5. MAGIA DIVINA | OSCAR (IV)

La fiesta empieza.

Cuando atravieso la puerta de entrada, alguien pone sus pies delante de mí y se cierra de brazos mirándome con semblante de pocos amigos.

—Se te termina el plazo, Oscar. Debes pagar lo que debes.

Lo miro con un refilón de odio y lo intento pasar de costado; él me bloquea el camino.

—Está bien, Kieran, te pagaré, pero no será hoy. Aún no se vence el plazo.

—Tienes hasta el próximo...

—Sexto día. Ya lo sé. Ahora, ¿me dejas...?—señalo el resto del lugar pero el idiota no se mueve. Lo rodeo y me mezclo entre la gente.

Kieran es El Cobrador. En Open Door, The Gates y en las afueras del pueblo, Kieran hace muy bien su trabajo. Lo envían a pedir lo que corresponde con sus deudores. Es algo así como la sombra de aquellos que deben hasta que llega el momento de cruzar el anonimato y hacerle saber al deudor que el tiempo se le termine. Si es necesario, alguna vez ha aplastado una cabeza. En mi caso, no le temo a él ni a quien lo envía sino dejar poder enviar ese dinero. Hay personas que en verdad lo necesitan...

Y no tengo lo suficiente para poder pagarle, carajo. Para colmo, esa niña princesita de papá casi me deja sin empleo y necesito el dinero ahora más que nunca. Para colmo, se piensa que me lo gasto todo en tragos.

Apenas sabe de Shaj pero algo que no está al tanto es que ella pertenece a mi bando, administra la barra y es una de las dueñas del bar. Lo que significa tragos gratis de por vida. Pero no es este el punto: si frecuento Open Door es porque no tengo otro lugar donde ir. Y más allá de ser un punto donde encuentro a gente desagradable, también es donde vienen mis amigos (los pocos a quienes podría considerar en tanto "amigos").

Cuando me siento en una de las sillas, Shaj repara en mi presencia y se acerca.


—¿Otra vez Kaneki?—pregunta echando un vistazo por encima de mi hombro izquierdo.

Shaj toma una copa y sirve desde una de las canillas un chorro de cerveza negra. Lo único que suelo beber cada vez que vengo a este sitio.

Observo en dirección donde Shaj miró antes y me encuentro a Kaneki sobre uno de los juegos de linving rojos que hay para la gente "importante" de Open Door. Su cabello negro aplastado reluce de gomina aún en la oscuridad y su traje negro da la impresión de que va así a todas partes. Kaneki es uno de los "prestamistas" en Open Door pero también cumple con otros rubros más por fuera del bar. Kieran seguramente recibirá una comisión de lo que yo deba pagarle al inútil de su jefe que lo único que sabe es heredar negocios de su padre que vive en Nueva York y despilfarrar, como por ejemplo, con las prostitutas que tiene ahora mismo a su alrededor y arriba de la mesa baja que yace delante de él.

—Otra vez él—le digo y me vuelvo a mi amiga. Observo el líquido espumoso con olor a café y cebada. Ojalá todo fuese tan sencillo como enviarle un mensaje a tu padre y pedirle que se encargue de quitarte de encima todas las preocupaciones, tan sólo en lo que dura un chasquido de dedos.

—¿Hasta cuándo seguirás debiendo dinero, Oscar?—me pregunta Shaj y otro tipo se sienta a mi lado. Lo conozco pero no suelo conversar con él, sí viene seguido al bar.

—Creo que de por vida—le respondo—. Mi familia en España no tiene un euro partido al medio y yo soy quien debe enviarles todo lo que puedo recaudar.

—¿Tu familia?—se vuelve Shaj con reprobación.

—Sí—le digo desafiante—. Mi familia.

Se encoje de hombros y me deja un platillo con maní. Luego se pone del lado opuesto al otro cliente y me pregunta desde cerca.

—Por cierto... ¿qué has sabido de la niña?

