21. Caitán

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Todos miran nerviosos a Adán. Él siempre tiene ese efecto en la gente, sobre todo si ha soñado con ellos antes de conocerlos. Desde hace relativamente poco, Adán ha comenzado a anticiparse a los demás de una manera impresionante. Sin embargo, hoy me ha dejado sin palabras.

Noa se ha pegado a Gabriel y no suelta su camisa. Lux anda detrás de ellos con aparente tranquilidad.

—¿Cómo has sabido que vendría hoy? —Enciendo las luces conforme camino, ansioso por aliviar la tensión del ambiente.

Adán deja las bolsas en la cocina y saca una cerveza.

—Lo soñé —dice. Mira la lata durante un rato y la mete en la nevera—. Llevo un mes soñando con ellos. Incluso antes de que te fueras.

Me giro hacia los demás. Gabriel tiene el ceño tan fruncido que parece estar a punto de golpear a alguien, Noa observa la espalda de Adán con curiosidad y las mejillas coloreadas, mientras que Lux ya se ha instalado en su lugar habitual: sobre el sofá.

—Mi hermano a veces tiene sueños premonitorios —explico, aunque no acabo de comprender del todo cómo funciona. Hace tres años le salvé la vida, desde entonces ha ido capaz de entrever el futuro.

—Y menos mal, porque no tenías comida. —Adán menea la cabeza y sigue metiendo cosas en la nevera. Me pregunto qué habrá comprado para cocinar. Le encanta trastear en la cocina y preparar toda clase de platos.

Noa corretea hasta ponerse al lado de Lux y este le palmea la cabeza unas cuantas veces.

—Entiendo —dice Gabriel. Posa a Menta en el suelo y este da un par de torpes pasos. Se detiene, ya que sus patas resbalan en el suelo de madera. Adán se acerca con un cuenco lleno de fresas y se sienta a su lado—. ¿Nos has visto llegar en un sueño? ¿Es así como has descubierto lo que más nos gusta?

¿Lo que más le gusta a Gabriel es la Coca-cola? No puedo evitar sonreír ante eso.

—Sí. —Adán acaricia la cabeza de Menta y veo que el niño ha perdido todo miedo mientras mastica las fresas con avidez—. A veces estabais aquí. Otras en un lugar llamado Orballo.

Está claro que no puedo ocultar nada a mi hermano.

El silencio se posa en la sala y nos mantiene a todos con la boca sellada durante unos minutos.

—A veces venía la oscuridad y se llevaba a Caitán. —Esto último lo dice con un deje de dolor en la voz.

Me acerco y me siento con las piernas cruzadas.

—Si lo llego a saber, te lo hubiera contado. —Él toquetea el piercing que lleva en la nariz, un gesto que siempre hace cuando está nervioso—. No era mi intención que te preocuparas.

—¿Has visto a Brétema en sueños? —Lux se hace oír a pesar de que está bastante alejado—. Es probable que venga a atacarnos en los dos días que estaremos aquí.

—Lux, no hables de más —insta Gabriel con visible cansancio. Se sienta también en el suelo frente a nosotros.

—No estoy seguro de que eso tuviera nombre. —Adán apoya las palmas de las manos en el parqué y se reclina hacia atrás. Sus ojos negros se clavan en Noa; la chica intenta encararlo, sin embargo, termina por ocultarse detrás de Lux. Doy un pequeño golpecito en la frente de Adán para que deje de atormentar a la pobre Noa.

Brétema es como la llaman en el pueblo de Orballo, yo también creo que no tiene nombre —comento.

—Sí que lo tiene —dice Menta con la boca llena. Es la primera vez que lo veo inmiscuirse en una conversación desde que lo conocí. Por lo general permanece callado y asustado. Su voz es dulce, suena a la de un niño pequeño, aunque no sabría determinar la edad—. Tiene un nombre.

Gabriel agarra al conejo de forma descuidada y mi corazón se para durante un segundo al pensar en que pueda hacerle daño. Sin embargo, simplemente lo levanta para mirar de cerca su morrito peludo.

—¿Qué estás diciendo, enano?

Menta comienza a revolverse y a soltar zarpazos. Uno de estos acierta de lleno en la mejilla de Gabriel haciendo que la sangre brote. Me muevo salvando la corta distancia que nos separa y sujeto el pequeño cuerpo del animal con una mano. Poso la otra mano sobre la mejilla de Gabriel; el cosquilleo y el calor se extienden ante el contacto. Antes de que me percate de lo que estoy haciendo, la herida de Gabriel se traspasa a mi propia piel. La sangre empieza a recorrer mi rostro.

—No lo asustes. —Sujeto a Menta contra mi pecho con ademán protector.

La expresión de Gabriel se nubla durante unos instantes.

—Solo estaba preguntando. —Se incorpora, visiblemente molesto—. ¿Sigues pensando que quiero matarle o algo así? Qué harto me tenéis.

—No he dicho nada de eso. —Me intento levantar, pero me tambaleo. Me he mareado por curar un pequeño corte. Soy un desastre.

—Oye, imbécil —espeta mi hermano—. Ya que estás de pie, trae una servilleta de la cocina para limpiar la sangre.

—¿Imbécil? ¿Quieres que te rompa la cara, niño?

—Bueno, bueno. Tranquilo, Gabriel. Además, ese niño te dobla el tamaño —escucho decir a Lux y veo que también se ha puesto de pie y se dirige hacia Gabriel como quién interactúa con una pantera. Lo cierto es que es una pantera en miniatura cuando se transforma en gato.

Siento el frescor de un paño húmedo sobre mi mejilla y descubro que Noa es mucho más rápida de lo que podría haber imaginado. Intento sonreír ante su gesto. Mierda, me siento más mareado.

—Creo que me voy a desmayar —musito.

—A mí me da igual que este chaval me doble el tamaño, no pienso permitir que me trate así.

—Pues entonces deberías empezar a tratar mejor a los demás, ¿no crees? —replica Adán y finalmente se levanta. Sujeta la camisa de Gabriel con fuerza.

¿Por qué se están peleando? Como si no tuviéramos nada mejor que hacer.

—Creo que Gabriel solo está cansado. —Lux posa su mano sobre el antebrazo de Adán—. No es la mejor de las personas cuando está agotado.

—Pues que se disculpe.

Tengo que impedir que sigan así. Busco la manera de incorporarme, aunque termino cayendo hacia atrás. Por suerte, Noa me retiene antes de que me golpee contra el suelo. Menta acerca su húmeda nariz hasta la mía con preocupación.

—¡Gabriel, basta ya! Si te sientes culpable, admítelo y deja de comportarte como un estúpido —impera Noa—. A Caitán le pasa algo malo.

Mi visión se vuelve borrosa.

Te avisé. Su voz es similar a las campanillas, algo cantarina. Resuena en mi mente en cuanto cierro los ojos. Tu cuerpo no está preparado para soportar ese poder.

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