5. "Éxtasis"
❝No tener razón para quedarse, es una buena razón para marcharse ❞
. . .
Dante
De un instante a otro, todo comenzó a suceder muy rápido. Las voces se convirtieron en ecos lejanos y el aturdimiento llegó. El dolor se propagó hacia el centro de mi pecho con brusquedad. La devastadora ausencia de aire en mi pulmones, provocó que todo a mi alrededor dejara de tener sentido.
— ¡De prisa! —Alguien bramó y si no hubiese leído los labios de Carlo en ese momento, habría creído que el sonido se escondía en los lejos—. ¡Muévanse! ¡El comandante está herido!
Después de eso, solo supe que alguien me arrastraba y un instante más tarde, me dejó caer sobre el asiento trasero de un auto.
De pronto, ya no reconocía mi existencia y todo a mí alrededor, estaba borrándose lentamente. La oscuridad había irrumpido con violencia hasta que volvieron a ordenar.
— ¡Presiona la herida! —Sollozos y lamentos—. ¡No dejes de presionarla!
El auto emprendió su marcha con velocidad y las curvas, quien sea que hubiese estado manejando, las sabía dominar.
Gemí al moverme y tosí, un hilo de sangre emanó de mi boca.
— ¡No te duermas, Dante! ¡No te duermas!
Entonces la vi y, por un doloroso instante, me perdí en sus ojos. En aquellas dos partículas azules que bailaban en sus pupilas y que se humedecían. ¿Estaba llorando? ¿Temía por mí? Un éxtasis arrollador me envolvió y me llevó de vuelta a los días de verano en donde aquellas esferas azules tenían mucha participación.
»— ¡Vamos Donki! —Los destellos de sol traspasaban las ventanas e iluminaban su rostro—. No seas cobarde.
—De acuerdo, pero tienes que prometer no volver a decirme así.
No pude evitar sonreír mientras Elia bailaba por el vestíbulo. La novia de mi hermano, era la chica más hermosa y dulce que había visto jamás. ¿Cómo pudo haberse enamorado de él? Un hombre déspota y malhumorado.
—Y tú tienes que dejar de ser un gruñón. —La burla bailaba en el tono de su voz.
Columpié entre mis dedos las llaves que encenderían la moto y de soslayo, pude ver su sonrisa urgida. Me aseguré que pudiéramos burlar la seguridad de Don Silvano; mi padre y, de un momento a otro, ya había sacado la moto a la entrada de la mansión.
Camelia mordía su labio interior en mi espera. Llevaba unos pantaloncillos cortos a la cadera y una blusa de flores a la caída de sus hombros que combinaban con el azul cielo intenso de sus ojos.
Me apoyé sobre la moto y le señale el casco. De inmediato, frunció el gesto e improvisó una mueca de desagrado.
—No tiene emoción si tengo que usarlo. —Se quejó cruzándose de brazos.
Pude ver el balcón de sus pechos, redondos y en su lugar. Cabían a la perfección en mis manos. Me sentí un idiota por tener aquellos pensamientos. Camelia era evidentemente bella, demasiado tal vez. Cuando sea presentada a la sociedad Italiana, sería una belleza que podría meterla en muchos problemas.
—Es esto o nada.
—Bien. —Cedió colocándose el casco y acto seguido. Ya estaba sujeta de mi torso y las ruedas chirriaban sobre el asfalto.
El trayecto fue silencioso. Sabia cuanto ella amaba sentir la adrenalina en su cuerpo y el viento tropezar con su cabello. Cruzábamos ya el puente Vittorio Emenuele, cuando se deshizo del casco. Lo supe porque a través del retrovisor, su cabello era una maraña que bailaba en el viento. ¡Y aquella sonrisa! Aquella jodida sonrisa seria el peor de mis males. «
Lo único que conseguí con aquello, fue atormentarme.