—Ninguna niña. Tiene dieciocho años muy bien cumplidos con su CI acorde a su edad, súper estimulada cognitivamente y con un porvenir excelente. Ah, y fue aceptada en una de las Universidades más importantes del condado.

—Oscar... Sabes a qué me refiero. Por respuestas como esas es que seguirás debiendo dinero toda la vida.

—No tiene que ver.

—Kaneki acrecienta tu deuda si lo miras mal o si demoras un segundo en pagar. Lo sabes.

—Pero Lucy no tiene que ver con Kaneki. Nunca debería tener que ver con él.

Shaj me mira, escrupulosa.

—¿Por qué? Es asunto de Lucy si se mete en estas cosas o si la matan. Ya suficiente nos jugamos el pellejo apartándola de...

Me aclaro la garganta para detenerla y que no lo diga en voz alta.

Max anda cerca. Siempre está cerca.

Luego de un incómodo silencio, Shaj me pregunta:

—¿Se acuerda de algo?

Sacudo la cabeza. Creo que hice un buen esfuerzo al hacerle creer que todo fue producción de esa cabecita suya y que no debería volver a acerarse al bar. Después de todo, no me ha vuelto a hablar desde que se llevó el susto de la serpiente en su habitación.

—Evidentemente no sabe nada—le contesto—. Sólo tiene imágenes borrosas pero me encargo de que ponga en duda su cordura. Y a decir verdad, lo estoy haciendo bien.

—Eso es cruel—Shaj vuelve a las copas dedicándome una sonrisa de complicidad—. Pero está bien.

—Se me pegó al comienzo como suponía que iba a ser pero te aseguro que no volverá a acercar su nariz a este lugar. Nunca más, ya verás.


La música es horrorosa.

El ruido de las guitarras me aturde, el olor a humo es insoportable y el clima plagado de luces rojizas tintineantes me da la sensación de que en cualquier momento me dejará ciega.

Me dirijo hasta un punto donde tengo bien vista la puerta que da al exterior trasero del bar y observo esperando que se aparezca él.

Pero no puedo evitar estudiar con la mirada todo el lugar hasta dar con mi objetivo. Ahí está. Sentado en la barra con los codos sobre el mesón y Shaj muy cerca de de hombro... ¡LE ESTÁ HABLANDO AL OÍDO! Oh, vamos, Oscar, ¿cuántas chicas tienes? Definitivamente lleva un estilo de vida que no puede sostener, no sólo es idiota, también un despilfarrador bárbaro. Al menos hace bien su trabajo con mi padre sino no encontraría empleo en ningún otro lugar de este pueblo muerto.

Encuentro un asiento rojo que da al extremo de un juego de living y me siento aquí teniendo mi objetivo fijo en la puerta del fondo. Examino buscando a Max. ¿Dónde se ha metido? Max o cualquiera otra señal de que algo raro sucede aquí, de que son unos criminales y deberían cerrar este sitio.

—¿Servicio completo?

Me vuelvo sobre un hombro y unas manos con uñas pintadas de morado me corren el cabello.

Mi corazón da un vuelco y un sabor amargo a bilis me llena la boca al encontrarme con una mujer alta, de al menos diez centímetros más que yo, con el cabello anaranjado revuelto, portaligas, tacones negros, tanga roja y sin corpiño. ¡No tiene nada más!

—¡¿Q-qué?! —le suelto.

Ella se acerca a mi cuello intentando quitarme la capucha pero la detengo.

—Así que te gusta jugar a que nadie se dé cuenta de que eres...—murmura la mujer y demoro un rato en deducir que trabaja aquí. ¡Santo cielo!

Sus labios están pintados de morado, los ojos también y sus uñas parecen que te pueden quitar el hígado de sólo acercarse a tu torso.

—¡No me interesa! —le digo.

—Podemos ponerlo a cuenta—dice ella y me sigue buscando el cuello. ¡Me asquea pero no me deja detenerla!

