13. "Amistad"

13

  Las tardes para Astrid eran lo mejor del día; ver los colores del atardecer junto a buena música era más que relajante, sin embargo en ese momento donde se encontraba frente a frente con una de las personas que más odiaba en vida, su madre. Golpeó las uñas contra la mesa, esperando que trajeran la cuenta. Pasar dos horas hablando era algo que le gustaba, pero estar frente a aquella mujer que la había abandonado un buen tiempo era algo que no podía tolerar.

  Johana había escapado dos meses enteros para ir donde su amante, dejando a Astrid en manos de sí misma, junto con Robbie, el cual era un niño de trece años que con suerte podía controlarse a sí mismo y tenía que cuidar de su hermana menor. En esos días era vecino del que, hasta el día de hoy, es su mejor amigo, Colin. Había ido con solo diez años a la puerta de su amigo preguntándole si podía quedarse, y su madre y él habían solo respondido con un rápido sí. La habían acogido tanto tiempo junto con Robbie, siempre había considerado a Beatrice como su madre.

  Los meses pasaron, al igual que el cumpleaños de Astrid—el cual se celebró con ayuda de Beatrice— y su madre decidió aparecer a finales de Diciembre con un rostro normal, como si desaparecer dos meses era completamente algo que todos hacían. Claro que Robbie corrió de inmediato donde su madre disculpándola, pero Astrid que había quedado abrazando la pierna de Beatrice mientras la mujer trataba de abrazarla. Había tratado de compensar todo con cosas materiales, sin embargo Astrid al cumplir los dieciocho se fue de casa acompañada de su mejor amigo.

  Recodó la cámara fotográfica que Harry le había regalado. No le gustaban regalos que buscaban compensar algo, por ejemplo la noche que la dejó plantada, sabía que lo había hecho por esa misma razón... Una de las tantas razones que supuso Astrid. Si querían regalarle algo que fuese por algo especial, no para compensar algo que hicieron mal. No toleraba que compraran sus emociones.

  —Cariño, ¿te encuentras bien? —preguntó, Johanna.

  —No te importa, Johanna. No sé ni desde cuando lo haz hecho, porque esta demás decir que es más falso de lo que eres tú.

  —Astrid—balbuceó, Robbie.

  —No entiendo cómo pudiste perdonarle aquello, Robbie. —Rodeó los ojos en dirección a Johanna, la cual solamente simulaba estar triste—. Ay por favor, no seas tan hipócrita, Johanna.

  —Me duele que pienses así.

  —No te importa. Por favor para de hacer el papel de madre porque te sale como la mierda.

  —¡Astrid! Fue hace demasiado tiempo—gritó Robbie, abrazando a su madre.

  —¿Fue a Alemania dos putos meses con su amante y la defiendes? Eres un completo...

  —Astrid, ¡cállate, por el amor de Dios! —chilló Johana, tocando su pecho con dolor—. ¿No tienes compasión por las personas? ¡Qué clase de monstruo tengo de hermana!

—Querida —habló Johanna.

—Sabes que no importa lo que hagas, aunque salgas por televisión pidiendo disculpas no te perdonaré. ¡Has hecho más! Creer que le eras infiel a papá... A veces pienso que era mejor haber quedado en Italia, con un pintor que solamente era alcohólico y que adoraba a su hija que con una madre—levantó su mano— que solo golpeaba a su hija—levantó su dedo índice— que la abandonaba—levantó su segundo dedo— y se llevaba a su hijo, y por sobre todo, ¡que se olvidaba por completo de la existencia de otra mujer en su familia!

  —No exageres—bramó, Robbie.

  —No tienes que hablar. Solo cállate. El tema no es contigo, Robbie.

  —Lo ha sido cuando me sacaste en el tema.

Astrid negó, cabizbaja.

  —Robbie, no tengo nada contigo...

  —Es mi madre, ¡mi madre! La adoro más que nada en el mundo y estás insultándola.

  —Claro, ¡porque a ti jamás de golpeo! Te está manipulando como eres tan estúpido, Robert.

  —Sabes que odio mi nombre—dijo, Robbie.

