IV

Unas caricias extrajeron a Landon de sus sueños. Por un momento, guiado por las imágenes que acababa de perder en el subconsciente, pensó que esas caricias eran de la mano de Olivia. Pero al darse cuenta de que ella jamás haría tales cosas al ser una falta de decoro, abrió los ojos de sopetón encontrándose con la adusta realidad, y de un salto se apartó de ella.

—Erin, ¿qué haces aquí? —reclamó él sentándose en la cama lejos de ella.

—Nada, solo vine a despertarte. Cómo lo he hecho alguna vez en tu casa, ¿recuerdas? Hecho de menos tocarte —expresó.

—No puedes estar aquí. Por favor, márchate —pidió con seriedad levantándose de la cama.

—Vamos, Landon. Podemos retomarlo. Ahora que regresamos a Nueva York, todo será como antes. Podemos olvidar este estúpido fin de semana y volver a estar juntos como si nunca hubiéramos venido aquí.

—¡¿Qué?!... —exclamó negando con la cabeza—. Erin. Eso no va a pasar —dijo con franqueza.

—¿Por qué? ¿Porque ahora te gusta mi hermana? —recriminó ella dolida. Landon no respondió, no podía negarlo pero tampoco quería decírselo a ella. Le dio la espalda y comenzó a recoger sus cosas tratando de ignorarla—. ¡Si apenas la conoces! Qué digo, si la conoces de hace un día —expresó ella con exasperación. Y mejor de lo que a ti en dos meses, pensó él bufando. De pronto sus pensamientos fluían como el torrente de un río que bajaba de las montañas. No le hizo falta más que un día con Olivia para conocerla y sentir todo aquello por ella—. Te ha conquistado muy rápido con esa carita dulce y sus ideas altruistas, ¿no? —aseveró al aire—, pero sabes que eso es un espejismo, Landon . Tan solo estás dolido y tu cabeza está hecha un lío. Pero déjame aclararte una cosa. Mi hermanita no pertenece a nuestro mundo, pertenece a este. Ella no quiere salir de aquí, jamás funcionará nada con ella. Es más, te diré lo que ocurrirá si sales con ella —comentó con aire despectivo sin que nadie le pidiese su opinión—. Tendrás una bonita relación, te enamorarás, planearás tu boda y hasta vivirás aquí porque crees que es lo que os conviene —enumeró—. Pero un día la ensoñación se acabará y querrás largarte de este sitio y como ella no querrá ir contigo, la abandonarás. Y eso la destruirá —vaticinó. Sus duras afirmaciones estaban calando en la conciencia de Landon creando surcos dolorosos. No quería hacer daño a Olivia, antes se dañaría a sí mismo que a ella.

—¿Es lo que le ha pasado con el tipo con el que estaba prometida? ¿O su marcha ha tenido algo que ver contigo? —preguntó sobre el hombro en un intento de ofenderla y que se marchara. Ya no quería escucharla destilar su veneno.

—¿Cómo sabes tú eso? ¡Ella jamás habla de eso con nadie! —increpó acercándose a la cama.

—No fue ella.

—Esa zorra de May —masculló entre dientes acertando de lleno. Al parecer esa señora era la informadora oficial de asuntos delicados—. Bueno, pues ahora ya lo sabes. Ella jamás saldría con el novio de su hermana. Es superior a ella.

—Ex novio —reafirmó él—. Además, no entiendo a qué viene tanta aversión a tu hermana. ¿Sabías que ayer apenas quería que nos vieran juntos por temor a que hablasen de vosotras?

—Claro, y por eso os pasasteis bailando pegados en la oscuridad —recordó. Landon levantó la vista de sus cosas—. No quería que nos os viera la familia, pero sí que se arrimó a tí cuando nadie miraba. Oh, sí, me conmueve tanto el altruismo de mi hermanita —ridiculizó.

—No sabes de lo que hablas —aseveró él con seriedad.

—Ella me odia. Y hace de todo para joderme. ¿Es que no te das cuenta?

—Lo que sé es que tú has hecho daño a tu hermana pequeña, alguien a quien debías proteger. Y si está resentida, cosa que dudo, tiene motivos para ello.

—Tú sí que no sabes de lo que hablas —replicó ella entre dientes. Landon se volvió hacia ella.

—No sé lo que pasó entre vosotras, Erin, ni hasta qué punto esa historia es cierta. Pero sé que tu hermana está dolida y que a pesar de ello, te protege. Dime, ¿quién hace eso? —requirió. Erin desvió la vista—. Exacto, la familia. Un concepto que tú pareces haber olvidado —masculló antes de volver a darle la espalda.

—No lo hice a propósito —musitó bajando las revoluciones. Landon notó el cambio en su voz, pero estaba demasiado cabreado con ella como para ser magnánimo.