—Búscate a tu puta.

Mi corazón se sobresalta al escuchar esas cuatro palabras.

Alguien arranca a la chica que se me había prendido como una garrapata y observo a un hombre con rasgos orientales, traje negro y cabello engominado que tiene sujeta de un brazo a la mujer.

—¿Disculpa? —murmuro.

—Que te busques a tu puta. Y tú, no quiero volver a verte coquetear con otros clientes.

El tipo le da una bofetada a la mujer semidesnuda y de un impulso nato me pongo de pie.

—¡Déjala! —le digo—. ¡No puedes pegarle así!

El tipo se vuelve a mí.

Hay otras mujeres similares a su lado que se agolpan a su alrededor. Parecen preocuparse por su amiga pero le siguen rindiendo tributo al misógino violento y abusivo.

—¿Disculpa? —murmura.

De pronto, tras el sujeto, se recorta la figura de otra persona que me deja helada por completo.

No tengas miedo. No tengas miedo. No tengas miedo.

Su capa negra con forro interior rojo ondea cuando camina y se acerca al sujeto que tiene a la prostituta tomada del brazo.

El recién llegado es más joven que el trajeado y su camisa roja irrumpe en mi campo visual sin poder quitarme de la cabeza cierta imagen.

—¿Potencial cliente o potencial empleada—le pregunta Max al misógino—...papá?


—Olvídalo. Ella no tiene ningún potencial.

No sé qué es más insoportable: la voz del idiota que acaba de decir eso o las palabras que ha empleado para referirse a mí.

Me giro en dirección a mi derecha y distingo a Oscar acercándose. Da unos pasos más y se coloca a mi lado. Él ignora mi mirada fulminante.

—¿Y tú qué tienes que ver? Está hablando con nosotros—interviene Max y se me atora en la garganta la urgencia de advertirle que ese chico es peligroso, que no se le acerque, sin embargo Oscar acaba de hacer otra de sus entradas triunfales insultándome.

—No estaba hablando contigo—le dice a Max y se vuelve a... ¿su padre? Había captado ya algunos rasgos ligeramente orientales como las facies con rasgueos apenas notables, sin embargo en su padre son mucho más acentuados. Probablemente sea de padre de Oriente y madre de Occidente—. Kaneki, déjala ir.

—¿Viene contigo, Oscar?

Las palabras parecen incomodarlo tanto a él como a mí.

Y se apresura en codearme antes impidiéndome soltar una respuesta al estilo de "¡No, yo he venido sola, no me interesa tener nada que ver con este idiota!", no obstante, lo contengo para escuchar la locura que sale de su boca:

—Sí...Viene con...migo...

—¡Oh, fantástico! —Responde él y me dedica una sonrisa de falsa amabilidad, una vil mentira—. Entonces, puedes entregarme a la chica y saldas una parte de tus deudas, ¿qué te parece?

Creo ponerme de todos colores en el instante que escucho el modo en que se acaban de referir a mí. ¿Están debatiendo como si fuese mercancía? ¿Acaso este montón de idiotas se quedaron varios siglos atrás? Debería caer a este pueblo una marcha de movidas feministas, de seguro que al conocer a personas como Kaneki, Max y Oscar no tardarían en prender fuego este maldito bar y yo les colaboraría.

Mi acompañante (que no es mi acompañante) vuelve a codearme. Santo cielo, ¿hasta cuándo tendré que mantenerme callada y dejar que sigan sacando conclusiones estúpidas sobre mí?

—Mis deudas te las pagaré como corresponde—contesta Oscar. Espero que lo que corresponde sea dinero y no algo peor. En este momento contemplo muchas opciones como órganos, sexo, personas, carne, drogas, chocolate y en último lugar ubicaría una montaña de billetes.

Pero ¿qué puede estar debiendo el supuestamente ejemplar de Oscar a una persona como Kaneki?

