Prólogo.
Nathaniel llevaba semanas observando a aquella mujer desde lejos, su belleza, sus gestos, su actitud dominante... Todo en ella lo tiene completamente intrigado, era como si hubiese caído en un hechizó, del cual no tuviera la menor intención de salir.
— Nathaniel, ¿me estas escuchando, o le hablo a una pared? —.
El chico despertó de su burbuja de ensoñación, miró a la joven confundido, y con una sonrisa apenada. Juleka rodó los ojos e impacto la palma de su mano, contra su frente, de una manera no muy brusca, soportando las ganas de lanzarse sobre su amigo y darle una gran bofetada.
— ¿Se puede saber que tanto miras?, casi se te arranca un suspiro —. Dijo la de mechas moradas en medio de un bufido, a tiempo que recibía un abrazo de su comprensiva y tierna novia, que trataba de calmarla un poco.
— Ya dejalo tranquilo, de seguro esta enamorado —. La rubia junto sus manos bajo su rostro de manera soñadora y suspiro, mientras su novia hacía una mueca de extrañeza y el pelirrojo comenzaba a adquirir un intenso carmín en sus mejillas.
— N-no es eso Rose, Y-yo solo estaba mirando al frente, esta interesante la c-clase —. Ríe nervioso mirando a sus dos amigas aún con las mejillas teñidas de rojo.
Ambas chicas siguieron la trayectoria de que tenia la mirada del pelirrojo y abrieron los ojos como platos, mientras una tomaba una expresión de emoción, la otra de total espanto.
— Nath... Esperó que estés mirando a Sabrina, porque si no es así, tienes que ir al psicólogo —.
La más alta puso una mano sobre el hombro de su amigo y lo miro con rostro de preocupación y horror, para luego ser hecha a un lado por la rubia de ojos grandes.
— No tiene nada de malo si te gusta Chloé, todos tenemos derecho a ser amados, incluso ella, quizá éstas viendo más allá que el resto de nosotros —. Le sonrió de manera cálida a lo que el chico bajó la mirada, dándole la razón, mientras de fondo el timbre sonaba, permitiéndoles la salida de clases.
— Esto es una locura, enserio éstas mal de la cabeza Kurtzberg, te espero afuera florsita —.
La de mechas moradas suspiró y salió del salón, dejando a la de ojos grandes y el apenado chico, solos en el salón.
— No se que hacer Rose, se que es una locura fijarme en ella, pero es que no sale de mi cabeza, no puedo hablarle, tan siquiera acercarme... Porque ella... Tu sabes como es ella —. Suspira pesado, y apoya su cabeza sobre la palma de su mano.
— Vamos, Chloé a cambiado... Aunque sea un poco, esta avanzando, ya tenemos 17 años y no es la misma chica, pero te todas formas, si no eres capas de hablarle... Puedes pintarla, escribirle una canción, un poema o incluso, escribirle varias cartas, sin entregarlas, solo desahogandote, ya verás que en algún minuto te sentirás listo, y se las darás —. Sonríe y le da un beso en la mejilla, para luego ir tras su novia.
— Escribir cartas... Eso es una buena idea, cartas a la rubia, cartas... A ti, hermosa villana — sonrió y salio directo a su hogar, ya tenia una idea de con qué empezar.
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