v. extra.

RyuJin miró el mensaje emergente en la pantalla de su teléfono, interrumpiendo su juego y suspiró al leer lo que este decía, bostezó y se estiró como un gato sobre su cama. Realmente pensó que podría pasar todo el día en la cama ese domingo, pero al parecer no sería así.

Con pesar apartó las sábanas que la cubrían y bajó de su cómoda cama, aún se encontraba en pijama, pero no le importó con eso, dando los pocos pasos que la separaban de la puerta y abriendo la misma, fuera de su cuarto no estaba la silenciosa paz que tanto le gustaba, aunque hacía tres años que se había acostumbrado a ello, no era para menos con tres mocosas habitando la misma casa.

Pasó por la sala ignorando el desastre que sus hermanas estaban armando mientras hacían la simple coreografía de una canción infantil que enseñaba las partes del cuerpo y su mamá aplaudía emocionada.

Digitó el código abriendo la puerta, encontrándose con la alfa recostada en el muro de su casa, mordiendo sus uñas ansiosamente, rodó los ojos, no podía ser que tuviera dieciocho años.

—¿Vas a hablar o te quedarás allí parada? —habló, llamando la atención de la menor.

La alfa se acercó a ella, terminando con la distancia que las separaba.

—¡Mamá se va a casar! —exclamó, la preocupación tiñendo su voz.

RyuJin tuvo que contenerse para no reír, entendía que la mente de los alfas funcionaba de una forma que quizás nunca llegara a comprender, pero en serio le parecía tonto que la chica estuviera siendo tan dramática por algo como eso.

Sus madres habían pasado parte de su infancia pensando que sería una alfa por ciertas actitudes, hoy en día agradecía no ser una.

Apretó los labios al oír en sus pensamientos la voz de sus mamás burlándose del gran crush que tenía con su tia Chu, la amiga de su mamá Lisa. Y no lo olvidaría nunca porque se encargaban de recordárselo cada que podían, incluso DoYoung se burlaba de ella, aunque se avergonzaba mucho se sentía tranquila, JiSoo se lo tomaba con humor y ternura, después de todo, era una pequeña y adorable bebé en aquél tiempo. No podía decir lo mismo de Jennie, quién no escatimaba en burlas.

Wow Lia, ¿Te acabas de enterar que existe el matrimonio? —preguntó sarcástica, la otra la miró seria, no había nada de broma en su preocupación.

—No te burles de mi RyuJin, esto es-...

—Es la decisión de tu mamá —cortó antes de que la chica siguiera su discurso —. Tú mamá la ama y ella ama a tu mamá, listo.

—¡Pero...! Mi mamá no-... —se quedó callada, no tenía nada mas con lo que refutar.

La omega rodó los ojos y se acercó a la dramática alfa, y palmeó su hombro.

De pequeña tenía cierta aversión hacía MiYeon, no tenía clara la razón, solo sabía que existía, luego de haber crecido se dió cuenta de lo tonto que era, aunque no se culpaba, era solo una niña, probablemente celosa porque le estaban robando la atención de su madre. El punto era que sabía que MiYeon merecía ser feliz, y si ella no siendo tan cercano a la omega lo entendía, no había razón para que su propio hija no lo hiciera.

Quizás era cosa de alfas ser tontos.

Recordaba que hace tres años atrás Lia había estado reclamando de la nueva novia de su mamá, pero ella no pudo decirle demasiado porque en ese tiempo estaba mas interesada en llorar porque su mamá estaba esperando un bebé, que resultaron ser en realidad tres, pero eso ya era otra historia. Lo que importa es que ahora Lia volvía a reclamar, ahora porque se aproximaba una boda.

Antes de que RyuJin pudiera decir alguna palabra sintió los fuertes brazos de la alfa rodear su cintura, acercándola a un abrazo donde recargó la cabeza en su hombro.

—No quiero que mamá se case —lloriqueó en su hombro—. No quiero que sufra.

Suspiró, acariciando la espalda de la menor.

—JiSoo, es la vida de tu mamá, debes respetar sus decisiones.

—Pero... Es mi mamá, ahora tendrá otra familia, otros cachorros y y... Si ella la deja.

Hey —RyuJin la tomó de los hombros, separándola de aquél abrazo—. No seas egoísta, ¿MiYeon no merece ser feliz?

