Capítulo 15|| mariposas desenfrenadas

~•Dedicado a _bombstrandler_, una excelente amiga y mi Syd en la vida real uwu🖤•~

El movimiento de ambos labios continuaba de la misma forma dulce, con una sincronía básicamente perfecta que había sido practicada con anterioridad, un año atrás. Un ósculo delicado y que a la vez expresaba lo que en aquellos momentos ambos sentían, lo que en ese momento ambos querían y añoraban.

Labios. Labios unidos y amantes del otro. Fanáticos de la sensación que era besar y amar al contrario, de poder sentir aquellas mariposas desenfrenadas que se creaban en su cuerpo mientras la sensación de amor aumentaba y crecía cada vez más.

Ninguno de los dos quería soltarse, ni tampoco terminar con el perfecto encaje que tenían sus labios entre sí. Brian se deleitaba con los labios de Roger. Eran suaves, carnosos, esponjosos y rosados. Estaban algo húmedos, y con algunas pequeñas heridas que eran provocadas por un tic nervioso del menor, pero aún así para el rizado aquellos labios que besaba eran la perfección encarnada.

En el último tiempo lo había besado dos veces, el mismo día, aquel día que fueron al McDonald's, la primera vez su precioso rubio no había correspondido, mientras que la segunda, se había ganado una cachetada por la falta de respeto. Había añorado besarlo de aquel modo nuevamente, pese a que intentó ocultarlo de tantas formas, diciendo tantas cosas que realmente no pensaba, pero decía para quedar bien. Estaba consciente de lo estúpido que había sido, y estaba dispuesto a remediar aquella insensata estupidez.

Por fin era correspondido nuevamente, pese a aquel grave error.

Unos momentos después, se separaban de forma lenta. Brian abrió antes los ojos, pudiendo ver la hermosa imagen que hacía Roger, con sus ojos cerrados, sus largas pestañas juntas y sus mejillas de un precioso tono rosado intenso. Definitivamente era hermoso.

— ¿Estuve bien? —preguntó Roger en un susurro mientras abría los ojos y lo miraba a los suyos.

— Estuviste incredible —respondió con seguridad y le besó la mejilla. El rubio sonrió ante el tacto—. ¿Yo estuve bien?

— Increíble —respondió con una sonrisa mirándolo a los ojos.

— Eres... eres fenomenal —soltó y le dio una suave vuelta. La canción era lenta y luego lo tomó de la cintura nuevamente mientras el rubio abrazaba su cuello

— ¿Fenomenal significa anormal?

— No, hermoso, fenomenal significa lo que es. Más allá de lo increíble —respondió mientras bailaban.

— ¿Más allá...?

— Más allá incluso de la perfección —le susurró al oído. El rubio volvió a sonreír y más al sentir el beso casto y suave que Brian depositó en su oreja.

— No sabía que podías ser tan romántico —confesó mirándolo.

— Hay varias cosas que no sabes de mí, Roggie —respondió—. He cambiado mucho en este lapso de tiempo.

— Espero que para bien —dijo.

— Fue para bien. He madurado.

— Bien, te creeré —respondió. Iban a volver a bailar, pero una chica desde atrás le tocó el hombro. Roger se dio vuelta confundido y ella se acercó a susurrarle de manera discreta.

— Te estás manchando —le susurró.

Roger abrió los ojos notoriamente y discretamente miró hacia abajo. En efecto, estaba con un hilo rojo por su pantalón de mezclilla color celeste claro. Pensó en que debió ponerse algo negro, pero tampoco era su culpa, pensó que su período estaba terminando, últimamente solo le llegaban manchas cafés, pero por lo visto, se había equivocado, y nuevamente su ciclo se alargaba con hemorragias.

— ¿Roggie? —preguntó Brian confundido viendo al rubio. No había mirado otra cosa que no fuese su rostro en todo aquel rato.

— Tengo... tengo que ir al baño... —expresó y rápidamente salió corriendo a buscar su mochila, la cual había dejado en un sector para esas cosas, mientras Brian quedaba confundido.

Se abrió paso rápidamente entre la multitud hasta finalmente llegar a los bolsos y mochilas. Comenzó a buscar la suya, pero no la encontraba. Empezó a maldecir internamente, hasta que la encontró. Abierta.

— Maldita sea —bufó y la tomó, sin fijarse, corriendo nuevamente al baño. Se encerró allí, y se bajó la ropa de abajo y se sentó rápidamente en el retrete.

Se limpió lo mejor que pudo, y comenzó a rebuscar en la mochila su ropa de cambio y sus toallas. No estaban.

