Intenciones
Gracias Belive1097 por este cap. Escribir juntas es de lo mejor.
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Bruno se encontraba escribiendo en su laptop nueva, terminó comprando una nueva para su comodidad. De hecho, era un MacBook más avanzada y rápida que la anterior. Tal vez el cambio había sido bueno. Es entonces cuando escucha a Javier llegar.
—Hola Bruce —grita Javier desde la puerta, tenia en sus manos una bolsa de papel. Los ojos castaños del pelirrojo buscaron a su amigo desde ahí— Traje comida—
— Siempre llegas cuando estoy escribiendo — le grita a su amigo mientras continúa tecleando.
— Bruno, siempre estás escribiendo. Si tuviera que esperar a que terminaras, nunca vendría— le dijo con una sonrisa radiante, entrando y dejando el paquete en la mesa. Miró a Bruno que justo entonces se percataba de que estaba frente a él.
—Buen punto —mencionó el Madrigal dirigiéndole la mirada.
Javier centró su atención en Bruno, pero más que nada en el dispositivo nuevo que estaba sobre el escritorio.
— ¿Laptop nueva? —preguntó Javier al ver inmerso en su proceso creativo.
— Sí, quería estar más cómodo —respondió Bruno mientas guardaba los avances de su manuscrito. Estaba inspirado, tanto que ni siquiera necesitaba salir al parque o al mirador. Su tercera y más intensa inspiración estaba actuando: Camilo.
—Supongo que decidiste comprarla y no esperar a que te la paguen —dijo Javier con una sonrisa resignada, pero alegre, mientras doblaba las mangas de su camisa.
— Supones bien, prefiero estar cómodo para trabajar y solucionar eso después —respondió Bruno, sin muchos ánimos de discutir.
Aunque extrañamente Javier se veía dispuesto a estar en paz aquella mañana.
— Entiendo —respondió sin hacer más problema. Bajó su mirada encontrando a su fiel amiguita roedora, reclamando su atención— ¡Hola! pequeña —saluda con voz dulce y aguda, como si de una bebé se tratara, a la señora Rodríguez que estaba en sus pies. La tomó, acariciándola con los dedos y dándoles besos en la cabeza. La Señora Rodríguez chilló y se acarició a sí misma con la mano de Javier.
—¿Qué haces aquí?— Le preguntó Bruno sonriéndole. Le gustaba ver lo bien que se llevaban sus ratitas con su mejor amigo.
— Quería que almazaramos juntos, es domingo. Siempre comemos juntos los domingos, ¿Pasa algo? —preguntó Javier mientras seguía acariciando el lomito de la ratita.
— No, solo que olvidé nuestra comida —Bruno dijo y cerró la laptop. Tarareó un poco mientras se dirigía a la mesa.
—Bien, iré por unos platos —dice Javier dejando a la señora Rodríguez en el sillón y dirigiéndose a la cocina— ¡Mierda, Bruno! ¿Qué maldito desorden tienes aquí? —gritó desde la cocina al ver platos sucios y varias bolsas de basura en el suelo.
Bruno desde su lugar, rotó los ojos con una sonrisa.
— Voy a limpiar luego, trae los platos y deja de quejarte —Le gritó Bruno, sabiendo que el pelirrojo tiene que tener un tic en este momento. Miró a la señora Rodríguez y le guiñó el ojo con complicidad, le encantaba llevar la paciencia de Javier al límite.
— No sé cómo puedes dejar todo así, es asqueroso —mencionó Javier haciendo cara de asco, mientras regresaba a la mesa con los platos en la mano, dejándolos frente a la silla de cada uno.
— No tengo tiempo para eso— le dijo Bruno empezando a servirse.
— Nunca tienes tiempo para organizarte.
— Déjame ser feliz, por favor —dijo quejándose.
La señora Rodríguez paseaba la mirada entre los dos. Era como estar escuchando a un viejo matrimonio.
— Está bien, cambiando de tema ¿Cómo te fue con el niño ayer? —preguntó Javier, sentándose y mirando a Bruno algo travieso. Tenía una sonrisa pícara en el rostro. Algunas mechones de cabello rojizo caían frente a sus cejas.
— No es un niño.
— Lo que tú digas... ¿Cómo te fue?.
— Bien, fuimos a cenar a Castanyoles y luego fuimos al mirador —le respondió Bruno viendo su comida, intentando no mirarlo a los ojos, para evitar el bombardeo de preguntas que sabía que le haría.
Y la actitud despreocupada de Javier se esfumó en ese momento. Su mirada se endureció y sus cejas se juntaron al fruncir el ceño.
— ¿Castanyoles? Es de los más caros, ¿Fue su idea o la tuya? — preguntó serio Javier.
— Mía, no sabía de ese restaurante.
— ¿No se te ocurrió llevarlo a un lugar más barato?
— Javi cuando vuelvas a salir con un hombre, te darás cuenta que cuando te importa para algo más que acostarte con él, planificarás todo sin importar lo que cueste —dijo Bruno solemnemente, continuando con su almuerzo.
Javier se rió como si acabara de escuchar la cosa más absurda del mundo. La sonrisa blanca se dejó ver dando una impresión sarcástica.
— Pues eso no va a pasar, si puedo tener placer ¿para qué me voy a esforzar en tener algo más? — respondió tomando algo de comida y llevándosela a la boca.
Bruno alzó las cejas. Adoraba a su amigo con el alma, pero a veces no lo entendía ni un poquito.
—No sé, para tener algo que valga la pena, algo sentimental y no solo sexual —respondió Bruno con una voz condescendiente.
Javier mantenía la mirada en la comida y de vez en cuando miraba a Bruno. Estaba seguro de su postura, bastante. Aquél hombre pelirrojo parecía relajado mientras hablaba de su propio pensamiento.
— Involucrar sentimientos, solo termina en hacerte depender de otra persona para ser feliz. Eso no es algo que yo esté dispuesto a pasar de nuevo. Tampoco tú deberías, lo que necesitas hacer es replantearte eso de querer siempre ver lo mejor de las personas. Hasta ahora todas te han fallado —dijo bastante seguro de sí mismo.
Bruno lo miró pensativo por unos segundos. Javier no estaba siendo agresivo, genuinamente compartía su punto de vista mientras jugueteaba con los vegetales de su comida.
— No voy a cambiar y lo sabes. Solo intentaré ir más lento —respondió Bruno volviendo a comer.
— Pues no lo estas haciendo bien, si ya lo llevaste a todos los sitios que frecuentas. Lo estás dejando involucrarse demasiado, eso no es precisamente ir lento —atajó Javier.
Bruno levantó la mirada y sonrió. Había recordado lo dulce que fue Camilo en el mirador e inevitablemente le arrancó una sonrisa.