Atormentarme con el recuerdo de una mujer que definitivamente, me había provocado el peor de los males y, lo que sentía por ella no era el problema. Sino cuanto sentía y lo que haría si ella no dejaba de verme de aquella manera, aunque con una herida de bala lo mucho que podía hacer era desear besarla. Pero aquel deseo me bastó.
. . .
Supe que el masoquismo cobraba vida propia y tenía forma. Él tenía el poder de decidir cuándo abandonar tu cuerpo y, antes de hacerlo, se encargaba de dejar una herida profunda y muy difícil de curar. Lo supe porque antes de abrir los ojos, volví a tener recuerdos de ella.
Odiaba el particular aroma que tenían los hospitales. Olían a desinfectante, medicinas y jeringas. Una mezcla nauseabunda que me enviaban a no querer permanecer un instante más allí.
— ¡Estas vivo! —No me sorprendió escuchar la voz de Gianna. Mi hermana a veces tenía la particularidad de no ser tan modesta.
La habitación era blanca y como de esperarse, bastante amplia. Agradecí que las luces fueran tenues y que el sonido del televisor, fuese lo más bajo posible.
Sonreí. Me movió ver sus ojos irritados por las lágrimas.
— ¿Crees que dejaría esta vida sabiendo que tu estas en ella? —Entonces, rompió a llorar otra vez.
—Es lo que he tratado de hacerle entender toda la noche. —Carlo apareció desde las sombras, alejándose de la ventana que le ofrecía una espectacular vista de Roma.
Las mejillas de mi hermana ardieron y se secó las lágrimas con el dorso de la mano. Sonreía mientras hipaba.
—Le avisaré al Doctor Milano que has despertado.
Fueron muy evidentes y efusivas las miradillas que aquellos dos se dedicaron. Carlo no fue demasiado discreto en ocultar como seguía con la mirada los pasos de mi hermana hasta verla desaparecer por la puerta.
—Cuidado Carlo. —Le advertí—. Te conozco. Y sé que donde pones el ojo, pones la bala. No querrás que se te escape una.
— ¿Por qué? ¿Voy a lamentarlo?
—Muchísimo.
Sonrió con un descaro relajado. Yo no pude evitar unírmele. Aunque el gesto, provocó que me doliera el pecho.
Carlo y yo habíamos sido amigos desde que llegué al departamento de antinarcóticos en Florencia. Teníamos las mismas expectativas y compartíamos la misma botella de whisky casi cada noche. Fue el único en alegrarse cuando me designaron como comandante; el resto tenía más tiempo y aspiraban por ese cargo.
—Tranquilo. —Se recargó sobre la pared—. Estoy muy lejos de merecer a esa Napolitano.
Negué con una sonrisa cómplice a la que él mismo se unió. Un instante más tarde, la expresión en su rostro se aligeró y su ceño se frunció.
— ¿Qué te pasa?
—Me alegra que estés vivo. —Admitió y aquello no me sorprendió.
Contuve una risa burlona. Pero entendí su emoción, era un cariño excepcional y una lealtad que a ambos nos unía.
— ¿Vas a ponerte sentimental?
—Eres un hijo de puta. —Entonces, sonrió después de ello—. Y entre otras noticias, te tengo una mala.
—Habla. —Le pedí, con respiración apaciguada.
—El cargamento de drogas que iba a llegar al puerto jamás apareció.
Me removí sobre la camilla. El dolor me superó
— ¿Cómo que desapareció? —Bramé—. Teníamos las coordenadas exactas y el tiempo estimado para abordarlos.
—No lo sé. —Dijo y se cruzó de brazos—. Me temo que ese pitazo haya sido una pantalla para hacernos creer que el maldito barco llegaría a ese puerto.
— ¡Maldita sea!
—Nos la volvieron a hacer, Dante.
—Y será la última vez. —Apreté los puños—. Tenemos que averiguar quién es flor pálida y donde lava el dinero y oculta su nidito de droga.
