Capítulo 19: Incidente
Hace una hora que estaba abierto The Oak Room para la cena del sábado y todo parecía ir en orden. A esas horas de la noche los comensales apenas si estaban llegando y ocupando sus asientos. En la cocina, como siempre, había mucho movimiento. Un movimiento que en nada se parecía a un desorden, más bien parecía todo coordinado y así era. Adriano terminaba de armar el último plato, un especial para una orden de un cliente habitual. Luego, se sentó a un lado a descansar al menos un minuto. Cameron pasó y se quedó parado a su lado. Esa noche se veía pensativo, ¿o quizá preocupado? Adriano esperaba que no tuviera nada que ver con el restaurante.
—¿Pasa algo? ¿Algún problema? —preguntó.
—No, no es nada —respondió Cameron, aunque ni él mismo se la creía.
—Vamos, sabes que puedes confiar en mí, ¿qué sucede, Cam? —Hubo un breve silencio. Cameron suspiró hondo y luego se animó a hablar.
—Sé que no es buena idea, pero hoy vienen a cenar los padres de Anne y ella misma. Parece que ellos ya han escuchado hablar del restaurante y quieren venir. Ya sabes lo que dicen de las cenas con los padres de la novia cuando no llevan mucho tiempo saliendo.
—Si, que es una mala idea.
—Exacto, aunque técnicamente yo seré quien los sirva, igual será incómodo. Además ella me ha dicho que a sus padres son muy especiales, todo les parece mal. No sé si mi servicio...
—¡Vamos, Cam! Eres el mejor maître del país, de eso estoy seguro. No creo que tengas porque dudar de tus capacidades. Solo relájate, me avisas cuáles son las órdenes de los padres para hacer un esfuerzo especial en esos platos, ¿si? Todo saldrá bien. Recuerda, son solo dos clientes más.
—Tienes razón —dijo ya más relajado.
Volvieron cada quien a su área de trabajo. Cameron entró con una sonrisa que intentó mantener cuando vio a Anne Marie entrando con sus padres por la puerta principal. Ella también le dijo que trató de hacerlos desistir, pero que no había forma de convencerlos de que no vayan.
Cameron se dirigió hacia ellos para recibirlos personalmente. Solo verlos a lejos y estuvo de acuerdo con Anne. Sus padres tenían esa mirada de seres altaneros, de orgullo, de desprecio a todo lo que fuera inferior en clase social que ellos. La frente en alto, caminaban derechos y parecían mirar con asco todo lo que les rodeaba. No podía negar que su madre era hermosa y esbelta aún para su edad, su padre parecía el típico aristócrata de caricatura, pero con aire más siniestro y orgulloso. Anne iba entre ellos, era un contraste espectacular pues aunque la chica derrochaba clase, con ellos parecía ser una joven encantadora y simple, no una riquilla cualquiera. Ella le sonrió cuando lo vio acercándose, pero el primer golpe de la noche estaba por darse.
—Buenas noches, hermosas damas, ilustre caballero, bienvenidos a The Oak Room...
—Por favor, queremos que nos reciba el maître, no el capitán de mozos —dijo su madre mirándolo de pies a cabeza de forma desdeñosa. Se quedó sorprendido unos segundos, jamás le había pasado algo como eso. Notó el gesto de Anne, era como si el golpe lo hubiera recibido ella.
—Mamá, no empieces por favor —dijo en voz baja.
—Yo soy el maître, madame —aclaró lo más rápido posible. Ella lo volvió a mirar con un gesto de desagrado. Su padre miraba alrededor como examinando la decoración. Al parecer eso al menos fue de su gusto.
—Antes los maîtres eran franceses, ahora los traen de donde sea —comentó de nuevo la mujer.
—¿Me permiten sus abrigos? —dijo Cameron tratando de hacer como que no pasó nada. Siempre se había mentalizado que no toda la vida le iba a caer bien a todo el mundo, pero eso ya era demasiado.
—Si, claro —dijo su padre. Se quitó el sacó y ayudó a su esposa a hacerlo. Se los alcanzaron apenas, como no quisiera ni rozar al joven. Anne estaba avergonzada, buscaba la mirada de Cameron como queriendo decirle "lo siento", la arrogancia de sus padres era casi siempre el factor de sus peleas familiares.