— Quiero que me conozca, es todo —dijo Bruno sin borrar la sonrisa.
Aunque la sonrisa bulrona de Javier era aún más grande. Negó ligeramente con la cabeza y alzó las cejas traviesamente.
— Pues ya sabe que eres aburrido— le dijo Javier sonriendo de forma acusadora
— Voy a ignorar eso— le dijo de forma seria, mientras continuaba comiendo.
—¿Ya te acostaste con él?— preguntó sin darle mucha importancia. Como si hablara de cualquier cosa.
Bruno empezó a toser ante la pregunta tan repentina y dejó su cubierto sobre la mesa.
— ¡NO! – Le gritó como pudo.
— Tanto esfuerzo para nada. ¿Ves? te dije, mientras más simple mejor, obtienes lo que quieres, sin esfuerzo, ni gastos —dijo casi al punto de la decepción.
Bruno algo impaciente, pero deseoso de mantener su punto de vista, se acicala. Los ojos fríos sobre su amigo.
—Quiero todo lento con él, te lo acabo de decir —replica Bruno.
— Pensaba que era solo lo sentimental, no que también ibas lento en ese aspecto. Bruce, él es muy joven, dudo que le encante que seas tan anticuado y serio respecto al sexo —dijo Javier seriamente arquando una ceja.
—Quiero hacer las cosas bien, no como otros—respondió Bruno un tanto incómodo.
Javier levanta la vista algo burlón.
— ¿En serio? ¿Cuántas veces te ha salido bien?— Le preguntó sonriendo de forma pícara.
—Una; pero no es algo de lo que valga la pena hablar… —
La sonrisa que tenía se desvaneció al instante.
—Te odio tanto—murmuró dejando de comer.
Bruno se levantó de la mesa y recogió su plato.
—Me amas — le dijo dándole un beso en la frente.
Javier se quedó viendo el plato serio, ignorando por completo lo que hace o dice Bruno.
—Me tengo que ir.
✨✨✨
Camilo había llegado bastante tarde la noche anterior. Al entrar a la casa pudo ver que Gabriel estaba ahí con la luz de la cocina encendida simplemente esperándolo. Su expresión era molesta, el ceño fruncido y los ojos incluso cristalinos. Estaba sentado en uno de los bancos de la barra, con el cuerpo recargado sobre ésta última. Al verlo se levantó y caminó hacia él sin cambiar en ningún momento esa expresión.
— ¿Estás bien? —le preguntó Gabriel.
Camilo solamente asintió sin dejar de mirarlo a los ojos.
— Vámonos a dormir —fue todo lo que dijo Gabriel antes de tomarlo de la mano y llevarlo a la habitación. Como no era la primera ni la última vez que se quedaba ahí, Camilo ya tenía una cama para él. Estaba justo debajo de la suya, podía sacarse el colchón de debajo de la cama. Un canguro.
No dijeron nada más, solamente se enfocaron en dormír.
A la mañana siguiente fue todo lo contrario. Se levantaron y como era costumbre de ambos, se reunieron en el comedor a comer algo de cereal aunque ya era pasado el mediodía.
— ¿Entonces qué fue todo ese misterio de sacarte de la ciudad? —Gabriel tenía los brazos cruzados, estaba sentado en su silla mientras veía a Camilo que aún seguía completamente despeinado, sirviendo el cereal descuidadamente.
Camilo se quedó viendo el envase de leche con los ojos entrecerrados.
— ¿Si la leche venció ayer me puede matar? Meh, no creo. Hierba mala nunca muere —se sirvió sobre su plato y luego se llevó una cucharada a la boca. Al menos aún estaba buena. Luego regresó a responderle a Gabriel—. ¿Qué te digo? Lo malinterpreté todo. En realidad solo quería darme una sorpresa y me llevó a un mirador.
A Gabriel aquello no le hacía nada de gracia todavía.
— Sí, pero no lo sabías. No sabías que iba a llevarte ahí y aún así no me respondiste. Pudiste haberte puesto en peligro a ti mismo.
Camilo seguía distraído, huyendo a propósito de esa charla.
— Era un mirador muy bonito. También el restaurante era lindo —se sentó en la mesa frente a él.
Gabriel lo miró cada vez más impaciente. Ni siquiera había tocado su desayuno.
— Te pusiste en peligro. Es otro de tus comportamientos radicales. ¿Cómo es que no lo ves?
Camilo se llevó a la mano a la frente para tirar de los mechones del flequillo.
— No lo es…. Solo salí con alguien y la pasé bien. Me la pasé bien ¿Sí? Además lo besé. Es increíble haciendo eso. Deberías probar… No, mejor no.
Gabriel se levantó y se dirigió a la alacena para sacar un frasco de allí.
— ¿Lo besaste? ¿Hicieron algo más que solo besarse?
Camilo se sonrojó ante esa pregunta. Sobre todo por el tono despectivo con el que había sido hecha. Los ojos acusadores de Gabriel estaban sobre él.
— No, y los amigos normales no usan ese tono al hacer esa pregunta.
Gabriel llenó un vaso de agua sin perder de pista a Camilo. Luego caminó a él y respondió con el mismo tono insatisfecho.
— Los amigos normales no tienen que recoger los pedazos del otro cuando le rompen el corazón… O cuando te presionas a ti mismo a hacerlo. Te saltaste tu medicina anoche.
Le extendió a Camilo el vaso y el frasco de cristal dónde estaban sus tabletas. Camilo las miró algo pensativo por algunos segundos, pero finalmente las tomó de su mano para ingerirlas.
✨✨✨
Pasaron algunas semanas desde esa primera cita. Durante ese tiempo, Camilo y Bruno volvieron a encontrarse. Hubo varias citas más y cada una casi tan perfecta como la primera.
Lo mejor de todo es que Camilo habló con su padre. Félix siempre había sido un hombre comprensivo y se preocupaba siempre por el bienestar de sus hijos. Cuando Camilo le explicó la gran deuda que tenía, su padre accedió a prestarle el dinero con la condición de que se lo devolviera en cuanto pudiera. Tampoco iba a regalarselo pues quería que su hijo entendiera el valor de las cosas. Lo transfirió directamente a la cuenta de Bruno. Así que ahora estaba libre de eso.
Ahora estaban terminando una de las citas. Ya habían llegado afuera de la casa de Camilo y ambos se encontraban en el auto. Claro, para este momento estaban besándose desesperadamente antes de separarse.
Duarte esas semanas Bruno meditó mucho en las palabras de Javier. En especial la parte en que le puntualizó que un joven de la edad de Camilo no esperaría mucho antes de avanzar de manera sexual. Bruno se debatía internamente si hacerle caso a él o a sus propios principios.
