Capítulo 19. Galaxia
🦋 Seis meses después.
La llegada del verano solo había traído consigo inminentes lluvias y noches de sonidos eficazmente tranquilizantes. A Taehyung, en lo personal, le gustaba mucho cuando llovía y podía escuchar como las gotitas cristalinas chocaban electrizantes contra el ventanal de su habitación; sin embargo, ese día no estaba particularmente nublado, en realidad, aunque ya era tarde, hacía un agradable calor, y eso lo asustaba porque, para nada, él gozaba de la sensación de calor.
Como quiera que fuese, ahora mismo se encontraba terminando un trabajo de la facultad en el patio de su casa, mientras disfrutaba escuchando el bullicio nocturno que se desenvolvía a su alrededor.
La naturaleza había resultado ser un buen pasatiempo. Jamás imaginó que, al no tener más amigos con quienes convivir, se convertiría en la típica señora de las plantitas, que pasa horas y horas arreglando su jardín.
No es que tuviera obsesión al respecto, pero sí que ya era muy conocido por la dueña de la floristería más cercana. Su madre se burlaba de él, pero, en realidad, no le importaba mucho. Cuidar de las plantas en su tiempo libre era realmente gratificante, sobre todo cuando los periodos de exámenes le robaban noches y noches de sueño.
Poniéndolo en contexto, le recordaba mucho a cuando era un simple crío sin preocupaciones, y la sensación no la cambiaba por nada. Buenos tiempos rememorándose en ramificaciones rotas, anhelos persistentes, pero no encontrados y demás situaciones al asecho.
De todos modos, ahí estaba otra vez, perdido en el grillar de los insectos y en la ligera brisa que bailaba refrescante con las hojas de los árboles.
Volvió a su computador portátil y siguió tecleando su conclusión, mientras sus pensamientos verdaderamente se concentraban en justificar cómo el material audiovisual es esencial para el aprendizaje de los humanos en edades tempranas.
No obstante, en cierto momento, volvió a perderse en el horizonte mientras organizaba sus ideas referentes. A veces, se sorprendía inmensamente de la capacidad extraña que tenía de perderse en su propia mente, e iba a volver a hacerlo en ese instante, de no haber sido por la arriesgada acción que efectuó su perrito juguetón, al escaparse furtivamente al jardín de la casa contigua, gracias a la madera mal puesta de la cerca colindante.
—Yeontan —le llamó sin querer gritar para no perturbar la perfecta noche que lo envolvía, pero el cachorro no volvió a aparecer por el hueco donde se había ido—. ¡Yeontan! —desgraciadamente, se vio en necesidad de alzar la voz—. ¡Tannie!
Sin embargo, conocía muy bien a su perrhijo y sabía que, una vez interesado en algo, no volvería por voluntad propia hasta resolver las incógnitas curiosas que en su cabecita canina se desarrollasen.
Entonces, se levantó y la realidad le azotó con fuerza, revolviéndole el estómago ligeramente.
De todas las casas del mundo, ¿Tenía que perturbar esa?, ¿Justo esa?
Y su mirada fue directamente hasta la ventana de cierto chico que, desde su cumpleaños, no había visto más. Sufrió ante la idea, pero se obligó a sacudir la cabeza.
Ya no debía pensar en eso. Ya había ido a terapia, ya había superado la situación... ¿Verdad?
—¡Tan, vuelve acá! —llamó, nuevamente, hacia la oscuridad, pero nada obtuvo al respecto; así que se acercó a la cerca y se alzó de puntas para tratar de divisar a su mascota. ¡Oh, no!, ¡Margaritas!, un solo mordisco de esas flores y su tonto cachorrito sería conducido directamente hasta la veterinaria—, ¡Tannie! —advirtió, pero los nervios se le hicieron añicos cuando el perrito abrió su hocico, dispuesto a degustar—... ¡Tannie!
Y no lo pudo soportar más, se echó a correr jardín afuera y, siendo cuestión de vida o muerte, invadió la casa ajena, pasando de lado el pórtico, para ingresar directamente al jardín y correr tras su travieso cachorro, hasta asegurarse de que no hubiese ingerido ninguna flor.
—¿Cómo se te ocurre? —le regañó, apretándolo cuidadoso entre sus manos—... ¿Cómo siquiera tienes la capacidad de seguir gustando de esas flores tan peligrosas, Kim Yeontan? —un lloriqueo salió del perrito regañado y Taehyung pudo ver la mueca tristona con la que solía manipularlo—. No, no voy a caer. ¡Estás castigado hasta tu adultez!, ¡Ya lo dije!, ¡Más vale que no vuelvas a hacer algo parecido, o si no...!
—Listo, Bam, ya estoy aquí, ¿Qué es tan importante?, ¿Qué quieres mos... trarme?
Pero la voz de Jungkook se apagó en cuanto sus ojos de cordero observaron la preciosidad de niño que estaba en su jardín.
Taehyung lo miró también y un par de segundos fueron suficientes para sentir que el gigantesco muro que había construido en su corazón, no había sido lo bastantemente alto como para no derrumbarse al tener de frente al hombre de su vida.
—Yo... entré porque Yeontan se escapó y estuvo a punto de comerse tus margaritas. Lo lamento —dijo, como si un delito hubiera cometido y afianzó su agarre en el perrito que comenzó a retorcerse cual gusano, con tal de volver al suelo—. Sí, en definitiva, debo educarlo mejor —pero Bam, quien era considerablemente más grande que Yeontan, puso de su parte y, ladrando, incitó a que el cachorro se zafara de su agarre y se acercara a jugar directamente con él—. ¡Tannie, no!
