Capítulo 25

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Belinda
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Mi corazón era un total desastre. Estar ahí, después de tanto tiempo, era muy difícil. Sabía que iba a ser complicado, estaba bien consciente de ello, pero había olvidado lo que se sentía visitar ese lugar.

La expresión en el rostro de Noah era una de completa confusión, y no lo culpaba, yo hubiera estado igual si me llevaran a ese sitio. Un cementerio no era lo que él esperaba, eso estaba muy claro.

Sin decir una palabra, comenzamos a caminar. Vi algunas lápidas que tenían flores marchitas, otras se acompañaban por hermosos ramos recientes, dándole un poco de color al tétrico y lúgubre lugar. Una fría brisa impactó mi cuerpo y sentí mi piel erizarse, lo que hizo que me abrazara a mí misma.

—¿Quieres mi suéter? —cuestionó Noah en un susurro.

—No es necesario. Gracias —dije nerviosa—. Hemos llegado.

Me arrodillé para estar a la altura de la lápida e instintivamente mis ojos se llenaron de lágrimas, provocando que mi visión se tornara borrosa. ¿Cómo era posible que después de tanto tiempo siguiera doliendo de esa forma? Supongo que hay cosas que siempre estarán atadas a nosotros, sin importar cuanto pase, cosas que dejan un espacio vacío en el corazón, y ese espacio no lo puede llenar nadie más.

"Una persona llena de amor para brindarle al mundo"
Bety Regins
2009-2017

Leer el epitafio me hizo derramar las lágrimas que había intentado contener. De pronto, los recuerdos me envolvieron y la culpa resurgió. ¿Por qué? ¿Por qué tuvo que pasar? Unas manos se apoyaron en mis hombros, masajeándolos suavemente.

—¿Quién era? —preguntó el pelinegro en voz baja y tranquilizadora.

—Ella... ella era mi hermana —logré pronunciar entre sollozos.

Los ojos de Noah hicieron contacto con los míos y me tranquilicé por unos segundos... sólo unos segundos. Luego las lágrimas calientes volvieron a exponerse. El chico se agachó y me envolvió entre sus brazos, brindándome un poco de calor en el frío día.

—Lo siento mucho, de verdad —comentó en mi oído, su voz seguía siendo muy aplacada.

—Te quiero contar lo que sucedió —hablé, separándome de él.

—Bela, no es necesario que lo hagas. No quiero que te sientas mal.

—Demasiado tarde —ironicé.

Realmente quería contarle lo sucedido, por eso lo había llevado conmigo hasta ahí. Necesitaba desahogarme con alguna persona, pero no cualquier persona, una en la que confiara, una como Noah. Sin darle más vueltas al asunto, comencé a hablar.

"20 de noviembre del 2017"

El día estaba bastante cálido a pesar de encontrarnos en pleno noviembre. ¿Quién entiende el clima? Por suerte llevaba un short y una blusa bastante fresca. Estaba en mi cuarto viendo una película en la laptop, era de comedia, aunque a mí no me daba gracia ninguna escena.

Mi celular comenzó a sonar, era mi mejor amiga Teresa.

—Hola, Tere, ¿qué hay? —cuestioné divertida.

¡¿"Qué hay"?! —repitió mis últimas palabras—. Esta noche habrá una fiesta en casa de Tommy, dice que no hizo ninguna cuando se terminó la secundaria y que ahora la hará.

Oh, eso suena estupendo —comenté.

Sin dudas lo será, las fiestas de Tommy son lo mejor.

¿A qué hora va a ser? —interrogué.

A las diez de la noche. Te veo ahí, ¿cierto?

Por supuesto, amiga. ¡Eso no se pregunta! —chillé.

Eso es todo, nos vemos —dijo y luego colgó, sin darme tiempo a responder.

Unos pequeños toques en mi puerta me hicieron pegar un salto.

¿Quién? —pregunté.

Yo —respondieron del otro lado.

¿Quién es "yo"? —insistí, aunque sabía perfectamente que se trataba de mi hermana pequeña.

Soy Bety, tonta —comentó risueña.

Anda, pasa.

La puerta se abrió y dejó ver a una niña de alborotados rizos castaños y ojos grandes.

¿Puedes jugar ahora? —pidió con voz insistente.