Los besos de Camilo no eran nada tímidos. Él se apasionaba de verdad, lo abrazaba e incluso jalaba su cabello sensualmente mientras su lengua exploraba cada rincón de la boca del mayor. Eso era algo que Bruno no podía ignorar. Había pasión, había tensión y todo eso era una mala combinación cuando el objetivo era contenerse.
Así que Bruno se arriesgó a hacer un movimiento ligero, algo sutil. Solo quería ver cómo es que Camilo reaccionaba. Mientras lo besaba sus labios bajaron por el mentón dirigiéndose cuidadosamente a su cuello. Camilo cerró los ojos y movió la cabeza hacia atrás dejando expuesta esa zona para él. Bruno bajó su mano de la nuca de Camilo hacia el pecho de éste y el resultado fue un gemido tan encantador que Bruno pensó que se volvería loco.
Y aunque lo tomó por sorpresa Camilo también respondió. Comenzó a acariciar el pecho de Bruno, pero de una manera más desesperada. Cerraba sus manos sobre la tela de su camisa mientras sus gemidos eran más audibles. Estaba bastante claro lo excitado que se encontraba.
De pronto Camilo se apartó.
— Ok, es tarde. Tengo que ir adentro —dijo con una sonrisa embelesada como si le costara volver a la realidad.
Bruno suspiró. Llevó la mano a los labios de Camilo y los acarició con el pulgar. Su pequeño juego le había salido al revés. Ahora era él quien tendría que soportar una impaciente erección mientras veía a Camilo despedirse de él mientras arreglaba su camisa y le dejaba un beso en la mejilla.
— Me encanta estar contigo, Bruno —dijo Camilo, sonriendo. Abrió la puerta y sin esperar un momento más, bajó del auto con la agilidad de un niño y lo miró con ese aire descarado y dulce que emitían sus ojos, lanzando un beso antes de volver adentro.
Bruno gruñó, tomó aire e intentó relajarse. Bien, no había salido mal. Camilo había aceptado sus caricias, pero las había detenido en cierto momento dándole a entender que tenía razón. Debía esperar. Debía hacer las cosas bien. Debía ser un hombre respetuoso. Bruno tenía razón. Odiaba tanto tener la razón.
Así que no tuvo más opción que volver a casa. Y todo lo que había en su mente era Camilo. Camilo, Camilo, Camilo. Al entrar, sus raritas lo recibieron gustosas. Él les dió algo de pan en la cocina y luego se dirigió a su cuarto cerrando la puerta tras él.
Al entrar respiró profundo, estaba agotado, con una erección palpitante e incluso dolorosa entre las piernas. Tenía años que no se sentía de esa forma. Maldijo a Javier por entrar en su mente estando con Camilo. No hubiera apresurado las cosas de no ser por él.
Se acostó en su cama y se quitó los pantalones. Cerró los ojos y pensó en el cuerpo de Camilo. En lo sensible que estaba frente a él, en sus gemidos y en esos ojos llenos de lujuria que lo volvían loco.
Bajó su mano y tomó su erección aún en sus boxers, gimió ante el contacto, pensando en Camilo haciendo lo mismo. Imaginó sus delicadas manos apoderándose de su erección, mientras se lamía los labios. Tomó un poco de lubricante que tenía en la mesa de noche y llenó su mano derecha del mismo, empezó jugando con sus dedos en la punta, imaginando la lengua del menor en su lugar. Sabía lo hábil que era el joven con la lengua, así que imagino lo que había hecho con su boca, en su miembro.
Intentaba de replicar movimientos, daría todo por tenerlo en este momento con él.
Necesitaba saber que tan atrevido era el joven, si esa forma permisiva de hoy era parte de un juego, donde tentarlo era ganar.
Pensó en lo mucho que quería tenerlo sobre él y lo poco que faltó para intentar pasarlo a su lado cuándo estaban besándose en el auto, para tenerlo sobre sus piernas. Pudo ver esos pequeños movimientos de cadera que hacía el menor con sus caricias y se moría por sentirlos sobre él.
Tomó su miembro empezando a subir y a bajar la mano con gentileza, imaginando a Camilo restregándose contra él, imaginó cómo estaría su cara sonrojada, su pequeño cuerpo moviéndose sobre él, sonriéndole de forma maliciosa.
Camilo en su oído entre gemidos "Quiero tenerte dentro de mi, te necesito, ¿Me lo permites?"
Posicionando su mano desde la punta con el puño lo más cerrado posible, se mordió el labio al pensar en el joven susurrando "Necesito hacerlo lento, no quiero que me duela. Es que tengo tanto tiempo sin hacerlo"
Fue bajando su mano apretando su miembro con fuerza, provocándose espasmos hasta llegar a abajo, imaginó esa carita mordiéndose el labio "Papi me siento tan lleno"
Cerró los ojos. Todo lo que veía era ese dulce rostro embriagado por la lujuria. Su mano se movió más y más a prisa e imaginaba el sonido de sus gemidos disfrutando. A Bruno el corazón le latió desbocado y de pronto llegó el orgasmo tan radical e intenso que mordió su propio labio y se tensó por completo antes de caer rendido sobre la cama.
Su cuerpo se quedó agitado. Abrió los ojos y todo se veía más vibrante, más alegre. Se rió un poco al pensar nuevamente en Camilo….
Luego alguien Intentó abrir la puerta. Por algún azar del destino, Bruno había cerrado con seguro a pesar de que vivía solo. Qué bueno que lo hizo porque en ese momento la voz de Javier le llegó del otro lado de la puerta.
— ¿Bruce? ¿Estás listo?
Bruno lo recordó entonces. Esa noche la madre de Javier estaba en la ciudad y habían quedado de llevarla al aeropuerto, pues su vuelo salía durante la madrugada. En cambio estaba recostado en la cama con la mano y el vientre lleno de semen.
— ¡Un segundo! Un momento, claro que ya estoy listo… Ya te abro.
Corrió al baño a toda prisa y se lavó las manos. Volvió para cambiarse a la velocidad de un rayo y acomodó su cabello. Cuando abrió la puerta solo un par de minutos más tarde, estaba perfectamente presentable.
Javier sonrió al verlo.
— Pensé que lo habías olvidado.
Bruno fingió estar ofendido y negó con la cabeza.
— ¿Quién en su sano juicio podría olvidarse de tu madre? Te has vuelto loco —caminó hacia la salida de la casa, dejando a Javier de pie frente a la puerta.
Javier se giró un poco, sonrió y cerró la puerta de la habitación de Bruno, empezó a caminar hasta donde estaba Bruno esperándolo y le dio una sonrisa.
