Capítulo Veintiuno

SU CABAÑA SE encontraba llena de vida, el cálido ambiente estaba adornado de bromas y risas contagiosas.

Sean se sentó en su sillón negro, sosteniendo en una mano una taza de chocolate caliente, era la cuarta noche después de su llegada al territorio del clan.

Los demás no detuvieron sus conversaciones ni sus juegos, debía admitir que sus compañeros de clan podían ser muy distraídos a veces.

Miles, uno de sus guardianes más experimentados, estaba sentado en uno de los sillones dobles, aconsejando a Alena, una de sus delegados, sobre la dirección de siguiente dardo.

Luke y Mark estaban ubicados en el sillón opuesto, mientras que Vincent, Grace, Cooper y Stephen estaban sentados contra la pared frente a Sean.

La reunión de esa noche era de suma importancia, debía serlo, Sean no habría sacado a los delegados de sus subclanes si no tuviese algo importante que decir.

Su clan, era muy grande, doscientos setenta miembros sin contar a los nacidos el año anterior. Para mantener el orden entre tantos cambiantes, el clan estaba dividido en una Guarida Mayor y cuatro subclanes, la población estaba dispersa entre ellos, bajo el comando de un delegado. Pero, todos mantenían su firme lealtad hacia Sean.

— ¿Y bien? —Cooper fue el primero que indagó sobre el propósito de la reunión— ¿Para qué estamos aquí? No creo que sea porque nos has extrañado tanto que no puedes dejar de vernos.

—Cooper, nadie te extrañaría ni aunque te fueras a vivir al polo norte —bromeó la mujer de cabello negro con mechones azul.

—Tú eres tan encantadora, querida Grace —el hombre respondió con evidente sarcasmo.

—Los llamé para hablar sobre un problema.

Le fascinaba la predisposición que todos tenían para prestar atención cada vez que mencionaba la palabra "Problema"

— ¿De qué se trata? —preguntó Mark.

—El lugar donde me encerraron, todavía sigue en pie y funcionando, ese es el problema.

—Sí, pero ya eres libre y has vuelto con nosotros, es cuestión de reforzar la seguridad para que no vuelva a suceder.

El razonamiento del hermano de Luke era demasiado simple, tanto como su actitud tranquila y despreocupada.

—Creo que eso no será suficiente esta vez —argumentó Luke.

Sean estaba de acuerdo con su lugarteniente, no podía agradecer su libertad y seguir así como así, era incorrecto hacer oídos sordos al hecho de que todavía habían cambiantes encerrados, exhibidos como animales para diversión de humanos ricos e ignorantes.

Tenía que ayudarlos, y si eso implicaba destruir el Cubo de Kreiger, lo haría con gusto.

—Ahora, Aria y yo somos libres, pero quizá ahora mismo los secuestradores están planeando su próximo objetivo, quizá mañana otro cambiante será privado de su libertad. Tengo que decirlo, es horrible el encierro, mucho peor la humillación a la que nos sometieron en los recintos, no quiero que nadie más vuelva a experimentar eso.

El silencio se hizo un eco en la cabaña, incluso la inquieta Alena había dejado de mover el dardo entre sus dedos.

—Comprendo tu punto —dijo ella, su cabello rubio y demasiado corto, le hacían ver la fortaleza que guardaba por dentro—. De verdad, todos lo hacemos, pero ¿No crees que es un poquito arriesgado ir y destruir una monumental construcción, de millones de dólares, de inmediato?

—Alena, nunca creí que viviría para oírte hablar sobre prudencia.

La broma de Miles suavizó las palabras de la mujer, sin embargo, para Sean tenían una importancia y un peso enorme. Alena tenía razón, destruir el cubo sin pensar en las repercusiones que eso le podría traer era un grave error.

Pero tenía que hacerse, tal vez no el día siguiente, ni el próximo, tal vez tomaría tiempo planear algo lo suficientemente preciso y certero como para que los clanes no resultaran afectados, pero debía hacerse.

Y la única solución que se le venía a la mente mientras tomaba su chocolate caliente y los demás apostaban sobre el siguiente tiro de Alena, era hacer uso de sus alianzas.

—Necesitaremos de la ayuda del clan Ice Daggers.

El dardo dio en la diana central acompañado de un golpe ahogado.

— ¡Sí! ¡Justo en el blanco! ¿Qué les dije? Un momento... ¿Los Ice Daggers?

Luke puso los ojos en blanco.

—Sí, Alena.

—Mira, sé que somos aliados, pero me parece que deberíamos hacer esto por nuestra cuenta.

