Capitulo 19

Tanto pensar, pensar me había quedado dormida que no sentí cuando mi hermana se había ido a la escuela, para cuando desperté mi estómago rugía de hambre después de mucho tiempo. Así que me levanté de la cama dirigiéndome a la cocina con la intensión de hacerme algo para comer pero no sabía que, opté por hacerme un batido, fui a la nevera sacando frutas, la leche y me dirigí a la alacena a por la avena para agregar a mi batido fingiendo que era como todas las mañanas cuando me despertaba al cien por ciento, todo estaba bien por el momento, me sentía tranquila ya no estaba tan enferma pero siempre tenía un nudo de que pudiera agarrarme otro ataque pero no había mucho que hacer al respecto.

Así que mientras bebía dos tragos de mi batido decidí volver a mi habitación dejando mi vaso en la mesita de noche, luego levanté las cortinas hacía un lado, una repentina ola de tos me asaltó y tuve que parar para poder respirar con lentitud hasta que se me pasara y volviera a respirar con normalidad, fui a mi armario que estaba un poco desordenado ¡Qué digo, estaba recontra desordenado! Así que busqué una sudadera para abrigarme un poco, por suerte Valentina no se encontraba en estos momentos aquí sino ya me estuviera diciendo que aún estando en casa tenía que vestirme para impresionar, de esa manera nunca sabias cuando el amor de tu vida llegaría a tocar tu puerta. Valentina, ¡Rayos! había olvidado en avisarle que había enfermado, no fui capas de mandarle ni un solo mensaje explicándole nada, tampoco se me había ocurrió agarrar mi celular después de llamar a mi madre más temprano, cuando baje de nuevo a la cocina no quise ponerme la sudadera porque todavía tenia fiebre y no tenía ganas de sudar.

Volví a llenar mi vaso de batido porque estaba hambrienta y sabía delicioso aunque mi estómago no decía lo mismo, decidí guardar el resto del batido en la nevera porque ya no me apetecía consumir, aparte no quería correr el riesgo de vomitarlo todo. Me dirigí de nuevo a mi habitación para poder tratar de dormir un poco aunque lo dudaba, también para  mandarle a Valentina un mensaje diciéndole que estaba bien y que no se preocupara pero primero decidí echarme y envolverme bien en las mantas para evitar que entrase frío, cuando estaba por encender el televisor escuché la música de BTS "Boy With Luv" apenas llegué a mi celular y contesté sin ver quién era la persona que llamaba.

—¿Hola? —Dije inclinándome un poco en la cama y sintiéndome repentinamente agotada.

—¡Oye Fiera Salvaje! ¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué me dejaste plantado?

Esa voz al otro lado de la línea hizo que me sentara de golpe en la cama ¿Por qué demonios no me había fijado primero antes de contestar?

—¿Caleb? ¡Qué demonios quieres? —Dije mientras comencé a toser un poco.

—¿Estas bien? Suenas… rara.

Caleb,  había olvidado que era un idiota pero uno muy hermoso.

—Creo que tengo gripe —gemí sintiéndome mal, no estaba de humor para aguantarlo— ¿Qué quieres ahora? Probablemente es lo mejor que no haya ido y deberías estar alejado de mí, no deseo que mueras por mi culpa. 

—No te había dicho ya ¿Qué soy inmune a cualquier cosa? Además es solo gripe.

—Caleb —dije su nombre un poco bruscamente solo para que dejara de hacerse la burla o dejara de hablar tonterías.

—¡Alina! Lo siento… solo llamaba para saber si te encontrabas bien o si necesitas algo, suenas muy débil.

Podía sentir la frustración en su voz mientras me respondía.

—Estoy bien, solo no me siento al cien por ciento eso es todo nada de que preocuparse.
Normalmente no me sentía cómoda diciéndole a alguien  lo que me pasaba o sobre mi enfermedad, no conocía a Caleb como para tenerle confianza y contarle mis cosas.