  —Sabes que odio a mi madre y la has traído. Robbie no quiero pelear contigo, te quiero mucho a la que no quiero es a ella. —Señaló a la mujer que escondía su rostro entre sus manos.

  —Yo no te quiero, Astrid. ¿Cómo eres tan mala y tratas así a las personas? Pobre del chico que esté contigo. ¡Eres mala! Eres detestable, joder me arrepiento de haber venido y encontrarme con una persona que no conozco. No te consideraría en este momento mi hermana. ¡Estás sola! —El corazón de Astrid rompió en llanto al igual que toda su alma. Una de sus mayores inspiraciones estaba rompiendo su delicado corazón con sus palabras. Salió rápidamente de la cafetería, observando la sonrisa de satisfacción en el rostro de Johanna.

  Las lágrimas salieron de sus ojos y su corazón pedía a gritos ser abrazada en ese preciso momento. Chocó sin querer con el cuerpo de una persona. Él solo la abrazó con fuerza. Reconoció aquel aroma y presionó su rostro contra el pecho de su amigo.

  —No puedo creerlo, Colin. —Las lágrimas salían con furia de los ojos de Astrid—. Tenías razón, tenías tanta razón, joder.

  Colin divisó a Robbie y Johanna salir de la cafetería, la segunda iba sonriendo sin que Robbie la viese,

—Lo voy a golpear. No me importa si me odias, lo golpearé por imbécil. Después de toda la mierda que ha hecho en tu vida y que no entienda el daño que hace... se lo merece.

  Los decisivos pasos de Colin se encaminaron hacia el chico, el cual frenó bruscamente con miedo. No esperó un segundo y se abalanzó sobre Robbie comenzando a golpearlo con fuerza. Johana gritaba pidiendo auxilio, siendo completamente inútiles los gritos que daba. Astrid corrió como pudo hasta Colin, el cual dio un golpe final a la mandíbula de Robbie, amenazándolo.

  —Si vuelves a hacer llorar a Astrid, juró que haré todo lo posible para que acabes en el hospital, imbécil—La advertencia de Colin llegó a los oídos de Astrid, la cual solamente saltó sobre su amigo observando si tenía alguna herida.

  —¡Eres un loco!

  —Si es para defender a mi amiga, créeme puedo convertirme en el mayor de los locos. Te advertí por teléfono que no la hirieras.

  Colin jaló consigo a Astrid, la cual seguía completamente pasmada. Abrazó a su amiga, besando con dulzura su cabeza. Acarició su brazo con preocupación. Sería un viaje completamente silencioso y lleno de lágrimas. Detestaba a ambos, nunca le había agradado Johana y ni hablar de Robbie, el cual era un completo idiota cuando se trataba de defender a su madre. Lo encontraba un estúpido y jamás podría borrar aquella idea de él, sobre todo de apreciar con sus ojos como Robbie le gritaba haciendo que Astrid palideciera en un instante.

  Esperaron sentados para poder abordar el tren, Colin seguía abrazándola. Incluso cuando el tren se detuvo y ambos entraron no apartó a su amiga de él en ningún momento. Entregó ambos boletos y fueron en busca de algún lugar en el cual pudiesen sentarse juntos.

  —¿Cómo supiste, Colin? —La azulada mirada de Astrid se dirigió hasta su amigo, el cual solamente sonrió acariciando su cabello.

  —Se cómo es el imbécil de Robbie. Quería asegurarme de que estuvieses bien. —Miró sus ojos, y apartó un mechón de cabello de su ojo derecho—. No podía dejarte sabiendo que en cualquier momento Robbie diría algo para lastimarte... Y lo hizo, ¿no es cierto? —Ella solamente asintió, sollozando.

  —Me veo tan estúpida llorando.

  —No, no te ves estúpida Astrid. Nunca te verás estúpida para mí, ¿Entendido? —Preguntó, Colin acariciando el rostro de su amiga.

  —Dijo que no me quería... Q-que lamentaba al chico que estuviese conmigo. Que era mala y que—alzó la vista hasta los ojos de su amigo, el cual estaba recostado contra el ventanal, observándola—, estaba sola.

  Colin desplazó sus manos hacia el rostro de su amiga y negó.

   —No estás sola.