— Mierda, mierda, mierda —masculló asustándose mientras seguía buscando. Se había distraído demasiado bailando con Brian y había olvidado por completo cambiarse la toalla—. Por favor, no ahora... por favor, por favor...

Vació toda la mochila en el suelo del baño, y comenzó a rebuscar allí sus cosas. No estaban sus pantalones ni tampoco sus toallas. Solo encontró su pequeña bolsa con su ropa interior y unos calcetines —nunca se sabe, siempre pensaba—. El paracetamol estaba allí, al igual que su celular, su cargador, sus audífonos y su libreta de dibujo, con un lápiz, un sacapuntas y una goma de borrar.

— ¡Traje un paquete completo, maldita sea! ¡No puede haber desaparecido! —exclamó desesperado y aún buscando. No sabía que hacer—. ¿¡Dónde diablos está mi otro pantalón!?

Vio su teléfono. Si le pedía ayuda a sus padres, tardarían mucho, además tampoco sabrían dónde quedaba la casa, y todos se darían cuenta de que algo le pasaba. Quizás Syd supiera qué hacer. Era su única alternativa, le daba demasiada vergüenza pedirle ayuda a Brian.

Marcó. Primer sonido, segundo sonido, tercero, cuarto. De pronto respondieron.

— Teléfono de Syd Barrett.

— ¡Lory! —se escuchó la voz risueña de Syd al otro lado de la línea.

Lorelei. Lorelei era una chica, nunca se había llevado mal con ella, y se caracterizaba por ser amable. Lorelei iba a entender.

— Sh, cállate, Syd, estoy hablando por teléfono —escuchó que lo reñía.

— Eh... Lorelei, soy... soy yo, Roger —hablaba algo asustado, y la chica notó esto.

— ¿Te pasó algo...?

— ¿Le pasó algo a Roger? ¡Dame el teléfono!

— ¡No! ¡Dile que quiero hablar contigo! —exclamó. Syd quizás no entendería o no sabría que hacer.

— Dime qué te sucede, ¿estás bien?

— ¡M-Me manché y creo que me robaron mis pantalones y mis toallas! —respondió exasperado—. ¡No sé qué hacer!

— ¿Dónde estás? —preguntó Lorelei. Syd seguía insistiendo que le pasasen el teléfono, pero ella le hacía que esperara, esto mediante un gesto con la mano.

— E-En el baño del primer piso —respondió mirando alrededor—. Creo... creo que el que está cerca del patio trasero. Esta casa es jodidamente grande.

— Bien... iré para allá. Syd también, así te quedas tranquilo, ¿bien? —le dijo.

— B-Bueno —respondió nervioso.

Esperó unos minutos, aún nervioso, y se puso la mochila en el regazo para que nadie lo viera así, para que nadie viera su doble intimidad.

Tocaron la puerta. Lorelei le dijo que eran ella y Syd. Allí se percató de algo, había puesto seguro.

¿Qué podia hacer? La puerta estaba algo lejos del retrete y lo alcanzaba. Suspiró y se puso un papel entre las piernas para luego subirse el pantalón e ir a abrir. Los dos chicos entraron y cerraron, nuevamente con seguro.

— Bien, Rog, traigo siempre toallas de repuesto —dijo Lorelei sacando de su bolso un paquete—. ¿Grandes?

— Por favor... —pidió, mientras se tapaba con la mochila para volver a sentarse en el retrete. Syd se había dado vuelta para darle privacidad.

— Bien, te pasaré cuatro, así tienes de repuesto —dijo sacando aquella cantidad y pasándoselas a Roger.

— ¿Y qué hago con mis pantalones? —preguntó nervioso—. No tengo más ropa de cambio.

— Mierda, tienes razón... —suspiró la chicha—. Eh... ¿qué talla eres?

— Mediana o pequeña. Depende de la marca.

— Bien. En ese caso... quizás alguien traiga ropa de cambio.

— Por favor, lo que sea. Yo... lo devolveré después.

— Te conseguiré pantalones o algo así.

— Si solo hay shorts que no sean tan cortos, por favor —pidió—. Acepto lo que sea a este punto, incluso una falda.

— No te preocupes, no te daré una falda —aseguró Lorelei y se dirigió a la puerta—. Barrett, quédate con él, que nadie entre y no te des vuelta a mirarlo que lo vas a avergonzar.

— Por supuesto —respondió este.

— Roger, voy a salir, cúbrete —dijo. Este asintió y se puso la mochila. Luego la chica abrió la puerta, la cerró y se perdió en la multitud.

Syd fue a cerrarla, puso el seguro y se quedó mirando esta, para no molestar a Roger.

— Perdón... por favor perdón... te jodí todo con Lory —suspiró el rubio triste y avergonzado.

