03| SUGESTIÓN
—No te preocupes. Lo arreglaré. —Elevo mi labio inferior hacia arriba, obligando al superior a dibujar una mediana sonrisa en lo que queda de mi insufrible rostro.
—No dudo que lo pueda hacer. —Asiente positivo mientras acomoda su gorra. Es una persona con una vibra alentadora y ahora entiendo por qué Dafne lo aprecia.
—Sí —respondo dudoso. Últimamente me vienen pasando cosas bien raras y no sé cómo tomarlas—. Bueno, iré a descansar un rato.
Subo, evito mirar la foto —ahora espeluznante a mi pesar—, suelto el teléfono, me doy un baño y me cambio de ropa. Quiero estar presentable por si mi muñequita llega. Siento hambre y voy a la cocina por comida, abro el refri y me encuentro con una imagen mucho más espeluznante y perturbadora que cualquier foto quebrada o llamada anónima. El refrigerador está vacío, saqueado, no tiene ni una cáscara de huevo.
Si me querían matar de hambre, les salió a la perfección.
Gruño y no es de placer.
Las tripas de mi panza comienzan a emitir un deprimente silbido. Sufren al ver la descarada escena.
«Dafne se pasó de limpia esta vez».
Cierro el refri con inconformidad y me limito a prepararme un café, pues ni siquiera me dejaron pan.
Me siento en el sofá, no sin antes percatarme de que Aron esté bien y tenga concentrado, tengo un microsueño mientras veo la tv y me despierto hiperventilado.
Apago las noticias —las cuales se convirtieron en la Rosa de Guadalupe mientras dormí—, y voy por mi teléfono. Son las 7:30p.m., aún no sé nada de ella.
Veo las redes por curiosear y no dejo de subir y subir el feed de Facebook. Hay fotos de conocidos, publicaciones de mis series/comics/animes favoritos, noticias, memes, las amigas de Dafne, en vivos, grupos...
Las amigas de Dafne.
Retrocedo a la velocidad de la mismísima luz en busca de la publicación, notando que en la foto salen Stephanie y Miranda —haciendo poses absurdas— y, como era de esperarse, etiquetaron a Dafne para provocarme. Lo más insólito es que ella no sale junto a ellas.
«Qué tontería».
Veo los comentarios de la foto —que son bastantes— y para mi sorpresa, todos mencionan que Dafne fue quien tomó la foto.
«¿Cómo?».
"Qué gran fotógrafa".
"Dafne se lució, debería tomar una selfie".
"Hermosas! Y Dafnee pq no se toma también?".
"#YoTambiénQuieroUnaFotoPorDaf".
"bonita foto... saludos para daf".
"♡Me Encanta Niñas♡ Espero La Foto De Las Tres".
Es como si todo el mundo supiera que ellas están juntas en algún lugar, lo celebran por algún motivo. Y, como yo, igual claman la presencia de mi novia en las fotos.
«¿En verdad estás allí, bien, contenta y... despreocupada de mí? Te olvidaste de mí».
Arrugo la comisura de mis labios. Me rehúso a pensar algo así.
Ella nunca habría dejado su amuleto.
Ella nunca dejaría de contestarme las llamadas y apagaría el teléfono así.
Nunca rompería una foto nuestra.
Nunca me dejaría sin nada de comer.
Ella no se olvidaría de mí ni de Aron.
Dafne no, mi Dafne no. La conozco perfectamente y algo le pasó. ¡Algo le hicieron!
Estas dos víboras no tienen límites, en serio. Ya me tienen harto de verdad... siempre queriendo separarnos; pero esta vez tampoco podrán.
Se necesita más que desocuparme el refri y asustarme con pequeños trucos. Sí.
«Sí».
Otra tripa cruje desde el fondo de la boca de mi estómago haciendo acto de presencia. Creo que voy por otro café.
«Perras».
Me reincorporo para ir a la cocina y servirme un litro de café. En verdad lo necesito y tampoco me quejo. Amo mi café bien oscuro.
Lástima no acompañarlo con pan...
«Desgraciadas».
Lo hago y me lo tomo por sorbos. Miranda y Stephanie no han vuelto a publicar nada, Dafne menos, y todo esto me da un sinsabor. Ellas saben en dónde está y yo lo averiguaré.
Me pongo en la tarea de ver la foto para comprobar si hay alguna ubicación, punto de referencia o localización... y no «astutas». Detallo y analizo la imagen para verificar alguna pista en el escenario, detrás de ellas o a su lado... pero tampoco. La tomaron en un baño, pero no están de espaldas hacia el espejo sino a la pared, lo sé porque se logra apreciar un espejo al lateral de Miranda «...pero no tanto como yo». Acerco un poco más en esa parte del espejo y me sorprendo.