Cameron los condujo a la mejor mesa, se había encargado de eso personalmente. El capitán de mozos de turno mandó a traer los aperitivos y los colocó en la mesa bajo su supervisión. Por supuesto que esa no era la única mesa que tenía que supervisar y ellos no eran los únicos comensales que debía de recibir, pero no les quitaba la vista. No le agradó el gesto que hicieron al probar la mantequilla del maître que él y Adriano habían ideado. Según los críticos de cocina era la mejor elaborada de New York, pero a esos dos parecía no gustarles nada. Después de un rato de que ellos hayan examinado la carta, hicieron un gesto como si estuvieran llamando a un esclavo para que recoja la orden.
—Anne querida, ¿qué vas a pedir? —le preguntó su padre.
—Lo mismo de siempre —dijo con una sonrisa, no quería causarle más problemas.
—Bueno, la carta está muy interesante, tienen un chef muy creativo por lo que he oído —decía el señor Leggat—. Pero me parecería excelente para mí y mi señora que nos traiga la especialidad de la casa. Con eso siempre se sabe si un restaurante es bueno o no.
—Por supuesto —tomó él mismo el pedido, agregó además "orden más que especial" esperando que Adriano entendiera ese código—. ¿Algún vino en especial para acompañar?
—Cabernet Sauvignon de la cosecha de 1983 —señaló el padre—, directamente de Medroc.
—Si me permite la observación...
—Papá, todos saben que esa cosecha no fue la mejor de todas —dijo Anne, pues sabía que si Cameron contradecía a su padre podría haber problemas.
—Pues traiga un Cabernet Sauvignon de la cosecha que mejor le parezca —respondió el hombre con tal de complacer a su hija.
Llegó el plato de entrada, estaba seguro de que Adriano se había esmerado pues vio el plato con una presentación diferente y más llamativa. Mientras recibía a otra pareja, notó que los dos hacían un gesto de aprobación, al menos eso estaba bien. Ahora buscaría el mejor vino en toda la cava para que sea del agrado de esa pareja. Subió con la mejor botella, el capitán de mozos ya había puesto los platos de fondo sobre la mesa y era el momento del vino.
La forma clásica para servir el vino era mostrarlo primero al hombre de la mesa para que este autorice que se descorche la botella. El señor Leggat lo autorizó sin apenas mirarlo y más con un gesto de desdén que otra cosa. Como siempre, Cameron lo descorchó rápido y de manera elegante, método que siempre le había valido varios elogios de distintos comensales y enólogos. Como buen someliere, probó primero él en una pequeña copa el vino para empezar con la cata. El vino estaba en su punto.
—Por algo es el rey de los vinos en la zona de Burdeos —apoyó Anne, estaba segura de que así era.
—Sírvalo entonces —pidió el padre y así lo hizo. Llenó las tres copas de vino, entonces el señor Leggat lo probó y empezaron los problemas. Apenas se mojó un poco los labios y dejó la copa a un lado con desagrado—. ¿Pero qué es esto joven? ¡Es el peor vino que he probado! ¿Qué clase de someliere es usted? ¿Lo ha probado antes que yo y aún así deja que continúe? ¡Esto es un asco!
—¿Perdón? —Cameron se sorprendió, solo un idiota no reconocería en eso un vino perfecto.
—¡Que es usted un incompetente! ¿En qué sucia cantina le enseñaron a catar? —decía en voz alta como para que todos lo escuchen. Anne lo conocía bien, humillar a la gente le causaba una especie de satisfacción.
—¡Papá, basta! Tú nunca has sido buen catador de vinos.
—Hija por favor, no contradigas a tu padre —habló ahora la señora Leggat.
—Debió haber traído mi elección, pero no. Trajo el peor vino.
—Entonces en mi culpa, papá, yo te dije que mejor no ordenaras eso. —Anne, que los conocía de toda la vida, sabía que su padre estaba haciendo esa escena solo para dejar en ridículo a Cameron. Le habían corregido su elección y él siempre quería demostrar que tenía razón como sea.