— ¿Qué?— preguntó Bruno ante la mirada acusadora de Javier.
— Nada —dijo saliendo del apartamento. Ambos permanecieron algunos segundos en el pórtico.
Más Bruno lo conocía tan bien cómo Javier a él. Algo estaba ocultando el pelirrojo y su fuerte mandíbula lo delataba al temblar bajo la burlona sonrisa.
— ¿Por qué me sonríes así? ¡Basta! Eres espeluznante —Bruno dijo y acomodó su reloj de pulsera.
Javier canturreó para sí mismo antes de enfocar sus ojos en Bruno. Bruno a veces se desesperaba con el aire arrogante de Javier que tenía un aspecto de saberlo y conocerlo todo, incluso mejor que el propio Bruno. De no ser porque lo quería tanto, quizá le habría metido un zape en la cabeza.
—Nada, es que me parece raro verte tan relajado. Es casi como si acabaras de tener sexo —soltó de pronto Javier y aquello sorprendió a Bruno.
Bruno carraspeó y se volteo para ver al frente. En el auto de Javier podía ver a su dulce madre esperando. Eso azoró a Bruno todavía más.
—No sé de qué estás hablando — respondió nervioso Bruno evitando mirarlo a los ojos.
— Si…es que ¿Cómo te lo explico? Tu expresión cambia, pero no me convence del todo. Es decir, tienes esos hombros relajados, pero no estás a ese punto de tocar el cielo, al que llegas después de acostarte con alguien. Ese aspecto lo conozco bien, así que ¿Amor propio? — preguntó Javier, alzando una ceja.
Bruno apretó las manos, pellizcando sus propios nudillos. Ante aquella reacción, Javier continuó.
— Me gusta verte así —prosiguió el pelirrojo—. Aunque más relajado sería perfecto. Relajado de verdad, después de sexo de verdad. Pero ya que eres un mojigato no puedo esperar más ¿Verdad? Así que, para mí sería un placer conocer al que te ha sacado de la amargura, aunque sea con amor propio —le guiña un ojo a Bruno mientras su satisfecha sonrisa sigue predominando en su cara—. Si no es mucho pedir, dile al dueño de tus fantasías que quiero conocerlo. Cenemos este fin de semana en algún lugar o aquí si te sientes más cómodo.
Bruno no esperaba eso, pero era algo muy natural en Javier.
—Tu madre nos está esperando ¿Podemos irnos?— Fue lo único que alcanzó a decir por el momento. No quería seguir la conversación, estaba bastante incómodo y sabía que si decía algo más Javier lo estaría molestando todo el camino.
✨✨✨
La noche pasó y obviamente Camilo no pudo dejar de pensar en ese beso con Bruno. No el beso en sí sino todo lo demás. Las caricias, su respiración agitada, la candente forma en que tocaba su pecho. Camilo deseaba tener la autoconfianza suficiente para ir más allá de eso, pero aún era demasiado pronto para él.
Por la mañana veía todo desde una perspectiva diferente. Bien, las cosas entre ellos iban lentas pero seguras… ¿Seguras? No estaba muy seguro de eso. Camilo y su vieja costumbre de sobre pensar e imaginar más de lo que debería. ¿Que hay si a Bruno le molestaba tanta timidez de su parte? ¿Qué tal si no le importaba? ¿Qué tal si nada de lo que él hacía era realmente importante para Bruno?
Con una nueva sobrecarga de temores, Camilo encendió su computadora. Se sentó en la cama, arrojando un par de latas de Coca Cola al suelo y comenzó a buscar las redes de Bruno. Obviamente aún se mostraba como soltero en todas. Claro que sí ¿Por qué cambiaría? Solamente llevaban saliendo algunas semanas y ninguno había hablado sobre el tema antes.
De pronto su celular sonó y Camilo salió de sus pensamientos para ver la pantalla encontrándose con la agradable sorpresa de que se trataba de Bruno.
— Hola, guapo —respondió Camilo dejándose caer en la cama.
Se escuchó una risita del otro lado de la línea. No necesitaba verlo para saber que estaba sonrojado.
— ¿Qué tal estás? —preguntó Bruno.
Camilo decidió ser un poco pícaro.
— Pensaba en ti ¿Adivinas lo que pienso? Te gustaría…
Se escuchó un suspiro por parte de Bruno. Camilo adoraba pensar en la cara que estaría haciendo.
— Seguramente si. Pero me gustaría más que me lo mostraras…
Camilo se levantó de la cama sin saber que decir ahora.
— Hum… si, tal vez ¿Qué tal tu día?
— Bien, de hecho te llamo para invitarte a cenar.
— Sabes que me encantaría….
— Con Javier y conmigo. El sábado por la noche. Él quiere conocerte, saber un poco de ti. Es algo… se preocupa mucho y solo creo que les haría bien conocerse un poco más. Tú querías saber de él también así que pensé que te agradaría la idea. —Bruno hablaba como si eso fuera lo más normal del mundo. Como si fuera la más genial de las ideas.
Eso lo tomó desprevenido. No tenía idea de por qué razón Javier estaba interesado en él cuando era obvio que no le agradaba demasiado.
— Hum…. Claro pero si es así tendrá que ser reservación para cuatro.
— ¿Cuatro?
— Sí. Tú amigo quizá quiera asesinarme o sencillamente destrozar mi humanidad parte por parte así que necesito apoyo emocional. Llevaré a mi perro de apoyo.
Bruno soltó una carcajada. Adoraba la espontaneidad de su Cami.
— De acuerdo. Me parece justo. Los veo a las ocho, igual que siempre. Pasamos por ustedes.
— No me voy a meter en un auto con tu amigo sin conocerlo antes. Me va a dar un ataque de pánico o algo así. Envíame la dirección y nosotros llegamos ahí.
✨✨✨
Bruno y Javier caminaban por el centro comercial. Acababan de salir de una de las tiendas donde habían comprado algunas camisas nuevas.
—Entonces sí saldremos. Por fin conoceré al maravilloso niño que te hace fantasear —Le dijo Javier de forma burlona, mientras acaricia a la señora Rodríguez que habían llevado escondida entre sus ropas— Te conozco, Bruce, sé lo que hay en tu mente. Sé que aunque estás tratando de controlarte, solo quieres una cosa: corromperlo.
—Es más que eso —Intentó defenderse Bruno.
— Sí, lo sé, quieres algo verdadero y con sentimientos. Pero sé como eres, sé que quieres ante todo, que ese pequeño esté rogando por ti todo el día — Le dijo mirándolo de forma pícara, con una sonrisa maliciosa.
