🔪Capítulo 58💌
La desolada noche del 25 de diciembre del 2022 indicaba el último de los asesinatos de la gran Ayano Aishi, la asesina en serie, según diarios y medios televisivos.
¿Quién diría que el último asesinato era tan excitante como el primero?
Y mientras sus mocasines emitían un eco por toda la vereda, una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro.
Ayano Aishi ingresó a un edificio abandonado, donde Taro la estaría esperando.
Pero ella no era estúpida, y él tampoco (o no tan estúpido como para ir solo).
Advirtiendo que si Taro no iba, ella mataría a cualquier ser querido de él, inevitablemente Taro se encontraba en el quinto piso del edificio.
Entonces, allí estaba, parada frente a la puerta tan oxidada, frente a su último respiro, su último asesinato y su última noche de vida.
Estaba vestida completamente de negro, por lo que la policía no podría encontrarla tan fácilmente.
Sus zapatos rozaban el polvo acumulado, las piedritas de cemento resultaban ser un sonido áspero al oído de cualquiera. Y ella no se molestó en ocultar su sonido que delataba su presencia. Incluso, cuando apenas puso su pie derecho en el quinto piso, tarareó el nombre de Taro.
-Taroooo~ Tarooo~
Si bien él no respondía, ella sentía su respiración agitada intentando ser calmada tras una columna de la edificación.
Sin ni una luz, excepto la de la luna llena que se filtraba por los huecos que hace muchos años habían sido ventanas pulcramente limpias, todo estaba sumido en absoluta oscuridad.
Y pronto se asomó Taro, al centro de la habitación, sin saber dónde estaba la asesina.
-Es bueno verte bien, Taro -le murmuró Ayano con una risita, apareciendo detrás de él.
-Mataste a Osana -lo decía como si quisiera que ella lo negara.
-Ya lo sé. Yo misma cometí el acto, ¿no?
-No entiendo... ¿¡Qué has hecho!? ¡Eres una demente! ¿¡Cómo pudiste matar a todas esas chicas!?
La pelinegra rió, como si le estuvieran contando el mejor chiste de la historia. Podía ver como Taro la miraba con desconcierto, asustado y, sobre todo, lleno de odio.
-Todo ha sido por tí. Por obtener tu amor, por quererte sólo para mí. Te amaba tanto, Taro.
-¿Matabas por amor?
-Pero jamás te amé en realidad. No puedes hacerme sentir algo. ¿Los asesinatos? Los disfruté muchísimo, a pesar de todo.
-¿Qué...? ¿Qué mierda tienes en la cabeza? -estaba anonadado.
-Budo sí me ama. Mucho. ¿Sabes qué es lo peor? Que con él sólo siento anhelo. Disfruté mucho el asesinato a Raibaru, fue muy satisfactorio -contaba ella, como si fuera un estilo de vida común-. Pero estás equivocado... Yo no maté a Osana.
-¡Y TE ATREVES A NEGARLO! ¡MALDITA ENFERMA MENTAL! ¡OJALÁ TE PUDRAS EN EL INFIERNO! ¡NO MERECES NADA, NO MERECES QUE BUDO TE AME! ¡NO MERECES NADA!
-Osana se suicidó, ¿me entiendes? -le corrige ella, ignorando el comentario que había hecho el otro pelinegro con sus ojos llenos de lágrimas.
-¡No! ¡Tú! ¡Tú la mataste! Ella, ella...
Taro ya estaba arrodillado en el piso, haciendo un gran intento para no romperse por completo.
-Taro -lo llamó, se acercó hasta él y le susurró al oído-, terminaré con tu sufrimiento. Voy a ser buena contigo.
Las linternas de la policía se hicieron presentes, incluyendo las armas.
Las armas de fuego, y el arma blanca.
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