Capítulo 24
Llegó el mes de diciembre, y con él, los preparativos para la Navidad. Thomas convenció a Rob para que lo ayudara a buscar el árbol y lo colocara en el salón principal, quería que los niños lo ayudaran a decorarlo. El moreno no dudó en hacerlo, era su día libre, así que lo complació. Dejó al árbol que llegaba casi hasta el techo en su consabida esquina, y en el suelo las cajas con los adornos.
—Requerirán de demasiado tiempo para decorar eso —advirtió Mónica— y ya me veo terminando sola lo que comenzaron...
Hacía tiempo que el árbol grande no se usaba, tan solo unos simples adornos alegóricos a esa época el año. Primero fue por el luto a causa de la muerte de los padres de Tom y Mónica, luego porque Tim era muy pequeño y estaban tan solos que era demasiado trabajoso hacerlo para ellos mismos. Ahora era distinto, Tim era ya un niño de siete años, y Tom quería que la casa se viera hermosa. Además, tenía motivos más que suficientes para estar feliz: amaba a Danielle, las cosas entre ellos seguían muy bien, y por primera vez en mucho tiempo se sentía en paz.
Mónica se marchó para la editorial, así que Rob aprovechó el momento de intimidad para sentarse frente a Thomas.
—He traído el regalo que me pediste para Danielle —le comentó sacando una cajita de un bolsillo de su sweater—. He preferido ser discreto y no mostrárselo a Mónica, ya sabes como son las mujeres...
Thomas lo miró y sonrió. Era justo como lo quería.
—Está precioso... ¿Crees que le guste?
—¡Por supuesto que sí! ¿Cómo van las cosas entre ustedes?
—Están muy bien, salvo que...
—¿Qué sucede?
Thomas se ensombreció un poco. Estaba feliz con Danielle y no quería echar las cosas a perder, pero él sentía que necesitaba más de ella.
—Todo es maravilloso con ella, no me malinterpretes, pero hay cosas que nos hacen falta. No entiendo por qué no le habla a Ben sobre nosotros. Creo que sería muy bueno que él lo supiera, así podrían quedarse en casa más a menudo. La extraño mucho cuando no está; quisiera que pasara más noches conmigo, pero tenemos que conformarnos con una vez a la semana si acaso, y contando con la buena voluntad de ustedes que se hacen cargo de Ben.
—Lo hacemos con gusto, Tom; pero entiendo lo que quieres decir y sé que tienes razón.
—Por otra parte, ignoro por qué no le ha hablado tampoco a sus padres de nosotros. Tengo la impresión de que no le simpatizo a su madre, pero a Richard sí. Me siento como si nos estuviéramos escondiendo todo el tiempo, como si yo no fuese digno de ella... —La voz se le resquebrajó.
—No pienses eso, amigo. —Rob le dio una palmadita en el brazo—. Danielle no te esconde, pienso que tiene miedo de avanzar, no a causa de ti, sino de sus propios temores. A Mónica se lo ha dicho; es ella la que necesita tiempo, pero estoy seguro de que te quiere.
—Jamás me lo ha dicho —le contó Thomas—. Yo le he dicho que la quiero en algunas ocasiones, pero en otras me he reservado mis sentimientos porque ella jamás exterioriza los suyos. Cuando está conmigo siento que me ama tanto como yo a ella, pero no lo dice.
—No todo el mundo es tan expresivo; a Mónica también le tomó algo de tiempo confesarme que me amaba, incluso ya estábamos juntos y tampoco lo había dicho. A veces las experiencias previas curten nuestro carácter y nos hacen parecer más fríos de lo que realmente somos. No dudes de Danielle, pero tampoco te calles lo que pienses. En esta relación tú eres tan importante como ella y mereces sentirte bien.
—Temo perderla...
—Pues entonces haces mal; porque no puedes sentir miedo, Tom. Voy a decirte incluso algo que no quisiera: si en un futuro esta relación se frustrara, algo que ninguno de nosotros desea, debes seguir adelante. Danielle no es la única mujer sobre la faz de la Tierra, y si no te ama como mereces, no vale la pena.
—Ojalá no sea así, porque estoy enamorado, Rob. Como nunca antes...