Los dos caminaban por un amplio pasillo. La ratita en la chaqueta de Javier chillaba al ver tanta gente cerca. Algunas personas la escuchaban, pero no lograban encontrarla.
— No voy a hablar de eso contigo. Hay otra cosa que quiero decirte, también irá un amigo suyo a la cena —dijo Bruno en un intento por desviar la atención de Javi. Y lo logró sin mucho esfuerzo.
Javier resopló fastidiado. Algunos cabellos sueltos se movieron cuando exhaló dramáticamente. Bruno solo pudo contener el aliento un segundo.
—¿Ahora somos guardería? — preguntó Javier serio, entrecerrando sus ojos para mirarlo.
Bruno no se inmutó ni estaba dispuesto a cambiar de opinión.
— Si tú vas, puede ir su mejor amigo y así me conoce también a mí, es todo.
Javier miró a la ratita en el bolsillo con una expresión incrédula en el rostro. Le murmuró a la rata una pregunta "¿Le creemos?" Pero la ratita negó con la cabeza y Javier rió. Bruno miró extrañamente a su mascota.
— ¿De qué lado estás, ratita traidora? —preguntó Bruno.
Javier le dió a Bruno un empujoncito en el hombro. Bruno solo se frotó el hombro fingiendo dolor
—No culpes a la señora Rodríguez de que salgas con un infante. Pronto querrá salir con todo su grupo de amigos y vas a parecer el chaperon en una salida de pubertos —dijo Javier, amargamente.
— Deja el drama, solo es otro chico —respondió Bruno. A esas alturas no sabía si le molestaba o le hacían gracia esos comentarios.
— Así es que empieza y luego estás en el cine con diez niños, viendo las tortugas ninja —replicó Javier.
Bruno no pudo evitar soltar una risa, misma que hizo todo lo posible por disimular.
—Eres insoportable, agendamos para el sábado a las ocho, ¿Estás bien con eso?—
— Sí, no hay ningún problema. Si quieres llevamos a las niñas — le dice acariciando a la señora Rodríguez con cariño— Ya que estaremos de niñeras, hacemos el trabajo completo. Además, las ratitas sí me agradan.—
✨✨✨
Sin darse cuenta llegó el sábado. Camilo estaba en su habitación, nervioso, buscando qué ponerse para esa noche. Quería aparentar tener madurez, algo que honestamente parecía difícil, y dar una buena impresión ante Javier.
—No sé para qué te esfuerzas tanto en agradarle si dices que le caes mal— le dijo Gabriel que estaba sentado en la cama, mirando el caos que era Camilo en ese momento.
— Es su amigo y creo que él tiene una gran influencia en Bruno — Le dijo sin apartar la mirada del closet mientras buscaba una camisa "apropiada" para la ocasión. No quería volver a pasar por lo mismo de la primera cita—¿Por qué no tengo ropa de vestir?—
—Porque no tienes 40 años —dijo Gabriel, jugando con una de sus pelotitas de espuma, arrojándola al aire.
Camilo lo miró entonces y atrapó la pelota en el aire para obligarlo a darle atención.
—¿Ya sabes qué te vas a poner? No te veo ni siquiera intentarlo —le juzgó Camilo, arrugando la nariz.
— Así como me ves iré— Le dijo Gabriel mostrándole su ropa desde la misma posición. Una camisa con estampados de pequeñas florecitas celestes, abierta hasta la mitad del pecho.
Camilo le tiró ligeramente el cabello.
—¿Estás loco? No, tienes que dar una buena impresión — le dijo alterado buscando algo que su amigo pudiera ponerse. Encontró una camisa completamente negra que se veía mucho más decente y la extiende a él— Ponte eso y correctamente, también tienes que dar una buena impresión.
Gabriel resopló apretando los labios como un niño haciendo berrinche.
—No necesito fingir ser alguien que no soy para agradar a tu ligue —le dijo viendo la camisa y lo horrenda que se vería si la usaba de la forma en que Camilo se lo pedía—. Además, si me la pongo "correctamente" sería un crimen.
Camilo le lanzó la camisa en la cara. Gabriel la apartó y comenzó a desabotonar la que llevaba puesta.
—No es para impresionarlo a él, es para su pretencioso amigo. La única vez que lo vi venía de trabajar y parecía que salía de una pasarela —respondió terminando de acomodar su propia ropa.
— En ese caso voy desnudo y pareceré salido de una revista. Una revista porno. No sé para qué me involucraste en esto —dijo molesto Gabriel, poniéndose la camisa correctamente. Extendió ambos brazos a los costados— Parece que voy a repartir biblias.
Camilo, sin embargo, sonrió.
—Estas perfecto, solo falta que te peines un poco —dice lanzándole un cepillo.
—No, no, no, con mi cabello no te metas. Puedo parecer un mojigato, pero el cabello no se toca —dijo firmemente Gabriel.
— Solo te estoy pidiendo un favor y solo será hoy.
—¿Quieres que parezca salido de 1970? Se que son viejos, pero hasta para ellos sería una burla —dijo lanzando el cepillo a la cama.
— ¡Listo! ¿Qué tal estoy? —preguntó Camilo, girando para que Gabriel lo vea.
Gabriel suspiró con una expresión triste en el rostro.
— Siento pena ajena, parece que un hipster ciego te vistió.
—Yo me veo presentable—dijo Camilo, viéndose en el espejo.
— Si, para hacer el ridículo.
—Ya, mejor nos vamos, se nos hace tarde.
✨✨✨
— Ya tienen cinco minutos tarde ¿Estás seguro que van a venir?— pregunta Javier molesto.
Se encontraban los dos en la mesa del lujoso restaurante en el que habían hecho la reservación. Ambos iban vestidos adecuadamente, encajando perfecto con el ambiente. Cada uno tenía una copa de vino tinto mientras esperaban
—No seas impaciente, de seguro se les hizo tarde —dijo Bruno, aunque no podía evitar mirar a la puerta de cuanto en cuanto.
— Si a ti te gusta este tipo de irresponsabilidad, es tu problema, yo tengo planes después de esto.
—Tranquilo, a tu chico en turno no le molestará que llegues tarde. Y no lo digas como si te importara que le molestara.
Camilo y Gabriel estaban ya afuera del restaurante. En realidad habían llegado quince minutos antes, pero Camilo estaba paralizado en la puerta a punto de hiperventilar. Los demás comensales que pasaban a su lado los miraban algo extrañados, pero Gabriel solamente frotaba su espalda esperando que se tranquilizara.
— Solo es una cena. No va a pasar nada ¿Qué hay si no le agradas? No sería el fin del mundo —le decía Gabriel dulcemente mientras tomaba la mano de Camilo—. Vamos a entrar ¿Si?
