12. Comunícate

Alexei

Odio llorar.

Corrección: odio que me vean llorar. No puedo odiar algo que hago con tanta frecuencia como para considerarlo parte de mí.

Por eso me niego a salir del baño de la segunda planta. Por eso y porque la hora del almuerzo no ha terminado y todos los empleados deben estar merodeando por el edificio. Falta poco para que el mes termine y mi cabeza continua en otra parte. Estoy cansada de sumar aniversarios a mis perdidas y estoy aún más cansada de que este mes esté llena de ellas. Carecía de excusas para faltar a Eureka y el recordatorio de mi primera emisión en vivo fue lo único que me animo a salir de la cama. De solo pensarlo quiero vomitar.

Improvisar era pan comido para una Alexei más joven, la de ahora, sin embargo, está segura de que hablará tan rápido como para que deban apagar su micrófono o se bloqueará en medio de una intervención y terminará siendo expulsada de la grabación mucho antes de que acabe. Tengo mil escenarios en mi cabeza y ninguno de ellos acaba bien.

Me esfuerzo por respirar.

—Sé que estás ahí, Alexandra.

Me gusta creer que mi nombre es demasiado difícil para él.

—¿Qué haces en el baño de mujeres?

—¿Qué haces tú en el baño de hombres?

Lo que me faltaba.

Me pongo de pie sobre la tapa del inodoro y vigilo por encima de la puerta que no haya más invitados en el baño. No tardo en encontrar a Miguel sobre el lavamanos viendo directamente a mi puerta.

—¿Quieres abrir o entro contigo?

Idiota.

Sin bajarme de mi sitio deslizo el pasador y él no demora en venir hacia mi ofreciendo su mano para ayudarme a volver al suelo. Me lo pienso por un momento y acabo tomándola con kilos de vergüenza y toneladas de culpa carcomiéndome.

—No estarás pensando en huir ¿O sí?

—¿Siempre haces tantas preguntas? —se encoge de hombros—. No, no voy a huir, pero salgamos del baño antes de que alguien nos encuentre aquí o tendremos mucho que explicar.

Me inclino por salir primero que él y fingir demencia ante la mirada acusadora de la señora de servicio que nos mira mal en cuanto Miguel deja el baño tras de mí. Detenemos el ascensor en completo silencio y agradezco que mi compañero no mencione el horrible aspecto que debo tener. He pasado las últimas semanas siendo una llorona descontrolada y lo poco que duermo y como me tienen más pálida de lo que acostumbro.

El silencio se convierte en tensión en cuanto el ascensor se abre frente a nosotros y la persona que moría por evitar se hace a un lado permitiéndonos el paso. Paso el corto recorrido observándolo desde lejos y no distingo nada fuera de lo común en él. Su perfecto cabello continua en su lugar, se ve recién afeitado y no sube la vista de la pequeña libreta que sé que lleva a todo lado. Busco en él algo que me diga que se encuentra, aunque sea un poco, como yo.

Por fin nos detenemos en nuestro piso y Evan se digna a levantar la cabeza hacía mí. Sus ojos se abren con sorpresa.

—¿Estás bien? —Corta la distancia que nos separa y quiero gritar en cuanto sus manos encuentran el camino hacía mi rostro—. ¿Por qué lloras?

No obtiene respuesta y dirige su atención a nuestro acompañante que levanta las manos en señal de paz.

—¿Qué le hiciste?

—Estoy bien. No me hizo nada—Quiero huír de aquí tan rápido como me sea posible y alejar la imagen de Evan despertando en mi sofá hace unos días y el recordatorio de que se fue de Revolución sin despedirse.

Salgo primero que ellos y en cuanto estoy por entrar en la papelería soy arrastrada por el entrometido de Evan hacía una de las cabinas auxiliares.

—Hoy este es tu sitio de trabajo.

