2 | flourish y blotts
flourish and blotts
La vida en La Madriguera no se parecía en nada a la de Privet Drive. Los Dursley lo querían todo limpio y ordenado; la casa de los Weasley estaba llena de sorpresas y cosas asombrosas. Harry se llevó un buen susto la primera vez que se miró en el espejo que había sobre la chimenea de la cocina, y el espejo le gritó: «¡Vaya pinta! ¡Métete bien la camisa!» El espíritu del ático aullaba ybgolpeaba las tuberías cada vez que le parecía que reinaba demasiada tranquilidad en la casa. Las explosiones en el cuarto de Fred y George y los gritos de Olive se consideraban completamente normales. Lo que Harry encontraba más raro, sin embargo, no era el espejo parlante ni el espíritu que hacía ruidos, sino el hecho de que allí, al parecer, todos se querían.
-Llegaron cartas del colegio -dijo el señor Weasley entregando a Harry y a Ron dos sobres idénticos de pergamino amarillento, con la dirección escrita en tinta verde-. Dumbledore ya sabe que estás aquí, Harry; a ése no se le escapa una. También llegaron cartas para ustedes dos -añadió, al ver entrar tranquilamente a Fred y George, todavía en pijama.
- ¿Y Liv? - pregunto Harry.
En ese momento, como si la hubieran invocado, se escuchó un ruido en la escalera y vieron a Olive aun con el pijama cayendo por la escalera de cara. Los Ron y los gemelos se destornillaron de la risa y Harry intentaba no hacerlo. La pelirroja soltó un quejido.
- No se rían de su hermana, muchachos- les dijo la señora Weasley mientras ayudaba a Olive a levantarse del suelo - te dije que no bajaras de formas extrañas por la escalera, Livvie.
- No bajaba de forma extraña, solo intentaba correr como ese programa japonés que papá me mostró - le contestó mientras cojeaba.
- Llego tu carta de Hogwarts, Livvie, ten - Arthur le entrego su carta una vez que ya se habia sentado al lado de Harry.
Olive se quejó - Tenía la esperanza de que no me permitieran ir a la escuela este año.
La señora Weasley le pegó suavemente en la cabeza y con una maldición de Olive siguieron abriendo las cartas.
Hubo unos minutos de silencio mientras leían las cartas.. Se adjuntaba una lista de los libros de texto que necesitaría para el curso siguiente:
Los estudiantes de segundo curso necesitarán:
-El libro reglamentario de hechizos (clase 2), Miranda Goshawk.
-Recreo con la «banshee», Gilderoy Lockhart.
-Una vuelta con los espíritus malignos, Gilderoy Lockhart.
-Vacaciones con las brujas, Gilderoy Lockhart.
-Recorridos con los trols, Gilderoy Lockhart.
-Viajes con los vampiros, Gilderoy Lockhart.
-Paseos con los hombres lobo, Gilderoy Lockhart.
-Un año con el Yeti, Gilderoy Lockhart.
Después de leer su lista, Fred echó un vistazo a la de Harry
-¡También a ti te mandaron todos los libros de Lockhart! -exclamó-.El nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras debe de ser un fan suyo; apuesto a que es una bruja.
En ese instante, Fred vio que su madre lo miraba severamente, y trató de disimular untándose mermelada en el pan.
-Todos estos libros no resultarán baratos -observó George, mirando de reojo a sus padres-. De hecho, los libros de Lockhart son muy caros...
-Bueno, ya nos apañaremos -repuso la señora Weasley aunque parecía preocupada-. Espero que a Ginny le puedan servir muchas de sus cosas, este año podremos comprarle un uniforme nuevo.
Olive la miró ofendida.
- ¿Que?, no es justo, a mi me compraron de segunda mano- se quejó ella, no es que realmente le importara, pero le gustaba molestar a su madre.
- Si, pero contamos con que Ginny no se arrastrará por el suelo de los pasillos- le respondió la señora Weasley mirándola acusadoramente.