—Hija, entiendo que siempre te preocupa ayudar a "esas personas"—dijo despectivamente su madre—, pero en este caso papá tiene razón.
—Con todo respeto, señor, he probado personalmente este vino y dudo que mi elección haya sido incorrecta —se defendió Cameron.
—¿Me está diciendo que yo soy el idiota entonces? —decía colérico.
—No quise decir eso, desde luego que no, es solo que...
—¿Sucede algo? —Adriano apareció para intentar suavizar las cosas, la discusión se oyó hasta la cocina—. ¿Hay algún inconveniente, señores?
—¡Lo que pasa es que su maître es un incompetente! Su plato de entrada estuvo delicioso y no podía esperar a probar el de fondo, pero este hombre lo ha arruinado todo. Ha traído el peor vino del mundo.
—Déjeme ver... —Adriano tomó la botella y examinó la etiqueta. Rayos, esa era una de las botellas que más cara les había salido, una de las mejores. El tipo no sabía nada de vinos.
—Papá, tú no eres catador. Estoy segura de que el vino está en su punto. Disculpe, chef Hartmann, es un escándalo sin sentido —decía ella tratando de excusar a su familia. Estaba muerta de vergüenza, pero más al ver el rostro de Cameron desencajado. Estaba segura de que jamás lo habían humillado tanto.
—Olvidemos el asunto, señor Leggat —dijo Adriano con toda amabilidad—. Esta cena va gratis, díganos el vino de su preferencia y lo traeremos inmediatamente.
—Es claro que este maître inútil no sabe nada de vinos. ¡Exijo una disculpa de su parte ahora! —dijo el hombre golpeando la mesa con una mano.
—No lo hará —dijo Adriano para sorpresa de la pareja—. No ha cometido ningún error, este es nuestro mejor vino. Lamento que no sea de su agrado, pero él no les ha dado nada de mala calidad.
—¿Pero usted también se atreve a darme la contra? —El hombre se puso de pie indignado, estaba hecho una fiera—. ¡El cliente siempre tiene la razón!
—No siempre —concluyó Adriano. Sabía que iba a perder a esos dos, que hablarían pestes de su restaurante y quien sabe más. Pero no dejaría que humillen a Cameron, era su mejor amigo, el único en realidad.
—¡Nos vamos de aquí! Este lugar es una inmundicia, qué gentuza. Anne, no entiendo cómo te atreviste a venir aquí —dijo el hombre. Cameron hizo un gesto con las manos para que les alcanzaran los abrigos. Al fin estaba por terminar esa pesadilla.
—¡Gente del más bajo nivel! —decía escandalizada la señora Leggat—. Anne preciosa, te prohíbo que vuelvas a este lugar. Vámonos a comer de verdad a otro lado. —Pero ella no se movió. Sentía vergüenza ajena por todo, sentía culpa al ver Cameron sin nada más que decir ante tanta humillación, se sentía indignada ante esa actitud injusta.
—Váyanse, yo no iré a ningún lado con ustedes y este es el mejor restaurante de la ciudad. Ustedes no tienen paladar para entenderlo —dijo sorprendiendo a sus padres quienes se quedaron con la boca abierta. Algunos de los que comían ahí y observaban el escándalo con atención rieron por lo bajo.
—¡ te atreves! —dijo su padre.
—¡Estoy en lo cierto y lo saben! Déjenme en paz —tomó su bolso y se fue en dirección a los baños. No iba a irse con esos dos, ya muchas veces habían humillado personas de esa manera. Pero ya no lo iba a aguantar más, se portaron de lo peor con Cameron y ella no tenía ni la cara para mirarlo. Los padres se quedaron parados ahí sin saber si perseguir a su hija o irse de ese lugar. Sin decir nada miraron a todos con desprecio y se retiraron. Hubo silencio en el salón de The Oak Room, todo parecía haberse detenido.
—Siento mucho que hayan tenido que apreciar este lamentable espectáculo —dijo Cameron de pronto excusándose con todos. No solo con los comensales, sino con sus subordinados quienes se quedaron indignados y sorprendidos con la escena.
