Capítulo 38

Terminamos de beber nuestras malteadas y regresamos a la casa. Durante todo el recorrido estuve cayada, tenía la mente en otro lugar, o mejor dicho, enfocada en cierto pelirrojo. Antes de que bajara de la camioneta, Alex me detiene tomando mi mano, yo volteo a verlo y él me pregunta.

— ¿Qué pasa?. No has dicho ni una palabra después de que salimos del local.

Me quedo meditando en que contestarle, hasta que la pregunta surgió por si sola.

— ¿Cómo los asesinaste? — él me da una sonrisa reconfortante.

— Pues, uno fue con un arma, otro solo lo arrojé lejos y por el impacto murió. Y al último le quité la cabeza — cuenta y me aterro. ¿En serio podría hacer algo así? Bueno, sí lo creo; él mató a su padre, aunque no está muerto — No... no me tienes miedo ¿Oh sí? — pregunta un poco temeroso, le sonrío abiertamente.

— No, sé que jamás me lastimarías — digo y él muestra sus brillantes perlas blancas.

— Nunca dudes de ello, soy incapaz de hacerte daño — dijo y las cabras locas comenzaron a correr sin control dentro de mi estómago.

Bajamos del vehículo y nos adentramos a la casa, donde se encontraba un Zack con la mirada perdida que al percatarse de nuestras presencias corrió a abrazarnos.

— Que bueno que están bien, chicos. Estaba muy preocupado — musita y me da múltiples besos en la mejilla, haciéndome reír un poco y luego hace lo mismo con Alex, quien pone cara de asco y pasa su mano exageradamente por su cachete.

— ¿Que sucedió? — pregunto al rubio.

— Un cazador estaba merodeando por el bosque, Lucas lo vió y lo atrapó. Está en el gimnasio con el resto. Nos habíamos preocupado por ustedes, pensamos que los habían capturado. No porque no pudieran defenderse, sino por el mero hecho de que éste traía una Optus consigo — aclara, Alex palidece y, como si fuese un acto inconsciente, toma mi mano.

— ¿Qué haremos con la gema? — pregunta el castaño nervioso.

— Tom se la llevó, ya que esa estúpida piedra nos vuelve inútiles. Y por si fuera poco, con esa gema nos pueden localizar, ya que <<las Optus siempre llegan a dónde está una de sus compañeras>>.

Me separo de los chicos y a pasos decididos me dirijo hacia el gimnasio, donde me encontré a Finn y a Becky sentados en el suelo observando al sujeto que se encontraba muy bien atado a una silla, a Anastasia y Alicia en sus celulares —parece que esto no les importa—, y a Raquel y a Lucas que estaban conversando seriamente. Me acerco al hombre y le doy un fuerte golpe en la mandíbula, aunque me controlé, no puedo ser tan directa.

— ¿Quién eres? Y ¿Quién te ha enviado? — pregunto con firmeza atrayendo la atención de los demás.

El sujeto me mira aterrado, pero luego cambia su semblante a una sonrisa burlona y suelta una estruendosa carcajada.

— ¡Vaya!. Hasta ahora es la que golpea más fuerte y ha puesto carácter aquí — dice y vuelve a reír, me mira y cambia su semblante por uno totalmente sombrío —. Quien soy no importa y trabajo para el Sr. Lancaster. Puedes sacar tus conclusiones — contesta. Levanté la mirada y observé a las demás personas.

Caminé hasta Becky y me agaché frente a ella.

— ¿No has podido sacarle nada?.

— No, intenté leer su mente, pero solo soltaba miles de maldiciones hacia nosotros. Lo que te dijo es lo único que sabemos — responde frustrada.

— Yo puedo hacerlo hablar — propongo y levanto una ceja, ella me entendió. No quería que Finn escuchara. Me acerco a su oído y le susurro —. Necesitaré que me traigas una de las peras que están en mi habitación. Y por nada del mundo comas de ellas — asiente y sale del gimnasio.

— Muy bien — hablo y todos voltean a verme —. Déjenme a solas con él — digo refiriéndome al cazador —. Vamos a hablar — digo y Anastasia se acercó a mí con una sonrisa incrédula.

— No podrás obtener nada. Nosotras ya lo intentamos, no ganarás nada con eso — espeta con burla.

— Pero yo aún no lo intento — contraataqué haciendo énfasis en "aún" —. No sabemos si puedo ganar algo o no — digo sonriéndole falsamente y ella sale del lugar batiéndose de manos detrás del resto.

De pronto entra Becky y me tiende la pera.

— Espero lo logres — menciona mientras tomo la fruta.

— Confía en mí, todo estará bien — digo sonriéndole. Ella no muy convencida, da media vuelta y se va, dejándome sola con el hombre.

Me acerco al hombre, que tiene los ojos de un azul celeste asquerosamente bonito, y me senté frente a él en el suelo. El sujeto me sonrió burlón, pero cuando le di una sonrisa satisfecha puso un semblante entre serio y confuso.

