🦇Capítulo 10: Carta🦇
Me desperté, con un dolor agudo en todo el cuerpo. Ugh... Qué asco. Odiaba cuando, nada más levantarme, notaba como si no hubiese dormido nada. Quise incorporarme, pero no podía. Giré la cabeza y vi que estaba atrapada entre los brazos de Ayato. ¿Qué hace dormido junto a mí? No era algo esperado, sin duda, no obstante, tampoco me desagradaba la idea de que compartiera lecho conmigo. Es un estúpido, orgulloso, egocéntrico e insufrible vampiro, mas no me permitía odiarle. Posiblemente es de los hermanos con los que más afinidad tenía. Desde que llegué aquí ha estado pendiente de mí sin mostrarlo abiertamente.
Toqué suavemente una de sus manos, fría, como un témpano de hielo. Era suave y reconfortante.
-¿Qué se supone que haces, Chichinashi?- Interrumpió su voz, ronca tras un largo letargo.
Impactada, dejé ir su mano y me aparté de él bruscamente. Joder, creía que seguía dormido. ¿Cuánto tiempo lleva despierto?
-¿Desde cuándo estás consciente?- Cuestioné.
-Estás roja como un tomate.
-¡No has respondido a mi pregunta!
-Ni tú a la mía.
Resoplé y cogí ropa de calle. Me metí en el baño, no sin antes dedicarle una burla con la lengua, a lo que respondió con una risa somnolienta. Cambié de vestimenta, me lavé la cara, me peiné... En fin, lo rutinario del día a día. Odio mi cara, es toda aceite. Cuando me levanto por la mañana es horrible. Desventajas de piel grasa...
Salí y miré a un lado y a otro. ¿Dónde estaba Ayato? No había ni rastro de él. Suspiré y me dirigí al comedor. Las tripas me rugían como miles de leones hambrientos.
-Buenos días, Bitch-chan. ¿Vas a comer algo?- Me saludó afectuoso Laito.
-Eh, hola. Pues sí, a eso venía.
-Genial, yo también.- Respondió, con una gran sonrisa de oreja a oreja.
Tomé asiento y el siguió mi ejemplo. Estábamos en sitios contiguos. Cogí una tostada, pero una mano apartó el pelo de mi cuello.
-Veamos el sabor del desayuno hoy.- Confesó, acercándose a mí.
-¡Oye!- Repliqué, apartándolo con el brazo.
-¿Qué? He dicho que quiería comer, ¿no?
Me disponía a discutir con él, cuando otro chico entró en la sala.
-Hécate, ¿puedes venir conmigo a mi laboratorio?- Demandó Reiji.
-Oh, claro.- Contesté, extrañada.
Nunca me había llamado para eso. Confusa, dejé a Laito en el comedor, haciendo numerosos pucheros burlones. Seguí al vampiro de las gafas y entré al destino que mencionó anteriormente.
Al pasar, cerró la puerta con llave.
-¿Para qué me necesitabas?- Pregunté, vacilante.
-Quería hablar contigo un momento.- Pausó.- Sobre esto.- Continuó, alzando un papel.
-¿Qué es eso?
-Una carta. Para ti.
-¿Y de quién es?
-De un tal Kou Mukami. Si no me equivoco, es el chico del que nos informó ayer Subaru.
Asentí, en silencio.
-Léela, por favor.
Me entregó el mensaje y comencé a examinar lo que ponía.
"Hécate, sigo pensando que ellos no te merecen. Algún día serás nuestra y te enseñaré un nuevo mundo. Solo espera y verás."
Atte. Mukami Kou
Palidecí.
-Veo que entiendes la gravedad del asunto, ¿no es así?
-Sí.
-Bien. Entonces, no te sorprenderá que haya tomado medidas severas al respecto.
-¿Medidas?
-No saldrás de esta mansión bajo ningún concepto; estarás acompañada de uno de nosotros todo el día; tampoco asistirás a la escuela; y por encima de todo, no establecerás contacto con nadie a excepción de los habitantes de esta casa, ¿de acuerdo?
Estaba tan impactada que la boca no hacía caso a mis peticiones de pronunciar una sola palabra. Voy a convertirme en una cautiva, literalmente. A ver, ya lo era, pero al menos tenía un mínimo de libertades. Ahora no me queda nada.