—Así es señores, aquí no ha pasado nada —agregó Adriano—. Continúen con su cena. —Al decir esto todos intentaron seguir con su comida aunque los murmullos no paraban, entonces el chef ordenó a bar que pasara una ronda de su bebida estrella a los presentes que corría por cuenta de la casa como compensación por el mal rato que se tuvieron que aguantar. Así se suavizaría todo un poco.
—Gracias —le dijo Cameron a Adriano antes de que este regresara a la cocina. Tenía una expresión triste, una que jamás le había visto. Sabía que quizá todos los profesionales en servicios tenían que pasar por algo parecido, no siempre se le podía caer bien a todo el mundo. Pero no de esa forma, fue demasiado.
******************
Cuando Anne Marie salió del baño después de tratar de relajarse, se fue hacia la zona de "The Oak Bar". Sabía que era muy temprano y que Cameron debía de estar muy ocupado esa noche, pero igual tenía que hablar con él. Decidió esperar a que terminara el horario de atención del restaurante a ver si es que tenía suerte con eso. Se pidió una limonada frozen que tardó una eternidad en terminar pues no hacía otra cosa más que pensar y sentirse culpable por lo de esa noche.
Al fin cerraron el restaurante y veía de lejos a Cameron terminar de ordenar al capitán de mozos de turno y a los demás que dejaran todo en su sitio, también tomó nota de algunos recibos para hacer el inventario de la semana. Anne tenía la impresión de que se estaba tardando a propósito, como si quisiera evitarla. Y lo entendía, debía de estar molesto aún con todo lo que pasó. Pero ya no podía esperar más, se dirigió a él cuando lo vio solo.
—¿Podemos hablar? Sabes que es necesario.
—Sí, acompáñame. —Aprovechando que la mayoría de los trabajadores ya se habían ido, la condujo hacia la cava, que para él siempre sería el lugar más privado de todo el restaurante. Ella lo notó incómodo y con razón, pero tenía que encontrar una forma de disculparse. No sabía ni cómo empezar a hablar. Luego de un silencio incómodo se adelantó.
—Siento lo de hoy, de verdad. Ellos son muy especiales, también creí que se iban a poner en ese plan. Intenté evitar que vinieran de todas las formas, pero insistieron demasiado. Sé que la pasaste muy mal, tú, Adriano, y yo también. Me muero de vergüenza por todo esto. Hoy rompieron todos los esquemas. Sé que es mucho pedir, pero te pido que los perdones, simplemente fueron criados así y no hay forma de cambiarlos.
—Jamás me había sentido tan humillado en toda mi vida —le dijo—, y lo peor era saber que tenía razón y no poder hacérselo saber de una forma clara. No iba a arriesgar mi trabajo, mi reputación, todo lo que he logrado solo por ellos.
—Lo sé, se merecían que los mandes bien lejos.
—Ha sido muy complicado hoy, Anne, es mejor que descansemos.
—Sí, tienes razón —se acercó despacio hacia él. Había notado que durante toda la conversación él había intentado evadir su mirada y se notaba distante —. ¿Estás molesto conmigo?
—No, ¿por qué lo estaría? Nadie tiene la culpa de los padres que tiene, ¿no?
—Pero es que tú... ¿Acaso no quieres hablarme?
—Escucha, Anne, ha sido una noche muy complicada, pero creo que debes saberlo. Hasta ahora todo ha ido bien, me refiero a nosotros. Eres una chica maravillosa, en serio me gustas y creo que tú sientes lo mismo. Pero lo de hoy ha sido como una vuelta a la realidad, somos de mundos completamente distintos y lo sabes. Tú, por más que quieras alejarte de eso, eres una chica de alta sociedad. Y yo pues... soy solo un maître que ha llegado lejos. El hecho de que me vista de smokin todos los días no significa que sea uno de los tuyos. Somos de realidades distintas, y hoy esa verdad nos golpeó con fuerza.