- Yo no me arrastro por los pasillos, ¡al menos no tan seguido!
Mientras las dos pelirrojas siguieron discutiendo un poco más Harry miró a Ginny, que estaba al frente suyo.
-¿Es que ya vas a empezar en Hogwarts este curso? -preguntó Harry a Ginny.
Ella asintió con la cabeza, enrojeciendo hasta la raíz del pelo, que era de color rojo encendido, y metió el codo en el plato de la mantequilla.Afortunadamente, el único que se dio cuenta fue Harry, porque Percy el hermano mayor de Ron, entraba en aquel preciso instante. Ya se había vestido y lucía la insignia de prefecto de Hogwarts en el chaleco de punto.
-Buenos días a todos -saludó Percy con voz segura-. Hace un hermoso día.
- ¿Sabes, Percy? No podrás bajarnos puntos si no estamos EN Hogwarts, - dijo Olive - y la insignia tampoco te hará mas atractivo, ni mucho menos.
- Aún no comenzamos el año, Percy - le siguio Fred.
- No molesten a su hermano, niños.
Percy se sentó en la única silla que quedaba ignorando a sus hermanos, pero inmediatamente se levantó dando un brinco, y quitó del asiento un plumero gris medio desplumado. O al menos eso es lo que Harry pensó que era, hasta que vio que respiraba.
- ¡Te sentaste arriba de Errol, animal! - exclamó Olive.
Ron cogió a la maltratada lechuza y le sacó una carta que llevaba debajo del ala-. ¡Por fin! Aquí está la respuesta de Hermione. Le escribí contándole que te íbamos a rescatar de los Dursley.
Luego rasgó el sobre y leyó la carta de Hermione en voz alta.
Querido Ron, Olive y Harry, si estás ahí:
Espero que todo saliera bien y que Harry esté estupendamente, y que no hayas tenido que saltarte las normas para sacarlo, Ron y OLIVE, porque eso traería problemas también a Harry. He estado muy preocupada y,si Harry está bien, te ruego que me escribas lo antes posible para contármelo, aunque quizá sería mejor que usaras otra lechuza, porque creo que ésta no aguantará un viaje más.
Por supuesto, estoy muy atareada con los deberes escolares(«¿Cómo puede ser?», se preguntó Ron horrorizado. «¡Si estamos en vacaciones!»), y el próximo miércoles nos vamos a Londres a comprar los nuevos libros. ¿Por qué no quedamos en el callejón Diagon?Cuentenme qué paso en cuanto puedan.
Un beso de
Hermione
PD: y Olive, no podre llevarte la televisión de dos metros "como en la de Charlie y la fabrica de chocolates" que me pediste, aqui las cosas no pueden achicarse como allá, lo siento.
-Bueno, no estaría mal, podríamos ir también a comprar su material-dijo la señora Weasley, comenzando a quitar las cosas de la mesa-. ¿Qué van a hacer hoy?
Harry, Ron, Olive, Fred y George planeaban subir la colina hasta un pequeño prado que tenían los Weasley. Como estaba rodeado de árboles que lo protegían de las miradas indiscretas del pueblo que había abajo, allí podían practicar el quidditch, con tal de que tuvieran cuidado de no volar muy alto.
Aunque no podían usar verdaderas pelotas de quidditch, porque si se les escaparan y llegaran a sobrevolar el pueblo, la gente lo vería como un fenómeno de difícil explicación; en su lugar, se arrojaban manzanas. Se turnaban para montar en la Nimbus 2.000 de Harry, que era por mucho la mejor escoba; a la vieja Estrella Fugaz de Ron incluso la adelantaban las mariposas.
. . .
Al domingo siguiente, la señora Weasley los despertó a todos temprano.Después de tomarse rápidamente media docena de emparedados de beicon cada uno, se pusieron las chaquetas y la señora Weasley, cogiendo una maceta de la repisa de la chimenea de la cocina, echó un vistazo dentro.
