Nuevo programa - Estúpido poeta
El programa de «A la cama con Sonia» inicia con la energía poderosa de siempre, mientras las cámaras se enfocan en el plató.
Sonia, vestida con su habitual negligé de encaje blanco, se sienta con un libro en las manos. El público murmura expectante mientras ella introduce el episodio.
—Esta noche, vamos a hablar de amor, engaño y un poco de locura —dice Sonia, mientras agita el libro titulado «Estúpido Poeta» —. Nuestra invitada de hoy es una mujer que vivió una historia apasionada con un hombre mucho más joven. Rosanelda Moon, le damos la bienvenida al set con aplausos.
La cámara se desplaza hacia el borde del escenario, donde Rosanelda, con su vestido rojo y sus zapatos blancos, entra caminando con elegancia. Su cabello pelirrojo está peinado en ondas suaves. Aplaudida por el público, se sienta en el borde de la cama redonda que preside el set.
—Cuéntame qué pasó contigo, Rosanelda—dice Sonia con una sonrisa, como si hablara con una vieja amiga—. ¡Bienvenida al set!
—Bueno —comienza Rosanelda, acomodándose nerviosa—, no ha pasado mucho, al menos no recientemente. Ya he olvidado a Kyd, siempre supe que era un estafador.
El público murmura intrigado. Sonia arquea una ceja.
—¿Siempre lo supiste? Entonces, ¿por qué seguiste adelante?
—Al principio no lo vi así. Mi hija, Lavanda, que es policía, siempre me advirtió sobre él —Rosanelda suspira—. Pero yo estaba ciega, enamorada. Aunque viajé a Paraguay para conocerlo, no vi nada extraño. Sin embargo, una mujer estadounidense me contactó por redes sociales bastante tiempo después y me contó que él le decía lo mismo que a mí, que la amaba y quería casarse con ella. Ahí fue cuando decidí poner fin a todo.
Sonia asiente con la cabeza, manteniendo su expresión comprensiva.
—Debe haber sido devastador. Pero mencionaste que hay alguien más en tu vida ahora, ¿es así?
—Sí, conocí a Jaime, que es colega y amigo de mi hija Lavanda. Es un hombre maravilloso y es estadounidense.
El público aplaude ante la mención de Jaime, pero Sonia no quiere dejar pasar la oportunidad de profundizar en lo ocurrido con Kyd.
—Todavía quiero entender —dice Sonia—, ¿qué te atrajo tanto de Kyd? Me parece fascinante que, a pesar de la diferencia de edad, encontraste algo en él que te cautivó. ¿Qué fue?
—No lo sé —Rosanelda parece estar con melancolía—. Quizás fue su aire bohemio, su aparente interés por la poesía y el arte. Yo amo la pintura y el arte en general. Me pareció alguien muy especial. Pero, claro, todo era una ilusión.
El público murmura nuevamente, y alguien de la tribuna levanta la mano.
—¿Cómo te dejaste guiar por él? ¡Kyd tenía 23 años y tú 64! —pregunta una mujer con el micrófono en mano.
—Sí, había una gran diferencia de edad —admite ella—, pero al principio pensé que eso era lo de menos. Era emocionante, algo nuevo. Cuando viajé a Paraguay, todo parecía normal. No vi nada sospechoso, pero después... —hace una pausa, su voz quebrándose un poco—. Después me di cuenta de que tal vez sí estaba buscando la residencia americana o la visa K-1, aunque nunca me lo dijo directamente. Fue la otra mujer quien me abrió los ojos.
Sonia hojea el libro y lo sostiene en alto.
—Aquí en «Estúpido Poeta», cuentas que hiciste muchas cosas locas, ¿no tuviste cuidado? Se menciona en la novela que,
aparentemente Kyd hablaba con otra dama estadounidense. ¿Qué hay de verdad con esto?
Rosanelda sacude la cabeza, riéndose suavemente.
—Cuando una está enamorada, las cosas simplemente pasan. No piensas en las consecuencias.
De repente, el ambiente cambia cuando la puerta del set se abre lentamente. Un joven con chaqueta de jean, cabello rubio desordenado y zapatillas Converse entra caminando con seguridad. Es Kyd. Rosanelda se queda con la boca abierta y el público contiene la respiración.
—¡Bienvenido Kyd, al Talk show! —dice Sonia mientras lo examinaba al muchacho de arriba a bajo y aplaudía.