—Déjalo —pidió, Jungkook, tratando de sonar natural y no demostrar lo mucho que le estaba temblando todo el cuerpo al volver a ver al tierno chiquillo que aún le robaba el sueño—. Creo que Bam siempre ha querido tener un amigo —y esas palabras fueron suficientes para que ambos sintieran el pecho contraído.
Por supuesto, ¿Quién no quiere tener un amigo?... aún más relevante, ¿Quién no quiere tener un amigo, que, a la par, sea el amor de su vida?
Un amigo, un amor, ¿Cuál es la diferencia, si en la amistad hay amor y si tu amor es tu amigo?
—Jungkook...
—Taehyung...
Se nombraron al unísono y un color rojo llenó las mejillas de el castaño, al observar la preciosa sonrisa de Jeon Jungkook, que hace mucho no veía.
—¿Puedes esperarme un momento? —terminó preguntándole y Taehyung lo miró expectante—, es decir, no es que te obligue a esperarme, pero... solo —se detuvo, casi queriéndose golpear mentalmente al darse cuenta de que su nerviosismo había quedado expuesto—... no te vayas, ¿Quieres? —pidió y el ajeno, un tanto desconcertado, asintió sin pensárselo nada, sabiendo lo que esa petición había significado para Jeon Jungkook, porque sí: él, ahora que lo tenía de frente, tampoco quería verlo irse.
Se quedó ahí, incluso sin moverse un milímetro, perdido en cada uno de los pasos que Jungkook dio hacia el interior de su casa, suprimiendo el mar de sentimientos que le aquejaron el pecho.
¿Por qué se sentía así?
¿Por qué su corazón no paraba de palpitar y demasiada emoción le recorría por las venas?
Un suspiro le trajo la respuesta.
No se haría más el tonto, no iba a volver a evitarlo... él amaba a Jungkook también.
Lo amaba mucho, lo amaba como a nadie.
Lo amaba tanto como la distancia de la Tierra a Júpiter, recorriéndola con pasitos de tortuga.
Y solo confirmó el sentimiento cuando Jungkook volvió y le extendió un cubo blanquecino con orificios de figuras galácticas, que brillaba de colores y las dibujaba alrededor, llenando el ambiente de magia y sensaciones divinas.
—Compré esto para ti en tu último cumpleaños, pero, por obvias razones, no pude dártelo.
—¡Oh, Jungkook!, ¡Es precioso! —exclamó, pegando un par de brinquitos que hicieron a Jungkook reír enternecido.
—Me alegra que te guste —se sinceró, manteniéndose alejado del chiquillo que no paraba de observar su nueva lámpara—. Honestamente, lo he estado utilizando todo este tiempo, me recuerda a ti... a tu luz.
Y la mirada amielada subió conmovida hasta encontrar la grisácea, mientras los labios en forma de corazón se apretaban entre las perlas cubiertas—. Muchísimas gracias.
—No agradezcas.
—¿Cómo no hacerlo?
—Solo, no lo hagas. No tienes que hacerlo.
Y al escuchar eso, Taehyung no tuvo otra cosa más que decir, sus energías se centraron en observar su regalo y como este iluminaba la preciosa sonrisa de su vecino.
—Debo regresar —soltó, después de casi un minuto de admirar la presencia ajena, mientras una sonrisa pequeñita se le salía
—De acuerdo.
—Bien, ¡Tannie! —nombró a su cachorro y agradeció mucho que este acudiera a la brevedad, dejándose abrazar por su humano preferido—. Disculpa las molestias.
—No hay problema, mientras Yeontan esté bien.
—Tienes razón, me aseguraré de que así sea.
—Perfecto.
Entonces, avanzó, comenzando a salir del jardín de los Jeon con cierta timidez en el cuerpo, ya que podía sentir, claramente, como una mirada dulce y constante se perdía en su figura.
—¿Crees que —dijo, girándose de repente y volviendo a encontrar al chico que enrojeció un poco al sentirse pillado en su accionar—... quieres... te gustaría...? —balbuceó y bajó su mirada un tanto apenado por sonar tan tonto—... abrieron un nuevo local de donas en el centro y pensé que, quizá... te gustaría ir a... probarlas —soltó, armándose de valor y encarando el rostro que denotó los ojos sorprendidos, mismos que lo hicieron arrepentirse—... O tal vez estás ocupado, así que mejor en otra ocasión, no te preocupes.
—Vamos —recibió como respuesta y prontamente se vio obligado a mostrar una mueca asombrada.
—¿De verdad?
—Por supuesto —Jungkook sonrió en una línea y Taehyung no pudo evitar imitarlo.
—No quiero interrumpir si estás ocupado.
—Quiero ir, Taehyung —aclaró el ajeno, a punto de reír y el mencionado solo sonrió más.
—Bien, entonces, ¿Mañana?
—Mañana será.
—De acuerdo —mencionó, sintiendo sus mejillas calientitas por los nervios y bajando la mirada un par de segundos—... Te veo mañana.
—Hasta mañana —aseguró el otro y fue entonces que volvió a retomar su camino.
—Duerme bien.
—Igual tú.
—Adiós —dijo por último, ya dándole la espalda.
—Adiós.
Y escuchado eso, se echó a correr por la acera como un pequeño niño feliz que consiguió un gran premio en la feria de ciencias.
Quiso gritar, quiso chillar de la alegría, quiso ponerse a pegar saltos por todas partes, pero no lo hizo hasta que ingresó en su hogar, dejando ir a Yeontan a su camita y abrazándose al pecho su nueva lámpara luminiscente, esa que ya dibujaba una galaxia para su corazón.
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