No, Bety, tengo que elegir una ropa hermosa para la fiesta de esta noche —agregué.

Me levanté de la cama y me dirigí al armario en busca de algo lindo. Quería impresionarlos a todos, pero sobre todo, quería impresionar a Jared, era tan apuesto, inteligente, perfecto...

¿Por qué suspiras? —indagó la pequeña Regins.

Supongo que estoy enamorada, pero no se lo digas a mamá, ¿bien?

Bienasintió frenéticamente.

Comencé a reír a carcajadas debido al gracioso gesto de la infante. ¿Qué sería de mi vida sin ella? Nada, no sería nada.

...

Rojo. Definitivamente me pondría el vestido rojo. No era descarado, pero se veía juvenil y moderno, muy de mi estilo.

Me maquillé un poco, porque si hacía más terminaría como un horrible payaso diabólico. Unas sandalias blancas iban a quedar geniales y pegaban con mi diminuta cartera.

Salí de mi habitación y me encontré a mi mamá leyendo unos papeles.

¿A dónde vas? —preguntó con una ceja elevada.

¡Diablos! Olvidé pedirle permiso. ¿Dónde tengo la cabeza?

Esto... yo voy... a una fiesta con los amigosbalbuceé.

Ni de bromavociferó.

Pero, ¡mamá! —exclamé.

No voy a discutir, tengo trabajo que hacer —rugió y volvió su mirada a las hojas.

Como siempre —susurré.

Volví a mi cuarto totalmente decepcionada. ¿Cómo le iba a decir a mis amigos que no asistiría a la fiesta? Todos irían, y yo no quería ser la "Antipática Belinda."

Pensé que te ibas —comentó Bety, sentándose a mí lado—. Me alegra que estés aquí, no tengo con quien jugar.

A veces sentía lastima por mi hermana. Lo único que ella quería era jugar, pero cuando mis padres no estaban en el trabajo, formaban su propia oficina en la casa y no tenían tiempo para ella. Y yo... bueno, realmente me agobiaba jugar.

No me dejaron irbufé.

Oh, que triste —dijo y se quedó pensativa—. ¡Yo te ayudaré!

¿Cómo? —interrogué.

Voy a convencer a mamá para que vayasafirmó.

Buena suertecomenté sarcásticamente.

La chica salió corriendo de mi cuarto y se dirigió al de nuestros padres. Yo la seguí y me quedé oculta detrás de la puerta para escuchar.

Ella es la mejor hermana, tiene que ir. Además, tiene un novio que estará ahí.

El último comentario de mi hermana me dió gracia. ¿Novio?

Está bien, puede ir —añadió mi madre con su voz de cansancio.

Entré rápidamente y las abracé a ambas mientras decía "gracias" repetidas veces.

Yo te ayudé, así que deberás jugar conmigo —negoció Bety.

Claro, lo prometo.

...

Ya sabes que no me gusta que manejes, aún te queda mucho por aprender —comentó mi padre, el cual había llegado del trabajo con una tremenda cara de sueño.

No te preocupes, lo tengo controlado —dije entusiasmada.

¿Segura  de que no quieres que te lleve? —insistió él.

Segura, confía en mí. Tú debes dormir un poco.

Pasados unos minutos, mi papá me entregó las llaves de su carro. Tuve que darle un considerablemente largo discurso para obtener su permiso, hasta que en un final me dejó. Abrí el garaje y luego el auto, lo tenía todo listo.

No, no, no —repetí en voz baja al ver que había dejado mi cartera.

Volví dentro de la casa en busca de ella. En mi habitación estaba lo que necesitaba, así que lo cogí y salí. De nuevo.

Me senté detrás del volante y me puse en marcha. Sentí la adrenalina apoderarse de mí. Me encantaba conducir, era algo que llevaba en la sangre.

Quería ir a esa fiesta y ver a mis amigos. Bailar con Teresa, escuchar las bromas de Tommy y ver al hermoso Jared. Eso era lo único que quería.

¡Vas muy rápido! —escuché una voz a mis espaldas.

¿Qué haces aquí? —pregunté incrédula.

Bety estaba sentada en la parte de atrás, ¿cómo llegó ahí? Tenía que hacer algo, eso no estaba ni remotamente bien.