—Pues vaya, te salió demasiado bien como para no querer haberlo hecho —reprochó.

—No quería hacerle daño. Pero al menos sirvió para que no se casara con ese capullo mentiroso —añadió agachando la cabeza.

—¿Intentas convencerme a mí o consolarte a ti? —replicó él. Erin levantó la mirada hacia él, tocada por ese comentario.

—Me equivoqué, ¿vale?... Por eso odio venir aquí. Esta situaciones se escapan de mi control y eso me pone histérica —añadió con la voz apagada.

—¿Que lo odias? —Landon se volvió hacia ella furibundo—. Entonces, ¿por qué me has traído aquí?

—Eras mi novio. Se supone que tenías que apoyarme, pero a la primera de cambio, te echaste atrás —recriminó ella.

—¿Apoyarte? ¿En qué? ¿En maltratar a tu familia? —interpeló él enarcando una ceja—. Sabes, al principio creía que conocería a la familia monster por cómo hablabas de ellos —comentó displicente—, pero luego me encontré con este hogar idílico, y al instante asumí, que debías estar loca —espetó—. Y ahora me lo confirmas tú misma porque sigues pensando mal de ellos.

—Hablas así porque no los conoces.

—He visto a una familia unida que te recibía con los brazos abiertos después de tanto tiempo, a pesar de ese trato tan frío y duro al que los sometes. ¿Me equivoco?

—¿Por qué te pones así por eso? ¿A ti qué más te da como me llevo con ellos? —señaló ella cruzándose de brazos.

—¡Porque para mi la familia es importante! —exclamo. Ella lo miró con cierta confusión en los ojos.

—¿Cómo va importante algo que no tienes? —expresó sin ninguna delicadeza. Aquello caló hondo el Landon. Su respiración se tornó pesarosa y sentía sus músculos languidecer

—Por esa misma razón, Erin. La aprecio, porque no la tengo —expresó en un hilo de voz mientras Erin cambiaba drásticamente el semblante de su rostro al comprender lo que acababa de decir. Landon se puso a extender las sábanas de la cama, cualquier tarea era mejor que mirarle a la cara. Erin, reculando un poco de su actitud beligerante, trató de reconducir la conversación.

—¿Y qué tiene que ver eso con lo nuestro? —preguntó quedo.

—Que yo no puedo estar con alguien que trata tan mal a quienes le quieren —espetó. Erin soltó una risita estertora.

—A ti te trato bien. Eso es lo único que debería importarte —aseveró ella moderando su tono, pero no sus palabras.

—Tratar de manejarme camuflando tus intenciones no es tratarme bien, Erin. Es tratar de moldearme a tu antojo, lo mires por donde lo mires —espetó metiendo los bajos de las sábanas bajo el colchón.

—Si creías eso de mí, entonces, ¿por qué me acompañaste hasta aquí?

—Porque creí que conociéndote mejor, en tu propio entorno, fortalecería lo que teníamos. Pero ha hecho el efecto contrario —espetó incisivo—. Disculpa —pidió paso para acomodar el otro lado de la cama. Erin se apartó removiendose incómoda con el momento rapapolvo de Landon.

—No sabía lo que venir aquí significaba para ti —admitió ella hablando quedo.

—Lo sabrías si te hubieras detenido a conocerme un poco y no ha limitarte a decirme lo que tenía que hacer. Controlarlo todo y a todos no es la clave de la felicidad, Erin. Tienes que abrirte un poco, conocer a las personas y moldearte tú a ellas, no al revés. —Erin se lo quedó mirando, pensando en los días pasados.

—Tú te moldeaste a mí. ¿Verdad?... —musitó con una sonrisa triste.

—Traté de aceptarte. Hasta te seguí aquí. Pero no puedo ignorar todo lo que vi. No voy a forzar algo que no funcionó nunca.

—Sí que funcionaba. Nunca habíamos discutido hasta ahora —rebatió ella comedida.

—En las relaciones se discute, Erin. Es algo normal. Lo hace la gente cuando tiene sus propias opiniones —anunció él con ironía dirigiéndose hacia su equipaje—. ¿Te importaría dejarme para que pueda prepararme y marcharme de aquí? —pidió comedido.

—Supongo que tienes razón, y en realidad nunca tuvimos una relación. Te mereces a alguien mejor —expresó ella para su sorpresa. Erin estaba razonando.

—No hay mejores o peores, Erin. Tan solo el indicado —indicó—. Espero sinceramente, que tú encuentres al tuyo —dicho esto, Landon fue a encerrarse en el baño y la dejó sola en la habitación.

