18/09/17 (Parte 1)
🎵TEMA MUSICAL🎵
MIEDO (PEPE AGUILAR)
La mañana de este lunes no fue tan diferente a las anteriores, analizando los detalles de las pesadillas me doy cuenta que existe un factor común y estoy comenzando a creer que no se trata de una simple coincidencia, me aterra de solo pensarlo.
Esta vez, hundida en mi delirio nocturno me soñé al interior de un vehículo, intentaba ver por la ventanilla, pero el panorama era borroso, como si los vidrios estuvieran empañados, un hombre manejaba y otra persona viajaba en el asiento del copiloto, yo iba en la parte trasera. La radio sonaba al ritmo de una famosa canción, pero de pronto la señal se distorsionaba y la voz de un locutor decía algo que no logré entender, en cuestión de instantes, varios gritos se escucharon provenientes de la calle así como la ruptura de lo que parecían ser cables de energía eléctrica. Antes que el auto lograra frenar, una gran masa caía sobre la parte frontal, recuerdo que solo alcancé a cubrirme con mis brazos mientras miles de fragmentos del parabrisas volaban por todos lados y segundos después todo terminaba. Al descubrir mi vista, mis brazos estaban bañados de sangre, no supe si era la mía o la de mis acompañantes los cuales habían desaparecido entre los escombros de concreto y metal, después de instantes de silencio pegaba un fuerte grito de terror que daba fin al terrible episodio nocturno.
Me incorporé y miré mis brazos para asegurarme que se trataba de un sueño, mi respiración era rápida, bajé de la cama y me acerqué a mi amiga.
—¡Susy! ¡Susy! —dije meciéndola de un lado a otro con insistencia.
Poco a poco la rubia abrió los ojos girándose hacia mí para aún sin levantarse mirar mi teléfono el cual estaba sobre el buró.
—¿Marifer?, pero si apenas son las cinco de la mañana... —dijo volviendo a taparse el rostro con sus cobijas.
—Tengo algo que contarte —susurré sentándome en el borde de su cama. —Mi mamá es la única que lo sabe y creo es el momento que tú también lo sepas.
—¿Qué pasa, amiga? —dijo incorporándose y sentándose en su cama en posición de loto. La adoro, siempre me escucha sin importar que sea lo más estúpido del mundo, para ella siempre será importante.
—Las últimas noches he tenido pesadillas que no me dejan dormir hasta mi hora, creí que solo era por el terror que me causaba vivir en ese edificio pero... —pausé mientras las lágrimas comenzaban a brotar de mis ojos, Susy me abrazaba para consolarme.
—Tranquila, no llores, nena, solo dime ¿Qué has visto en tus sueños o a quién? —preguntó secando mis lágrimas y viéndome a los ojos.
—Lo único claro de mis pesadillas son los gritos y el terror de la gente, no logro reconocer a nadie en especial y los detalles son vagos, el de hoy fue un poco distinto a los anteriores pero igual de aterrador —dije tratando de relajarme mientras Susy me daba un par de palmaditas en la espalda.
—Descuida, Marifer, nada malo pasará, es solo un sueño, no te atormentes ni me preocupes ¿Quieres? —dijo al tiempo que me tomaba de ambas manos y yo le respondía con una sonrisa.
Como fuera había arruinado su sueño y aunque después de unos minutos intentó volver a conciliarlo al menos por una hora más, le fue imposible, al parecer había sembrado la duda en ella lo que provocó que se girara en su cama en varias ocasiones, yo solo me recosté pensando en todo lo ocurrido los últimos días y tratando de atar cabos, pero sin llegar a una conclusión coherente.
En punto de las seis la alarma sonó y ambas volteamos a vernos haciendo una mueca de fastidio para después soltar una carcajada de complicidad, ninguna de las dos había dormido ni un minuto más. Nos levantamos y Susy dijo que me alistara primero, saqué mi uniforme de la maleta así como mi cepillo de dientes y me metí al baño.
—Buenos días, hija —dijo don Leonardo desde afuera de la habitación de Susy.
—Buenos días, papá. Estoy en mi cuarto, en un momento salgo —contestó mi amiga.
Cuando salí de ducharme ellos ya estaban en el comedor desayunando. Don Leonardo me invitó a sentarme y cuando Susy terminó se puso de pie para ir a alistarse.
Una vez que el hombre terminó sus alimentos, tomó su celular e hizo una marcación.
—Buenos días, ¿tengo el gusto con el licenciado Rentería? —preguntó don Leonardo al abrir la llamada. No logré escuchar la respuesta de la persona al otro lado de la línea pues no colocó el altavoz.
—Soy el señor Leonardo Torres, hablo de parte del ingeniero Olvera, solo para comunicarle que un servidor y dos personas más nos presentaremos a declarar a favor en cuanto ustedes lo requieran —comentó para tras recibir la respuesta despedirse y finalizar la llamada.