Dejaste el auto sin seguro y te fuiste —informó.

Ponte el cinturónordené alterada.

Debía regresarla a la casa, no podía llevar a mi hermana de ocho años a una fiesta. Todo se estaba saliendo de control.

En un intento de girar el auto, me introduje en la senda contraria y todos los vehículos comenzaron a tocar sus claxons frenéticamente. Logré esquivar desde autos hasta motos, pero fue más complicado cuando un camión comenzó a avanzar hasta mí, no se detenía, simplemente avanzaba, avanzaba y...

...

Un dolor intenso en mi cabeza me dio la bienvenida, no sabía dónde estaba o qué había pasado. Abrí mis ojos, cosa que me costó un poco. Estaba en... un auto.

¡¿Bety?!vociferé al recordar lo sucedido.

Las sirenas de las ambulancias se acercaban cada vez más. Mi hermana no estaba por ninguna parte y las lágrimas ya habían brotado de mis ojos. Un hombre vestido de bombero me ayudó a salir del carro.

¿Te encuentra bien? —cuestionó.

Ella... no... no —las palabras no me salían, estaba muy nerviosa.

¿Qué dices?

Mi hermana —susurré.

¿Venía con su hermana? —interrogó el señor.

Sólo pude asentir, no tenía más fuerzas para hablar, estaba en una especie de shock.

El señor se alejó un poco de mí y comenzó a hablar con otras personas vestidas igual que él, luego volvió a mi lado.

¡Hay una persona aquí! —exclamó una mujer que estaba cerca de los árboles.

Varios uniformados se acercaron a ella y lo próximo que vi fue a mi hermana entre los brazos de alguien. La niña estaba inconsciente y cubierta de sangre. Era la escena más terrible que había visto en mi vida, y ninguna otra la superaría.

Salí corriendo en dirección a Bety, algunos intentaron sujetarme, pero saqué fuerzas de alguna parte para soltarme de sus agarres. Mi hermana no hablaba, no se movía, no abría sus ojos.

¿Está... muerta?balbuceé.

Temía por lo que podía escuchar. Por favor, que no fuera un "sí"

No, señorita, no lo está —dijo alguien.

Cerré los ojos fuertemente y más lágrimas salieron de ellos. Bety fue introducida en una de las ambulancias y yo me subí con ella. Era difícil mirarla. Dolía, dolía mucho verla así. Todo era por mi culpa. ¿Por qué no pude permanecer tranquila en mi casa?

Llegamos al hospital y lo primero que vi al salir fue a mis padres. Ambos se veían completamente mal. Sabía lo que me esperaba. Seguramente me iban a matar con sus palabras, y no quería evitarlo, me lo merecía.

Belinda, ¿estás bien? —cuestionó mi madre, abrazándome.

Yo sí, pero Bety... —no pude terminar.

La camilla con mi hermana nos pasó por el lado y no pude evitar llorar. Mis padres tuvieron la misma reacción que yo.

Las horas pasaron y no daban noticia de mi hermana, la desesperación me atormentaba con cada segundo que transcurría. Mi mamá jugaba nerviosamente con un vaso desechable que antes contenía café. Mi padre estaba muy nervioso, movía su pierna sin parar y cada un segundo se pasaba las manos por su cabeza.

Por fin una doctora salió del salón con noticias. La cara de la mujer no contenía la mejor de las expresiones, lo cual me asustó en sobremanera.

Lo siento.

Y eso bastó para que todos rompiéramos en llanto.

Lo siguiente fue aún más duro, fuimos a verla. Estaba pálida, sus labios levemente morados. No me podía hacer eso, no podía simplemente irse de esa forma.

¡No! Esto no es verdadespeté entre lágrimas—. Teníamos un trato, ¿recuerdas, Bety? Tú convencías a mamá y yo jugaba contigo. ¡Te lo prometí!

Mis padres me abrazaron y nos permitimos estar así por un rato, sumidos en nuestra tristeza.

Ocho años, una vida por delante. Tenía tantas cosas por aprender, por disfrutar, por vivir. Pero su vida fue arrebatada de la peor forma. Ya no iba a oír su contagiosa risa cada día, tampoco escucharía su vocesita diciendo "¿Quieres jugar?", ya no habrían muñecas regadas por todas partes, ya todo eso se había ido... junto con ella.