-Ya casi no nos queda, Arthur -dijo con un suspiro-. Tenemos que comprar un poco más... ¡bueno, los huéspedes primero! ¡Después de ti, Harry,cielo!
Y le ofreció la maceta.
Harry vio que todos lo miraban.
-¿Qué... qué es lo que tengo que hacer? -tartamudeó.
-Él nunca ha viajado con polvos flu -dijo Ron de pronto-. Lo siento,Harry, no me acordaba
-¿Nunca? -le preguntó el señor Weasley-. Pero ¿cómo llegaste al callejón Diagon el año pasado para comprar las cosas que necesitabas?
-En metro...
-¿De verdad? -inquirió interesado el señor Weasley-. ¿Había escaleras mecánicas? ¿Cómo son exactamente...?
-Ahora no, Arthur -le interrumpió la señora Weasley-. Los polvos flu son mucho más rápidos, pero la verdad es que si no los has usado nunca...
- Lo hará bien, mamá -dijo Fred-. Harry, primero míranos a nosotros.
Cogió de la maceta un pellizco de aquellos polvos brillantes, se acercó al fuego y los arrojó a las llamas.
Produciendo un estruendo atronador, las llamas se volvieron de color verde esmeralda y se hicieron más altas que Fred. Éste se metió en la chimenea,gritando: «¡Al callejón Diagon!», y desapareció.
-Tienes que pronunciarlo claramente, cielo -dijo a Harry la señora Weasley, mientras George introducía la mano en la maceta-, y ten cuidado de salir por la chimenea correcta.
-¿Qué? -preguntó Harry nervioso, al tiempo que la hoguera volvía a tronar y se tragaba a George.
- Bueno, ya sabes, hay una cantidad tremenda de chimeneas de magos entre las que escoger, pero con tal de que pronuncies claro...
-Lo hará bien, Molly, no te apures -le dijo el señor Weasley, sirviéndose también polvos flu.
-Pero, querido, si Harry se perdiera, ¿cómo se lo íbamos a explicar a sus tíos?
-A ellos les daría igual -la tranquilizó Harry-. Si yo me perdiera aspirado por una chimenea, a Dudley le parecería una broma estupenda, asíque no se preocupe por eso.
-Bueno, está bien..., ve después de Arthur -dijo la señora Weasley-. Y cuando entres en el fuego, di adónde vas.
-Y mantén los codos pegados al cuerpo -le aconsejó Ron.
-Y los ojos cerrados -le dijo la señora Weasley-. El hollín...
-Y no te muevas -añadió Ron-. O podrías salir en una chimenea equivocada...
- Y no mueras - le dijo Olive.
Haciendo un considerable esfuerzo para acordarse de todas estas cosas,Harry cogió un pellizco de polvos flu y se acercó al fuego. Respiró hondo, arrojó los polvos a las llamas y dio unos pasos hacia delante. El fuego se percibía como una brisa cálida. Abrió la boca y un montón de ceniza caliente se le metió en la boca.
- Se partirá la madre - dijo Olive negando lentamente con la cabeza.
- Ca-ca-llejón Diagon - Harry se asustó y tartamudeo.
. . .
-¡HARRY! ¿Qué demonios estás haciendo aquí?
- ¡Hagrid! -dijo Harry, con la voz ronca por la emoción-. Me perdí..., y los polvos flu...
-¡No tienes remedio! -le dijo Hagrid de mala uva, sacudiéndole el hollín con tanto ímpetu que casi lo tira contra un barril de excrementos de dragón que había a la entrada de una farmacia-. Merodeando por el callejón Knockturn...No sé, Harry, es un mal sitio... Será mejor que nadie te vea por allí.
-Ya me di cuenta -dijo Harry, agachándose cuando Hagrid hizo ademán de volver a sacudirle el hollín-. Ya te he dicho que me había perdido. ¿Y tú,qué hacías?
