Capítulo 9

Me quedé sentada en mi lugar reparando toda la conversación que había tenido con Caleb, al menos estaba segura de que no me odiaba, ya que me había pedido disculpas por el incidente en el estacionamiento. Sonreí tal vez pensaban que estaba loca, pero no podía evitarlo.

—¿Qué tal tu compañero? —Era Valentina que estaba junto a mí terminando de apuntar algo en su cuaderno.

—Ya sabes —contesté.

—Vaya suerte que tienes.

—¡Suerte!, estaba aterrada.

—O dirás que te aterra saber cómo se está empezando a meter bajo tu piel.1

—Basta, Val no me tortures más.

—Lo siento.

Valentina me dio un abrazo confortándome. Y la verdad estaba muy agradecida por eso.

—¿Y cómo quedaron? ¿Te dijo algo del problema que tuvieron?

—Se disculpó.

Valentina comenzó a dar unos saltitos de alegría al escuchar lo que le dije.

—¡En serio! Al menos sabemos que no es un idiota y patán.

—Bueno, no solo fue culpa suya.

—Si, pero se había portado muy mal contigo.

—Pero ya se solucionó todo, es más, vamos a trabajar juntos en este trabajo.

Valentina se encogió de hombros ante lo que dije.

—Para mí sigue siendo un desubicado. A pesar de haberse disculpado.

—Vamos... ¿Podríamos dejar de hablar de esto? ¿Si?

—Bien. Lo dejaré pasar por ahora.

Sonó el timbre y el profesor Logan Phibbs de Literatura se plantó al frente de la clase.

—Diez puntos extras al alumno que identifique correctamente la cita que escribiré en la pizarra.

Anunció, mientras se puso a escribir, todos nos inclinamos hacia adelante con los ojos entrecerrados para poder leer.
La cita decía: Todos los «no puedo» tienen el mismo origen: un fracaso no superado, una caída tras la que no se realizó otro intento, un error que se fijó como última experiencia.

Fácil, leí ese libro la vez pasada.

Miré alrededor, pero no había manos levantadas. Valentina procuró evitar el contacto visual con el profesor para que no la interrogaran. Dariana que normalmente solía tener la respuesta correcta estaba distraída garabateando en su cuaderno Dios sabía qué cosa. Alguien en el fondo del aula tosió y otra chica repiqueteaba sus uñas en el pupitre pero nadie respondía.

—¿Alguien lo sabe? —preguntó el profesor.
Se había desvivido en escribirlo y ninguno de sus alumnos de Literatura era capaz de reconocer un pasaje de un libro que tal vez lo había estudiado.

A la mierda. Levanté la mano ¿cómo era posible que nadie supiera?

—¿Señorita Owen? —dijo el profesor.

—Si, la cita es de Carlos Cuauhtémoc Sánchez ¿verdad?

—Sí, respuesta correcta —rio el profesor anotando mis diez puntos extras. Ya tenía diez puntos extras y era realmente maravilloso.

Valentina deslizó un trozo de papel sobre mi lado. Lo cogí y leí "En hora buena" ¿Adivina quién no ha venido hoy a clases hoy? La miré toda interrogante y comencé a mirar a toda la clase comprobando que no había nadie intentando perforar con la mirada así que le respondí con un dibujo de una cara sonriente.

Megan estaba ausente

Sonreí tanto que sentía que hoy sería un día precioso. Mientras el profesor se ponía a explicar un tema, sonó el timbre.

—He decidido que estudiaré Medicina, es más, tengo folletos para poder revisarlos, aunque no se a que universidad iré a postularme. —Me decía Valentina mientras salíamos del aula.

Me siguió mientras salía al pasillo como una flecha, me apresure a bajar las escaleras y me dirigí a mi taquilla, Valentina tenía que caminar más rápido para alcanzarme.

—Eh, ¿Te estás muriendo de hambre o que te pasa? —Se rio mientras buscaba la combinación de mi cabina.

—¡Hoy sirven espagueti! Eso, patatas fritas y al horno son los mejores platos de la semana.

—¿Qué? —Estaba distraída mirando el pasillo en busca de unos ojos azules.

—Lo que te decía sobre los folletos de las universidades todas son alucinantes ¿No deseas echarle un ojo para que veas que te parece?

Allí, Allí estaba Caleb junto a su taquilla. No veía a ninguno de sus amigos por ningún lado. Se estaba poniendo su chaqueta gris y cogía sus llaves, un sobresalto de emoción se disparó en mi estómago definitivamente estaba comportándome como una chica loca y obsesionada.

