🦎 Capítulo 46
Hearing - Instrumental versión
Sleeping At Last
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Dos semanas después...
De nuevo, se reúnen para la sesión. Ha habido pequeños avances en los días en que la familia tiene sesiones independientes a Eco. Jasper sigue las recomendaciones de la doctora Maggie para crear momentos en los que deba forzar de manera natural y seductora que su compañera comparta sus miedos o inseguridades. Mientras tanto, a Edward le cuesta bastante ceder a los caprichos de su compañera sin intentar dominar la situación.
El cobrizo aún tiene problemas para ceder la voz, opinar por la paz y no hacer gestos contradictorios, huir o molestarse cuando ella propone hacer algo en lo que él no está involucrado.
—En este tiempo, hemos reforzado mucho cada aspecto negativo y mejorado para el bien común —dice Maggie.
—A Edward aún le falta ceder en ciertas cosas, pero accedió a que vaya a estirar las piernas en el arroyo. Algo es algo —comenta Eco con cierta ironía.
—Poco a poco. No esperes que tus amistades inusuales sean de mi agrado; yo no lo soy para tu… amigo —contesta Edward con una sonrisa amarga.
—Lo sé, pero no espero que sean amigos, solo que no me celes porque paso más tiempo con Sam —responde Eco mientras camina hacia el puff que Alice le compró la semana pasada.
Es uno verde mate, cómodo y delicioso al tacto suave y aterciopelado de la tela.
—No entiendo por qué te molesta tanto. Solo se queda tres horas los lunes y jueves, después el resto del tiempo está con nosotros —replica Jasper.
Maggie sonríe ante el notorio avance en la comunicación entre ellos. Aun cuando la vida emocional de Eco es un caos, sus compañeros se esfuerzan por ser mejores cada día.
—Eco, al menos debes notar el avance en Edward... Ya no le ha dicho «chucho» a tu amigo —comenta Maggie, sentada en una silla, en posición diagonal a la vista de Eco.
—Por eso no me quejo —admite Eco con un guiño, mientras sonríe inocentemente.
Edward resopla al escuchar que conspiran con Maggie en su contra. Aunque no se anima a replicar, le gusta ver esa sonrisa en el rostro de Eco.
—Bien, hoy volveremos a tocar el tema de la semana pasada, pero esta vez nos centraremos en su rostro, en las características físicas del agresor y en lo que sientes al verlo. Quiero que lo saques todo hoy; si necesitas desahogarte... —Maggie le pasa un muñeco luchador inflable, utilizado normalmente para descargar la ira de manera física— lo desquitas con este señor.
Eco lo mira con el ceño fruncido, sin ver sentido en sacar la ira. No es de expresarla físicamente, solo... retenerla y no compartirla.
—Pero... es un muñeco... —responde escéptica al tomarlo entre sus manos.
Edward se lo acerca una vez que se sienta frente a ella. La misma posición de la otra vez, y la misma expresión facial de optimismo.
«Si no te sientes preparada, solo dinos...» piensa preocupado Edward.
Eco sonríe suavemente y, sin querer, sus ojos se llenan de lágrimas. Frunce los labios e inhala aire antes de pensar: «Quiero sanar y ya no ser presa de este recuerdo que se torna pesadilla diaria».
Edward sonríe orgulloso y enternecido ante ello. Apreta ligeramente los muslos de Eco y luego procede, palmeándolos suavemente, mientras ella se envuelve en ese recuerdo.
«Te amo, Eco,» pensó Edward inconscientemente.
Eco se siente tan acogida por ese pensamiento que no puede evitar sollozar ante el aliento de ánimo tan fuerte que recibe de Edward. Toma con fuerza la mano de Jasper, quien le acaricia la mano izquierda con sumo deleite y cariño.
—¿Cómo es la apariencia de ese hombre? Cuéntame... —pregunta Maggie, observando cómo ambos la cuidan y permanecen atentos, conscientes de que, aunque no pueden hacer más, su presencia es crucial para Eco.
—Tiene la piel de un tono oliva... El pelo negro le llega hasta los hombros... Tal vez mida 6'2 o más... Sus ojos son rojos... Me mira como si yo fuera la siguiente, por eso mamá dice...