—La emisión no es hasta dentro de un par de horas—Conozco la programación de la emisora como la palma de mi mano. Lo aprendí de memoria desde que me aceptaron—. Los chicos siguen en su programa.

—Será tu primera vez con nosotros y esta cabina es lo más cercano a la realidad—explica Miguel encendiendo las luces y dejando ver una pequeña mesa con micrófonos y consolas menos profesionales como las que ellos suelen manejar—. Tienes todos los equipos a tu disposición.

La idea suena tentadora e intento descubrir la trampa en la propuesta de los chicos, pero luce tan ilusionados como yo.

—Es ahora o nunca—alienta Evan empujando mi delgado cuerpo hacía las sillas y me alejo de inmediato caminando por mi cuenta—. Dices unas cuantas palabras, un gracias, hola a todos, Evan es el mejor, cosas de ese estilo.

—Te das mucho crédito cuando la idea no fue tuya—Señalo a su mejor amigo que finge no escucharnos jugando a saltar la cuerda con uno de los cables.

—Soy yo quien está lidiando con estos molestos aparatos. Creo que lo merezco.

Tomo asiento a la cabeza de la mesa detallando cada uno de sus movimientos mientras él camina por el lugar repitiendo los deberes de cada mañana: organizar el micrófono a mi altura, enfocar la pequeña cámara que seguro no funciona y conectar los audífonos a mí. Se aproxima con uno de los cables que sobresalen de la estantería y recibe un asentimiento de cabeza cuando pide permiso para acercarse, queda de rodillas frente a mí.

Solo necesito bajar un poco la cabeza para tener una visión completa y detallada de su rostro.

—¿Puedo? —Señala el puerto de los audífonos y tardo en asentir levantando mi corta melena.

Pasa el resto del cable por detrás de mi cuello y vuelve a estar de frente para, por fin, poner los aparatos en su sitio. Nos quedamos unos cortos segundos así y sus rellenos labios me regalan una de sus clásicas sonrisas.

—Es ahora cuando me das un beso de agradecimiento—pide sin acortar la distancia.

Detengo el tembeleque de mi pie con brusquedad.

—¿Sacaste el dialogo de una comedia romántica?

—Soy un fiel creyente del amor—La risa descarada de Miguel a su comentario nos interrumpe.

—Para ser tan amigo tuyo no parece un gran admirador—comento alejándome contra la silla.

—Todo lo contrario, querida. Soy su más grande fan. Hasta tengo una camiseta con su rostro—La respuesta se eleva por los parlantes del amplio lugar y me maravillo—. Hazlo cuando quieras, somos todo oídos.

—Da la señal—pido—, haremos esto a lo grande.

—Muy bien, Alexei, contaré hasta uno y el letrero en rojo será tu señal para empezar ¿Entiendes? —La voz de Miguel es un eco en la cabina, y asiento—. Tres...

Cuando la luz señala falsamente que estamos al aire, mi voz retumba a través de los anchos audífonos que cubren mis oídos.

—Estamos aquí para presenciar la caída de Alexei en vivo. Saludos a mi gran audiencia de dos personas, Evan y Miguel, los responsables de mi vergüenza pública. Contaría un chiste, pero me temo que aún no apruebo comedia radial I.

Los veo reír en una esquina del cuarto y a medida que me desenvuelvo me atrevo a mover las manos con desenfreno para enmarcar lo que digo.

—No mentiré diciendo que así imaginé mi primera vez en esta emisora, yo esperaba algo más de público y un repertorio más amplio sobre que decir. Pero no me puedo quejar—silencio—Oh no, eso sonó como una queja ¿Verdad? ¿Podemos borrar esa parte?

—Estamos al aire, Alexei, así no funciona.

—Los de producción tampoco hablan, Evan. Ya lo arruinaste—grito y debo alejar uno de los almohadones de mis oídos—. ¿En qué me quedé?

—Tu primera vez en esta emisora—recuerda Miguel.