En el desayuno, Erin no apareció. Y Landon no podía más que agradecerlo. Se sentía demasiado tenso y ella lo empeoraría, y necesitaba estar relajado ante lo que estaba a punto de hacer. Tras agradecer la inmensa y cordial hospitalidad a la abuela y los padres de Olivia, anunció su pronta partida. Los anfitriones insistieron en que se quedara más tiempo, pero por mucho que lo deseara, Landon sabía que debía poner distancia de inmediato. 

Al acabar el desayuno, Landon se acercó a Olivia mientras ella guardaba las cosas del desayuno, se colocó a su espalda con las manos en los bolsillos, e inclinándose sobre ella, le susurró al oído.

—¿Podrías acompañarme a dar un último paseo por la granja?

Ella detuvo sus manos y miró al frente inquieta. Ya su pronta marcha la estaba afectando junto a esa bonita despedida que había protagonizado, tener una despedida privada solo sería el remate final de sus ya heridos sentimientos, pero a pesar del riesgo, jamás se negaría a acompañarlo.

—Claro —aceptó. Dejó lo que estaba haciendo y con una sonrisa amable, lo invitó a salir de la casa.

Fueron caminando bajo un cielo encapotado por nubes oscuras que no dejaban al sol brillar. Era un día nublado y triste, muy apropiado, pensaba Landon con pesar. Mientras bajaban la pendiente que llevaba al arroyo, Olivia iba contestando a sus preguntas sobre las dimensiones de la granja o si ellos producían su propio forraje para alimentar a sus animales. Cuestiones meramente sociales y de relleno del tiempo, o tal vez un mecanismo de arranque para hablar de algo verdaderamente importante, vista la rigidez de su postura y el bailoteo de su mirada a medida que se alejaban de la casa.

—¿Te encuentras bien? —solicitó ella con inquietud dejando a medias la forzada explicación del método de obtención del forraje. Landon a su vez, ya no aguantó más el silencio. Detuvo entonces el paso y la detuvo a ella sujetándola con suavidad del brazo.

—Se me acabó el tiempo. Y tengo que decírtelo ya —empezó con la mirada gacha, parecía que se lo estuviera diciendo a sí mismo. Levantó la mirada y la clavó en la suya. Ella lo observaba con ojos asustados ante la severidad de su semblante—. Me gustas, Olivia —la joven abrió los ojos con sorpresa por ese arranque. Incluso me atrevo a decir que es algo más que eso —confesó. Ella arrugó la frente inquieta—. Sé que nos conocemos solo de poco más de un día, pero créeme si te digo, que lo que siento ahora mismo al estar contigo es tan confortable y cálido que puedo estar seguro de que es algo más que una simple inclinación —declaró. Olivia comenzó a respirar con dificultad, sus ojos fueron llenándose de lágrimas y sus músculos estaban completamente bloqueados—. Lo sé. Sé que tienes muchos motivos para rechazarme, y los comprendo. No te estoy pidiendo nada, Olivia —se encogió de hombros—. Solo quería que lo supieras. Jamás me perdonaría si marcho sin habertelo dicho —Olivia lo observó atónita abriendo y cerrando la boca en un acto reflejo al no saber qué decirle o cómo consolarlo, ya que ella misma estaba muriendo por dentro al no decirle lo que ella también sentía por él. Pero no hizo falta. Cuando sus anegados ojos obligaron a las lágrimas iniciar su recorrido reflejando la tristeza en cada facción de su rostro, Landon supo que ella sentía lo mismo por él, pero que jamás haría nada al respecto. Sus ideas eran demasiado firmes y ya existían antes de que él apareciera en su vida para complicarla.

Era consciente de que no podía tenerla a su lado como quisiera, pero sí podía llevarse algo suyo consigo. Por tanto, sin pensarlo más, salvó la distancia entre ambos en un paso y llevó a cabo aquello que tantos nervios le estaban suponiendo, cualquiera que le viera diría que estaba loco por estar nervioso por algo que tantas veces había hecho. Pero él les diría, que estaba nervioso porque nunca lo había hecho con la indicada. Así que acunó las mejillas de la joven entre las palmas de sus manos, pasando los pulgares por sus pómulos para borrar las lágrimas que surcaban su bello rostro. Se acercó a ella decidido, y justo cuando iba a tomar sus labios, lo hizo con la suavidad de una pluma. La besó con una intensa dulzura que solo ella merecía absorbiendo su respiración y su calidez, sintiéndola recorrerlo, despertando hasta la última terminación nerviosa de su cuerpo… Y tras unos segundos, con la misma suavidad y un esfuerzo casi doloroso, se apartó de sus labios y apoyó la frente en la de ella.

—Adiós, Olivia —musitó, y sin más, se volvió y se marchó sin mirar atrás, llevando consigo un corazón roto y el alma hecha trizas.


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