—¿La gripe? ¿Has visto al médico? Porque…
—Caleb, te dije que estoy bien.

Suspiró.

—Esta bien, solo por hoy te dejaré descansar.

Por un momento había considerado sus palabras de descansar un poco y olvidarme de todo en especial del ataque y el vómito pero era imposible.

—Gracias, aunque por mi culpa estamos postergando de avanzar el proyecto.

—Bien, bien, bien fue culpa mía también. No te preocupes mi Fiera Salvaje tú ve a la cama que yo iré para apapacharte, abrazarte y así puedas sentirte mejor.

Me estremecí al escuchar su sugerencia y mi cuerpo se anticipó por imaginarme a él junto a mí echado en mi cama abrazándome, haciéndome otras cosas que ni quería nombrar, ¿En que estaba pensando ahora? Para eso no estaba enferma por suerte él no podía verme lo ruborizada que estaba.

—Estoy realmente enferma —le recordé aunque por dentro si quería que viniera de todas forma, porque me sentía grosera y quería que me dijera que era increíble, que me necesitaba— y creo que en estos momentos soy contagiosa.

—Pfff… ¿Contagiosa? ¿Qué me haría un pequeño resfriado? Nada, soy el Gran Caleb —dijo haciéndome reír por su respuesta— salgo del colegio en diez minutos, espérame Alina.

—Oh, no, no, no es necesario a que vengas.

—Nos vemos pronto mi Fiera Salvaje —contestó y colgó dejándome con la palabra en la boca.

Rayos que pasaba con este chico dejándome con la palabra en la boca ¿Qué debía hacer? Nada, definitivamente era imposible a que pudiera venir ya que no lo dejarían salir del colegio ¿Oh sí? No, claro que no. Habían pasado media hora desde que había hablado con él idiota de mi compañero cuando llamaron a la puerta ¿Seria él? No, claro que no. Después de pensarlo mejor decidí bajar a atender a la persona que se le ocurría molestar. Cuando abrí la puerta Oh, oh, oh casi me caí para atrás ya que  mi Dios Griego estaba parado en mi puerta como lo había prometido, sosteniendo un chai que parecía que aún estaba humeante y un cuenco de comida para llevar probablemente sopa de pollo o no sé.

—¡¡Hola! Fiera Salvaje —dijo Caleb sonriéndome.

Me había quedado helada, estaba increíblemente… hermoso, con el cabello todo desaliñado, vestido de Jean rotos en las rodillas negro y una chaqueta verde. Le fruncí el ceño… Odiaba que me llamara así.

—¿Qué quieres? Y ¿Qué demonios haces aquí?

—Que amabilidad de tu parte darme una gran bienvenida —respondió.

—Que amabilidad de tu parte aparecerte sin ser invitado.

—Vine a ver como estabas ¿No me dejaras pasar?

Puse una mano en mis caderas y lo miré fijamente con el ceño fruncido.

—No —respondí intentando cerrar la puerta pero era inútil ya que Caleb había puesto su pie para evitar que yo cerrase la puerta.

—Vamos Nina... De paso podríamos avanzar algo del proyecto.

—¿Desde cuando te interesa el proyecto?

—Desde que eres mí compañera de proyecto así qué…

—Pareces un Hombre Neandertal.

—¿Qué?

—Olvídalo y vete a casa Caleb,  viste que estoy bien, no necesito nada —le dije dándome cuenta que él estaba mirándome con tanta intensidad que temía que se diera cuenta que en realidad no deseaba que se fuera y mi cuerpo empezaba a temblar anticipando el deseo que sentía hacía él.

Le devolví la mirada, si quería podía seguirle el juego, su expresión no mostraba nada, al mirarlo me di cuenta que tenía una cicatriz en la ceja derecha ¿Había peleado con alguien? El contorno de su chaqueta delineaba unos músculos que únicamente se podía conseguir a base de trabajo, entrenamiento o ejercicios, cuando mi mirada llegó a sus ojos él tiempo se detuvo, estaba atravesándome con esos ojos Azules, tenía la sensación que podía ver mi verdaderos sentimientos, a la verdadera Alina.