— ¿Qué? —preguntó—. Rog, no es tu culpa. Tranquilo, no arruinaste nada —aseguró—. Por ahora solo estamos saliendo, le pediré noviazgo en algo mejor que una fiesta.

— Pero habías dicho que hoy...

— No, Rog, no es adecuado —repuso con un tono dulce—. No te hagas problema, de verdad. Sabes que soy tu mejor amigo, te voy a apoyar en lo que quieras.

— Yo... gracias... —dijo algo desconcertado.

— ¿Cómo estuviste con Brian? —le preguntó.

— Genial... fue... fue como si yo fuese un plebeyo bailando con el príncipe... —dijo con voz de enamoramiento—. Digo, fue bueno, sí.

Syd no evitó soltar una pequeña carcajada.

— Rog, no tiene nada de malo estar feliz por cómo te fue con Brian. Cuéntame —le sonrió.

— Bueno... bailamos toda la noche, él fue muy romántico conmigo y... nos besamos.

— ¿En serio? ¡Eso es genial! —exclamó Syd alucinado—. ¿Y qué más?

— Tuve que salir corriendo porque me manché —respondió.

— ¿Ves? La menstruación fue como tu campanada de las doce —bromeó Syd. Roger se puso a reír.

— ¿¡Qué mierda!? —rió con ganas.

— ¡Es básicamente lo mismo! —también rió.

Al rato, llegó Lorelei con unos pantalones y unos shorts en la mano. Tocó la puerta e indicó que era ella, Syd la dejó pasar y volvió a entrar.

— No estaba segura cuál te quedaría bueno, fui a mi casa y te traje estos dos —explicó y se los pasó—. Vivo en frente.

— Yo... vaya... gracias... —dijo Roger sorprendido. No le importaba usar ropa de chica.

— Solo tenía esos shorts en mediano, los pantalones son talla pequeña.

— Muchas gracias, Lori —sonrió el rubio.

— No es nada, te dejaremos cambiarte y nos avisas cuando estés listo, ¿bien? —le dijo.

— Claro, muchas gracias —sonrió Roger agradecido y esperó a que Syd y Lorelei salieran para empezar a cambiarse.

Primero intentó con los pantalones, pero no le subían de caderas. Intentó bastante tiempo, pero no pudo. Suspiró y tomó los shorts. No eran tan cortos y eran algo holgados, al menos, pero igual le daba cierta vergüenza. Suspiró y se los puso. Le quedaban buenos.

Hacia frío, se maldijo por todo, pero ya no podía hacer nada. Solo agradecer la generosidad extrema de Lorelei y la preocupación de Syd. Se lavó las manos y con el frío calándose por sus huesos, salió del baño.

— ¡Hey, te quedan mejor que a mí! —exclamó Lorelei al verlo—. ¿Estás cómodo? Si quieres puedo ver si mi hermana tiene algo más grande.

— No, tranquila, estoy bien —le sonrió Roger—. Muchas gracias por toda tu amabilidad. En serio.

— Es lo mínimo. En cuanto a Andrés, nos unimos todos —le guiñó un ojo.

— Gracias —se rascó el cuello con una sonrisa pequeña.

Lorelei le sonrió, le dijo que no se preocupara, y Roger les avisó que iría a buscar a Brian. Suspiró y fue a buscarlo. Esperó que el chico no se hubiera ido, o que no hubiera pensado que había huido o lo había abandonado.

Pese a que le costó encontrar al rizado entre la multitud, suspiró con alivio al verlo aún en la fiesta y corrió acercándose a él.

— Perdón, yo... tuve un percance —dijo jadeando por tanto correr. El mayor notó su cambio de vestimenta y se sonrojó un poco.

— No... no te preocupes —respondió y volvió rápidamente a mirarlo a la cara. No lo quería incomodar—. Te... te ves maravilloso.

— Oh... g-gracias —sonrió levemente.

— ¿Quieres volver a bailar?

— De... de hecho preferiría no hacerlo... eh... ¿podemos sentarnos y hablar?

— Claro —le sonrió—. Hay unos sillones, demás que hay algún espacio libre.

— Muchas gracias, en serio —dijo más tranquilo.

— No te preocupes, la idea es que estemos los dos cómodos —aseguró—. En fin, ¿vamos?

— Vamos —sonrió. Ya se sentía en confianza con él nuevamente, como antes de que ocurriera todo lo ocurrido entre ellos.

Brian le sonrió y tomó su mano, luego lo condujo a los sillones para que pudiesen conversar.

Quizás la noche había tenido percances, pero claramente Brian había sido lo mejor de esta.

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