—Si, eso—tomo aire—. No es mi primera vez hablando al aire, claro. Algo tuvo que motivarme para elegir lo que elegí y estar sentada aquí en este momento. Sucedió en mi escuela y luego no quise parar. Yo lo llamo destino, aunque muchos se muestren reacios al respecto.

Si, esto va para el más idiota de ellos.

«Era chica y quería el mundo en mis manos de inmediato. Poner pausa a los problemas y saltarme a la parte donde verdaderas personas encendían la radio para escucharme. Es una razón egoísta y quizá se deba a que soy una persona egoísta, no puedo mentir en mi primer programa. Un día me senté frente a un micrófono y todos callaron para oír. Fue ahí cuando lo supe. Sentí que tenía la atención y quise eso por siempre. Lo convertí en un sueño y cuando crecí eso no cambió. Quiero ser escuchada y que signifique algo. Que todo lo que pueda decir se quede con ellos al punto de cambiar el programa aún con mis palabras resonando en lo más pequeño de sus cabezas»

Hay esperanza, determinación y pasión en mis palabras y ninguno se atreve a romper la burbuja.

— Pero la vida no funciona a nuestro modo—continuo—. Los ángeles hacen oídos sordos a muchas de nuestras peticiones y no paran de enviar más obstáculos de los imaginables para forzarte, formarte y sin darte cuenta, ayudarte. De alguna forma eso es lo que hacen ahora. Sé que están por ahí, viendo esto y riéndose de mí, o conmigo. Es difícil saberlo. Pero, quedan pocos minutos y en poco estaré preparándome para salir al aire y los ridículos de atrás estarán preparándose para mí.

—Tienes tres minutos, Alexei—anuncia Miguel—, no queremos ser atrapados en nuestra jugarreta.

—¿Escucharon? —pregunto—. No deberían hacerlo, pero igual lo escuchamos. Es la voz que me recuerda que todo esto es falso. Son las 8:52 AM y los dejo con música invisible para alegrar su mañana

En cuanto me pongo de pie halo con fuerza el cable de los audífonos.

—Si se dañan no pienso pagar por eso.

—¿Y la música? Creí que haríamos esto bien—Evan extiende la palma de su mano—. Dame tu teléfono.

Se lo otorgo un poco confundida y mi interés aumenta cuando deja su celular en la mesa.

—Puedes saber mucho de alguien revisando su carpeta de música.

—¿Cómo?

—Si, anda hazlo—Acerca el aparato un poco más.

—No voy a hurgar en tu teléfono.

—Es una pena porque yo si husmeare en el tuyo—Toma asiento a mi lado—. ¿Contraseña?

Opto por desbloquearlo yo sola y paso los minutos viendo como su cara cambia a medida que desciende en la lista.

—¿Qué te dice mi carpeta de música?

—Tan poco como tú—sonríe—. Pero encontré la canción para tu no programa.

—¿No me rendiré del caballito? —pregunta el otro chico presente ganándose una mala mirada de su mejor amigo—. Pues solo decía.

Los primeros acordes de Superheroes inundan el lugar y todos guardamos silencio.

Evan desvía mi mirada en cada coro y no puedo evitar sonreír cuando la ultima parte de la canción se acerca.

Ella tiene un león en su corazón
fuego en su alma
él tiene una bestia en su interior
muy difícil de controlar
porque han soportado muchos golpes
recibiendo uno tras otro
ahora admírenlos, retrocedan
véanlos explotar

La canción termina y la sonrisa engreída de Evan solo hace que mi corazón vaya ocho veces más rápido. No solo es la canción. De pronto todo se acumula. Papá, mamá, mi mejor amigo, mi primer amor, mi último amor, y mi poco amor cuando de mí se trata. Estoy a poco de salir a aconsejar a miles de personas que se toman el tiempo de sintonizarnos o buscarnos días después y me tiemblan las manos al saber que no hay consejo alguno que me pueda salvar a mí.