—¿Qué tengo que hacer para que salgas conmigo? —preguntó.

¿Qué? ¿Estaba hablando enserio? Definitivamente estaba soñando.

—No hablas enserio ¿Verdad? —Respondí.

—¿Te parece que estoy bromeando? —recalcó entrando de todas maneras a mi casa sin ser invitando y aprovechando que me había quedado atónica con su pregunta por unos segundos. — Te traje algo para que bebas y comas y ¿Tú me echas así de tú casa?

—Estoy enferma ¿Sabes qué? Por mí puedes contagiarte —dije cerrando la puerta detrás de los dos. Se volvió y me miró levantando la ceja.

—¿Enserio? —preguntó.

Lo miré con cara de pocos amigos.

—¿Ahora qué? ¿Tengo algo en la cara?

Sacudiendo la cabeza sonrió un poco.

—Nada. Solo quería saber cómo es posible que puedas estar más enferma que un perro y parecer que saliste de una sesión de fotos de modelaje. Dios mío, te ves increíble toda despeinada y con ese pijama. Me encanta.

Lo miré con la boca abierta ¿Estaba burlándose de mí?  Pero a la vez me causaba gracia al decirme que estaba increíble cuando en realidad no era así, estaba echa un desastre le di un puñetazo en él hombro.

—Eres un idiota, sabes que me veo como el infierno y tú burlándote de mí.

Me lanzó una mirada divertida como si hubiera herido sus sentimientos pero luego comenzó a entrar al recibidor, luego hacía la cocina ¡Pero que Demonios! Dejando la sopa y el té en la encimera se volvió para mirarme de nuevo su expresión había cambiado o era imaginación mía.

—El proyecto estará allí, tú no —dijo calmadamente— deberíamos hacer otra cosa ¿no crees?

Mientras tomaba el té en un largo sorbo lo miré sorprendida y agradecida de no volver a enfermar.

—Esto es, como lo mejor que he probado nunca.

Me sonrió casi con ternura pero rápidamente se volvió en una sonrisa.

—El cielo es una taza ¿verdad?

—¿Hacemos la tarea?

Suspiró y asintió.

—¿Por qué crees que estoy aquí? —dijo pareciendo algo decepcionado lo que era extraño para mí ¿Por qué alguien querría pasar el día con una persona enferma? Cuando tenía que hacer cosas mucho mas divertidas.

—¿Qué te pasó en la ceja? —Pregunté.

—Choqué con un compañero en el entrenamiento.

—¿Chocaste? ¿A golpes? Estas de coña ¿Verdad?

—No. Pero al haber saltado por ganar el balón choque con su codo y de ahí el corte, en la enfermería me pusieron grampa aunque no lo necesitaba —explicó.

Salí de la cocina rumbo al living, no creía su cuento de todas maneras no era problema o asunto mío.

—¿Así que te peléate con el balón?

—No has respondido a mi pregunta —dijo contestándome con otra pregunta— ¿Qué tengo que hacer para que salgas conmigo?

—Nada, no tienes que hacer nada, porque no voy a salir contigo.

—Apuesto que sí deseas una aventurita conmigo.

—Como si eso fuera a ocurrir.

—Tú te lo pierdes todo esto, atrevido suena, pero sé que te encanta, a mi no me engañas con tú cara de santa —dijo antes de sentarse en el sofá estirando sus largas piernas frente a mí y sacando su computadora mas los libros en la mesita. Mirándome con esos ojos azules con tanta intensidad que juraría que podía hipnotizarme con ellos. — ¿Estas preparada? —Preguntó.

Por unos segundos me había quedado observando esos ojos azules y mirando aquella boca roja preguntándome ¿Qué se sentiría al besarlos? Bajé la mirada hasta sus labios preguntándome nuevamente ¿Cómo serían sus labios suaves o duros? ¿Besaría con dulzura, avidez y seguridad como reflejaba con su personalidad? Y ¿esa pequeña frase lo había sacado de una canción?