—¿Qué te dice? —interrumpe Maggie con suavidad.
—"Huye y no te detengas. Huye y nunca regreses, busca tu salvación...."
—¿A qué se refiere con "salvación"? —pregunta Maggie con curiosidad.
Eco traga saliva, su boca tiembla al siquiera pensar en su madre. Las lágrimas amargas comienzan a brotar de sus ojos.
—Ella decía que nuestra salvación era encontrar a nuestros compañeros... Eso evita que hombres sucios de ojos rojos nos ataquen...
Maggie, al escuchar la descripción, comienza a unir los puntos. Ya había visto a los de la guardia desde lejos y sabía cómo eran sus características. La dieta de aquel hombre gritaba que era un vampiro bebedor de sangre humana. Ahora entendía por qué Eco no le tenía plena confianza, y por qué siempre la observaba de lejos, con cautela y miedo.
—Comprendo el motivo. Muchos vampiros respetan a la compañera de otro, pero en otros clanes eso no es suficiente para protegerte. Permanecer escondida es lo mejor —responde Maggie, sin darse cuenta de que está hablando en voz alta.
Eco abre los ojos abruptamente, alejándose de ese recuerdo sin necesidad de la intervención de Edward. Ya no podía ver la escena pausada de ese hombre sonriéndole macabramente, acercándose a ella. Sentía que si se quedaba un minuto más allí, su destino sería el mismo que el de su madre.
—¿Cómo te sientes al verlo? ¿Qué sientes? —pregunta Maggie.
—Repugnancia, odio... Molestia.
—¿Y miedo? —insiste Maggie, levantando una ceja.
—También... De eso no puedo huir.
—Claro que puedes, solo tienes que pisar tierra —dice Maggie con firmeza.
—Ya piso tierra todos los días —responde Eco, molesta. Lo hacía porque había escuchado en la radio que la tierra absorbía las malas energías que el cuerpo posee.
—No es literalmente hablando, cariño —comenta Edward, riéndose suavemente.
—Hey, no te burles de mí —lo empuja ligeramente, avergonzada por haber olvidado bloquear sus pensamientos.
Edward cae al suelo, mirándola divertido, incapaz de contener la risa.
—Lo que quiero decir, joven Eco, es que lo que veas en tu mente, esos recuerdos, ya no pueden hacerte daño físicamente. Son el pasado —dice Maggie, inclinándose hacia adelante, apoyando sus brazos en las rodillas.
—¿Cómo puedes evitarlo si me mira cual bocadillo? Cada vez que cierro los ojos, él está allí —responde Eco, irritada.
—Porque es solo un mal recuerdo. ¿Lo ves acaso aquí? ¿Mirándote? ¿A punto de comerte? —pregunta Maggie, haciendo gestos a su alrededor.
—No... No... Y... No —contesta Eco, dubitativa, mientras frunce los labios.
—Entonces, ¿a qué le temes realmente? —pregunta Maggie.
La joven se muerde el labio, sintiendo la respuesta palpitar en su interior. No quiere aceptar su verdadero temor, pero Jasper interviene, toma suavemente su mentón y lo voltea hacia él.
—Dilo... No huyas... damita —susurra Jasper suavemente, enviándole ondas de valentía.
Eco gruñe ligeramente, sintiendo la necesidad vibrante de gritarlo. Con los ojos ardiendo, lo mira con firmeza, abre los labios y lo expone en voz alta:
—Tengo miedo a morir como mamá. Miedo de que me arrebaten la libertad... De ser yo misma. Tengo miedo... De encontrarlo por ahí afuera... Tengo miedo... Tengo mucho miedo de volverlo a ver... ¡No la pude salvar por este maldito miedo! —solloza molesta, mientras su pecho se encoge y su llanto se desborda, mojando todo su rostro.
Está enrojecida, molesta y frustrada. Demostrando que su miedo y trauma están profundamente conectados, y que solo podrá avanzar si acepta que necesita sacar y usar ese miedo como la fuerza de voluntad más fuerte, convirtiéndolo en un arma contra su pesadilla.
Pero para que eso ocurra, aún queda tiempo.
¿O no?
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