—¿Para qué complicarnos, querido? —dice el padre de Max y se acerca a mí aunque mirando a mi derecha—. Tienes un paquete de muy buen precio—esta vez sí me mira a mí y cuento los segundos necesarios para seguir conteniendo un rodillazo en los huevos—. Bah, no creo que pueda valer todo lo que me estás debiendo pero imagina lo que podrías saldar si dejas que me lleve a la chica. Además, tú sabes que soy una persona obstinada: si los negocios no funcionan, me llevo las cosas por las malas.

El tono de Kaneki se oscurece y esta vez Oscar se acerca al sujeto con aire desafiante. Percibo a algunas personas acercándose a nuestras espaldas, entre ellas Shaj y Jax.

—Tendrá que ser por las malas, entonces, porque no permitiré que te lleves a mi acompañante—señala Oscar demasiado cerca del padre de Max.

Max se incorpora a su lado y recuerdo lo de las serpientes. Ahora se lo ve inofensivo bajo el ala de su padre, sin embargo ¿sabrá alguien más en todo el pueblo sobre lo que ese imbécil es capaz de hacer?

—Ha sido suficiente—escucho a Shaj incorporándose a mi izquierda y me dice al oído—: Tengo que sacarte de aquí.

—¿Qué? ¡No! ¿Por qué deben tomarse el gusto de disponer de mí—le digo—como si fuese un objeto intercambiable? ¿Qué diantres le sucede a todo el mundo, aquí?

—Créeme—afirma Shaj—: en esta discusión, tú no tienes lugar alguno para opinar. Dispondrán con o sin tu consentimiento.

—¿Por qué? —le pregunto medio queriendo escuchar cómo sigue la disputa entre Oscar y Kaneki.

—Porque te metiste en esto. Ahora larguémonos.

—Hazle caso—se mete Jax pero observa directamente a su amigo. Parece estar en posición de pelea esperando el momento exacto para salir en defensa cuando esto sea necesario—, ve con ella.

Esas palabras son necesarias para que Max repare en nosotros:

—Aún no hemos definido con quién se va la chica—decreta, insoportable—. Papá...

—Déjala, hijo. Ahora hay que resolver algo mucho más urgente.

Los observo. Oscar se ve impasible pero hay algo en su semblante que evidencia preocupación. No miedo pero sí se ve atravesado por un increíble gesto poco conclusivo.

Acto seguido, Shaj tironea de mi brazo y corremos hasta la puerta que da entrada a la barra. Intentamos salir por la puerta trasera...hasta dar con un mastodonte bloqueándonos la pasada. La amiga de Oscar masculla un nombre:

—Kieran...

El oso niega y esboza una risita torcida.

Por lo que vamos derecho a la guarida de Shaj tras el puesto de tragos.

La amiga de Oscar abre una puerta y damos con una especie de depósito con trapos en el suelo, muebles y camas improvisadas. Evidentemente alguien vive aquí. Hay una ventana al fondo con una sábana oscura cubriéndola.

—Por aquí—señala Shaj.

No sé por qué debería confiar en ella ahora mismo pero he perdido las oportunidades de salir por alguna de las puertas principales.

¿Por qué no hice caso a mi padre y me quedé en casa durante todos estos meses hasta que el verano se hubiese terminado? Ah, claro, porque soy única y especial y quería un verano diferente. Ahora por no perder un verano podría perder la vida.

—Aquí—Shaj toma una cadena del suelo y la levanta, con una tapa de maderas tapeadas. Más allá, distingo una escalera extendiéndose bajo nuestros pies evidenciando un sótano.

Cuando estamos a punto de descender nos llega un ruido desde la puerta que nos altera a ambas y miramos en dirección de donde proviene el mismo.

Entonces se abre la entrada al depósito.

Lo primero que veo es una mujer de cabello rapado con una trenza gruesa cayendo de su hombro derecho.

La reconozco.

Pero...