Camilo asintió. Cómo se sentía un poco más preparado, se adelantó. Gabriel le soltó la mano, agradeciendo que tuviera un poco más de confianza en sí mismo. Ambos entraron al restaurante y el hostess les indicó que ya los esperaban dentro.
— Puedo hacerlo ¿Verdad? —Camilo giró para ver a Gabriel y casi se desmaya al ver que su amigo, contra todo lo que le había dicho, ahora llevaba la camisa desabotonada hasta la mitad del pecho y las mangas dobladas hasta los codos— ¿Qué mierda estás haciendo? No puedes entrar así.
Gabriel solo se rió, lo tomó por los hombros y lo hizo avanzar siguiendo al hostess hasta su mesa.
— Si creías que te iba a hacer caso, te equivocaste —respondió Gabriel sin borrar su sonrisa.
Llegaron por fin a la mesa encontrando a los dos hombres allí. Bruno al ver a Camilo se levantó con una radiante sonrisa.
— Cariño, llegaste —dijo dándole un beso en la mejilla.
Camilo se sintió algo extraño. Nunca antes le había llamado "cariño". No era algo que le desagradara en absoluto, de hecho se sintió bien pero… ¿No era ese un sobrenombre que se le dice a un novio?
Bruno colocó su mano en la espalda baja de Camilo y el menor le sonrió. Luego se hizo a un lado para ver a Gabriel.
— Bruno este es mi amigo, el molesto que siempre nos interrumpe con mensajes. Es Gabriel Luna.
Bruno estrechó educadamente la mano de su amigo y después señaló a Javier, extendiéndole la mano frente a ellos.
— Este es Javier Wi…— Empezó a decir Bruno, cuando fue interrumpido por el pelirrojo.
— Javier, un placer— Dijo levantándose y dándole una mirada a Bruno de desaprobación. Con una media sonrisa les da la mano a ambos, mientras los evaluaba de arriba abajo.
Bruno retiró la silla para ayudar a Camilo a sentarse, con una sonrisa en el rostro. Mientras Javier se queda mirando a Gabriel con una ceja levantada.
— Puedo hacerlo yo — Le dice el jóven al pelirrojo. Separó la silla y se sentó, sentándose frente a este último.
— Lo suponía —le respondió entre dientes Javier.
— Bien, por fin salimos los cuatro. Así ya saben ustedes dos —miró a Gabriel y a Javier— podrán estar tranquilos de conocer con quién sale su respectivo mejor amigo. Evitaremos así malos entendidos — Exclamó Bruno con una enorme sonrisa.
Javier tomó la palabra entonces, señalando las cartas sobre la mesa.
—Bueno niños, ahí tienen la carta. Ya que llegaron tarde, nos adelantamos a pedir nuestras bebidas. Si no entienden algo podemos llamar al camarero por ustedes y si no se quieren complicar mucho, el menú infantil está en la última página —dijo Javier con leve sonrisa pasivo agresiva, saltando la mirada entre los dos.
Camilo se mantuvo serio, pero Gabriel mantenía su sonrisa angelical cuando escuchó eso.
— No, Don Javier. No hace falta —respondió Gabriel—. Nosotros los niños tenemos una vista perfecta. Sé que le parece difícil de creer para una persona de su avanzada edad, pero nosotros no necesitamos ayuda.
—Me alegro que no necesiten ayuda—Le respondió con una mirada fría, mientras se giraba para hablar con Camilo—Así que eres el mencionado Camilo, ¿Qué haces? ¿trabajas, estudias? Supongo que haces más con tu vida además de conseguirte un Sugar…—
—Javier, puedes controlarte por favor—Le reprochó Bruno, incómodo.
Mientras Camilo se encontraba sorprendido, con los ojos cristalizados por los nervios. Su plan de agradar no estaba funcionando y no era tan fácil como parecía.
—Yo… señor… Estudio fotografía y no veo a Bruno de esa forma.
— Eso es interesante, ¿De qué forma lo ves? Pues yo se exactamente de la forma en que él te ve a ti y no me agrada nada a dónde se dirige —siguió interrogando Javier despiadadamente.
—Bu-ueno nos estamos conociendo, y considero que en algún punto tendremos algo más formal —Camilo hablaba de frente, trataba de sonar decidido, pero los nervios aún lo delataban. Se sentía incluso acalorado.
—Muy bien, y ¿Qué tienes para ofrecer? además de lo sexual claro —la sonrisa ladeada de Javier seguía ahí, como si disfrutara de los aprietos del chico.
Camilo sintió los colores subiéndosele al rostro. De todos los temas que existían tenía que hablarle precisamente de ese.
— Disculpe, pero no sabría qué decirle. Supongo que fidelidad y cariño, es lo único que tengo para ofrecer.
Javier rodó los ojos se encontró con la mirada penetrante y asesina de Bruno.
—Bueno, está bien, mientras lo descubres, estaré al tanto de todo —dijo Javier que se giró y se encontró con Gabriel. Si una mirada matara, Javier ya estaría cinco metros bajo tierra por la de Gabriel— Y ¿Qué hay de ti? ¿Qué haces con tu vida? ¿Estás buscando a alguien que te mantenga también?
Gabriel alzó la ceja y le dió otra sonrisa arrogante y hasta retadora.
— Yo me prostituyo y tráfico drogas en mi tiempo libre, así que gano muy bien con eso, no necesito que me mantengan —respondió sarcásticamente lanzándole un beso a Javier—. Pero estoy buscando a alguien AB positivo para robarle los órganos.
Bruno le dió un golpecito por debajo de la mesa a Javier.
— Está bromeando, Gabriel. Solo nos interesa saber a qué te dedicas —dijo Bruno tratando de parecer sereno.
Gabriel y Javier no apartaban la mirada retadora del otro. Ni siquiera prestaron atención a Bruno.
Javier tomó un poco de su copa y alzó la ceja, aún mirando despectivamente a Gabriel.
— Ah ¿en serio? ¿Cuánto cobras por una noche? ¿Tres dólares?
Gabriel se mordió el labio y comenzó a reírse.
— ¿Para ti? Podría ser gratis si el efecto de lo que puse en tu bebida hace efecto a tiempo ¿Qué tipo de sangre eres?
Camilo se sintió todavía más nervioso. Quería asesinar a Gabriel. Solo había querido darle una buena impresión a Javier y todo se estaba yendo a la mierda.
— ¡Gabriel estudia derecho! —casi gritó Camilo, intentando desesperadamente terminar con la masacre entre ellos.
La expresión de Javier cambió ligeramente.. entrecerró los ojos y le dió una penetrante mirada a Gabriel.
— Eso es interesante, verdaderamente interesante —dijo Javier con una sincera sonrisa.
