más de lo debido y me obligue a ventilarme un poco.

- ... vaya. - También digo, olvidándome de mi acaloramiento como querer indagar la causa profunda de ello, al mirar curiosa a Raquel y César también.

Ya que por lo menos yo pensaba que no estaba, pero resulta que aparece con cierto rubor en sus mejillas y su pelo algo desparejo, que para la Raquel que conocemos eso es imposible por su intachable uniforme en blanco y negro perfecto y peinado riguroso e impecable.

Ahora algo arrugado por más que trata de alisarlo con sus manos, mientras camina hacia nosotros.

Al igual que su exquisito maquillaje.

En este momento su labial bastante corrido, que y sin pensarlo mucho, me apuro en alcanzarle una servilleta de papel, cual me lo agradece para limpiar los bordes.

- ¿Qué te pasó? - Pregunto alarmada.

Y Raquel sin dejar de acomodar su ropa y poniendo derecho su delantal, al igual y como puede, su peinado y tras un profundo aire, solo dice.

- Un gato... - Dice.

- ¿Un gato? - Repito y asiente.

- Un gran gato color canela me atacó... - Suspira y no entiendo nada con César riendo con ganas y ríe más al mirarlo sin entender.

¿No debería estar asustada?

Yo lo estaría si un gato o cualquier animal me ataca, sin embargo Raquel exhala ese aire.

¿Conforme?

¿Feliz?

Y me encojo de hombros, seguido a atender, por el tintinear de las campanitas anunciando la entrada de nuevos clientes.

CESAR

- Tomé la medicación. - Le señalo a Cherry el frasco con la medicación en una de mis manos. - Prometo no aparecer a la mitad de la noche. - Tal, causa que se sonría en mi habitación.

Tras cerrar la cafetería y cenar los tres, la decisión con Raquel al saber por las condiciones que pasaba Cherry en su casa, más la aprobación de su madre cuando le avisó en una llamada fue que pasara otra noche en mi casa de la azotea, cual me agradeció de que nuevamente le brindara techo.

- Y yo prometo dejar quieta mi mano. - Me dice mostrando su derecha, para luego ponerla atrás de su espalda como en censura.

Reímos por eso y aún con un poco de vergüenza pensando cada uno en sus acciones de la mañana, pero nada que y hasta que llegue el sueño, una taza de café tomemos, aprovechando la noche y por más otoño, su brisa algo cálida.

Nos sentamos en las reposeras que hay a un lado de la casa y su ubicación da a la mejor vista de la ciudad.

Mágicamente, hoy es tranquila, ya que apenas circulan automóviles por ser domingo.

El cielo pone lo suyo también, porque está despejado y pese a las luces artificiales que iluminan, compite con un gran despliegue de sus estrellas para nuestro disfrute, mirándolo con Cherry en silencio y bebiendo cada tanto de nuestras tazas.

- ¿Sería fantástico tocar el piano acá arriba? - Murmura en voz baja, como si fuera en realidad algo para ella misma, un deseo.

Dejo de mirar el cielo, para mirarla.

- ¿Acá, en la azotea? 

Y afirma enérgica, bebiendo de su taza.

Deja de mirar el cielo nocturno, para nivelar nuestras miradas.

- ¿No sería asombroso? - Exclama alegre. - ¿Tocar en noches como estas para que más personas aparte de la cafetería, puedan disfrutar de las hermosas melodías clásicas? - Se pone de pie para admirar la gran terraza que mi hermano construyó como decoró en la azotea a juego con el departamento. - Como también, que llegue la música a personas que no pueden por los motivos que sea de gozar de un café piano y pueden deleitarse a través de su ventanas o simplemente caminando... - Prosigue, acariciando el barandal de madera tallada con su luces, hoy todas encendidas, haciendo justicia a la azotea con su diseño. - ... sería único... - Continúa, pero se detiene de golpe como su mano que recorría la madera, acariciándolas con sus dedos.

- ¿Pasa algo? - Dejo mi taza y me pongo de pie por entender.

Pero Cherry no me contesta, solo retrocede un paso, para  y a continuación llevar ambas manos a su boca y con su mirada totalmente fija en el barandal de madera con su luces.

- ¿Cherry? - Vuelvo a repetir su nombre y me sorprende, porque corre al interior de la casa y cuando al salir de mi asombro sin entender su acción y voy tras ella, Cherry vuelve con lago entre sus manos.

No comprendo nada.

Tampoco me contesta, cuando consecutivamente y siguiéndola.

Porque con lo que sea que lleva entre sus manos, comienza a rodear y ver cada parte de lo que compone el barandal de madera con su largo.

Como buscando.

Intentando algo. 

No lo sé.

Hasta que al fin se detiene en una parte tras buscar arduamente, hasta el punto de hacer a un lado luces como alguna planta que decoran el mismo.

Me pongo a su par al ver que se detiene y algo flexionada acerca lo que tiene en su manos al barandal.

- No puede ser... - Musita y me acerco más, imitando su postura.

Para encontrar que lo que tiene en sus manos, es un pedazo de madera tallada y al verlo mejor, me doy cuenta que es el que le regaló su hermano y me contó hoy más temprano.

¿Lo asombroso?

No solo que encastra correctamente esa porción de madera a lo que sería el final de la borda de madera de la azotea.

Además.

Y con Cherry nos miramos.

Que también de manera única al unirse y en ese abstracto, ambas piezas.

Forman un perfecto corazón tallado y encastrando magnífica como absolutamente, todos los demás diseños

- Mi hermano... - Decimos al mismo tiempo con Cherry, causando que nos volvamos a mirar por eso, intentando entender lo que está sucediendo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top