-¿Y quién será el hermano que me acompañe hoy? Porque supongo que haréis turnos cada veinticuatro horas, ¿no?
-Por supuesto.- Aclaró.- Y, el que se encargue de ti actualmente seré yo. Mañana Subaru. Espero que no tengas ninguna objeción.
-No.- Respondí, agachando la mirada.
-Estupendo.
Dio unos pasos hacia mí, arrebató la carta de mis manos y la rompió. Luego, me empujó hasta una de sus estanterías y apartó el pelo de mi cuello como hizo momentos antes Laito.
-¿Reiji? ¿Qué estás haciendo?- Cuestioné, atemorizada.
-¿No es obvio? Voy a tomarte ahora. Serás ingenua... El hecho de vigilarte no implica la prohibición de beber tu sangre.
-¡No! ¡Basta, para!
-Silencio.
Al instante, sentí su respiración sobre mi piel. Clavó inmediatamente después sus mortíferos colmillos y escuché los sonidos de su succión. Algo se deslizaba lentamente cuesta abajo. Me provocaba escalofríos. Ardía y dolía como una quemadura grave.
-Ah...- Gemí, cada vez más débil.
Apartó sus labios y alzó la mirada.
-¿Te gusta? ¿Es placentero para ti? ¿Disfrutas con mis mordidas?- Interrogaba, excitado por mi sufrimiento.- Llora, suplica, implora misericordia ante tu cazador. Vamos.
-Por favor, no sigas...- Murmuré.
-Eso es... Eso es... Siente el miedo y el terror fluir por tus venas. Cuanto más pánico experimentes, mayor será el deleite con el que beba tu sangre. ¿Qué pasaría si rompiera una de tus frágiles y delgadas muñecas? ¿Te desmayarás del dolor? ¿O no sentirás nada? ¿Sabías que el cerebro humano puede apagar los receptores del dolor con el fin de protegerse durante un momento de emergencia? ¿Cuándo sería ese "momento de emergencia para ti, Hécate? Tengo curiosidad...- Amenazó.
Rápidamente, volvió a penetrar mi cuello con sus afilados dientes. Caí de rodillas, sin poder mantenerme mucho más en pie. Y él me acompañó hasta el suelo, sin dejar de alimentarse con mi sangre. Cada vez lo hacía más profundo. Parecía que quería obligarme a olvidar las heridas de sus otros hermanos. Era como si... Necesitara mi atención...
-Reiji...- Susurré, a duras penas.
No respondió, pero sabía que me escuchaba.
-Yo nunca te dejaría de lado o... Te ignoraría...- Continué, al borde de la inconsciencia.
El vampiro dejó salir una mueca de sorpresa y sacó sus colmillos. Luego, me miró a los ojos, buscando algo en ellos.
-¿Qué?- Preguntó, todavía atónito.
Sin embargo, la cabeza me daba vueltas y ninguna parte de mi cuerpo respondía a los estímulos que intentaba ordenarles. Traicionada por mis propias fuerzas, me desmayé encima del muchacho.
(...)
Desperté en su famoso sillón. Abrí lentamente los párpados, mareada.
-Veo que ya has recobrado la consciencia.- Dijo, junto a su mesa de experimentos.- ¿Cómo te sientes?
-¿Ni siquiera puedes imaginar la respuesta?
-Mal, por supuesto.- Calló.- Ten.- Sugirió, entregándome un vaso de agua y una pastilla blanca.
-¿Qué es eso?
-Una píldora para el dolor de cabeza que tienes que estar experimentando en estos momentos.
-Gracias.- Contesté, tomando las dos cosas en mis manos.
¿Soy yo o está más amable que de costumbre? Parece que ha cambiado algo en él. No sé, tal vez todavía me encuentre somnolienta.
-¿Y los demás?
-Están en la escuela. Ya ha anochecido.
-Oh, entiendo.
Un silencio incómodo inundó el aire de la habitación. ¿Debo decir alguna cosa para aliviar el ambiente?
-Bueno y...
-Hécate.- Interrumpió.- ¿Puedo hacerte una pregunta?
-Claro...
-¿Podrías hablarme acerca de ti?