—Hola, Sonia. ¡Muchas gracias por invitarme a tu show! —dice el muchacho, saludando al público que está en las gradas.
—Toma asiento, aquí cerca de tu ex novia —indicó la rubia.
—Hola, bella Rosanelda —dice Kyd con una sonrisa—. Hace tanto tiempo que no nos vemos.
La pelirroja recupera el aliento y con un tono incrédulo, murmura:
—La producción no me dijo que ibas a venir, pero lo sospechaba. He visto los otros capítulos de este show y siempre aparece alguien no deseado.
El muchacho se sienta al borde de la cama, cruzando los brazos.
—Yo no soy alguien no deseado, Rosanelda. Soy alguien muy deseado.
—Entonces yo también soy deseada —le responde ella, irónica.
El público comienza a reír, pero rápidamente estalla en preguntas. Un micrófono es pasado entre los espectadores.
—¿Por qué peleas con Kyd, Rosanelda? —pregunta un hombre desde la tribuna—. ¿Qué es lo que ocultan? ¿acaso la llama del amor sigue encendida entre ustedes?
—Kyd es un idiota, le entregué demasiada atención —dijo la mujer con firmeza.
—Y vos sos una vieja loba —retrucó el muchacho.
—La verdad no sé por qué viniste al talk Show, seguramente sabías que iba a estar aquí. La entrevistada soy yo y no tú —dijo Rosanelda con malicia.
—Me parece que la fama se te subió la cabeza, querida amiga —dijo Kyd y luego chistó.
—Y tu eres un infame, nunca quisiste trabajar hasta que mi sobrina te consiguió un puesto en la fábrica de chacinados y si no fuera por ella aún serías un vagabundo tratando de contactar mujeres por internet para salvarse —dijo Rosanelda en un tono serio.
—Es cierto que tu sobrina Dolores me invitó a Argentina, porque había un puesto de trabajo en la fábrica de chacinados y le agradezco en el alma la oportunidad que me dió, porque me la dió de buena fe —dijo Kyd.
—Entonces tú viajaste desde Asunción hasta Buenos Aires para trabajar y no para tener una amistad con la sobrina argentina de Rosanelda, ¿cierto? —preguntó Sonia con un aire de preocupación.
—Así es querida Sonia, no hay dudas, ni malinterpretaciones. Yo fui para trabajar y aún estoy trabajando en esa fábrica —aclaró el joven.
—Me parece muy bien, que finalmente hayas encontrado un empleo formal, pena es que está en otro país —dijo Sonia, mientras hojeaba la novela.
—Yo quiero aclararle algo a Rosanelda, para tu información yo soy pintor y soy poeta y vendo a muy buen precio mis pinturas al óleo —dijo Kyd con la frente en alto.
Rosanelda pone los ojos en blanco y mira hacia la tribuna.
—¿Tú en realidad querías la residencia americana, Kyd? —pregunta Sonia—. ¿Buscabas la visa K-1?
Kyd sonríe mientras se inclina hacia el público.
—Escuchen, no estoy aquí para hablar de visas ni de engaños. Rosanelda y yo tuvimos una conexión especial. Eso es lo que cuenta.
—¡Especial! —exclama Rosanelda con un gesto exasperado—. ¿Llamas especial a prometerme un futuro mientras hablabas con otras mujeres detrás de mi espalda?
—Nunca te prometí nada que no pudiera cumplir —responde Kyd, encogiéndose de hombros—. Sabías desde el principio quién era yo.
Sonia, viendo que la tensión crece, decide intervenir.
—Parece que hay mucho por discutir aquí —dice, con una sonrisa diplomática—. Kyd, dijiste que Rosanelda sabía quién eras desde el principio, pero ¿te sientes culpable por lo que pasó entre ustedes dos?
—No me siento culpable. Las cosas se dieron así porque tenían que darse. Yo nunca la engañé realmente —responde Kyd, mirando a Rosanelda con desprecio.
—Pero sí lo hiciste, Kyd —le recrimina Rosanelda, sacudiendo la cabeza—. Mentiste. Jugaste con mis sentimientos y con los de otras mujeres. No puedo creer que estés aquí sentado actuando como si no fuera nada.
El público estalla en aplausos ante la respuesta de Rosanelda, apoyándola con fervor. Sonia, observando la dinámica, vuelve a intervenir.
—¿Por qué no admites que vos también me quisiste enamorar, eh? Qué ganas de hacerte la víctima, Rosanelda.