El pequeño reflejo del espejo permite ver a las afueras del baño, más allá de la puerta, esta se encuentra abierta y da paso a una vista de colores neones en tonalidades moradas/rosa. Se alcanza a ver una barra de licorera con varios bancos y, casualmente, en el primero se ve una silueta de una chica con un vestido recostada contra la barra.
No puedo distinguir el vestido, su color de cabello o algo más, la chica está de espaldas y los reflejos neones más la calidad del zoom ya no permiten ver más.
Estoy cegado por la adrenalina que emite mi curiosidad.
¿Será ella?
Tal vez. Aunque una parte de mí quiere considerarlo, mi otra parte lo niega.
Esa chica puede estar... ¿borracha?
Pero Dafne les tomó la foto, no puede ser ella, ¿o sí?
Oh, acabo de aceptar que mi novia se encuentra en un bar y no en el inminente peligro que precisé.
«Lo hice».
Es un avance.
Sacudo mi rostro y me salgo de la aplicación. No puedo estar dudando así. Voy a mis SMS para hablarle a mi hermano, contarle que me fue bien y no hay moros en la costa, pero un solo mensaje me detiene en plena bandeja de entrada:
▶[6:00 p.m.] Pancito de Leche: Extraño tus llamadas, pero entiendo que estés ocupado; sin embargo, por aquí te recuerdo lo mucho que te amo y te necesito. Eres todo. Hoy tampoco te espero y me acostaré a dormir, tengo dolor de cabeza. Si no te contesto es porque tengo doping. Cuídate, amorcito.
Leo y releo el texto. Yo no vi esto antes.
"6:00 p.m.".
"Extraño tus llamadas".
"Me acostaré a dormir".
"Si no te contesto es porque tengo doping".
—Pero si nada de esto es verdad —discuto en mi interior—. Todo el tiempo has estado en compañía de esas... brujas.
Releo el mensaje con indignación.
"Me acostaré a dormir".
Esas palabras hacen un opresivo clic en mis entrañas. Ella no ha contestado ninguna llamada, no sale en ninguna foto, no se sabe en dónde está. Todo lo que me he encontrado últimamente es muy impropio de Dafne. Ella mandó este mensaje a las 6:00p.m.
Dafne no contesta cuando se dopa.
Se dopa cuando tiene mucho dolor.
Cuando tiene mucho dolor se queda en la habitación.
Si se queda enferma en la habitación, Aron no la desampara.
Y Aron no ha hecho más que estar allí desde que vine.
«¿Aron?».
Ladeo mi cabeza en dirección a las escaleras que conducen a nuestro dormitorio y, por algún endemoniado motivo, trago saliva. Se me congelan todas las agallas que poseo al considerar que ella se encuentra allá.
Después de todo, después de tanto, por nada. Debe haber un error.
Tomo lo que me queda de valentía y subo decidido hacia el primer piso, sin mirar atrás, abro la puerta inmediatamente y prendo la luz. Mi pequeño me recibe con entusiasmo, pero… lastimosamente y, por esta única vez, no podré corresponder su felicidad.
Estoy perplejo. No sé si espantarme, saltar de alegría, enfadarme con ella o conmigo, maldecir mi suerte, despedir a Dig, llamar al exorcista o ir a un psicólogo.
Tal vez todas.
Dafne está ahí, en nuestra cama, tapada totalmente hasta la cabeza con la manta. La veo respirando así que supongo que está dormida.
Sonrío.
Aron me rasguña ansioso, casi descosiendo mi pantalón.
—¡Hey! —susurro—. Tranquilo, amigo. —Agarro sus patitas y lo calmo—. Ya vine a cuidar de mami.
Lo dejo y me aproximo hasta ella con lentitud. Voy notando que su respiración a través de la cobija es un poco acelerada y luego me fijo en un recipiente que tiene en la mesa de noche —para vomitar— y le veo gotas de sangre.
Mi sistema de alarma se activa.
Aron aulla desolado, me rodea en vaivén.
Lo miro y luego a ella. «¿Por qué tengo miedo de hacerlo?, ¿por qué mis manos tiemblan?». Lo que sea que está aquí me derrumbará o me comerá en vida, pero nada será igual.
Aron ladra y me impulso a quitar la manta con destreza. Es ahí cuando todo mi ser queda sumergido en un torrente mar de desilusión, amargura y desesperanza.
Dafne no está. Solo veo su amuleto.
Con un nudo en la boca de mi estómago, lo tomo; es tan delicado y frágil como ella. Observo su brillantina mientras la cadenilla se hinca entre mis dedos y un lamentoso vacío se acomoda en medio de mi pecho.
Es escalofriante no tenerla cerca.
Pensar que ella está mal y no puedo hacer nada me hunde en la desesperación.
Si tan solo...
El vibrar de mi celular que se encuentra enterrado en mi bolsillo, me hace sobresaltar y evaporar mis pensamientos. Lo extraigo con sutileza a la vez que el nudo que se encontraba en el estómago ahora lo siento estacionarse en mi garganta.