Aquella duda me pilló totalmente desprevenida.
-Lo típico: gustos, aficiones, creencias, estudios...
-Em... Me gusta leer.
-¿Qué tipo de libros?
-Romance.- Confesé, con un leve sonrojo.- Aunque también me encanta la poesía y el teatro del romanticismo.
-Entiendo.- Pausó.- ¿Y leerías una obra de Goethe?
-Supongo que podría.
Ante mi respuesta, avanzó hasta la estantería donde momentos antes bebió mi sangre y buscó con el dedo índice un libro concreto. Cuando pareció conforme, sacó una obra antigua.
-"Fausto".- Anunció.- Una tragedia del escritor alemán Goethe. Estoy seguro de que será de tu agrado.
Lo posó en mi regazo.
-¿Por qué me das un libro?
-Porque van a ser muchas las horas que pases aquí metida. No creo que leer algo te venga mal. Es una historia fascinante que pienso que te favorece. Un hombre realiza un pacto con el demonio para escudriñar todos los saberes ocultos que ciernen sobre el mundo. Tiene dos partes, aunque la que todos interpretan es la primera. Digamos que la segunda es un tanto... Compleja.
-De acuerdo, pues... Gracias por el detalle, Reiji.
-Cuando lo termines, dímelo y cuéntame qué te ha parecido. Si estaba en lo cierto de que te gustaría, te entregaré otro.
-¿Cuál es la razón de tu comportamiento?
-No sé a qué te refieres.
-Antes eras mucho más serio y cortante. Ahora parece que puedo llegar a ti con más facilidad.
-A veces las palabras dan que pensar.- Murmuró, dubitativo.
Luego, se acercó hasta la ventana y se dedicó a mirar a través de ella.
-No deben de tardar demasiado.- Comentó.
-¿Quiénes?
-El resto de mis hermanos.
-¿No dijiste que estaban en el instituto?
-¿Cuánto crees que llevas inconsciente? ¿Veinte minutos?
Suspiré. Fui a rascarme la nuca, cuando, sin querer, llevé mi mano a la herida que hizo Reiji. Dejé salir una mueca de dolor y el chico se giró inmediatamente.
-¿Ocurre algo?
-No, solo me he rascado en el sitio equivocado.- Reí, nerviosa.
Caminó hacia mí y echó a un lado mi melena.
-Has arrancado la costra que sellaba la mordida.- Informó, serio.- Quédate quieta.- Ordenó.
Así hice y esperé a que pasara cualquier suceso. Entonces, sentí su lengua acariciar la superficie dolida. Gemí por el escozor y quise moverme instintivamente, pero Reiji me mantuvo fija con sus fuertes manos posadas sobre mis hombros.
-Ya está.- Finalizó, mientras se alejaba.
-¿Has lamido los orificios que han dejado tus colmillos?
-Sí. La saliva de los vampiros tiene propiedades curativas. Ayudará a su cicatrización.
Nos miramos a los ojos durante unos segundos, intentando ver la verdadera esencia del otro. Parecía como si todo a nuestro alrededor hubiese desaparecido. Nunca había tenido la oportunidad de conocer a fondo a Reiji en el anime, ya que no aparecía tanto, al contrario que otros personajes, sin embargo, era tan... ¿Interesante? No sabía explicarlo adecuadamente.
-¡Eh, Chichinashi, hemos vuelto!- Gritó una voz desde fuera de la mansión.
-¡Sí, Bitch-chan! ¿Nos echabas de menos?- Exclamó otro chico.
Miré de lejos el cristal y luego al vampiro de las gafas. Este suspiró, cansado.
-¿Tanto les cuesta esperar dos minutos más para entrar a casa en vez de crear todo ese bullicio innecesario?
-Eso dices ahora pero... En el fondo no piensas que sea tan malo estar con ellos, ¿verdad?- Añadí, antes de levantarme y abrir la puerta del laboratorio.- Nos vemos, Reiji.- Despedí, fugaz.
Corrí por los pasillos, con el fin de recibir a los demás, llevando en la mano el libro que me entregó mi guardián.
"No, por supuesto que no es tan malo. Ni lo es compartir espacio con semejante humana como tú, Hécate... No te dejaré a nadie... Y mucho menos a ese vampiro convertido."
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