-Buscaba un repelente contra las babosas carnívoras -gruñó Hagrid-.Están echando a perder las berzas. ¿Estás solo?
-He venido con los Weasley, pero nos separamos -explicó Harry-. Tengo que buscarlos... Bajaron juntos por la calle.
-¡Harry! ¡Harry! ¡Aquí!
Harry vio a Hermione Granger en lo alto de las escaleras de Gringotts. Ella bajó corriendo a su encuentro, con su espesa cabellera castaña al viento.
-¿Qué les ha pasado a tus gafas? Hola, Hagrid. ¡Cuánto me alegro de volver a verlos! ¿Vienes a Gringotts, Harry?
-Tan pronto como encuentre a los Weasley -respondió Harry.
-No tendran que esperar mucho -dijo Hagrid con una sonrisa.
Harry y Hermione miraron alrededor. Corriendo por la abarrotada calle llegaban Ron, Fred, George, Percy y el señor Weasley.
-Harry -dijo el señor Weasley jadeando-. Esperábamos que sólo te hubieras pasado una chimenea. -Se frotó su calva brillante-. Molly está desesperada..., ahora viene.
-¿Dónde has salido? -preguntó Ron.
-En el callejón Knockturn -respondió Harry con voz triste.
-¡Fenomenal! -exclamaron Fred y George a la vez.
-A nosotros nunca nos han dejado entrar -añadió Ron, con envidia.
Harry vio detras de ellos y pudo distinguir a Olive peleando por un dulce con un niño de no más de cinco años y a la señora Weasley sosteniendo a Ginny de una mano y tironeando del brazo de Olive con la otra.
-¡Ay, Harry... Ay, cielo... Podías haber salido en cualquier parte! - dijo Molly cuando se acercaron. Olive no habia ganado su guerra.
-Bueno, tengo que irme -dijo Hagrid -. ¡Los veré en Hogwarts! -dijo, y se alejó a zancadas, con su cabeza y sus hombros sobresaliendo en la concurrida calle.
-¿A que no adivinan a quién he visto en Borgin y Burkes? -preguntó Harry a Ron y Hermione mientras subían las escaleras de Gringotts-. A Malfoy y a su padre.
Olive fingió vomitar al escuchar el nombre del platinado.
. . .
Una hora después, se encaminaban a Flourish y Blotts. No eran, ni mucho menos, los únicos que iban a la librería. Al acercarse, vieron para su sorpresa a una multitud que se apretujaba en la puerta, tratando de entrar. El motivo de tal aglomeración lo proclamaba una gran pancarta colgada de las ventanas del primer piso:
GILDEROY LOCKHART
firmará hoy ejemplares de su autobiografía
EL ENCANTADOR
de 12.30 a 16.30 horas
-¡Podremos conocerle en persona! -chilló Hermione-. ¡Es el que ha escrito casi todos los libros de la lista!
La multitud estaba formada principalmente por brujas de la edad de la señora Weasley. En la puerta había un mago con aspecto abrumado, que decía:
-Por favor, señoras, tengan calma..., no empujen..., cuidado con los libros...
Harry, Ron, Olive y Hermione consiguieron al fin entrar. En el interior de la librería, una larga cola serpenteaba hasta el fondo, donde Gilderoy Lockhart estaba firmando libros. Cada uno cogió un ejemplar de Recreo con la«banshee» y se unieron con disimulo al grupo de los Weasley, que estaban en la cola junto con los padres de Hermione.
-¡Qué bien, ya estan aquí! -dijo la señora Weasley. Parecía que le faltaba el aliento, y se retocaba el cabello con las manos-. Enseguida nos tocará.
Lockhart se dirigió hacia Harry y cogiéndolo del brazo lo llevó hacia delante. La multitud aplaudió. Harry se notaba la cara encendida cuando Lockhart le estrechó la mano ante el fotógrafo, que no paraba un segundo de sacar fotos, ahumando a los Weasley.