—Si no sales ahora te darán por perdida—anuncia abandonando su puesto en la silla a mi lado y sacando de nuevo la agenda de su bolsillo. No me atrevo a acercarme. Es más fácil lidiar conmigo misma cuando nadie está presente y me cuesta el doble razonar cuando la culpa parece emanar de cada dirección. Sé que él día no pinta bien para ninguno de los dos y solo por eso las lagrimas se acumulan de nuevo en mis ojos al aceptar que, aún sufriendo, él se toma el tiempo de hacerme sentir poderosa.

—¡Saca tu estúpido trasero del baño y sal a dar la cara, maldita cobarde!

—Acacia deja de gritar en mi negocio—Escucho al otro lado de la línea y un poco más lejos que los gritos de mi amiga—. Déjala en paz.

—¿Estás de su lado? ¿Es que todos son idiotas? Llamaré a Viviana, ella me apoyará.

Nuestra llamada pasa a ser grupal y en corto tengo ocho pares de ojos sobre mí. Acacia no solo llamó a Viviana, también llamó a Leonardo y a Raquel que no dudaron en unirse al regaño colectivo.

—Alex no piensa salir en la radio—Se queja la culpable de todo esto—. Digan algo.

¡Yo no dije que no pensaba salir en la radio! Solo dije que me estaba planteando la idea. Tocar no es entrar y nunca aseguré nada.

—¿Pasa algo cariño? —pregunta Vivian con notoria preocupación removiendo mi sensible ser—. Sabes que lo harás espectacular.

—¡Eso le dije yo! La mujer es tan terca que parece hija de Zac y no de ti.

El mencionado es el único que se ha mantenido al margen de la conversación. Por eso es la voz de la razón.

Falta poco para el llamado al aire y los locutores se han empezado a preparar fuera de la cabina esperando el relevo. Yo, como raro, estoy encerrada en el baño apunto de tener una crisis nerviosa. Otra vez.

—Sal de ahí, Alexei—regaña Raquel a quien se le ve en la pantalla sobre su cama. Me paralizo por un momento. Está hablando en serio.Solo dos personas me llaman por mi nombre completo y una de ellas está muerta.

Los nervios me tienen mareada. Nuestros oyentes han seguido una rutina estricta desde que se estrenó el programa en la emisora y hoy voy a llegar yo, una completa desconocida, a cambiar todo eso. Si yo odio el mínimo cambio en mis rutinas no puedo dejar de pensar que alguien allá afuera también lo hará. A su vez, dependo de estas pocas emisiones para demostrar que soy un buen complemento en la mesa y quizá, solo quizá, pueda quedarme después de que Catalina regrese al aire.

Sin presión.

—Estoy tomándome un momento para prepararme—digo—. Mis intenciones nunca fueron quedarme aquí.

Acacia llamó para desearme suerte y su buen acto quedó en el olvido cuando me vio en el baño. La amo, pero es imposible estar triste, nerviosa o asustada con ella al lado. Tiene tanta energía y felicidad acumulada en su pequeño cuerpo que considera un pecado no estar a la altura de sus emociones.

—Más te vale no echarte para atrás. Se te negará la entrada a Revolución si no te escuchamos en vivo en la siguiente hora.

—No tienes permitido hacer eso.

—¡No me digas que hacer, Zacharias!

—Debo irme—No me preocupo por escuchar sus despedidas y termino colgando la llamada.

Cuando estamos a segundos de empezar ya estoy al lado de los locutores principales y tengo la vista puesta en lo cantidad de chicos que están desde las controlas dándome ánimos con sus levantamientos de pulgares. Deseo de todo corazón que el insufrible maestro que me negó la entrada a la emisora de la universidad escuche esto.

La cortinilla musical termina y recibimos la señal por parte de Miguel para entrar al aire. Bladimir es el primero en hablar.