— Javier, por favor— Le volvió a reclamar Bruno, que ya no encontraba manera de controlar a su amigo.
Bruno le dió un leve codazo a Javier y este se giró para verlo.
— No, de verdad estoy interesado, ya me había ilusionado con lo de la prostitución; pero esto me interesa a otro nivel —dijo, acomodándose en su asiento.
Gabriel en cambio tenía la cabeza ladeada y lo observaba despreocúpadamente. Estaba recargando su espalda en la silla y mantenía una mano sobre la mesa.
— Yo no tengo que agradarte, ni interesarte de ninguna forma— Le dijo Gabriel, de forma seria.
Antes de que Javier pudiera decir algo llegó el camarero a la mesa.
—Buenas noches ¿Están listos para ordenar?—
— Buenas noches Julio, lo mismo de siempre— le dijo Javier con una sonrisa al camarero.
— Perfecto señor Williams—respondió el camarero mientras anotaba la orden.
— ¿Qué vas a pedir Bruce? —le preguntó Javier con una sonrisa. Gabriel se le queda mirando, ese tipo no había mostrado una expresión tan viva, desde que habían llegado, ya entendía a Camilo cuando le decía que parecía haber algo entre él y Bruno.
—Lo mismo de siempre está bien —respondió Bruno, entregándole la carta.
El camarero la tomó.
— Muy bien señor Madrigal. Los jóvenes ¿Qué van a ordenar? —dijo observando a estos dos.
Camilo y Gabriel intercambiaron una mirada. Era más que obvio que Bruno y Javier solían ir a ese lugar. Ellos ni por equivocación iban a lugares como ese, pero nada costaba probar.
— ¿Una hamburguesa con papas? —preguntó Camilo, divertido. El camarero lo miró con algo de desdén, como si Camilo estuviera loco.
— Cami, eso es en McDonald's, a lo mejor aquí hay pollo frito —respondió Gabriel aguantando las ganas de reírse.
Bruno los miró a los dos ligeramente avergonzado. Camilo se dió cuenta de eso y aclaró la garganta.
— Solo un par de ensaladas por favor. Gabriel no come carne. Así que eso estaría bien —respondió Camilo, cerrando la carta y entregandola al mesero.
Cuando el camarero se fue, Camilo decidió que era momento de pasar un momento con Bruno. Le sonrió y se inclinó un poco a él.
— No sé si haya sido buena idea juntar a estos dos. O que veas lo idiotas que somos ¿Sabes? Parece que de verdad tú y yo somos bastante distintos —susurró todavía sonriendo.
Bruno carraspeó ligeramente.
— ¿Eso es un problema?
— ¡Claro que no! —se apresuró a decir Camilo— De hecho me agrada pensar que soy el chico alocado con un novio formal.
Los ojos de Bruno se abrieron enormemente e incluso retrocedió ligeramente. Su voz tembló cuando habló.
— ¿N-novio?
Fue hasta entonces que Camilo se dió cuenta de lo que había dicho. Se sonrojó y se apartó también un poco. Se quedó con la vista fija en la mesa.
— No quise decir eso… Lo siento sólo estaba… solo olvidalo ¿Si?
Pero eso era algo que Bruno no podía simplemente olvidar aunque tampoco sabía exactamente qué decir. Mucho menos en un momento con tan poca privacidad como ese. No agregó nada más, solamente permaneció serio hasta que sus órdenes llegaron algunos minutos después.
Durante la cena Bruno no paraba de mirar a Camilo ¿Qué debía hacer? No estaba seguro de lo que eran, ni si debía pensar en formalizar las cosas siquiera. Para él, estaban conociéndose todavía.
— Tal vez deberíamos conversar sobre eso ¿Qué tal en tu casa? Después de la cena. O en la mía si lo prefieres —le susurró a Camilo mientras Javier y Gabriel seguían en otra de sus extrañas discusiones.
Eso era nuevo para Camilo. Ninguno de los dos había estado en la casa del otro. No dentro de ella así que supuso que eso significaba algo o muy bueno o muy malo.
— Claro. ¿Qué te parece en la mía?
Bruno asintió gustoso.
✨✨✨
La televisión de la sala estaba encendida. Transmitía una película de comedia romántica, pero ni Camilo ni Bruno le ponían atención.
Bruno se sentía extraño, era la primera vez que entraba a la casa de Camilo. La cita había terminado minutos atrás y ahora estaba ahí admirando las paredes de color amarillo pollito y los toques blancos en las molduras. Había muchos muebles y latas de Coca Cola vacías esparcidas en la casa.
— Creo que bebes mucho refresco —dijo Bruno, moviendo una lata.
— Eso pasa cuando me dejan solo por mucho tiempo —respondió Camilo dejándose caer en el sillón y palpando el lado contiguo invitando a Bruno a sentarse.
El mayor asintió, acomodó el cuello de su camisa y se sentó a su lado. Veía a Camilo y sonreía amablemente.
— ¿De qué quieres hablar? —preguntó Camilo seriamente.
— Me llamaste novio esta noche en el restaurante.
Camilo bajó la mirada, la paseó por el resto de la habitación y finalmente volvió a encontrarse con la de Bruno sintiendo como sus mejillas se coloreaban de carmín.
— No quiero que lo malinterpretes… Es decir, no me molesta, pero no te estoy presionando. Sé que nos estamos conociendo a penas, que aún hay mucho, mucho que conocer del otro. Es solo que no sé, me disculpo si te hice sentir incómodo. Lo siento, no tienes que responder nada ahora. Espero que no estés molesto conmigo —comenzó a decir Camilo. Hablaba torpe y rápidamente mientras frotaba el antebrazo con la mano opuesta.
Bruno sonrió, soltó un suspiro y colocó ambos codos en sus rodillas.
— No deberías asumir lo que pienso sin antes preguntarmelo —respondió.
— En mi defensa, esa es exactamente la definición de "asumir" —dijo Camilo aun riendo suavemente —. Pero no tienes que contestarme. Es decir, tú eres un hombre adulto completamente…. Completamente perfecto no veo razón para quieras que un chico torpe y algo obsesivo se autoproclame tu novio…
Camilo había empezado a hablar, pero Bruno lo interrumpió de la nada.
— Por favor, por favor no hagas eso, Camilo. No pongas palabras en mi boca —dijo secamente retrocediendo un poco y fijando la mirada en la televisión.
Camilo parpadeó, sonrió nerviosamente y se dió cuenta de que estaba comenzando a temblar.