Y ella había aprendido eso hace tres años, que sus madres también merecían hacer lo que les daba felicidad. Aunque dentro de ella se despertaran otro tipo de sentimientos, pensar que sería reemplazada y que su amor hacía ella disminuiría, eran cosas que le aterraban, pero pronto entendió que no era el caso y con el tiempo descubrió que ahora era ella la que se derretía por sus tres bolas de grasa.

—Si pero...

—Ya, no pongas peros a la felicidad de tu mamá —cortó—. Ya estás grande para comprenderlo. Tú seguirás siendo su hija al igual que SooBin, estoy segura de que tu mamá adoraría ver que la apoyas y que quieres que sea feliz con la persona que ama.

Lia suspiró sin mas que decir, tal vez RyuJin tenía razón y es por eso que recurría a ella la mayoría de las veces, para que pusiera su cabeza en su lugar con su manera cruda de decir las cosas.

Tenía miedo, su madre había pasado por varias relaciones fallidas esos años, primero con su madre, aunque por lo que sabía, fue realmente esporádica, tendría al menos un año cuando se separaron, incluso estaban separadas cuando concibieron a SooBin, actualmente su relación era muy buena pero no podía decir lo mismo de otras relaciones, la había visto llorar y deprimirse por personas que no supieron cuidar de su corazón, temía que formara un lazo y su futuro esposa le hiciera daño. No quería perderla.

Y se sentía sola en el sentimiento, porque SooBin ahora siendo un adolescente estaba de lo mas feliz con la noticia, haciendo que ella se sintiera como una exagerada.

—Gracias. —dijo, agradeciendo, porqué RyuJin era quién había estado escuchándola, regañándola y aconsejándola a lo largo de esos tres años.

—Solo espero que esta vez sea el pensamiento definitivo, no quiero tener que volver a atender tus crisis un domingo. —bromeó la mas alta, sacándole una sonrisa de perezoso.

Aunque en un principio no se llevaban del todo bien, ahora sabían que podían contar la una con la otra, no eran las mejores amigas, ni siquiera sabían si eran si quiera amigas, pero sabían que eran algo, y ese algo les permitía que tuvieran esa clase de momentos.

Después de todo, habían crecido prácticamente juntas, era imposible evadirse, aunque en algún punto de su adolescencia habían tomando caminos diferentes cuando Lia cambió de colegio, al final siempre terminaban encontrándose.

La omega la invitó a sentarse en los pequeños escalones que habían allí, y así lo hicieron, Lia contándole sus temores con respecto a la boda y RyuJin escuchándola con atención.

—Pero entiendo que mamá quiera comenzar una nueva vida y no me pondré a ello.

RyuJIn palmeó su hombro, orgullosa de que la alfa pudiera demostrar que tenía su lado maduro.

—Y si algo sale mal, tu mamá los tiene a ustedes, estoy segura de que todo va a estar bien. —terminó diciendo la joven omega.

Sabía que todas esas conversaciones con sus madres servirían para ayudar a alguien.

DiuJin Unnie —una voz infantil llamó su atención, interrumpiendo su conversación, haciendo que miraran hacía la puerta de donde salía una de las pequeñas con una galleta en su mano—. ¡Es hora de galletas! Vamos, vamos.

La menor atravesó la puerta corriendo hacía la mayor, tomando su mano y tirando de ella para adentrarlo a la casa.

—Dani, espera. —la detuvo entre risas.

Su madre Lisa había creado una "hora de galletas" los fines de semana, hace un tiempo las trillizos habían adquirido una adicción a los dulces y por eso sus madres estaban buscando alternativas para acabar con el problema, y así es como fue creada la tal hora, para controlar el consumo de azúcar. Las trillizos habían insistido en incluir a RyuJin, por lo que ella también recibía dulces a la misma hora que sus hermanas menores.

Danielle se detuvo, apenas ahí fue que notó a la alfa, se aferró a la pierna de su hermana mayor, aunque conocía a Lia no le tenía confianza. RyuJin la tomó en brazos y besó su mejilla regordeta.

—Dani ¿Crees que Soonie puede unirse a nosotras en la hora de galletas? —preguntó la omega mayor.

La niña la miró incrédula, ¿Compartir con esa alfa?  Pero el aroma de RyuJin se intensificó en ese momento, envolviéndola, la mayor sabía que a los niños le encantaba su aroma omega, porqué le recordaban al aroma maternal.

Danielle terminó asintiendo.

—¿Qué dices tú? ¿Vienes? —invitó.

Y Lia, que también se había perdido en el dulce aroma, asintió lentamente.

No sonaba nada mal.

¡Gracias por leer!

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