   —¿Para qué? —Susurré a medida que me sentaba más erguida.

—Para el proyecto —comentó— de Filosofía ¿Recuerdas?

Negué con la cabeza, intentando apartar todos esos ridículos pensamientos de mi mente, necesitaba mas hora de sueño para despejar todo lo que me estaba pasando en las últimas horas.

—Sí, Filosofía —dije levantándome de golpe del sofá.

—¿Alina?

—Vuelvo en un minuto, voy por mis cosas —respondí estando de ida a mi habitación toda avergonzada como para seguir ahí, necesitaba espacio. Llegando a mi habitación agarré mi computadora, mis libros y mi inhalador metiéndolo a mi bolsillo por cualquier emergencia y bajé donde estaba mi Dios Griego.

—Ya volví, lo siento ¿Paso algo?

—Pasa que estabas mirándome como si quisieras besarme.

Solté una carcajada disimulando que sí tenia razón respeto al besarlo.

—Sí, claro —me burlé con sarcasmo.

—Nadie esta mirándonos, así que si quieres puedes hacer realidad tu fantasía —dijo sonriéndome con esa sonrisa suya que me elevaba al cielo— es más, no quiero alabarme pero soy todo un profesional.

—Caleb, no eres mi tipo —dije rápidamente para que dejara de mirarme como si  estuviera planeando hacer cosas de las que solo había oído hablar o leído.

—¿Te gustan solo los tipos como Santander?

—¡Déjalo ya! —respondí entre dientes con la respiración agitada solo esperaba que no me diese un ataque por culpa suya.

—¿Qué? —Insistió poniéndose muy serio— es verdad ¿No?

No lo escuché, decidí mejor prender mi computadora y abrir mis libros para guiarnos, mirándolo le sonreí falsamente.

—Él otro día saque algo acerca de la investigación de la Filosofía y su clasificación y...

—Te equivocas —me corrigió Caleb.

Levanté la cabeza de golpe mirándolo confundida.

—¿Cómo dices?

—Qué te equivocas —repitió cruzándose de brazos.

—No lo creo.

—¿Crees que nunca te equivocas? ¿Verdad Fiera Salvaje? —Lo dijo como si fuera una cabeza hueca, estúpida lo que hacía que me enfureciera y sacarme de mis casillas.

—Claro que no —dije alzando un poco la voz— veraz, la semana pasada fui a comprarme una blusa eligiendo el color rojo, cuando debería haber elegido una verde o marrón. También cuando compré un labial color Mora Sunset en vez de haber elegido el Nude que iba mejor con el color de mi piel. No hace falta decirte que la compra fue todo un desastre.

—Te creo —confesó.

—¿Y tú nunca te has equivocado? —Pregunté.

—Por supuesto —admitió— ayer por ejemplo, cuando le di un mal pase a un compañero, no pude meter ni un gol y aparte de todo pateé por accidente a otro, pasa… nadie es perfecto somos humano cariño.

Idiota entendía la ironía. Me había devuelto con el doble de sarcasmo, lo que hacia que me diera cuenta de que a veces éramos muy parecidos. Así que me puse la mano en el pecho y fingiendo ahogar un grito decidí seguir su juego.

—Qué lastima, así que los dos nos equivocamos. Caleb levantó la barbilla declarando.

—Pues ahora no me equivoqué a diferencia de ti, yo sí que pongo atención las clases —dijo todo engreído— te apuesto que si yo tengo razón tú me das un beso.

¿Un beso? ¿Qué estaba pasando? No entendía nada, tenia que estar soñando y sin duda moriría feliz.

—¿Y sí yo la tengo?

—Tú eliges.

Era un idiota con su ego llegando al infinito, pero no sabía que estaba a punto de recibir una cucharada de su propia medicina y estaba tan emocionada de verlo caer a mis pies por ser un completo idiota o ¿Era yo la idiota?