Su boca.

Está llena de sangre. Y dos enormes colmillos se extienden hacia afuera.

—¡Maggie! —grita Shaj—. ¡No puedes entrar así!

La mujer es la misma a la que fotografié cuando estaba fuera del bar. Ella tiene... tiene... No puede ser cierto. No puede. Es una jodida pesadilla. Lo es, ¿no? ¡Mierda!

Miro a Shaj con extrema desconfianza pero sigue con la mirada clavada en la mujer de aros expansores en el rostro mostrando otros colmillos sobresaliendo en lugar de felices muelas.

—Oh, disculpa, no sabía que...—masculla y retrocede, pero se detiene antes de salir—. Un momento, ¿no se supone que tú no eres como nosotros?

—¡No voy a comer, Maggie!

¡¿QUÉ?!

De pronto me imagino a mí misma como un apetitoso plato de patatas fritas con salsa barbacoa.

—Lo siento—dice ella y su voz suena demasiado gutural tras los colmillos. Se retira dando un portazo. Acto seguido el clima se vuelve demasiado tenso entre la amiga de Oscar y yo. Cruzamos una mirada de poca confianza hasta que Shaj suelta un suspiro y rompe el silencio:

—¿Existe alguna posibilidad de que no hayas visto eso? —me pregunta. Niego, atónita—. Carajo.

Intento retroceder, pero ya en la escalera, sólo lograría caerme.

—Ahora sólo me quedan dos opciones—masculla—: Matarte o entregarte a Kaneki; de todas formas algo me dice que ninguna de las dos calmaría las aguas. Además soy de los pacíficos así que esperaré a que Oscar decida qué hacer contigo.

¿Los pacíficos? ¿Existen los pacíficos? No lo sé bien; evidentemente sí existen los malvados y si estoy en compañía de alguien pacífico... No me lo puedo terminar de creer: recién entra al depósito una amiga de Shaj con la boca plagada de sangre que estoy segura, no ha de ser de ella y algo me dice que tampoco parece tratarse de animal alguno. Aparte acabo de ver cómo dos tipos se disputaban entre comercializarme o dejarme ir y en este mismo instante una chica de mi edad pero mucho más aterradora me ha amenazado de muerte.

—Baja la escalera—dice Shaj.

—¡No! —le respondo. Pero me acorrala—. ¡Déjame ir!

—Baja la puta escalera, Lucy Kane.

Abro los ojos como platos.

—¿Cómo...se supone que tu...?

Ah, Oscar.

—Déjame ir—insisto.

Ella se enfurece y de pronto ocurre algo que me apresa: sus ojos se marcan con venas rojizas, es algo similar a lo que sucedió antes con Oscar pero en Shaj no parecen reventar. Sólo se marcan. Y algo más: los muebles, la ropa, las camas improvisadas, todo en el depósito empieza a temblar y miro los puños cerrados de Shaj como si...fuese capaz de producirlo. Oh, vamos. ¿Y ahora qué más? ¿Aparecerá un hombre lobo por la puerta?

—Baja la escalera, Lucy—dice ella—. No lo voy a repetir.

—Bi...bien—murmuro presa del terror y desciendo.

De pronto la oscuridad me envuelve hasta que mi cordura abandona mi cuerpo y ya no puedo sostenerme de los peldaños. Las fuerzas se van alejando de mí, mi cabeza divaga, mis ojos sólo ven en negro.

¿Qué está pasando?

Es... Es una trampa.

No puedo más conmigo misma y me dejo caer.

La próxima parte será la ÚLTIMA de este relato.

¿Qué pasará con Oscar y Lucy? ¿Qué es Max y todo su clan? ¿Por qué Shaj es de los pacíficos? ¿De qué lado está Oscar?

Si tienes otra duda, déjala aquí ;) Al igual que tus teorías y respuestas.

Nos leemos pronto!

Les amo, gracias por su apoyo <3

L.

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