Dieciséis.

—Come mucho… –Le respondió con suavidad moviendo sus piernas para dejar un poco más de espacio para ver su vientre que acunó entre sus brazos, mucho más tranquila de que preguntara por el bebé sin ninguna expresión de enojo– …Y hoy me hizo vomitar.

—Levántate, no tardan en traer el desayuno –Dijo el azabache dejando el sofá para deshacerse de su gabardina invernal y el blazer para cargar menos cosas encima, por lo menos había obtenido dos días de descanso—.

—..........¿Podemos comer duraznos con crema? –Olesia lo miró caminando a su lado por el pasillo por suerte vacío rumbo al comedor, aún no entendía porque que la mansión estaba dividida en dos—.

—El desayuno no es un postre, más te vale que hayas estado siguiendo la lista de comidas que le encargué a Rószi, en lugar de azúcares tienes que comer avena o voy a castigarte –La reprendió con neutralidad mirando su reloj, casi serían las siete en punto de la mañana por lo que no se había pasado de hora por la lentitud del viaje—.

—Pero si estoy comiendo avena, me deja ponerle miel y nueces.. –Ella se detuvo junto a su silla viendo que ya todo estaba listo, comenzando a salivar por el cuenco con plátanos cortados y el envase de caramelo que había a un lado camuflado tras la granola—.

—Ya, siéntate a comer, pero no te quiero escuchar vomitando de nuevo, me causa asco –Viró los ojos el alemán sentándose en su lugar dispuesto a tomar algunas carnes para colocar en su plato– Y no me pongas esa mirada.

Apenas obtuvo el permiso de comer lo que quería se sentó a tomar lo necesario para hacerse un nuevo plato extraño provocado por sus antojos, intercambiando algunas miradas ocasionales con el alemán al que no pudo evitar sonreírle un poco debido a que estaba más cómoda con verlo y feliz por comer algo rico en ese momento. Al terminar el desayuno los platos fueron recogidos pero extrañamente Reich se dirigió a la sala en lugar de regresar a su oficina, así que decidió seguirlo por curiosidad y se sentó en la alfombra a su lado puesto a que se le hacía más cómodo para la espalda acostarse en el suelo durante un rato cada cierto tiempo.

—Arriba Blau, quiero que te sientes bien ahora. –Suspiró buscando en el bolsillo interior de su gabardina que había permanecido en el respaldo del sofá, sacando una pequeña caja de terciopelo negro que abrió dejando ver dos anillos de oro uno con un bonito diamante pequeño y el otro más grande en circunferencia– ….Adolf insistió, tomé la medida mientras dormías la mañana antes de irme.

La bicolor abrió su boca sorprendida luego mirando al mayor parpadeando sin poder creérselo.

—Levanta la mano, lo vas a tener puesto de ahora en adelante y lo vas a cuidar. –El azabache tomó la mano más pequeña y le colocó el anillo en el anular izquierdo, mirando satisfecho que había acertado a la perfección con la medida– Adolf vendrá más tarde, así que te vas a duchar y vestirás con lo que te lleve Rószi.

La menor miró su mano en silencio y luego tragó en seco comenzando a gimotear con pucheros, atrayendo la atención del carmesí que apenas terminaba de ponerse su respectivo anillo y suspiró pesadamente repitiéndose mentalmente que debía comenzar a tener paciencia con el estado inestable hormonal de la polaca, aunque aún así no estaba acostumbrado a tratar con gente fastidiosa.

Estando a punto de decirle que ya se callara un rato la aludida lo interrumpió antes de siquiera decir una palabra, Olesia se le apegó abrazándose a su pecho y escondiéndose en su hombro derecho haciendo que tuviera que inclinarse a regañadientes para que no apoyase todo su peso en el vientre, acabando acostado en el sofá con la más baja acurrucada en el espacio entre el sofá y su pecho. Quiso gruñirle para que se levantara pero nuevamente bufó reteniendo su mal humor, resignándose a permitírselo durante un rato con tal que se portara bien frente al austríaco, aunque con el pasar del rato la sensación de la respiración ajena se asimiló a la suya y lentamente movió la mano sin detenerse a pensar en qué hacía, solo centrándose en el vientre de tres meses que tenía la de ojos azules que estaba ya soñolienta.

Podía sentir la pequeña pero aún así notable energía allí ubicada, provocando que apoyara lentamente la mano al sentirse extrañamente atraído por las pulsaciones que emitía, sin duda había una conexión… porque después de todo era el padre de esa porción de energía.

•   •   •

La albina se miró al espejo vistiendo un precioso vestido rosa invernal, con calcetines largos color blanco y zapatos bajos de un rosa bajo del mismo tono del lazo que estaba en su cabello bien cepillado y con rizos hechos a calor. Parecía una de esas muñecas de tocador así que no podía dejar de mirarse en el reflejo que también mostraba el anillo dorado en su mano, hasta que alguien abrió la puerta haciéndola girar en esa dirección, encontrándose al germano con un traje negro de etiqueta y sin su sombrero por primera vez.

—Oh… –Se le escapó entre labios como un murmullo hipnotizado, su corazón fue un poco más a prisa mirándolo y sus mejillas se tiñeron de suave rosa notorio al verse con su antigua apariencia humana que había estado practicando todo ese tiempo por si volvía a necesitarla—.

—Ya son las siete, tenemos que recibirlo en la entrada –Dritte dijo únicamente eso antes de acercarse a tomarla de la mano, al estar sin guantes sus pieles se sintieron entre sí, pero solo cerró la puerta de la habitación y comenzó a caminar dirigiendo a la más baja– Sigue el hilo de todo lo que haga, si me complaces con eso esta noche ordenaré el postre que se te antoje.

—..¿Tengo que seguir mis reglas? –Ella lo miró mientras caminaban por el pasillo que iba primero a la sala de estar, luego tendrían que ir hacia el que daba al recibidor de la entrada secundaria pues el mayor no solía pisar la principal por algún motivo—.

—No… tienes que fingir que nos queremos. –Lo dijo con neutralidad, mirando hacia el frente como el líder que era, sin notar todavía la forma en que lo miraba últimamente la bicolor—.

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