— ¿Estás molesto conmigo? Lo sabía, te molesté. Yo no quise… te juro que no quería molestarte —Camilo dijo llevó su mano a la de Bruno pero este se volvió bruscamente hacía él. Bruno no apartó la mano pero Camilo dejó de sentirse cómodo tomándola y simplemente la retiró.
— ¡Basta! Para ¿Quieres? No tienes que pensar tanto las cosas, no te hagas tantos líos —Bruno dijo de pronto. No gritó, pero el tono de su voz era evidentemente irritado y sus ojos también demostraron su molestia.
Camilo se quedó callado de pronto su entrecejo se arrugó y sus cejas casi se juntan. Los labios entreabiertos se cerraron de pronto.
— Bueno quizá no lo haría si fueras más abierto. Lo que pasa por tu mente jamás puedo imaginarmelo. Te ahorras muchas teorías locas si tan solo hablaras —se defendió Camilo tensando los hombros y sosteniendo la mirada de Bruno.
— ¡Ni siquiera me das tiempo de decírtelo cuando ya te formulaste hipótesis! Escarbas tanto en ellas que no me dejas hablar sobre lo que realmente pienso —dijo Bruno y se frotó los párpados con los dedos, lucía algo cansado.
— Está bien entonces dímelo. Dime qué piensas. Te llamé así en la cena y no dijiste nada, tu expresión no me dijo nada así que dime ¿Qué piensas?
— No. No haremos eso. No vamos a hablar del tema de esta forma ¿Está bien? Solo olvidémoslo por ahora.
— ¿Lo ves? ¡Justo a eso me refiero! No me dices nada y no quieres que saque mis deducciones, pero mientras hablamos ya saqué varias teorías y ninguna de ellas es linda…
— ¡Solo olvidalo! ¿quieres? Dejalo ir. Dios eres tan…. Agotador
Camilo se quedó quieto al escuchar eso. La mirada vacilante fija en los ojos de Bruno. Volvió puños sus manos mientras trataba de contenerse, pero sus ojos comenzaban enrojecer y humedecerse.
— Soy agotador —repitió pesadamente mientras asentía.
Bruno suspiró. Se sintió un idiota por haber dicho eso. Claro que no lo pensaba realmente. Él no se cansaba de Camilo, no le aburría en absoluto, pero era difícil manejarlo cuando se sumía en su propio caos mental. Pensó en disculparse. Estaba por hacerlo, pero sintió su corazón encogiéndose ante la mirada dolida de Camilo y supo que no tenía el valor de prevalecer ahí un momento más. No soportaba verlo así.
— Tengo que irme —dijo Bruno levantándose del sillón y tomando sus cosas—. Te llamo mañana —dijo mirándolo por encima del hombro sin hacer contacto visual directamente.
Camilo solo se quedó quieto, en silencio. Ni siquiera se despidió, no hizo ningún movimiento mientras veía a Bruno caminar hacia la puerta y luego salir por ella. Mientras avanzaba, Camilo sentía un vacío cada vez más intenso en el pecho, pero estaba paralizado, incapaz de actuar.
Apenas escuchó la puerta cerrarse y las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas, nublando su vista. Claro que pensó en llamar a Gabriel y contarle todo lo que había pasado, pero las palabras de Bruno seguían martillandolo ¿Y si también era agotador para Gabriel? Eso lo aterró. Decidió simplemente ir a dormir.
Aunque claro, no hace falta decir que lo único que logró fue llorar el resto de la noche.
✨✨✨
A pesar de que habían dejado a Gabriel en su casa después de la cena, este no podía solo quedarse ahí. Sabía que Bruno y Camilo estarían solos en su casa. Sabía que probablemente pasaría algo. No es que fuera entrometido, pero sentía la responsabilidad de cuidar a Camilo y fue por eso que a mitad de la noche caminó las dos calles hasta su casa y entró con su llave. Adentro estaba oscuro, en silencio. Fue hasta la habitación de Camilo y tocó la puerta.
— ¿Cami? ¿Estás solo? ¿Puedo pasar? —tenía que preguntar en caso de que siguiera Bruno en la casa.
— Entra —escuchó la voz de Camilo algo apagada y su preocupación aumentó.
Abrió la puerta encontrando al castaño recostado en la cama, cubierto con las mantas. No hizo falta mucho para comprender que estaba llorando, sollozando en verdad. Algunos suspiros ahogados morían en el interior de su pecho. Gabriel se alarmó al instante.
— ¡Oh, cielos! ¿Se lo dijiste? Se lo dijiste y lo tomó horrible ¿No es así? Mierda, te juro que voy a matarlo… —comenzó a decir Gabriel acercándose a él y levantando las mantas para verlo.
Camilo tomó su mano de la nada.
— No se lo dije. No es eso… —se apresuró a decir Camilo. Sostenía su mano sin permitirle alejarse.
Gabriel se sentó en la cama a su lado y pasó el brazo por la espalda de Camilo, acercándolo a su pecho. Camilo sollozó aún más fuerte al sentirlo.
— ¿Qué te pasa, rizitos? —preguntó Gabriel suavemente y Camilo levantó la mirada.
— Soy… ¿Soy agotador? Sí lo soy, lo sé. Sé que canso a todo el mundo con mis cosas —murmuró Camilo.
Gabriel se sintió aún más enojado. Acarició la espalda y los hombros de Camilo intentando consolarlo.
— ¿Ese idiota te dijo eso?
Camilo solamente se apretó más contra él.
— No es nada que sea mentira. Sabes mejor que nadie que es cierto. Sabes que no puedo parar de pensar solo… ¡Odio ser así! Quiero ser normal. Quiero dejar pasar cosas, quiero dejar de hacerme un caos en la mente. Me odio tanto… —soltaba Camilo hablando cada vez más entrecortado y más abrupto. Se detuvo cuando los sollozos no lo dejaron continuar.
Gabriel lo abrazó más fuerte.
— Basta. Eres normal. Todos somos diferentes ¿Ok? No tienes porqué avergonzarte de ti mismo —miró a su alrededor y ubicó rápidamente el frasco de medicinas sobre el peinador—. Voy a soltarte ahora para ir por tus medicamentos ¿Está bien?
Eso hizo. Se levantó y tomó el frasco. Fluoxetina. Camilo necesitaba esos medicamentos a diario, para prevenir crisis como esa, pero ya que estaba ahí, en medio de la crisis, al menos lo ayudarían a controlarse. Le dio la tableta a Camilo y un vaso de agua. Se aseguró de que este lo tomara y luego volvió a recostarse junto a él de la misma forma que antes.
No había mucho que Gabriel pudiera hacer o decir para parar el curso de sus despiadados pensamientos, pero el hecho de que se quedara con él era algo que Camilo agradecía. Y se quedaron en silencio hasta que al fin se quedó dormido.
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