Carlo asintió.
—Daré la orden a los de investigación. —Sacó el teléfono de sus bolsillos y comenzó a teclear mientras salía de la habitación a paso ligero.
Cerré los ojos un instante y busque la comodidad en la cama. Removiéndome y soltando quejidos de molestias. Más de la mitad de mi torso, se encontraba vendado y, una ligera sombra de sangre, se asomaba en ella. Me pregunté cuanto tiempo había permanecido en la somnolencia.
— ¿Puedo pasar?
Me sorprendió ver entrar a Camelia a través de la puerta y que no se tratara de una alucinación. Durante las últimas horas, ya había tenido muchas.
No pude pasar desapercibido la forma en como sus ondas gruesas y doradas, caían un poco más abajo de sus pechos. Tampoco, evitar sentirme atraído por el rubor que se le proporcionaba en las mejillas a causa de la palidez de su piel. Viajé a sus labios, en cuan rosados y besables eran.
Camelia era definitivamente de facciones irrevocablemente perfectas. Una belleza extraordinaria que odiaba reconocer.
Me humedecí los labios y no le di una respuesta. Al fin y al cabo, ya había entrado.
— ¿Cómo estás? —Preguntó muy despacio. Ligeramente suave y mi cuerpo reaccionó expectante.
—Con una herida de bala. —Sus pupilas se aclararon—. ¿Eso te preocupa?
— ¿Debería?
Se acercó unos cuantos pasos bastante tímidos con sus dedos entrelazados.
—Eso no responde a mi pregunta.
— ¿Y si te dijera que si? —Me hubiese gustado saber lo que gritaba aquella expresión en su rostro.
—No te creería una puta mierda. —Le respondí con firmeza.
Asintió, agachando la cabeza. La había herido, en algún momento aquello me hubiese reconfortado, pero no fue así y, al darme cuenta que se marcharía, la decepción me abrumó.
Me sentí como un completo niñato al detenerla por la mano. El previo contacto me provocó un cosquilleo, temí que ella lo hubiese notado. Su mirada viajaba desde nuestras manos al ímpetu en mis que posiblemente podía leer en ellos. Hubiese deseado saber lo que pasaba por su mente en aquel momento o si una corriente emocional había arraigado en sus venas. No lo supe y tampoco lo sabría, luego de un absoluto silencio, ella se deshizo de nuestro contacto casi que con desacato.
— ¿Quién trataría de asesinarte, Camelia?
Su entrecejo se frunció. Como si mi pregunta hubiese sido demasiado indiscreta.
— ¿Cómo podría saberlo?
—No lo sé. —Me encogí de hombros—. ¿Tienes enemigos? ¿Un amante frustrado tal vez?
—No tengo amantes, Dante. —Se sintió ofendida. Aquello me causo gracia—. Y al parecer, el único enemigo que tengo eres tú.
— ¿Piensas que yo haya querido mandar a matarte?
— ¿Lo harías?
Sonreí con carencia.
—Créeme, Camelia. —Profundicé mis ojos en ella—. Si hubiese querido matarte, ahora mismo no estaríamos teniendo esta conversación.
— ¿Qué quieres decir con eso?
—Que mis balas no fallan, cuñadita.
Pude ver el desprecio a través de sus ojos. ¿Acaso ella podía sentir el mío?
❁ ❁ ❁
¡Muchisimas gracias por leer Camelia! ¿Quien querrá verla muerta y por que? Eso posiblemente haga que ella y Dante tengan que permanecer uno mas cerca del otro. A fin de cuentas, es el deber de Dante, mantener a su familia a salvo, y ahora ella es parte de esa familia.
No olviden dejarme muchas estrellitas y muchos comentarios. Tengo ya algunas buenas lineas del siguiente capitulo adelantado, así que si veo movimiento por aquí, puede que lo suba antes de lo previsto con 100 votos y 50 comentarios ¡Besos y nalgadas!
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