Era culpable, y por más que mis padres me perdonaron y me dijeron que son cosas que pasan, en mi mente existiría ese cargo de conciencia que no me iba a dejar dormir.

"El tiempo lo cura todo", decían. Pero no es así cuando se trata de la muerte de un ser querido, no es así cuando TÚ lo mataste.

Fue así como decidimos mudarnos a Miami. Nueva casa, nuevas personas... nueva vida. Un lugar donde nadie conocía nuestro pasado.

Trasladamos el cuerpo de mi hermana con nosotros porque queríamos mantenerla cerca, lo primero que hicimos al llegar fue enterrarla. Un entierro totalmente familiar.

En Miami pude reencontrarme con Héctor, a quien no veía desde que tenía seis años, mi querido amigo de la infancia. También conocí a Valeria, a Francisco... a Noah. De una forma u otra, logré rehacer mi mundo.

...

Noah me observaba sin decir una palabra, atento a cada cosa que salía de mi boca. Cuando por fin me callé, decidió hablar.

—Tuviste una experiencia muy dura, pero quiero aclarar que no tuviste la culpa, debes dejar de culparte por algo en lo que nadie tuvo que ver —hizo una pausa y suspiró—. Gracias por tener la confianza de contármelo.

—Nunca se lo dijimos a alguien, exepto a los que vivían en New Orleans, claro. Queríamos dejar ese trágico capítulo de nuestra vida atrás, pero... —comencé a llorar y Noah tomó mi mano—, no podía seguir guardándolo.

—No me gusta verte así —comentó en voz baja.

Sus ojos estaban algo cristalizados, sabía que mi historia lo había conmovido, pero no quería mostrar de más. En un punto llegué a pensar que me arrepentiría de contarle, aunque resultó todo lo contrario, me sentía mucho mejor que antes. Había dejado salir mis demonios del pasado y estaba feliz de que él no los juzgara.

—¿Belinda? ¿Noah? —sentí una voz y me giré para encarar al dueño.

—¿Qué haces aquí? —cuestioné.

—Sólo vine a visitar a algunas personas —informó Andy—. ¿Y ustedes?

—También vinimos a visitar a alguien —dije con una sonrisa forzada.

No tenía nada en contra de Andy, a mí me parecía una buena persona, pero en ese momento no tenía ganas de hablar con él.

—Deberíamos irnos —inquirí.

—Sí, claro —contestó el recién llegado—. Oye, Bela —volvió a hablar antes de que me pusiera en marcha.

—Dime —agregué.

—Siento lo que te sucedió —comentó y yo hice una expresión de duda—. Todos en la escuela están al tanto de tu secuestro, la voz corrió rápido —aclaró al ver mi cara extrañada.

—Oh, comprendo. Son cosas que suceden, ¿no? Nunca se sabe dónde hay un loco al acecho —concluí y me marché con Noah.

Cuando estuve en el auto, saqué mi celular del bolsillo de mi short. ¡Tenía más de cien mensajes! Todos eran de mis compañeros de clase, incluso habían algunos de personas que ni siquiera conocía. La mayoría decía lo mismo: "Me enteré de lo que pasó", "¿Te encuentras bien?", "Dicen que te secuestraron." Me estaba convirtiendo en el centro de atención, cosa que odiaba.

—¿Qué es? —interrogó Noah, desviando la vista momentáneamente de la carretera.

—Chicos de la preparatoria, preguntan por mi secuestro.

Una nueva notificación llegó. Alguien había creado un grupo de WhatsApp: "Salvar a Belinda." Qué patético. Solté una inevitable carcajada. ¿Qué resolverían ellos con un grupo? Ni la policía logró atrapar al culpable de lo que me pasaba.

—¿Algo gracioso? —volvió a intervenir mi compañero.

—Al parecer tengo un club de fans —bromeé.

Mi vida había estado bastante tranquila (dentro de lo que cabe), pero ya no sería así. Había hablado sobre el tema del acoso a muy pocas personas, pues era algo privado. A partir de ese día, supe que cada una de las miradas iban a estar dirigidas a mí, cada plática me tendría como tema central, incluso saldría en el periódico escolar. Se me iba a venir arriba un buen lío.

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