—Estás escuchando Comunícate, parte de Eureka FM Estéreo, yo soy Bladimir Ferrero y en compañía de Tatiana Alaya y nuestra nueva compañera, Alexei Beltrán, les damos la bienvenida al episodio número 184 de nuestro programa. Gracias por escucharnos y por participar en cada emisión».

Santo Dios. Gracias al cielo esto está siendo grabado, quiero esa introducción como despertador.

—Como advertimos en nuestro ultimo episodio, hoy no contamos con la presencia de nuestra rubia favorita, Catalina Moreno, pero no todo son perdidas. En su lugar, le queremos dar la bienvenida a Alexei quien nos acompañará en nuestra mesa las próximas semanas.

—Es un honor estar aquí—¡Ay señor! ¿Esa es mi voz?

—Esta vez, y gracias al señor Julio Moreno, hablaremos acerca de eso que tanto tememos, pero de lo que, seguro, nadie se salva. El desempleo, las injusticias laborales y los despidos injustificados.

A eso le sé mucho.

Bladimir nos cuenta la historia del señor Julio y menciona cada detalle otorgado por él y mi corazón se rompe ante la historia de un señor de 53 años que le dedicó la mitad de su vida a una empresa de textiles que no dudó en deshacerse de él cuando un corte de personal llamo a la puerta. Ahora el hombre se encuentra a la espera de una indemnización y vive gracias al apoyo de su único hijo, recordándonos que, si bien es suertudo por tener su ayuda, no todos los adultos mayores la tienen.

Tatiana y yo intervenimos en lo necesario. Al principio me abstengo de dar mi opinión ante las desgracias de Julio, pero gracias a Bladimir no tardo en entrar en confianza ante sus repetidos "¿Qué piensas, Alexei"? Y a mitad del programa después de dos intervenciones musicales me atrevo incluso a hacer un chiste con mi situación académica y el cómo termine en Eureka.

—Por desgracia, no es la primera historia de esta índole que recibimos. En nuestro país, experiencias como la del señor Julio sobran y respuestas ante estas injusticias faltan—habla Tatiana rompiendo mi burbuja de privilegio.

—Desde jóvenes explotados laboralmente, falta de empleo por la nula experiencia que ninguna empresa les quiere otorgar, hasta pensiones que nunca llegan a quienes la lucharon, no es de sorprendernos que el país sea la tercera economía con la mayor tasa de desempleo en los países de occidente—Tuve 30 segundos para investigar ese dato y no dudo en que sonó profesional.

Damos algunos consejos para todos aquellos que se encuentren en una situación igual—o parecida— al protagonista de la historia de hoy y estuve a punto de ponerme a gritar cuando anunciaron que, por ser la recién llegada, me correspondía el honor de dedicar la canción final que acompañaría nuestro capitulo.

No tengo que pensármelo. Ni siquiera soy consciente de lo que sale de mi boca hasta que Superheroes de The Script llena la cabina y capto la enorme sonrisa de Evan que termina por perderse entre los siguientes locutores que anuncia el fin de nuestro programa.


🌼🌼🌼

Escribir esto me emocióno tanto como cuando fui yo quien estuvo en una emisora por primera vez y, quizá parezca muy obvio, pero estoy enamorada de los protagonistas y no tiene naada que ver con el hecho de que soy yo quien los escribe. 

Aviso, por si alguien quiere echarle un vistazo, que tenemos playlist oficial de "Besos a tu olvido" en spotify donde no solo estarán las canciones que se mencionan en el libro, sino también aquellas que uso para inspirarme a la hora de escribir o que para mí son significativas en la historia.

Adjunto link que también pueden encontrar en mi instagram
 https://open.spotify.com/playlist/5xnMmgA4xvZew5Al91XXi0?si=16bf876e94c04f99

IG: @KAROL.CJD TWITTER: @KAROLCJD



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