— Se vé que estás muy bien entrenado — le alago y él me ve a los ojos —. Pero no habrá entrenamiento alguno que pueda contra mí — digo segura y le pregunto —. ¿Dónde se esconde Zed Lancaster? ¿Dónde están las Optus? ¿Cómo le quito la maldición a las gemas? — le pregunto y aparece el esplendor dorado.

— Él está en Nebraska, en la única cede de su empresa que posee esa nación. Esas gemas, menos la que me quitaron, se encuentran allí mismo en la torre, en el sótano. Y no se nada sobre una maldición — responde y dejo de utilizar mis poderes. Él me observa con algo de miedo —. Pero... ¿Cómo? — pregunta atónito.

— No es de tu incumbencia — sonrío satisfecha.

Sus ojos azul cielo se comenzaron a ver acuosos, parece que llorará en cualquier momento; me parece patético, o talvez solo lo hace para distraerme. Traga grueso y mira al suelo.

— Señorita, por favor, máteme — dice y me sorprendo ¿Por qué me lo pide? —. Mi familia está muerta, no tengo motivos para vivir. Y si me llegase a escapar, tendría que informar a mi jefe sobre todo lo que sucedió y de lo que sé. Me torturará durante horas por haber hecho en parte mal mi trabajo — expone e inhala profundamente —. En cambio, si usted me asesina, me ahorro más sufrimiento y ustedes podrán estar a salvo, o al menos por un tiempo, hasta que otros cazadores los encuentren — menciona tratando de llegar a un acuerdo.

Se lo que puede estar sintiendo, el no tener motivos para seguir viviendo, como si compartiera su melancolía conmigo. Yo pasé por eso, y aunque no fue del todo real, sus motivos si lo son. Puedo entenderlo. Le sonrío a boca cerrada.

— De todas formas iba a matarte — confieso y ambos reímos —. ¿Cómo se llama?.

— Marcus, Marcus Black. ¿Y usted?.

— Kamila Sánchez — le respondo —. ¿Qué le pasó a su familia? — pregunto y veo como una lágrima resbala por su mejilla.

— Ester Mcoll los mató — dice con dolor y desprecio.

— Me encargaré de ella — digo y me sonríe.

Tomo la pera entre mis manos y lo miro. Tengo miedo de hacer esto, pero para todo hay una primera vez. Además, no será tan grave.

— De acuerdo, Marcus. Tienes que darle una mordida a esta fruta, luego esperaremos un poco y la morderás nuevamente. Al morderla por segunda vez... — digo y pienso en como quiero que muera — morirás de un paro cardíaco.

— Está bien — acepta y pongo la pera frente a él para que la muerda.

Esperé un momento para que sus heridas sanaran. Cuando ya estuvo estable, volví a extender la fruta hacia él, pero no se movió. Me miró directo a los ojos y suspiró.

— Tenga cuidado. Mantenga la desconfianza delante de usted, no baje la guardia. Siempre esté alerta — me aconseja, muerde la pera y la traga mientras me observa.

— Lo tendré en cuenta.

— Gracias — dice Marcus para luego tensarse y por último, cerrar sus ojos.

El resto de fruta que quedó, lo boté en un cesto de basura que se hallaba en el baño del gimnasio. Desaté al cuerpo y utilizando mi telequinesis, lo hice flotar en el aire y salimos de allí. Subí las escaleras y al llegar a la sala dejé al difunto en el suelo. Todos se encontraban sentados en los sofás y al percatarse de mi presencia voltearon a verme. Sin embargo, yo posé mis ojos sobre Tom.

— ¿Dónde ocultaste la gema? — pregunto al mayor.

— La escondí en mi oficina en la empresa — responde y posa su mirada en el sujeto que yace muerto sobre el piso —. ¿Qué le pasó?.

— Le dió un paro cardíaco — respondo indiferente, a pesar de que eso es algo que no pasaré por alto en mucho tiempo. Mi primer asesinato.

— Y ¿Qué haremos con el cadáver? — pregunta Lucas tratando de ayudar a solventar el problema.

Miro a Alex, que tiene la mirada pegada en algún punto fijo de la sala. Vuelvo mi vista a Lucas y le respondo.

— Anastasia podría quemarlo — digo y observo a la pelirroja victoriosa. Todos se levantaron salimos al bosque.

La chica de pelo rojo puta estaba rostizando el cuerpo de Marcus mientras el resto nos encontrábamos algo retirados de la nube de humo que emanaba el cuerpo sin vida de aquel hombre de ojos celestes que no serán vistos nunca más. Estábamos sentados sobre el césped, formando un círculo. A mi lado derecho estaba Becky y a mi izquierda se encontraba el oji miel que jugaba con mi mano.

— ¿Te dijo algo? — pregunta Zack y todos posan sus miradas sobre mí.

— Sí — afirmo intimidada por todos los ojos que me estaban viendo —. Se llamaba Marcus Black, su familia fue asesinada por Mcoll — digo y hago una pausa.

— ¿Algo de importancia que te haya dicho? — pregunta un Tom impaciente.

Me le quedo mirando un buen rato, hasta que me digno a contestarle.

— Debemos ir a Nebraska.

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