* 25 *

Lila está enamorada, vaya novedad. Al despertar reviso su mensaje y sonrío. Era de esperarse y me alegro por ella. Después de todo Eduardo es un buen chico, solo espero que las cosas con su madre no se compliquen.

Es mi último día libre, mañana comenzaré a trabajar. Ayer, luego de aquella escena que montamos Santi y yo en ese callejón, él me invitó a comer algo para que me calmara. No hablamos mucho y no tardamos demasiado, ya que yo debía volver a casa, pero el tiempo que pasamos juntos fue suficiente para que él me dijera cosas que me hicieron sentir mejor.

Me prometió que me ayudaría en todo lo que yo quisiera, me recomendó que intentara pasar el menor tiempo posible en casa y que apenas se independizara y se estabilizara, me ayudaría a conseguir un lugar para vivir. Su objetivo era sacarme de la casa lo antes posible. Incluso insistió que se lo contara a Lila para ir a vivir con ella, pero no quiero eso.

Le expliqué que si salgo de casa debe ser para ir a vivir sola, no quiero meter en problemas a Lila y a Benja, y mi padre no es una persona confiable. No es buena idea complicar a Lila en esta historia. No estuvo demasiado de acuerdo, pero lo aceptó. También me preguntó por qué no le contaba la verdad a ella. Le expliqué que esa verdad es humillante para mí y que no deseo que nadie lo sepa, le dije que si él lo sabía era solo porque me había encontrado vulnerable y, era obvio, lo iba a deducir tarde o temprano.

—Gracias por confiar en mí —me dijo—. No te voy a fallar.

Me acompañó hasta casa, pero se quedó media cuadra antes para evitar que papá lo volviera a ver. Me dijo que lo hacía solo por mí, porque no le parecía lógico, pero le preocupaba mi bienestar.

Agradecí aquello y luego ingresé a mi casa. Ya por la noche y antes de dormir, Lía se apareció en mi cuarto, me preguntó cómo estaba y le dije que estaba bien. Me dijo que estaba preocupada por mí y que tenía que contarle a alguien lo que estaba viviendo. Le conté que Santiago ya lo sabía y ella insistió en que debía decirle a Lila también, que era mi mejor amiga y estaría allí para mí. Me recordó que no fuera como ella y que valorara la amistad que tenía con Lila.

Esa noche me quedé pensando. La verdad era que le ocultaba a Lila muchas cosas, la realidad de mi casa, mis historias en Wattpad. No sé por qué no le decía todo, sabía que ella iba a comprenderme, pero quizá tenía miedo. Abrir mi mundo a alguien era difícil para mí, ni siquiera entendía cómo había hecho Santi para entrar, pero también me dejaba un poco mal pensar que él sabía algo que Lila no.

Ahora voy camino al cementerio, espero pasar de nuevo allí unas horas y luego me juntaré con Lila para conversar sobre todo lo referente a Edu, lo de su madre y lo de su enamoramiento. Dice que tiene muchas cosas para contarme.

Cuando llego, me siento bajo el árbol de siempre. Hoy no tengo ganas de escribir, sino de quedarme aquí y pensar un rato. De pronto siento la presencia de alguien, me incorporo para observar y es el hombre que había aparecido luego de Alan, hacía mucho que no lo veía. También está Lía, pero se mantiene alejada, cerca de su propia tumba.

Miro todo alrededor y no veo a nadie, así que saco la piedra y la coloco en mi mano, ese hombre nunca se había acercado a mí y lo veo como si tuviera prisa.

—Solo necesito que vayas a la dirección que te daré y le digas a mi mujer que busque en el cuarto cajón del escritorio antiguo que está en el ático. Allí encontrará el documento. Solo dile eso, por favor, o mi madre le quitará la casa a ella y a mis hijos. Dile que el mensaje es de Rubén —ruega con la voz triste.

—Dígame la dirección —pido y él me la dicta. La apunto en mi celular y asiento. El hombre desaparece.

Por un instante quedo recordando aquel entierro, la familia y la mujer. Había sido una de las veces que Santi nos había acompañado y habíamos ideado historias con respecto a aquella mujer que se veía tan distinta a todos los demás. Miro la dirección, es casi en la esquina de la hamburguesería, así que no es lejos, iré en un rato, antes de ir por lo de Lila.

Guardo el celular en el bolsillo, Lía se acerca a mí, así que conservo la piedra en mi mano.

—¿Cómo estás? —pregunto y ella se encoge de hombros.

—Perdida en un sitio donde solo puedo recordar y recordar todo lo que he hecho mal —contesta.

—Deberías perdonarte —digo y ella niega.

—Este error me ha costado la vida, ¿cómo me perdono? —inquiere y no sé cómo responder a esa pregunta.

—Supongo que si no lo haces no podrás ir al siguiente nivel, incluso aunque tu amiga te perdone —digo y ella asiente.

—La extraño mucho...

—Seguro que ella también a ti.

—¿Sabes? No nos damos cuenta lo frágiles que somos... —dice y yo suspiro asintiendo—. Un día lo tienes todo, te crees el dueño del mundo, piensas que eres joven, que tienes la vida por delante y que las cosas malas solo le pasan a las demás personas. Entonces basta solo un segundo, un estúpido segundo para que todo cambie. Para que la vida de un vuelco y tú te caigas de ella.