—Creí que eso no importaba —dijo ella tratando de contener las lágrimas. Lo sabía, él la iba a cortar, le iba a decir lo mismo que todos los chicos. Que sus padres, que el dinero, que su clase social, que no la merece. Estaba ya harta de esas tonterías y pensó que esa vez sería distinto.
—No debería importar, pero a muchos les importa.
—¡A mí no! —dijo ella y se secó un par de lágrimas que brotaron sin querer—. Y no me parece lo que me estás diciendo, ¿no te das cuenta que a mi esas cosas no me interesan? No creas que es fácil lidiar con ellos todos los días y desear una vida normal. ¿Quieres que te diga una cosa? Eso de las diferencias sociales es algo que inventan los cobardes cuando no quieren luchar por lo que quieren. —Se quedaron callados unos segundos. Él seguía pensativo y no tener una respuesta la irritó—. Te dejo para que pienses mejor las cosas, sé que ha sido un día duro. Nos vemos. —Anne se dio la media vuelta esperando que pronto se solucione todo. Pero ni bien dio unos pasos por la escalera, sintió como él la tomaba de un brazo y sin hacer mucho esfuerzo la jaló hacia sí. Ahora estaba envuelta entre sus brazos y lo tenía frente a frente muy cerca.
—Yo no me he rendido nunca y no lo voy a empezar a hacer ahora —le dijo mirándola con una firmeza que no conocía, pero que le encantó—. Tus padres son difíciles, tenemos todo eso en nuestra contra, ¿y qué? Yo no me voy a rendir por eso. Lo sé, dije una tontería hace un rato, estaba molesto, aún lo estoy. Pero si tú estás dispuesta a estar conmigo y a luchar contra todo eso juntos, no me interesa nada.
—Creí que tú...
—¿Que iba a terminar contigo? Debes estar de broma, no haré eso ni así lo desees, la única forma en la que podrás deshacerte de mí es mandarme a matar.
—Tampoco es que tenga la intención de hacer eso, así que va a estar bien difícil —le dijo ella sonriente. Ahora sí tenía la seguridad de que las cosas con él serían diferentes. Ya conoció a sus padres, ya sabía a qué se enfrentaba. Se acercó a él y lo besó, quería olvidar ese bochornoso momento. Lo importante era que seguían juntos a pesar de aquello.
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En la cocina, Adriano verificaba que todo estuviera en orden antes de irse. Cuando vio que todo estaba perfecto miró la hora. Muy tarde para visitar a Priss o para llamarla y salir como habían quedado hace poco, pero no muy tarde para hablar con ella y desearle las buenas noches.
Bien, tenía que admitir que eso se le había hecho costumbre. Si no era por WhatsApp, era alguna llamada por la noche, pero siempre conversaban. Y le gustaba eso, antes de ella pasaba sus tiempos libres pensando en alguna cosa del trabajo, ahora tenía a Priss para hablar y relajarse, para reír un poco, en fin, para sentirse mejor. Había confianza y complicidad entre ellos, hasta habían coincidido una vez más en la cocina de la chef Helda. Cuando contestó escuchó bastante ruido y al cabo de un rato al fin la pudo escuchar con claridad.
—Es que estoy en casa de Rachel, cenamos con unos amigos del hotel, una especie de apuesta —le explicó—. ¿Y cómo estás? ¿Cómo ha estado esta noche en el restaurante?
—En general todo bien, algunas cosas que prefiero no recordar, pero bien. Aunque la verdad no quiero hablar del restaurante ahora. Hablemos de nosotros.
—¿Nosotros? —suspiró sin importarle que él escuchara al otro lado de la línea. "Nosotros", se oía tan lindo.
—Si, tú y yo. Mañana estaré ocupado en el restaurante, pero ya sabes que el lunes es el día libre de todos. ¿Te parece si salimos?
—Me parece genial.
—¿A dónde te gustaría ir?
—No lo sé, sorpréndeme.
—¡Oye, Priss! Ya ven, ¡deja ese teléfono! —escuchó de pronto la voz de Rachel interrumpiendo el momento.
—Me parece que te estás divirtiendo mucho y tus amigos te necesitan. Ve, después hablamos, ¿si?
—Está bien, nos vemos el lunes entonces.