Se puso de pie y tomó las llaves de la camioneta para dirigirse al garage.
—Me alcanzan afuera, chicas —comentó saliendo de la casa.
Cuando terminé de desayunar, me colgué mi mochila y en un par de minutos Susy estuvo lista para así ambas salir de la casa y subir a la camioneta despidiéndonos de Lena.
En el camino, don Leonardo nos comentó que el abogado del profesor le agradeció el apoyo y le comentó que justo hoy habría audiencia a las tres de la tarde, así que habría que estar en el juzgado a esa hora justo después de salir de clases.
Al llegar a la escuela mi amiga y yo bajamos despidiéndonos de don Leonardo y entrando al plantel, faltaban algunos minutos para las siete así que nos dio tiempo de subir nuestras mochilas antes de dar inicio a la ceremonia de cada lunes.
—¿Y ya estás lista para el discurso?... yo estaría muriendo de nervios —dije a Susy mientras bajabamos las escaleras de vuelta al patio.
—Nunca estuve más lista que ahora —respondió con una sonrisa.
Cuando bajamos a la explanada de la escuela me formé con mis compañeros quienes recién se organizaban, mientras Susy se acercaba al estrado junto a la directora y la profesora de Civismo quien sería la maestra de ceremonia, la escolta ya estaba formada para comenzar los honores a la bandera. Del otro extremo alcance a saludar a Uriel quien se encontraba con su grupo y solo levantó la mano y sonrió, yo le respondí con un beso volado.
Una vez todo listo, la banda de guerra comenzó a tocar y la escolta hacia su recorrido de rutina, luego entonamos el himno mientras la bandera ondeaba majestuosa con sus tres colores que me ponen la piel chinita y su águila al centro que me hace sentir parte de un pueblo guerrero.
Sandra, la que tenía un apodo para cada uno de nosotros, estaba hasta la parte de atrás de la formación e ignoraba todo el evento como de costumbre. Cuando la escolta finalizó, la profesora de Civismo se acercó el micrófono.
—Sean bienvenidos estudiantes y docentes a esta ceremonia en honor a los doscientos ocho años de nuestra independencia, es un privilegio preceder este solemne evento, así también de parte de la dirección general de este plantel hago de su conocimiento que en el marco del treinta y dos aniversario del sismo del 19 de septiembre de 1985, el día de mañana nos uniremos al megasimulacro en punto de las once horas, nuestra brigada de prevención que en ausencia del profesor Francisco Olvera ha sido reasignada a coordinar por el señor Servando Portales nos estarán apoyando con la logística, pedimos la mayor disciplina para llevarlo a cabo con éxito como cada año. Gracias por su atención —concluía haciendo una reverencia y apartándose del micrófono dando un paso hacia atrás mientras Susy sonreía y se acercaba.
Por lo que la profesora dijo era casi seguro que la directora ya estuviera enterada del problema del profesor Olvera y por eso decidió asignar a Servando como nuevo coordinador de la brigada. Eso era malo, al menos noté la expresión de varios que estaban en desacuerdo con esa decisión; Uriel entre ellos, pero por desgracia no había marcha atrás.
Susy se plantó con seguridad y comenzó a decir su discurso, como siempre sin leer hoja alguna, a veces pienso que tiene una copiadora en la cabeza.
Habló de lo que representan estas fechas para nuestro país y de los héroes de la independencia, entre sus palabras mi mente comenzó a divagar, una especie de distorsión retumbó en mi cerebro hasta el punto que las palabras de mi amiga se hicieron inentendibles, mi vista se nubló y al ver hacia la explanada un flashback vino a mi mente. Sí, era aquel sueño, las siluetas de los ahí presentes se difuminaban y me hacían recordar aquella pesadilla del día anterior, no obstante me mantuve en pie en todo momento, no se trataba de un desmayo o algo similar y a esas horas de la mañana el sol aún no pegaba tan fuerte como para pensar en una insolación.
Cuando reaccioné decidí apartarme del grupo y corrí hacia el salón, Susy miró de reojo, pero sin detener su discurso el cual finalizó instantes después, mientras subía las escaleras de vuelta al salón agarrándome la cabeza vi que mi amiga le dijo algo a la profesora de Civismo al oído y se escabulló entre los compañeros para ir detrás de mí.
—¿Ocurrió algo, Marifer? ¿Te sientes mal? —dijo alcanzándome en el primer piso y tomándome del hombro.
—No lo sé... no entiendo, ya no puedo más, quisiera que este tormento acabara —dije mientras entrábamos al salón.
—Creéme que estoy más confundida que tú, pero lo que sea que sientas no olvides que estoy contigo para escucharte y protegerte, amiga —dijo dándome un abrazo tan sincero que removía mis sentimientos ya de por sí confusos.