—Creo que hoy no comeré nada —me apresure a decir cogiendo mi suéter, mis llaves de mi casa y del auto nuevo.

Valentina quedó con la boca abierta con la sorpresa.

—¿Tu madre vendrá a recogerte? No me digas ¿Tienes coche nuevo?

—Eh, si, mamá nos compró uno, ahora Lucy me tiene de chofer por las próximas semanas.

—¿Y eso? —preguntó con el ceño fruncido.

—Es que está en el grupo de las animadoras y debo de llevarla a sus ensayos.

—Pobre de ti —se lamentó ella.— ¿Por qué no me lo dijiste?, podríamos ir a comer a Little Italy (comida italiana) justo hoy me quedé sin coche, ya que esta enfermito en el taller. Además Benjamín trabaja ahí y siempre que voy me hacen descuentos, la comida es buena, créeme, cogeré mi abrigo.

Miré en dirección donde estaba Caleb ya había empezado a salir del recinto. Y me gustaría salir al mismo tiempo que él, pero eso sería como si lo estuviera acosando.

—En realidad... Val, no tengo ganas de ir a ningún lado. —Dije esperando a que no se molestara.

—¡Oh! —se quejó. Me di cuenta de que no sabía si creerme o no.

—Prometo que iremos otro día —le dije cerrando mi taquilla y me volví hacia mi amiga evitando mirarla a los ojos. Mentía fatal y me sentía mal por decir eso. —Te veré después del colegio ¿sí? Tengo que irme.

Y casi salí corriendo hacia la puerta. Luego con paso firme salí al aparcamiento y me dieron ganas de seguir a un bugatti color blanco combinado con negro que estaba a una distancia razonablemente alejada. Debía admitir que me gustaba mucho ese carro no era el único que tenía, la semana pasada había venido con un Lamborghini rojo y no podía ya sorprenderte tanto, ya que al chico no le falta nada de nada. Así que en último momento decidí seguirlo.

Conduje hasta el Pearl's Deluxe Burgers un restaurante de comida rápida que estaba a dos cuadras del colegio. Estacionó su carro y se bajó. Sus amigos llegaron un minuto después en un auto BMW juntándose con Caleb en la puerta del restaurante. Él les asintió la cabeza y entraron al restaurante sonriendo. Me daban unas ganas locas de bajarme de mi Jeep, ir donde se encontraban y fingir que por casualidad nos estábamos encontrando. Pero rápidamente descarté esa idea y pasé directo rumbo a casa. Llegué a casa y mi madre estaba en la cocina. Por suerte hoy ella iba a recoger a Lucy era por ello que salí directo del colegio a casa.

—Hola, mamá ya llegué —dije sentándome junto al mármol de la cocina.

—Alina, cariño ¿Quieres un poco de té?

—Claro.

Me sirvió una taza de té de frambuesa y se sentó a mi lado serena como siempre, aunque un poco cansada y despeinada, lo cual era razonable, ya que había estado tomando una siesta.

—¿Azúcar? —me ofreció.

Negué con la cabeza.

—¿Estás bien?

Me encogí de hombros. Luego como de costumbre se lo conté todo. Empecé contándole que nos habían puesto de compañeros en Filosofía y que logré hablarle en clase. Le hablé sobre Megan, de mi brillante idea de seguirlo, que había querido entrar donde estaba él a la hora del almuerzo y de cómo me había salido el tiro por la culata.

—¿Lo Seguiste? —preguntó con su sonrisa tranquila cuando ya había acabado de hablar.

—Sí. Aunque fue una idea estúpida —suspiré y bebí un sorbo de té quemándome la lengua, tal vez me lo merecía. —Mírame ¿Qué clase de niña haría eso?

Mamá me dio un empujoncito en broma.

—¡Pero Alina! ¿Cómo puedes decir eso? —contestó— si eres una chica muy linda, aparte hay niña que no harían lo que hiciste tú hoy, pero te entiendo.

—Bueno...

—No te compadezcas tanto. Sabes que eres linda, deberías tener una actitud más positiva ¿No lo crees? Y debo pensar que no es el único chico, debe de haber un montón.

—¿Otros? ¿Un montón?

—Otros chicos.

—¿Qué?

—No puedes llorar o sufrir por un chico y menos cuando solo te gusta, muchas veces el gusto desaparece y ¿Después qué?

—¿Solo es un gusto? —Repetí lentamente.

—¡Vamos nena! Eres demasiado joven para estar pensando en el Amor, en mis tiempos era diferente a lo que es ahora.

—¿En los 80?