—Sí, cuídate.
—No te preocupes, estaré bien.
—Hasta pronto, linda.
Cortó la llamada, aunque le hubiera gustado hablar por más rato con ella. Pero era mejor no agobiarla, sobre todo si estaba en una reunión con sus amigos. Además oficialmente ellos no eran nada, solo estaban saliendo en plan de... ¿Amigos? ¿Jefe y subordinada? ¿Ella lo vería así? ¿Él quería que lo viera así? "Bueno, te agrada mucho. Quizá te gusta más de la cuenta Adriano, pero..."
—Vaya, vaya. Se te veía muy animado hablando con esa "linda". —La voz lo sorprendió y le hizo dar un respingo. Era Kate que ya se había quitado el uniforma de cocina y pasó un rato por ahí antes de irse—. ¿Estás saliendo con alguien?
—Si, más o menos... creo. Todo bien, aparentemente.
—Me alegro —dijo sonriente—. ¿La conozco?
—La conoces bien y estoy seguro de que la adoras.
—¡Me estás dejando intrigada, Adriano! Trabaja en el hotel, ¿verdad?
—Sí, está más cerca de lo que crees Kate.
—¡Ya, Adriano! Si no me piensas decir no me sigas intrigando.
—Igual no pensaba decirte nada, así que confórmate con esa parte del chisme.
—Muy gracioso, y como te conozco bien sé que no lograré sacarte más. Cambiando de tema, ¿no has visto a Cam? Oí lo que pasó en el comedor. Pobre Anne, debe estar de lo más avergonzada.
—Me parece que ya deben estar arreglando sus asuntos en la cava, y no sé cuánto tiempo tardarán.
—Espero les vaya muy bien. ¡Ah! Otra cosa, sabes del huésped de la suite presidencial, ¿cierto?
—Me han llegado rumores de que es todo un caso, ¿por qué me lo preguntas?
—Pues que a ese tipo se le ha ocurrido invitar a todo el mundo a una "Fiesta Roja" allá en la Suite, incluyendo trabajadores de altura como tú, es algo como una fiesta Club Kid o eso entendí. Dudo mucho que quieras ir, pero igual te hago llegar la invitación.
—Si, algo escuché de esa fiesta roja. Y tienes razón, no tengo la más mínima intención de ir. Aunque supongo que Cameron y Anne querrían darse una vuelta. Si los veo les aviso.
Adriano no estaba muy alejado de la realidad. Después de aclarar todo y sentirse más tranquilos, ella recordó la invitación. No sabía que tan buena era la idea de proponer irse a una fiesta, aunque en realidad era justo lo que necesitaban, un relajo después de tanta tensión les caería muy bien.
—Tengo un amigo, se llama Harry. Estudiamos juntos en la escuela, siempre estamos en contacto. Es bastante raro y eso, le gusta venir al hotel. Me invitó a una cosa llamada "Fiesta Roja" en la Suite Presidencial, ¿no quieres ir?
—Algo escuché de eso, los de conserjería se rompieron la cabeza por tres días consiguiendo todo, ¿y sabes por qué fiesta roja?
—Ah bueno. —Anne sacó la invitación que apenas decía su nombre y el lugar a donde tenía que ir. La tarjeta era completamente roja por supuesto, pero con acabados bastante finos—. Conociéndolo, debe ser un bacanal, con orgía y todo.
—¡Qué exagerada! —rio él, aunque para Anne eso no fue un chiste.
—No, hablo en serio. Cuando te digo que es raro es porque es raro. Libertinaje asegurado, alcohol por todos lados y destrucción total.
—Bueno, compadezco a las pobres chicas de housekeeping mañana.
—¿Te animas? No hay nada que hacer esta noche y pues... —Lo sedujo con esa sonrisa que le encantaba. Le dio otro beso, que como siempre la dejaba sin aliento, y aceptó la oferta de ir a esa "Fiesta Roja".
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Y esas cosillas pasaron hoy. El HT será #StayStrongCameron
En sí muchos de los que trabajamos en atención al cliente sufrimos este tipo de ataques, cada uno peor que el anterior.
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