- ¡Pero si es el mismísimo Harry Potter, y viene a pedir mí autógrafo! Y ahora sonríe, Harry -le pidió Lockhart con su sonrisa deslumbrante-.Tú y yo juntos nos merecemos la primera página.
Cuando le soltó la mano, Harry tenía los dedos entumecidos. Quiso volver con los Weasley, pero Lockhart le pasó el brazo por los hombros y lo retuvo a su lado.
-Señoras y caballeros -dijo en voz alta, pidiendo silencio con un gesto de la mano-. ¡Éste es un gran momento! ¡El momento ideal para que les anuncie algo que he mantenido hasta ahora en secreto! Cuando el joven Harry entró hoy en Flourish y Blotts, sólo pensaba comprar mi autobiografía, que estaré muy contento de regalarle. -La multitud aplaudió de nuevo-. Él no sabía -continuó Lockhart, zarandeando a Harry de tal forma que las gafas le resbalaron hasta la punta de la nariz- que en breve iba a recibir de mí mucho más que mi libro El encantador. Harry y sus compañeros de colegio contarán con mi presencia. ¡Sí, señoras y caballeros, tengo el gran placer y el orgullo de anunciarles que este mes de septiembre seré el profesor de Defensa Contralas Artes Oscuras en el Colegio Hogwarts de Magia!
La multitud aplaudió y vitoreó al mago, y Harry fue obsequiado con las obras completas de Gilderoy Lockhart. Tambaleándose un poco bajo el peso de los libros, logró abrirse camino desde la mesa de Gilderoy, en que se centraba la atención del público, hasta el fondo de la tienda, donde Ginny aguardaba junto a su caldero nuevo.
-Tenlos tú -le farfulló Harry, metiendo los libros en el caldero-. Yo compraré los míos...
- ¿A que te gusta, eh, Potter? -dijo una voz que Harry no tuvo ninguna dificultad en reconocer. Se puso derecho y se encontró cara a cara con Draco Malfoy, que exhibía su habitual aire despectivo-. El famoso Harry Potter. Ni siquiera en una librería puedes dejar de ser el protagonista.
-¡Déjale en paz, él no lo ha buscado! -replicó Ginny. Era la primera vez que hablaba delante de Harry. Estaba fulminando a Malfoy con la mirada.
-¡Vaya, Potter, tienes nueva novia! -dijo Malfoy arrastrando las palabras. Ginny se puso roja mientras Ron, Olive y Hermione se acercaban - ¿Ya te aburriste de la asquerosa traidora de la otra Weasley?
-¡Ah, eres tú! -dijo Ron, mirando a Malfoy como se mira un chicle que se le ha pegado a uno en la suela del zapato-. ¿A que te sorprende ver aquí a Harry, eh?
-No me sorprende tanto como verlos a ustedes en una tienda, Weasley's -replicó Malfoy-. Supongo que pasarán hambre durante un mes para pagar esos libros.
Olive se puso tan roja como Ginny, pero de furia. Dejó los libros en el caldero y se fue hacia Malfoy, pero Ron y Hermione la agarraron del suéter.
-¡Olive! -dijo el señor Weasley, abriéndose camino a duras penas con Fred y George-. ¿Qué haces? Vamos afuera, que aquí no se puede estar.
-Vaya, vaya..., ¡si es el mismísimo Arthur Weasley!
Era el padre de Draco. El señor Malfoy había cogido a su hijo por el hombro y miraba con la misma expresión de desprecio que él.
-Lucius -dijo el señor Weasley, saludándolo fríamente.
-Tu debes ser Olive - dijo Lucius mirandola desde arriba -, Draco nos ha hablado de ti y de tu... interesante personalidad– un muy leve color rosado se apreció en las pálidas mejillas de Draco, afortunadamente, nadie lo vio – Mucho trabajo en el Ministerio, me dijeron -comentó el señor Malfoy dirigiéndose a Athur-. Todas esas redadas... Supongo que al menos te pagarán las horas extras, ¿no? -Se acercó al caldero de Ginny y sacó de entre los libros nuevos de Lockhart un ejemplar muy viejo y estropeado de la Guía de transformación para principiantes-. Es evidente que no -rectificó-. Querido amigo, ¿de qué sirve deshonrar el nombre de mago si ni siquiera te pagan bien por ello?
