* 42 *
Me quedo de piedra al escuchar la voz de Edu, todas estamos alteradas, supongo que escuchó los gritos de Anna y por eso salió.
—Edu... yo... no es lo que crees, debes escucharme —murmuro asustada.
—No puedo creer que haya confiado en ti para contarte lo más íntimo de mí y tú lo hayas regado por todas partes —exclama—. ¡No lo puedo creer!
Entonces sale de la casa y pasa en medio de nosotros, mira a Anna y levanta el dedo índice, luego lo baja. Está enfadado, muy enfadado.
—No quiero saber quién eres, no me importa nada de ti —añade—. ¡Yo no tengo ni he tenido madre jamás!
Edu sale de la casa me dejo caer al suelo convertida en un mar de lágrimas. Irina no hace nada, solo se queda parada allí y Anna hace amague de seguirlo.
—¡Eduardo! ¡Espera! ¡Tienes que escucharme! —grita.
Edu ya está en la puerta que da a la calle cuando veo ingresar a Santiago. Me pongo de pie y me seco las lágrimas dispuesta a correr tras Edu.
—¿Qué sucede? —inquiere Santi al ver a Edu tan alterado.
—No lo sé, pregúntale a tu hermana que anda de detective en la vida ajena y a tu novia que dice que habla con fantasmas malditos —exclama y se marcha. Yo cierro los ojos e intento que el mundo desaparezca en ese instante, pero no, nada sucede.
Santi se acerca y me abraza.
—Cálmate, no sé qué está sucediendo, pero todo estará bien, ya lo verás —me dice, pero no le creo.
El auto de Marcos se detiene frente a la casa y lo veo bajar, Benja ya ha llegado y no puedo salir y ya no puedo salir a buscar a Edu.
Anna, que ha corrido tras él, regresa con lágrimas en los ojos.
—Se ha ido —dice y niega con la cabeza.
—Paola dice que no desesperen —añade Irina que tiene la piedra en sus manos—, dice que el corazón de Edu es grande y que reaccionará. Quiere que sepas que te agradece mucho, Lila.
—¿Quién es Paola? —pregunta Santiago.
—Mi madre —dice Anna y suspira.
Irina asiente y mira al vacío, sé que habla con Paola, pero en realidad parece en trance. Santiago la mira confundido.
—¿Estás bien? ¿Iri? —inquiere.
—Está bien —respondo sin ganas.
—Dice Paola que irá a ver dónde ha ido y que luego regresará a avisarme, Lila, para que vayas a buscarlo, ella cree que solo va a escucharte a ti —añade.
—¿Dónde está esa tal Paola? —inquiere Santi.
—Si lo busco, ¿qué le diré? No querrá hablarme. ¡¿Lo ven?! Por eso les dije que no quería participar en esto —susurro sintiendo la tristeza invadir mi cuerpo.
—¿Quieres que me lleve a Benja por un día más? —pregunta Marcos al verme tan mal, Santiago le pide que lo haga y él asiente llevándose al niño que al verme se ha puesto a llorar pidiendo que lo cargara. Tengo el corazón partido en mil pedazos.
—¿Dónde está la tal Paola? —vuelve a preguntar.
—Está muerta —responde Anna y veo a Irina mirar sus pies, Santiago la observa.
—¿Cómo es que sabes lo que dice? —pregunta.
Todos hacemos silencio.
—Ella puede verla —añade entonces Anna.
Santi abre y cierra la boca sin entender nada de lo que está sucediendo, Irina no dice nada y tampoco lo mira.
—Lila, vamos a la casa, necesitas descansar —añade al fin y me empuja para ingresar a la casa.
—Será mejor que nos vayamos —dice Anna con la voz llena de frustración y da media vuelta. Irina se queda en su sitio sin decir nada más.
Ingreso a la casa y me siento en el sofá. Santi se sienta en frente y no necesita decir nada para que yo entienda que quiere que le explique lo que está sucediendo.
Respiro profundo y le cuento todo, le hablo del primer fantasma, del segundo y de cómo ella puede verlos cuando tiene la piedra en las manos. Él me mira atónito y yo trato de minimizar el tema contándole que hemos podido ayudar a varios a cruzar. Luego le comento sobre Paola y sobre todo lo que sabemos de su vida, sobre Anna y sus ganas de ver a Eduardo, sobre el fin de semana y sobre la carta que tengo en mi poder.