—Yo también pienso que ella te ama, pero debes hablar con Danielle en algún momento, decirle cómo te sientes.
—Pienso que tal vez la Navidad sea una buena oportunidad para compartir con su familia. Voy a hablarle pronto de esos planes.
—Me parece que es una idea excelente, amigo —le dijo Rob con su habitual sonrisa—. Ahora quiero confesarte algo sobre Mónica y necesito que me des ánimos... Tengo un poco de miedo.
Danielle estaba en el trabajo cuando su padre entró con una amplia sonrisa a la oficina. Parecía que había rejuvenecido al menos diez años, pues su expresión era la de un hombre joven.
—¡Dani! —exclamó con el teléfono en la mano—. ¡No me lo vas a creer!
—¿Qué sucede, papá? —preguntó ella, levantándose de su asiento.
—¡Le acaban de conceder un premio a la firma! El Prix Versailles, por la construcción del Hotel Novo Classic...
Danielle corrió a abrazar a su padre. Aquel había sido un proyecto muy grande, en el que ella realmente no había participado, pero estaba orgullosa de él.
El Prix Versailles era un prestigioso premio de arquitectura que otorgaba un jurado independiente a obras de la arquitectura comercial —hoteles, restaurantes— y que se entregaba en la sede de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura en París.
—¡Papá! ¡Qué orgullo siento de ser tu hija! ¡Esto es algo grande!
Su padre la abrazó emocionado.
—Debo llamar a tu madre de inmediato, cariño. Que tal si vas a la casa esta noche para celebrar, ¿te parece?
Danielle asintió, con una sonrisa de oreja a oreja.
—Nos vemos más tarde, papá. ¡Celebraremos en casa!
Danielle terminó algo tarde en el trabajo ese día, así que se dirigió al hogar de Beverly Hills a recoger a su hijo. Mónica había ido por ellos a la escuela, y ya debían haber terminado los deberes.
Cuando entró al salón, se encontró una escena muy tierna: Tim, Ben y Thomas estaban decorando un árbol de Navidad. ¡Era gigantesco, y apenas iban por el tercio inferior! Sería difícil para Thomas por su condición poder terminar los tramos más altos, igual que para los niños. Seguramente Mónica y Rob ayudarían a terminarlo.
—¡Hola! —le dijo Thomas cuando la vio—. ¿Qué te parece?
Ella le dio un beso en la mejilla y corrió a saludar a los niños.
—¡Qué belleza! ¿Lo han hecho ustedes? ¡Está quedando estupendo!
—Tom nos ha ayudado mucho, mamá —explicó su pequeño de rizos dorados.
—Tío dice que tendremos regalos en el árbol esta próxima Navidad, además de los que Santa nos trae siempre, por supuesto.
Danielle miró a Thomas muy sonriente.
—Los estás consintiendo mucho. ¿No te parece?
Él negó con la cabeza y soltó una risita cómplice.
—También habrá un regalo para ti, Dani.
Ella se quedó sorprendida, y volvió a sonreír. No había pensado en el asunto de los regalos todavía, pero por supuesto que tendría que incluir a Thomas ese año.
—Creo que tendré que pensar mucho en qué darte...
—¡Siempre puedo darte algunos consejos! —repuso él, con una mirada maliciosa.
Danielle se puso roja como un tomate y señaló a los niños. Delante de ellos debían contenerse un poco, aunque cada vez le resultaba más difícil.
—¿Ya nos vamos, mamá?
—Dentro de poco, cariño —anunció ella—. Iremos a casa de los abuelos. Abuelo Richard está muy feliz, le han concedido un importante premio de arquitectura y debemos celebrar con él.
Ben aplaudió, contento, aunque para él aquel premio no significaba tanto, era demasiado pequeño como para comprender la magnitud de la distinción.
—¡Cielos! ¡Me alegro muchísimo! —exclamó Thomas—. Cuéntame los detalles, por favor.
—Vayamos un instante al despacho y te cuento, ¿quieres? —le guiñó un ojo.
Thomas sabía que quería darle un beso, así que aceptó enseguida. Cuando entraron al despacho Dani cerró la puerta y se sentó en sus piernas. Thomas enmarcó su rostro con las manos y la besó apasionadamente.