Mi madre me sirvió más té sonriendo y moviendo la cabeza.

—Hay que disfrutar la juventud, la vida. De qué sirve ser bonita si no sabes aprovechar eso. Yo había pasado por eso muchas veces.

Era difícil imaginarla como una niña, menos aún cuando los chicos no le hacían caso o viviendo la vida loca. Me hacía sentir un poco bien, pero solo un poco bien, saber que ella no era tan perfecta en su juventud.

—Bien, ¿Te sientes mucho mejor?

—Si mamá —dije echándome a reír.

A continuación nos agarró una risa histérica la cual hizo que mi hermana apareciera en la puerta de la cocina, mirándonos con odio y aburrimiento. Creía que aún estaba en el colegio.

—Perdona —dijo mamá riéndose todavía como una tonta— ¿Te hemos despertado?

—No. Hoy tengo ensayo.— Pasó junto nosotras arrastrando los pies caminando a la nevera cogiendo la caja de leche sirviéndose un vaso, se lo bebió en pequeños tragos dejando el vaso en la encimera mientras nosotras íbamos calmándonos.

—No pude evitarlo —susurré a mi madre.

—Oye, ¿Tú eres miembro de la familia Weasley?

—Esa es buena. Te felicito flaca —replicó.
Y volvimos a reírnos como un par de tontas.

—Ustedes dos tienen que pensar seriamente en reducir la cafeína. No te olvides Alina que en 15 minutos tienes que llevarme —dijo Lucy.

—Lo siento, pero no podré llevarte hoy.

—Y ¿Por qué no?

—Por qué mamá te llevará.

—¿Por qué no me dijeron más antes? Tú de floja no quieres llevarme, espero te dure mucho tu flojera.

—No te preocupes hermanita lo tendré en cuenta.

Subió las escaleras enfadada y nuestras risas finalmente se apagaron. Me sequé las lágrimas y me dolía el estómago de tanto reír.

—Eres increíble mamá.

—Ha sido un placer hablar y reír contigo —contestó. —Hacía mucho que no me reía tanto.

Se hizo el silencio.

—¿Cómo es él tal Caleb? —me preguntó a la ligera. —Se que es un niño mimado con complejo de héroe o como dicen, no hay nadie como yo. ¿Cómo es? Nunca me lo habías dicho.

Me ruborizo.

—¡Yo qué sé! —Me encogí de hombros incómodos —Es todo un misterio, pareciera que es mi trabajo en averiguarlo. Igual no sé cómo describirlo.

—Humm... —Dijo mamá— Bueno, pero descríbelo físicamente.

La miré y vi en su rostro la curiosidad que tenía por saber cómo era el chico que no me dejaba dormir por las noches.

—De acuerdo, él es alto, está algo bronceado por lo que entrena fútbol, es rubio y lo que más me encanta de él son sus ojos mamá —dije suspirando—. Son de un azul oscuro que parecen negros, turquesas, cambian depende de su estado de ánimo. También debo decir que huele muy bien, vi que hace dibujitos en los márgenes de su cuaderno cuando se aburre en clase. Pero... No lo conozco como quisiera.

Mi madre me miró fascinada o tal vez asustada ante lo que le dije no estaba segura.

—Se ve que es un chico muy atractivo —dijo. —Pero no solo debes fijarte en eso Alina, muchas veces la belleza engaña.

—Lo sé mamá, sé que no lo conozco bien, pero por ahí dicen que es una buena persona.

—Alina, escúchame —mi mamá se inclinó hacia adelante y me cogió las manos— los sentimientos son lo más importante. No olvides eso ¡Nunca!

—Lo tengo bien claro.

Mamá sonrió, pero su sonrisa no llegó a sus ojos, era raro eso viniendo de ella.

—¿Así que juega al fútbol?

—Sí... y juega muy bien, es más, hasta diría que es mi segundo jugador favorito.

—¿Segundo?

—Sabes que no cambiaría a Cristiano Ronaldo por nadie. Pero Caleb juega muy bien casi igual que CR7, aunque en diferentes posiciones.

—Me imagino.

Nos reímos de nuevo. De a poco ella se fue levantando dándome un abrazo y un beso en la frente yo la abracé también en respuesta, me encantaba hablar con mi madre que me escuchaba y me daba sus consejos que me servían de mucho. Luego de eso mamá se fue a alistar para llevar a Lucy a sus ensayos, que manera de molestar en fin, Y yo bueno, me dirigí a mi habitación a tratar de despejar mi mente de todo lo relacionado con mi Dios Griego.


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