—Si gano obedecerás todo lo que te diga hasta cuando yo lo desee  —dije tratando de ocultar mi emoción— y empezarás poniendo el cien por ciento de ti en el proyecto, así como lo pones en tus entrenamientos, no me molestaras, me respetaras y no quiero comentarios fuera de lugar cuando esté yo presente, si aceptas esos términos sería genial.

—Trato hecho y no quiero que te eches atrás cuando gane.

—Caleb, estuve investigando estos días y se que temas teníamos que averiguar, a propósito, utilicé el libro como ayuda también  —admití mientras miraba mis notas y el papelito que nos había dado la maestra.

—Sin mirar ¿Cuál era el tema? —preguntó.
Parecía que a Caleb se le daba bien los retos pero esta vez se había topado con alguien igual y esta vez yo ganaría, soñaba despierta que de hoy en adelante haría cualquier cosa que yo deseara o quisiera.

—Filósofos importantes de la Historia y su forma de pensamiento —respondió con tanta confianza.

—Claro que no.

—Lee bien tus notas.

Leí el papelito que nos había dado la maestra ya toda nerviosa. Mierda no podía haberme equivocado lo había estado investigando, genial ¿Todo había sido una perdida de tiempo lo que hice el otro día? ¡Demonio! Que tonta que era. Eso ¿Quería decir que había perdido?

—Vaya es cierto —susurré mirándole asombrada—. Me equivoqué, tenías razón pero…

—¿Vas a besarme ahora o antes de que me este yendo a casa?

¡Mierda! Esto tenía que ser rápido.

—Ahora mismo —respondí dejándolo atónico y que me mirara sorprendido e inmóvil. Era yo quién tenía el control aquí así que debía de aprovechar este momento.

—¿Enserio?

—Si ¿Tienes miedo? —Dije levantándome del sofá y acercándome poco a poco a él.

Llegando tomé su mano haciendo que se pusiera de pies, él era alto y tenía que levantar la mirada para poder observarlo, nunca pensé que tocaría su piel cálida y se sentía agradable por la intimidad que nos ofrecía mi casa. Rayos, ahora tendría que ponerme de puntillas para llegar a mi destino, él se quedó sin respiración cuando me acerqué unos pasos más y me inclinaba tratando de recordar este momento detalladamente, pero era imposible porque sentía sus dedos alrededor de mis manos apretándome y jugando con ellos, teniendo tantas ganas de quedarme así por siempre o por lo menos 90 Minutos, me recordaba que era yo quien tenía el control ya que podía sentirlo que se estaba conteniendo o talvez estaba esperando a que yo diera el primer paso y se lo agradecía mentalmente.

Así que puse su mano en mi mejilla para que pudiera cubrirme la cara ¡Mierda! Mi cuerpo empezaba a temblar de deseo, pasión, recordándome que lo tenía frente a mí todo completito y tocándome. Espera ¿Fue eso un gemido? ¿Soltó un gemido? Quería reírme por haber provocado eso, pero no era el momento ya que lo arruinaría, nos quedamos inmóviles cuando nuestros ojos se encontraron, entonces me acerqué poniendo las manos en sus hombros y poniéndome de puntillas e inclinándome hacia adelante dándole el beso en su... Pecho desnudo donde  tenía la abertura su chaqueta.

—Ahí tienes tu beso —señalé retrocediendo y dando fin a la apuesta que teníamos. Estaba contenta porque había vencido a Caleb Hamilton y a su gran ego.

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Hola como están? Espero que bien.
Aquí estoy subiendo un nuevo capitulo espero que les guste. Y nada agradecerles de todo corazón de seguir leyendo la historia, gracias a todos.
Otra cosita es que voy a actualizar todos los Miércoles ya que no tengo tiempito para actualizar mas seguido. Espero me entienda y nada sigan disfrutando la historia de Alina y Caled.

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