—Te extrañé... —susurró ella cuando el beso terminó.
—Yo a ti también, mi amor. Ahora cuéntame sobre el premio que le dieron a tu padre.
Ella le explicó todo: el nombre del premio, el jurado, el proceso de selección y que debían entregárselo en París.
—¡Es estupendo, Danielle! ¿Me pasas su número para felicitarlo?
Ella dudó un instante, pero aquello no tenía nada de malo, así que tomó su teléfono y le envío el contacto de su padre.
—Gracias por tu delicadeza, Tom.
—Por nada, cariño. Esto es muy importante para él, para todos ustedes.
Ella le dio un beso.
—Por cierto —continuó él aclarándose la garganta—, ¿qué vamos a hacer por Navidad?
Ella se quedó helada con la pregunta. Hacía años que tenía el mismo plan para la Nochebuena, un plan que no incluía a Thomas. Él notó que Danielle se quedó un poco desorientada con la pregunta, pero aguardó a su respuesta.
—Tom, hace años que mis suegros cenan con nosotros en casa de mis padres el día de Nochebuena. Es una tradición e imagino que este año sea igual.
El frunció el ceño, sintió una punzada de dolor, al comprender que él no pertenecía a su mundo. Había dicho "mis suegros", como si todavía estuviera casada con Benjamín. Podía deberse a la costumbre, pero aun así se sentía como si sobrara.
—Vendré el día de Navidad con Ben, te lo prometo —añadió como compensación.
Él asintió e intentó esbozar una sonrisa.
—¿Eres muy apegada a ellos?
Danielle asintió.
—Son mayores, tienen más de setenta años pues Benjamín fue un hijo sorpresa; nació cuando su hermana tenía unos quince años. Mi cuñada, Macy, vuela a Nueva York para pasar el fin de año con la familia de su esposo y mis suegros se quedan en Los Ángeles con nosotros. Siempre fue así cuando Benjamín vivía y después de... —se interrumpió—, en fin, siempre ha sido así. Ben es el único nieto que tienen, pues Macy no pudo tener hijos.
Thomas sentía pena de aquellos padres que habían perdido a su hijo por una terrible enfermedad. Entendía natural que formaran parte de la Navidad de Danielle y de su hijo, pero él necesitaba participar también.
—¿Cómo crees que tomen los padres de Benjamín el hecho de que tengas novio?
Danielle se levantó de sus piernas, un poco confundida.
—No lo sé, Tom; ellos son excelentes personas, y querrán mi felicidad, aunque imagino que sea difícil para ellos.
—Yo jamás pretenderé que te apartes de ellos, Dani, pero también quiero un puesto en tu vida diferente al que tengo ahora. No podrás seguir escondiendo lo nuestro indefinidamente, cariño... No es saludable.
Ella asintió.
—Solo dame un poco más de tiempo, ¿está bien? —le pidió mientras le daba un beso en los labios.
—Está bien. Te quiero mucho y no quiero perderte, Danielle.
Ella le dio otro beso.
—No me perderás, te lo prometo. Ahora tengo que irme, Tom; quedé en estar en casa de mis padres temprano.
—Está bien, felicitaré a Richard dentro de poco. Que la pasen bien.
Thomas la vio marchar; esperaba que le hubiese comprendido, aunque no le había abandonado esa sensación de creerse un extraño en su vida.
Danielle llegó a casa de sus padres todavía con la conversación con Thomas rondándole en la cabeza. Intentó apartar aquellos pensamientos y centrarse en lo que era prioritario: la celebración del premio de su padre.
Fue Donna quien les abrió la puerta y le dio un fuerte abrazo, estaba muy feliz y su hija agradeció aquel buen ánimo. Adoraba a su mamá, y aunque sus desavenencias con ella ya no eran tan frecuentes, no había vuelto a ser la misma luego de que Thomas llegara a su vida.
Ben corrió a abrazar a su abuelo y lo felicitó. Richard continuaba con una sonrisa espléndida, y no dejaba de hablar de la noticia. Al parecer se había esparcido en los medios y el teléfono no paraba con las felicitaciones que recibía.
—Por cierto, me ha llamado Thomas hace un instante. ¡Qué amable de su parte!