—Aria también fue secuestrada —argumentó Mark—. Este asunto también es de su incumbencia.

—Es lógico —siguió Miles ordenando su largo cabello negro para poder ver mejor—. Pero son algo asustadizos y muy agresivos.

—Como conejos con garras y mucha adrenalina —Grace bromeó.

—Aun así son necesarios —dijo Luke, por una fracción de segundo sus ojos azules cambiaron al dorado—. Cuando se los encuentra de buen humor pueden ser muy cooperativos.

Grace, miró al lugarteniente frunciendo el ceño.

— ¿Acaso estás hablando con Kaylee?

El tono demasiado alto y cargado de indignación hizo a Sean mantener sus instintos al margen, Luke sabía defenderse, él sólo debía intervenir en un caso de agresión extremo.

— ¿Sabes precisamente de qué hablo con mi compañera? —Luke preguntó con tono calmo— ¿Lo puedes oír?

—Hey, calma amigo— intervino Miles— conoces las reglas.

Los emparejados no podían hablar con sus compañeros en una reunión importante, la seguridad de los asuntos del clan era importante y se cuidaba con recelo, mucho más si habían emparejados con cambiantes d otros clanes. Como era el caso de Luke.

—Nadie va a impedirme que le pregunte a Kaylee cómo está mi hija, y yo no voy a permitir que duden sobre ella, ni sobre su clan.

—Ha pasado un año desde que se emparejaron y todavía no te aceptan —la voz de Alena era fría—. Yo creo que eso dice bastante sobre la capacidad de ese clan para ayudar a otro.

— ¡Suficiente! —Exclamó Sean al borde de un ataque de ira— ¡¿Cómo se atreven a dudar de un aliado?!

—Sean, sólo estamos diciendo lo que nos parece, no es para que te pongas así —Grace intentó calmarlo.

No sería suficiente.

—Los Ice Daggers han demostrado su valor una y otra vez —contuvo la fuerza de su voz, el instinto del puma que le incitaba a defender a lo que a sus ojos era uno de los clanes más fuertes que había conocido—. No pienso admitir ofensas hacia ellos.

—Sean, entiendo que estés enamorado de Aria pero eso no te da...

— ¡Suficiente Alena!

—No le hables así —Vincent, el más joven de todos, habló en su defensa—. Ella no ha dicho nada malo.

— ¡Hablaré de la forma que quiera!

Su grito hizo encoger a la mujer rubia, ella desvío de inmediato su mirada, al igual que cada uno de los demás.

— ¿Pero qué clase de clan es éste?

Su indignación al ver cómo las personas en las que más confiaba se rehusaban a colaborar con un aliado, siendo que la cooperación era parte del éxito y supervivencia del clan, era demasiada.

Un trago amargo para un hombre que pensaba en ayudar a los necesitados.

—Quedan bajo el mando de Luke —dijo, su voz un bloque de hielo, hizo a todos elevar sus ojos hacia él—. La reunión se ha terminado.

Se fue sin despedirse azotando la puerta al salir, la oscuridad lo envolvió a medida que se internó en lo profundo del bosque. Caminó con la cabeza gacha, inmerso en sus pensamientos.

A veces, los humanos decían que ser un alfa cambiante era fácil, sólo daba órdenes. Sean no se tomaba el tiempo ni la molestia de explicar lo complejo de liderar un clan, de tomar decisiones que afectan de forma positiva o negativa a las personas a su alrededor, de lo difícil que era mantener todo bajo orden y control entre cambiantes con personalidades tan diferentes y únicas.

De repente, un olor conocido lo sacó de su estado pensativo, observó su entorno, por instinto el puma ascendió listo para defenderse ante la señal que marcaba un límite territorial.

No se había dado cuenta del rumbo de sus pasos, qué suerte tenía de tener la brisa a su favor.

A pesar de la tentación de seguir adelante hasta llegar a la cabaña de Aria, Sean dio media vuelta, debía atender sus asuntos. En algo el razonamiento directo y afilado de Alena tenía sentido, Sean no estaba siendo muy lógico al dejar que sus sentimientos nublen su visión sobre las cosas.

Y aunque creía con cada fibra de su cuerpo en el honor y la disposición del clan Ice Daggers, era verdad que su comportamiento aislado y receloso podía ser un obstáculo a la hora de interactuar y pedir favores.

Tenía que establecer los límites entre hacer lo correcto y seguir ciegamente lo que le dictaba su corazón.

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Gracias por leer
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¡Hola querido lector! Nuevo capítulo, espero que te haya gustado.
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