—...
—Gracias por hacerme quedar como una mujer impura. ¿Ya viste lo que hacés, Kyd?
—¿Te consideras una mujer impura, Rosanelda? —dijo Sonia.
—¿Sonia, en que cancha vas a jugar? —preguntó, Rosanelda asustada.
—¿Qué te pasa? —preguntó el muchacho siniestramente.
—Nada, no me pasa nada. Me pasa que viajé muchas horas en avión para esta entrevista exclusiva y tú estás acá —. Rosanelda se impacientó, ya no sabía que pensar.
—No te puedo creer. Respondele a Sonia...No es tan complicado, ¿no?
—Mirá, no soy impura —dijo la pelirroja casi sin voz.
—Rosanelda, en el libro dices que después de todo lo que pasó, has aprendido a perdonar. ¿Es verdad? ¿Lo perdonarías ahora que lo ves de nuevo, aquí, frente a ti?
Rosanelda mira a Kyd durante unos segundos, la tensión palpable en el aire.
—No sé si lo perdonaría —admite, finalmente—. Pero sí he aprendido a seguir adelante. No puedo seguir aferrada al pasado. Ahora tengo a Jaime, alguien que realmente me valora. No necesito aferrarme a lo que Kyd representaba.
Kyd levanta una ceja, aparentemente sorprendido por la firmeza de Rosanelda.
—Me alegro por ti, Rosanelda —dice Kyd con un tono más suave—. De verdad.
El público vuelve a aplaudir, esta vez más calmado, mientras Sonia se dirige a la audiencia.
—Yo quiero decirle a la audiencia que yo ví millones de señales luminosas indicando peligro, cuando conocí a Kyd por la web. Aún así, lo conocí en persona y disfruté cada minuto con él —dijo la pelirroja mirando al público en las gradas del estudio.
Kyd tenía el asombro torcido y dijo:
—Creo que estás presa del delirio, pensaste errado.
—Ahora no, ¿nunca terminarás de denigrarme? ¿No entiendes que tengo un nuevo hombre en mi vida? —dijo Rosanelda visiblemente molesta.
Sonia movió la cabeza en sentido negativo.
—¡Yo creo que aún se aman! —dijo una adolescente en el estudio.
—¿Ustedes sienten algo por el otro? —exclamó Sonia, mientras se acomodaba sobre un almohadón.
—Vamos, es obvio que te morís por ella —dijo una anciana del público.
—No, no, eso sería inútil —replicó Rosanelda—. Kyd tiene que hacer su vida.
Kyd bajó su mirada.
—Bueno, parece que hemos cerrado un capítulo más en esta historia tan interesante. Rosanelda, Kyd, gracias por estar aquí esta noche. Sin duda, ha sido una conversación reveladora.
La música suave empieza a sonar de fondo, señalando el final del programa. Sonia se levanta de la cama y se acerca a Rosanelda para darle un abrazo, seguida de un apretón de manos con Kyd. El público aplaude mientras las cámaras hacen un paneo final del set.
—Nos vemos en el próximo episodio de «A la cama con Sonia» —dice Sonia, sonriendo a la cámara—. ¡Buenas noches a todos!
La joven productora le dice a ambos que se tienen que quedar un rato más para que se filme el Backstage, que mientras tanto pueden comer lo que quieran, entonces Kyd le pide una pizza de ananá y le pregunta a Rosanelda si quiere compartirla con él.
—No es necesario. Yo le pedí al colaborador que me traiga un sándwich de atún y un café americano —respondió, mirándolo de reojo.
La productora llega con la comida y les indica donde está el set del Backstage donde se tienen que sentar. Kyd comienza a comer su pizza y parece muy nervioso ante la presencia de Rosanelda después de tantos años de no verla frente a frente.
—Ahora que te veo de nuevo, puedo percibir que estás más hermosa que nunca. Y esta vez lo digo de verdad —masculló Kyd.
—Muchas gracias por el cumplido, pero por si no lo sabías la cámara está encendida — la pelirroja le indica la luz roja de la cámara que está frente a ellos.
—Pues, yo soy soltero y no tengo nada que ocultar, no me importa si la audiencia ve que yo te estoy elogiando —dice Kyd, mientras abre su lata de gaseosa de cola.
—Yo creo que esa respuesta solo la podría dar un don Juan —dijo Rosanelda, mientras le guiñó un ojo.
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