—Insistió en felicitarte enseguida.
—¡Qué pronto se enteró! —comentó su madre colocando la cena en la mesa.
—Ben estaba en casa de los Vermont, mamá; cuando fui a buscarlo le comenté la enhorabuena.
—¿No te parece que Ben pasa demasiado tiempo en esa casa?
—No comiencen a discutir, por favor —atajó Richard—. Hoy no. Además, no quiero que Ben las escuche. Thomas es una excelente persona, Donna, y agradezco su felicitación.
Donna se mordió la lengua y fue a buscar a Ben a su habitación para comenzar a cenar. Tarde en la noche, cuando Danielle terminó de leerle un cuento a su hijo, salió a la terraza. Las luces estaban todavía encendidas y sus padres compartían una botella de vino blanco.
—Siéntate con nosotros, Dani —le pidió su padre.
Ella accedió y se sentó junto a él en un diván. Donna estaba frente a ella, al parecer más relajada y Dani aceptó la copa que su padre le sirvió.
—¿Cuándo te entregan el premio, papá?
—El quince de enero, cariño —le contó—. Tu madre y yo pensamos irnos unos días antes para disfrutar de París.
—¡Eso es estupendo!
—Quisiéramos que nos acompañaras, Danielle —le pidió Donna—. Este es un momento muy importante para tu padre, y creo que podrías tomarte unos días de vacaciones.
Danielle lo consideró por unos instantes, pero luego desechó la idea.
—Lo siento, pienso que lo mejor es que disfruten de este viaje ustedes solos. Ben tiene escuela y...
—¡Lo sabía! —exclamó su madre airada otra vez—. Es por ese hombre, ¿verdad? ¿Tan unida estás a él que no quieres viajar con tus padres por unos días?
—No es por eso, mamá —contestó Danielle con aplomo, dejando su copa encima de la mesa—. Ben tiene escuela, no creo que sea adecuado llevarlo a París en invierno unos días. Ustedes pueden disfrutar de ese momento a solas, y ya luego tendremos oportunidad de volver a celebrarlo cuando estén de regreso a casa. Además, hay algo que estás olvidando: por esas mismas fechas se cumple aniversario de la muerte de Benjamín, y yo siempre voy al cementerio. No me sentiría con ánimos de viajar en enero.
—Te comprendo, cariño —le dijo su padre dándole un fuerte abrazo—, solo era una idea, pero será muy bueno que te quedes al frente de la empresa durante mi ausencia. Ya habrá otras oportunidades para viajar.
Donna estaba visiblemente molesta con que Danielle no hubiese accedido a acompañarlos, pero intentó cambiar el tema de conversación:
—Ben me ha pedido esta tarde que le celebremos una fiesta de cumpleaños con los amigos de su clase —comentó por fin.
—¿Ha dicho eso? —preguntó Danielle atónita—. A mí no me ha comentado nada...
Su madre se encogió de hombros.
—Tal vez no le has prestado verdadera atención en las últimas semanas, Danielle. El niño vino a hablar conmigo de este asunto y le he dicho que sí, por supuesto. Creo que en esta casa hay espacio suficiente para celebrar el cumpleaños.
Danielle parpadeó un poco procesando la información. Ben nunca había tenido un cumpleaños con muchos invitados, y le sorprendía que hubiese pedido algo como eso. De cualquier forma, no podía culparlo, luego de ir a Disney por el cumple de los mellizos debió haberse sentido con deseos de tener su propia celebración.
—Está bien —respondió—; hablaré mañana con él respecto a la fiesta.
—Me gustaría que entre las dos nos encargáramos de todo. ¿Te apetece si mañana hacemos una lista con las cosas necesarias? —Donna volvía a ser la madre amorosa que ella conocía.
—Por supuesto —sonrió Danielle—, mañana hablamos de eso. Buenas noches, mamá. Buenas noches, papá.
Richard le dio un beso en la cabeza y Donna se levantó de su asiento para hacer lo mismo. Volvía la paz a la familia, pero Danielle se preguntaba si en algún momento su madre aceptaría a Thomas como su novio. Aquellas reacciones abruptas e injustas de su parte, le impedían avanzar en su relación y en ocasiones la hacían sentir muy desanimada.
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