Mi vista se sumerge en la pantalla con asombro tras detectar que se trata de ella.
«Es insólito».
Suena dos veces.
«Debe ser una broma».
Dos veces más.
«Una maldita broma».
Resoplo. No estoy para los juegos de esas desgraciadas.
Suena.
Suena.
Se detiene.
«Al fin».
Me tumbo desde mi posición a la cama para mirar hacia el techo y expandir mi anatomía. El cuerpo me pesa y sobre todo la mente. Estoy presenciando el infierno y toda su abrumadora agonía desde la comodidad y frescura de lo que algún día fue nuestro mayor trampolín de ensueño, lo más parecido que teníamos al cielo.
Mi mano es sacudida por otra onda, esta vez más corta, así que aproximo la misma hasta mi campo visual y me doy cuenta que me ha llegado un mensaje de voz de "Dafne".
No vacilo y lo escucho:
—¿¿Por qué no me ayudas?? —Es su voz... ella en verdad me ha estado llamando «¿Acaso... está llorando?»—. ¡Me estás dejando m-ohrir!
El nudo en mi garganta se convierte en una soga que retiene con impetuosidad todo escape de aire. Una soga que se manifiesta en cada llanto del amor de mi vida y aprieta con vehemencia cuando escupe esas últimas palabras.
El audio finaliza.
Me reincorporo dejando toda mi espalda y tórax dependiendo de mi equilibrio conforme estoy sentado en la orilla. Escucho la nota de nuevo con suma atención.
"...¡Me estás dejando m-ohrir!".
Le duele pronunciar y a mí escucharla. No puede ser que ella esté desprotegida y yo no pueda hacer nada. No.
De un momento a otro comienzo a sentir plena soledad en la habitación. El pequeño desapareció hace rato, el sonido de los electrodomésticos se suspendió, no se siente alguna brisa contra los árboles, las personas de repente ya no están adornando la calle y el tráfico no existe. El mundo se detuvo bajo el manto oscuro de la noche y no me di cuenta.
Lo único que me importa es devolverle la llamada. Ansío que me conteste.
Busco su contacto y pincho a la llamada.
El mundo se detuvo y luego mi corazón.
Terror. Eso siento cuando escucho el tono Levitating - Dua Lipa ft. DaBaby justo a mi lado.
Y contesta.
Miro al techo. No sé si es más aterrador atender el teléfono o voltear hacia mi lateral. Prefiero no saber de ninguna.
Ahora entiendo por qué a ella no le gustan para nada las películas paranormales. Después de esto le voy a tomar más gusto a Pasión de Gavilanes —su favorita de tantas—. Solo espero tener la oportunidad.
—¿Ya terminaste tu monólogo sobre mis telenovelas?
Bajo mi cabeza. El espectro de mi supuesta novia parece escuchar mis reflexiones y eso me aturde.
De pronto, mi otra mano libre —la que sostenía su amuleto— siente la presencia de otro cuerpo sobre ella. Una muñeca, su muñeca con el amuleto para ser más preciso.
«No. ¿Dafne?», cuestiono impresionado mientras veo como su pequeña mano se encuentra agarrada por mi inconsciencia. Dejo de retenerla y esta busca mi palma para enlazar nuestros dedos.
—No soy un espectro —susurra dolida. Cuando juntamos nuestras manos, la palpo demasiado fría, como si su calor corporal se estuviera esfumando—... pero lo seré si no me encuentras.
Me asusta eso, me hiela la sangre y me paraliza los sentidos. Lo único que hago es voltear de golpe y me atraganto en mis propios sollozos.
Dafne está agonizando y un enorme charco de sangre traspasa y tiñe la cama. Sus ojos se clavan como flechas en mi dirección.
—No. ¡Nooo, nooo! —grito escandalizado mientras dejo su mano y tomo su cuerpo—. ¡¿Qué demonios pasó?! Amoooorrr.
No me responde. No respira.
Me doy cuenta de que la luz de la habitación se apagó y no supe cuándo. Solo estamos iluminados por la iluminación de la calle que se asoma por la ventana.
Dafne se abalanza contra mí, tiene una fuerza superior a la que poseía. Puedo notar que tiene furia, tristeza y desesperación en el tono de sus chillidos. Mi corazón se desarma en cuestión de segundos y, a su vez, se queda tieso... pues mi princesa luce completamente espantosa y destruida. Una villana de cuento se ve más adorable.
—Pero pensé que estabas...
Sus hermosos ojos, cabello perfecto, piel aterciopelada y espectacular sonrisa ahora ya no estaban. Ahora era como... «¡¿Eso de allí es un gusano?!».
Mi novia se está pudriendo en vida.
Me zarandea bruscamente de ambos hombros y me pide con extrema sutilidad:
—...¡¡¡¡ENCUÉNTRAMEEE, JOSEPHH!!!!
Y despierto.
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