  Astrid, solamente sonrió dejando escapar una pequeña lágrima, el dedo pulgar de Colin se desplazó para apartarla de su mejilla. Posteriormente, se acurrucó contra el cuerpo de Colin, sintiéndose después de bastante tiempo realmente protegida.

  Las dos horas de regreso a París fueron sin dudas las más incómodas. Con constantes pesadillas y las constantes carias que Colin le proporcionaba para tranquilizarla. Se sentía mareada y completamente exhausta por el comportamiento de su hermano, una de las pocas personas que de verdad amaba y adoraba con su corazón.

  Su teléfono vibró, haciéndola despertar de su sueño.

  —¿Diga? —preguntó, en medio de un bostezo.

  —¿Astrid?

  —Sí, ¿quién es? —La mano de Astrid se desplazó hacia el rostro de su amigo, el cual la abrazaba.

  —Soy Olive.

  —Ah. Hola—respondió, volviéndose a acomodar contra el cuerpo de su amigo.

  —Astrid, ¿estás molesta conmigo? —cuestionó su amiga, desde la otra línea.

  —No.

  —Oh, vamos. ¿Qué he hecho? —Aguardó unos segundos—. ¿Es por Harry? Dime que no es por eso, joder. Un hombre no puede romper nuestra amistad...

  —Blah blah blah—Astrid comenzó a mover su lengua rápidamente, interrumpiendo a su amiga la cual debía estar hecho furia con el solo haberla interrumpido—. Olive, cállate. No estoy de humor. ¿Para qué has llamado?

  —Mierda, al parecer si andas de mal humor. Solo llamaba para ver cómo llegó Colin.

  —Wow, ¿ahora te importa, Olive?

  —¿Qué pasa, Astrid? Sabes que, puedes irte a la mierda —balbuceó, Olive.

  —Donde sea mientras no estés tú.

  La mirada de Colin estaba sobre la de ella, negando. Se separó de él acomodando su largo cabello chocolate y bostezando. No estaba enojada con Olive, no quería admitir que estaba realmente celosa de que su amiga hablase con Connor. Eso la hervía completamente. Colin abrazó a su amiga y comenzó a hacerle cosquillas, haciendo que ella se retorciera entre sus brazos.

  —No, Colin—murmuró entre risas, apartando las manos de su amigo.

  —No pelees con Olive, Astrid. Es tu mejor amiga. —Sus labios rozaron su oreja, mientras daba su advertencia.

  Se apartó de él y volteó a verlo— Está bien, me disculparé con ella.

                                                         * * *

  Tomaron un taxi hasta afuera del edificio de Astrid. Eran aproximadamente las seis de la tarde cuando ambos bajaron del taxi hacia el departamento de Astrid en absoluto silencio. Las piernas de la morocha seguían temblando de nervios y le dolía horriblemente la cabeza, por lo que aprisionó ambos de sus dedos contra sus sienes, ahogando un gemido. Colin abrió la puerta haciendo que Astrid corriese hasta el sillón y se recostase boca abajo, aún con las manos en sus sienes.

  Colin se arrodilló para recoger las cartas, revisando los gastos comunes que tenía que pagar Astrid, hasta encontrarse con un sobre Calipso en el cual estaba escrito el nombre de Astrid con una delicada tipografía. Se acercó hasta donde su amiga y le entregó el sobre haciendo que se levantara completamente. Rasgó el sobre con ayuda de sus dedos, obteniendo el enviado que estaba dentro de esta.

  Estimada Astrid Portinari:

  Se nos hace presente avisarle que este 27 de agosto reuniremos a los trece concursantes que han sido seleccionados en una ceremonia en Louvre. En donde revelaremos a los tres finalistas los cuales expondrán futuramente sus fotografías frente a más críticos y posteriormente el ganador tendrá la oportunidad de viajar a Florencia con un solo objetivo: Revelas sus fotografías a aquellos ciudadanos.

  Esperamos que decida asistir a la ceremonia.

  Se despide atentamente.

  John DeGraw.

  Si no fuese porque el sillón estuviese allí, se hubiese golpeado la cabeza fuertemente contra el suelo. Florencia. Solo se le venía una cosa a su cabeza al pensar en aquella ciudad: Su padre.

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