Él me escucha atento, pero entonces mi teléfono suena y me desconcentra. Miro la pantalla y es Irina. Decido no atenderle, pero el teléfono vuelve a sonar tres veces más.
—¿Por qué no le atiendes? Quizá te va a avisar dónde está Edu, puedo llevarte para que hablen —dice y yo lo miro estupefacta, me alegra que crea toda esta historia que parece extraída de una película.
El teléfono suena una vez más, atiendo.
—¡Lila! ¡Lila! Mi papá volvió de sorpresa, ha destrozado la casa y mi madre... ella está inconsciente —llora desesperada—. Estoy en camino al hospital, en la ambulancia.
La llamada se corta y yo observo a Santiago que me mira con curiosidad.
—¿Está todo bien? —pregunta y yo niego.
—¡Vamos! ¡Tenemos que ir al hospital! —digo levantándome de prisa.
Él me sigue sin entender nada, pero por el camino le explico lo poco que sé. Su expresión cambia y maneja lo más rápido que puede, ambos en silencio, ambos invadidos por esa sensación de pérdida de control e impotencia. Esta mañana, todo estaba bien, y ahora, todo es un caos. La vida puede cambiar de un minuto al otro.
Las lágrimas comienzan a caer por mis mejillas, ya no puedo contenerlas. Santi me toma de la mano en un gesto que intenta darme fuerzas.
—Todo se va a solucionar, ya lo verás —promete.
—Eduardo odia a su madre, yo estaba dispuesta a decirle a Irina que esta vez no iba a ayudarla, no quería perderlo. Igual todo salió mal... muy mal... Y ahora no sé cómo haré para que me escuche...
—Deja que se le pase el enfado y te escuchará, estoy seguro que lo hará, él te ama —promete de nuevo—, ahora tenemos que estar para Irina, sabíamos que tarde o temprano esto iba a pasar, Lila. Tenemos que ser fuertes y convencerla de que denuncie de una vez...
—Sí... Lo sé... —Me quedo callada, sé que tiene razón, y sé que mi amiga la estará pasando mal, pero yo también lo estoy pasando mal y lo único que quiero en este momento es correr junto a Eduardo y rogarle que me escuche.
Llegamos al hospital y vemos a Lucas sentado en la entrada, no llora, pero está como hipnotizado, sus manos le tiemblan y me acerco a él.
—¿Lucas? ¿Estás bien? —pregunto, no fueron muchas veces las que lo vi, pero me conoce y yo a él. Solo niega.
—Mamá no está bien y papá prometió volver a terminar lo que ha hecho. Yo llamé a la policía, él me dijo que se vengaría de mí —susurra y tiembla.
—Ven con nosotros —dice Santiago y le pasa la mano—. No voy a dejar que nada te suceda —añade. No tengo idea si Lucas sabe quién es mi hermano, pero se levanta y camina al lado nuestro.
—Están en el segundo piso, Irina se está encargando —añade y vamos hacía allí.
Cuando llegamos, vemos a Irina sentada en uno de los sillones de espera, al vernos se levanta y corre a abrazarme, luego abraza a Santiago.
—Siento mucho que todo esté saliendo mal —dice mirándome, yo solo niego.
—No te preocupes por eso ahora. ¿Qué ha sucedido? —pregunto.
—No lo sé, se suponía que no debía llegar hasta luego del feriado... —se encoje de hombros.
El médico se acerca a ella y la llama, Irina nos mira con temor y nosotros le indicamos con un gesto que vaya junto a él. Mi amiga no se mueve de su sitio, está aterrada. Santi la toma de la mano y la empuja hasta el médico. Yo me quedo en mi sitio y abrazo a Lucas que también está pálido y asustado.
Definitivamente las cosas cambiaron en cuestión de horas. No sé qué vaya a suceder mañana, pero hoy creo que nada puede estar peor y siento que la tristeza y el miedo se ha filtrado por todo mi ser y se ha pegado a mi alma.
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