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El sonido chirriante de la madera y los jadeos sofocados por la almohada se escuchaban en toda la recámara, Kinrou sostenía con firmeza las caderas del menor mientras este enterraba el rostro sonrojado entre las sábanas en un intento de acallar esos sonidos vergonzosos que emitía sin remedio. El pene de su hermano lo invadía profundamente y sin cuidado mientras de vez en vez tiraba de sus cabellos y le pedía que gimiera en alto.

Ginrou solo se dejaba hacer a voluntad de Kinrou que con cierta rudeza lo penetraba con estocadas profundas y certeras golpeando un punto dulce en su interior haciéndole soltar presemen, corriéndose casi al instante; el mayor sacó su miembro y seguido volteó al rubio dejándolo boca arriba y con las piernas abiertas como invitándolo a entrar, claramente el castaño estaba más que feliz por esa apetitosa invitación por lo que sin pensarlo dos veces alineó su pene en la entrada rosadita y apretada para después introducirse con lentitud y llegar hasta esa parte que hacía a Ginrou gritar de placer y vizquear los ojos.

Con cuidado y casi como si fuera otra persona, Kinrou atrapó entre sus labios uno de los botoncitos rosados en el pecho del menor y lo chupó con cuidado y gentileza, casi como si no quisiera dejar evidencia de lo que ahí acontecía, más la realidad era que quería marcarlo, llenarlo con su semilla hasta que se desborde y dejar en claro que el rubio tenía dueño y nadie más que él podía disfrutar de ese cuerpo hasta el cansancio. Ginrou solo podía gemir y lloriquear en respuesta a esas atenciones que Kinrou le brindaba.

— Ah~ Ki-Kinrou~ Kinrou... Más a-ahí~ ah~

— ¿En dónde, Gin?~ ¿Aquí?

Una estocada certera hizo temblar los sentidos del rubio a la vez que un jadeo de sorpresa resonó en la habitación, seguido de eso el menor se corrió entre él y su hermano mientras éste se liberaba en su interior. Kinrou jadeaba de satisfacción más por la imagen de Ginrou frente a él que por el anterior orgasmo; el menor lucía demasiado hermoso con las mejillas sonrojadas, los ojos entrecerrados y pequeñas lágrimas asomándose, el pecho subiendo y bajando, sus jadeos sumándole a eso la forma en como sin ninguna pizca de vergüenza sacaba levemente la lengua en demostración que lo que habían hecho le había gustado.

— ¿Cansado? — preguntó con picardía.

— Ni un poco — ágilmente estiró su brazo hasta alcanzar a su hermano y hacerle entrar con rudeza haciéndole lloriquear de dolor y placer.

Y así una nueva sesión de sexo daba inicio con Kinrou dándolo todo y Ginrou intentando tomar el control de la situación, en algún momento que el castaño se encontraba inmerso en su propio placer no logró discernir las intenciones del menor que con una maniobra inesperada lo tumbó al suelo, quedando el rubio arriba. Ginrou, que siempre se mostraba pasivo y decía que sí a todo lo que Kinrou le pidiera, ahora mostraba una mirada lujuriosa y pícara aunado a eso, su sonrisa insana.

Aquel conjunto hacía de su rostro una expresión que solo denotaba el hambre voraz y la adrenalina que le recorría el cuerpo, sin esperar respuesta o movimiento del castaño, Ginrou empezó a subir y bajar en una erótica cabalgata sobre la verga de su hermano. El mayor se encontraba embelesado y anonadado con la imagen frente a él, su pene siendo deliciosamente aprisionado por aquella dulce y cálida prisión que sólo Ginrou le podía presentar, los gemidos que eran un tanto agudos por cada vez que con su miembro golpeaba la próstata ajena, las expresiones de total placer en su rostro.

Kinrou se sentía en la gloria.

El mayor dirigió sus manos a las caderas del rubio para así ayudarle pues notó que se estaba cansando y así estuvieron por unos minutos, hasta que escuchó como los gemidos del menor se volvían más desesperados y un líquido empezó a caer sobre su abdomen y pecho, Ginrou llegó al orgasmo aprisionando aún más el pene del mayor quien al sentirse tan abrazado también liberó su semilla en el interior del rubio. La respiración de Ginrou era entrecortada, el orgasmo fue tal que incluso su mirada se nubló por unos cortos segundos y sin remedio se levantó para sacarse el miembro del mayor y poder acostarse a un lado.

— Debemos volver... En unos minutos empieza nuestro turno de vigilantes - habló por fin a la vez que dirigía su mirada a donde estaba su hermano, bendita vida la que le tocó y le dio oportunidad de presenciar la imagen de Ginrou totalmente cansado, acostado pecho a tierra y de entre sus nalgas saliendo semen, se le acercó y le besó los cabellos con dulzura — después podemos hacer lo que quieras.

Al rubio se le iluminaron los ojos y se levantó para alcanzar su pantalón y sus zapatos pero al momento de ponerse de pie se fue de bruces al suelo, Kinrou se asustó y saltó como resorte hasta ponerse a su lado puesto que aquello nunca antes le había pasado.

— ¡¿Ginrou, qué ocurre?! — la preocupación, aunque intentó disimularla no le sirvió de nada. Se dirigió con velocidad hasta donde estaba y pasó una mano por su cintura y la otra sus hombros para levantarle.

— No, no lo sé, siento las piernas débiles. — también se sentía preocupado por lo repentino del asunto.

— Es normal, te levantaste al momento que terminaron sus cochinadas, obviamente estabas débil — respondió un aturdido Senkuu que se vio atrapado en la situación y sin oportunidades de escapar cuando se encontraba buscando unos materiales para la nueva creación y de la nada, ambos adolescentes calientes se metieron a la bodega de minerales a suplir sus bajos instintos no sin antes trancar fuertemente las puertas — ¿en serio Kinrou, Ginrou, aquí?

A ambos muchachos se les tiñó la cara de vergüenza mientras el de cabellos degradados intentaba salir de la sorpresa y ¿por qué no? También del cuarto, si tan solo fuera lo suficientemente fuerte como para abrir la puerta.

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