El señor Weasley se puso aún más rojo que Olive y Ginny.
- Tenemos una idea diferente de qué es lo que deshonra el nombre de mago, Malfoy —contestó.
—Es evidente —dijo Malfoy, mirando de reojo a los padres de Hermione, que lo miraban con aprensión—, por las compañías que frecuentas, tu y tus hijos, Weasley...Creía que ya no podías caer más bajo.
Entonces el caldero de Ginny saltó por los aires con un estruendo metálico;el señor Weasley se había lanzado sobre el señor Malfoy, y éste fue a dar de espaldas contra un estante. Docenas de pesados libros de conjuros les cayeron sobre la cabeza. Fred y George gritaban: «¡Dale, papá!», y la señora Weasley exclamaba: «¡No, Arthur, no!» La multitud retrocedió en desbandada,derribando a su vez otros estantes.
Olive -que nunca desaprovechaba una oportunidad para molestar a Malfoy- le pegó una patada en la rodilla y rápidamente se giró a hacerle coro a Fred y George como si nada hubiera pasado. Draco se llevó las manos a la rodilla después de haber gritado de dolor.
—¡Caballeros, por favor, por favor! —gritó un empleado.
- ¡Vamos papá!¡Dale más fuerte!
- ¡Arrancale el cabello!
—¡Basta ya, caballeros, basta ya!
Hagrid vadeaba el río de libros para acercarse a ellos. En un instante,separó a Weasley y Malfoy. El primero tenía un labio partido, y al segundo, una Enciclopedia de setas no comestibles le había dado en un ojo. Malfoy todavía sujetaba en la mano el viejo libro sobre transformación. Se lo entregó a Ginny,con la maldad brillándole en los ojos.
—Toma, niña, ten tu libro, que tu padre no tiene nada mejor que darte.
Librándose de Hagrid, que lo agarraba del brazo, hizo una seña a Draco y salieron de la librería.
—No debería hacerle caso, Arthur —dijo Hagrid, ayudándolo a levantarse del suelo y a ponerse bien la túnica—. En esa familia están podridos hasta las entrañas, lo sabe todo el mundo. Son una mala raza. Vamos, salgamos de aquí.
Dio la impresión de que el empleado quería impedirles la salida, pero a Hagrid apenas le llegaba a la cintura, y se lo pensó mejor. Se apresuraron a salir a la calle. Los padres de Hermione todavía temblaban del susto y la señora Weasley, que iba a su lado, estaba furiosa.
- ¡Qué buen ejemplo para tus hijos..., peleando en público!
- Bueno... no hay mucho que pueda cambiar en Olive a esta altura – murmuró Ron.
- ¿Que habrá pensado Gilderoy Lockhart? - siguio Molly.
—Estaba encantado —repuso Fred—. ¿No oyeron cuando salíamos de la librería? Le preguntaba al de El Profeta si podría incluir la pelea en el reportaje. Decía que todo era publicidad.
Los ánimos ya se habían calmado cuando el grupo llegó a la chimenea del Caldero Chorreante, donde Harry, los Weasley y todo lo que habían comprado volvieron a La Madriguera utilizando los polvos flu. Antes se despidieron de los Granger, que abandonaron el bar por la otra puerta, hacia la calle muggle que había al otro lado. El señor Weasley iba a preguntarles cómo funcionaban las paradas de autobús, pero se detuvo en cuanto vio la cara que ponía su mujer.
Harry se quitó las gafas y se las guardó en el bolsillo antes de utilizar los polvos flu. Decididamente, aquél no era su medio de transporte favorito.
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