Minutos después escuchamos que la ceremonia llegaba a su fin y la directora daba la indicación para que todos subieran a sus aulas. Los compañeros comenzaron a entrar, pero antes de eso le pedí de favor a Susy que si alguien le llegaba a preguntar por qué me aparte del grupo antes de terminar la ceremonia, solo les dijera que me sentí mal.
Pasaron un par de horas y la única que preguntó qué me había ocurrido fue precisamente la profesora de Civismo, quien logró notarlo pues Susy le pidió permiso de subir a verme. Me limité a decir lo que ya tenía en mente para no entrar en detalles, un ligero malestar, eso era todo.
Cuando sonó el timbre del receso salimos del salón, Uriel ya nos esperaba ahí y así los tres bajamos a nuestra acostumbrada jardinera.
—¿Qué ocurrió, baby? Noté que te subiste antes de terminar la ceremonia —dijo tomándome de los hombros y apegándome a él mientras acariciaba mi cabello
—Se sintió ma... —decia Susy al tiempo que la interrumpí.
—Espera... a Uriel no podría mentirle, es difícil decirlo incluso a ustedes que son mis mejores amigos, pero por lo mismo sé que no me tomaran por una loca o una paranoica —dije sollozando.
—Adelante, necesitamos saber qué tienes, amor; y lo que sea que te haya puesto así nos encargaremos de remediarlo o buscarle una solución —dijo mi novio.
Una breve reseña de mis pesadillas y lo poco que recordaba de ellas fueron suficientes para que ambos quedaran casi tan preocupados como yo y con una expresión de desconcierto al saber que los escenarios planteados podrían formar parte de nuestra propia realidad, yo no paré de llorar un solo momento.
Nuestra charla fue interrumpida en ese momento por Servando quien de brazos cruzados se acercó a nosotros, al parecer llevaba rato observándonos.
—Solo espero que el profesor Olvera se haya arrepentido de querer ayudar a una estudiante tan conflictiva, veo que no puedes con la culpa, tus lágrimas lo dicen todo —dijo caminado a paso lento hacia nosotros. Solo levanté la mirada y lo observé sin saber qué responder.
—Oiga ¿qué le pasa? —dijo Uriel poniéndose de pie en una reacción fugaz y violenta.
—No estoy hablando contigo, niño, ¿sabes que tengo el poder de reportarte para que te expulsen en este momento? —respondió el sujeto sin inmutarse manteniendo la cara de pocos amigos con una ligera sonrisa sarcástica.
—Uriel, por favor, cálmate, esto no nos llevará a nada... —dije poniéndome de pie al igual que Susy.
—Marifer no tuvo la culpa de nada, ¿quién es usted para venir a levantar falsos contra ella?, limítese a hacer su trabajo, bueno para nada —dijo encarándolo pese a la abismal diferencia de estaturas.
—Espero que estés listo para ir buscando otra escuela, porque acabas de firmar tu baja —respondió dando la espalda. No caminó un paso cuando mi novio se le fue encima tomándolo del cuello.
Sin pensarlo corrí queriendo detenerlo, mas Uriel en la misma acción me empujó hacia atrás, Susy me detuvo y ambas caímos como en cámara lenta resintiendo mi lesión en la rodilla. Ya en el suelo vi cómo llegaban al auxilio dos profesores y varios compañeros a detenerlos antes de que cualquiera de los dos fuera a agravar más el suceso.
Uriel volteaba a verme como pidiendo disculpas y queriendo acercarse a mí, pero era tarde, el daño estaba hecho.
—¡¡Eres un idiota!! —grité con sentimiento. —No te atrevas a volver a dirigirme la palabra, creí que habías cambiado... ahora me doy cuenta que me equivoqué —dije bañada en llanto mientras Susy me ayudaba a levantarme mirándolo inexpresiva y así ambas subíamos al salón de clases. Rengueando subí las escaleras del brazo de mi amiga con una tormenta de emociones en mi cabeza y en mi corazón.
Desde ese instante no supe qué sería de Uriel, lo más seguro su baja era irremediable, por alguna razón pese a que literalmente lo había terminado, me dolía en el alma pensar en jamás volver a verlo, él me defendió pero lo hizo de la forma errónea y encima de eso me agredió, sin querer o no pero lo hizo, yo no estaba dispuesta a andar con alguien que quisiera arreglar todo a golpes y menos en contra de alguien que nos guste o no, es una autoridad del plantel.
El resto de las clases mi mente no estuvo ahí, estuvo en mis pesadillas, estuvo en el caso del profesor Olvera así como en el de mi padre y todas las familias que estaban en riesgo, pero principalmente estuve pensando en qué sería de Uriel ahora que probablemente se había quedado sin escuela y sin un hombro en el cual llorar sus penas, todo por un arrebato de ambas partes.
[...]
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