No respondo, tiene razón y se siente triste, así que solo la dejo explayarse.

—Debes decirle a Lila tus cosas, Iri. Ella es una buena amiga y te quiere, no se consiguen amigas así tan fácilmente, ¿sabes? Ella no va a juzgarte ni a criticarte, no te dejará sola y tus cargas se harán mucho menos pesadas —dice y yo bajo la mirada mientras jugueteo con el césped—. Tuve una familia hermosa y la mejor amiga que pude haber imaginado... supongo que puedo decir que tuve una buena vida —añade y solloza—. Siento haberla dejado sola...

—Ella te perdonará...

—Lo sé, porque es buena... ¿Crees que me cambie? ¿Que encuentre otra amiga que supla mi lugar? —pregunta con sus ojos tristes.

—No creo, puede que encuentre otras amigas, sería bueno que lo hiciera, ¿no lo crees? —pregunto y ella asiente—, pero nadie ocupará tu lugar, Lía. Ella no va a olvidarte, tú lo has dicho, no se consiguen amistades así tan fácilmente, y cuando las encuentras, quedan marcadas en tu corazón, pase lo que pase...

—Pase lo que pase... —repite y ambas hacemos silencio.

La veo partir, de nuevo hacia su tumba y me quedo pensando. Tomo el celular y le mando un mensaje a Lila.

«Siempre serás mi mejor amiga, pase lo que pase».

Sé que ese mensaje le parecerá extraño, pero la conversación con Lía me ha conmovido. Es cierto, nunca sabemos lo que puede pasar, la vida puede cambiar de un día para el otro y yo no soy de las personas que dicen mucho lo que sienten. Lila me conoce así y sabe que la quiero, sin embargo, no me gustaría que sucediera algo y ella se quedara con la duda.

Me levanto para ir a la casa de la señora, repaso en mi mente lo que le diré mientras intento no sonar como una loca recién salida del manicomio. Paso por en frente a la hamburguesería y Martina me saluda con la mano, sonrío y le devuelvo el saludo. Mañana a esta hora yo también estaré allí. Me pregunto qué estará haciendo Santi, y la sola idea de estar tan cerca me hace sonreír.

Llego a la numeración indicada y toco el timbre, una mujer demacrada y canosa me atiende.

—¿En qué puedo ayudarla? —pregunta. Se ve como si tuviera muchos más años de lo que supongo ha de tener, se la nota cansada y apesadumbrada.

—Yo... tengo un mensaje para usted —digo y ella se acerca con curiosidad.

—Si vienes departe de Amaya será mejor que te marches, no quiero más problemas. Ya le dije que mañana dejaremos la casa...

—Solo vengo a decirle que debe buscar en el cuarto cajón del escritorio antiguo en el ático. Allí el señor Rubén ha dejado el papel que usted necesita para que su madre no le quite la casa —digo y veo que sus ojos se abren en sorpresa.

—¿Quién eres? ¿Cómo lo sabes? —pregunta.

—Eso no es necesario que se lo explique, señora. Solo vaya por el papel —digo y me retiro antes de que intente sacarme más preguntas.

La señora se debate entre seguirme o ir por el papel, y por suerte, parece elegir la segunda opción. Yo me marcho con una sonrisa en los labios, esto no ha sido difícil. Voy hasta la hamburguesería e ingreso, todos me saludan y me tratan con cariño. Jorge, uno de los chicos, me invita un vaso de gaseosa y yo acepto, Martina me dice que ya me esperan ansiosos y entonces lo veo.

—¡Iri! —Santi se acerca a toda velocidad—. ¿Estás bien? —pregunta y yo asiento.

—Solo estaba de paso y se me ocurrió saludar.

—Bien... Oye, esta tarde voy a ir a ver el departamento. ¿Me acompañas? —pregunta y yo asiento.

—¿Qué hora?

—Como a las siete —dice y calculo que para esa hora ya habré terminado con Lila.

—Genial. ¿Te espero en lo de Lila? —pregunto y él asiente.

—Nos vemos —dice y se acerca para darme un beso en la mejilla.

—Nos vemos.

Lo veo partir e ingresar a su oficina, Martina se me queda mirando y me sonríe.

—Te gusta, ¿eh? —dice y coloca los brazos en jarra.

—¿A mí? ¡No! ¡Es como mi hermano! —respondo.

—Menos mal yo no miro así a mi hermano —añade enson de burla y en eso Jorge la llama para ir a atender una mesa. Yo me quedo sonriendoy decido ir a lo de Lila, seguro ella ya estará llegando. 

Hola, sé que ando un poco perdida, pero mi máquina se descompuso y estuve sin acceso a mis archivos por una semana :( Igual no ha quedado bien y debo llevarla de nuevo al técnico.

Solo quería recordarles a las chicas de Perú, que nos vemos en LIMA en la Fil, el viernes 3 a las 18 en el stand de Incabooks, y el sábado 4 desde las 11 en la librería. Para más datos siganme en mis redes sociales :)

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