Capítulo 5: Sigue intentándolo
Nada parece funcionar. Da igual las cosas que intenten, no consiguen nada para que Atria vuelva a tener memoria. El cuaderno funciona, claro, pero no es algo práctico porque en apenas un mes ha crecido mucho con todos los datos nuevos que va apuntando y está casi lleno. Tarda tanto en leerlo cuando desayuna que las tostadas se le quedan frías y al zumo de naranja pierde las vitaminas. O al menos eso es lo que siempre dice Molly.
Así que George aparta un poco la búsqueda de Fred —total, en cuanto recupere a Atria va a ser cuestión de días encontrarle porque ella lo hará rápidamente— y se centra en ayudar a Madame Pomfrey.
No avanzan mucho en los primeros días, solo en que Atria empeore básicamente y que cada vez duerma más, pero tampoco es que pueda hacer nada en ese estado, claro.
Había llegado una carta para ella, tan solo unos días atrás, en la que informaban de que la temporada de Quidditch comenzaría en octubre y los entrenamientos de las Arpías en septiembre. Y George sabía perfectamente las ganas que tenía Atria de jugar con las Arpías de Holyhead, así que ya tenía un segundo motivo para encontrar algo parecido a una cura. O, al menos, algo que dejase que Atria volviera a tener algo de independencia.
Las pegatinas hacían su trabajo y no había que decirle los nombres todos los días y el cuaderno la ayudaba con su historia, por lo que tampoco tenían que contarla. Había días mejores en los que Atria parecía que iba a poder aguantar sus memorias al día siguiente —nunca pasaba— y días malos donde le costaba hasta recordar lo que había leído. Y luego estaban los días malísimos, en los que, en el momento en el que desaparecías de su vista, te olvidaba por completo.
Pero bueno, en algún momento encontrarían algo, ¿no? Tenían que hacerlo, al menos intentarlo, así que George seguía yendo todos los días a Hogwarts con Atria y ella probaba todas las pociones que se les ocurrían a algo.
— ¿Qué escala le das al día de hoy? —le pregunta un jueves por la tarde, justo dos días antes de que comience el nuevo curso en Hogwarts.
— Bueno, estoy jugando con un escarabajo y los experimentos de hoy todavía no han acabado conmigo, así que creo que le doy un ocho —responde la chica y le enseña el escarabajo que ha cogido de la ventana—. Me asombra que se deje coger, pero no me voy a quejar.
— Pues si es un ocho podemos dejarlo por hoy, no queremos que esa nota baje.
Madame Pomfrey siempre se preocupa de más por Atria. Al menos esa es la sensación que tiene George. No necesita que la protejan tanto, Atria es fuerte y puede aguantar lo que le lancen, así que porque esté unas semanas sufriendo un poco no le va a pasar nada porque luego tendrá toda una vida para ser feliz. En cuanto encuentren a Fred todo saldrá bien para ellos y él estará bien. ¿Por qué tiene que ser todo tan complicado?
— ¿No podemos probar una más? Quizá esa es la definitiva y me vuelve a funcionar la cabeza.
Atria no es tonta y ha visto la mirada de George. Una que le pide que siga intentándolo un poco más. Y ella va a hacer caso a esa mirada porque su cuaderno dice que George es su mejor amigo y el concepto de mejor amigo es algo que no se ha borrado de la mente de Atria.
— Has probado ya seis —le dice Madame Pomfrey y Atria sonríe.
— Claro, y esa será la siete, ¿no es el siete el número mágico de la suerte? —y les guiña un ojo antes de beberse el nuevo vial.
No funciona. De hecho George diría que lo empeora todo porque cuando Atria vuelve a abrir los ojos tiene un gran dolor de cabeza e incluso le sangra la nariz y ya no queda rastro de ese ocho, solo de un cero. Genial. Y, para colmo, le ha dado por hablar en galés durante la cena, así que ella se está riendo sola mientras que los demás no entienden una mierda. No piensa admitir que se lo está pasando bien porque no merece pasarlo bien hasta que no consiga arreglar todo.
— Venga, George, no te enfades, solo era una broma—le dice mientras que se encargan de recoger la cena. Era algo que habían implantado, menos magia y más trabajos manuales para tener una distracción—. Lo del galés, no lo del dolor de cabeza, me sigue doliendo a pesar de lo que me ha dado Madame Pomfrey.
— No estoy para bromas, Atria..
— ¿Y qué tengo que hacer para que estés para bromas? ¿Nadie de los que hay en la casa merece una?
George intenta contenerse, pero el nombre de Percy sale directamente de sus labios y a Atria le entra la risa.
— Don estirado, sí, me cuadra, ¿por qué no le haces venir? Podemos llenarle la comida de laxante y luego quitarle el papel de baño. Le dejaremos la bañera y el agua caliente para que pueda... bueno ya sabes —Atria no lo dice, pero quiere decir limpiarse y a George se le va a salir el corazón por la boca— y entonces cuando esté en la ducha le cortamos el agua caliente. ¿Qué me dices? ¿Tienes humor para esa broma a Percy?
George asiente, como no lo va a hacer. Esa broma era algo que definitivamente hubiera hecho si todo hubiera acabado bien. Se lo dijo a Percy cuando volvió, que le gastaría una broma y no lo dijo en voz alta, pero George estaba convencido de que planeaba, como mínimo, envenenarle. Que luego le salvaría y probablemente debería decirle que eso no entraba en la categoría de broma, pero vamos Fred y él habían hecho algunas realmente pesadas, así que por una más... Fred lamentaría haberse perdido esa, pero no importaba, ya la repetirían. Y sería aún más divertido porque Percy ya sabría que le esperaría, así que a Fred se le ocurriría algo y...
— Oye, ¿me estás escuchando? —Atria le saca de sus pensamientos y George se queda mirándola y ella vuelve a repetir lo que sea que esté diciendo mientras que se mueve por la cocina.
Está guardando una cacerola. Ella sola. Sin que nadie le diga donde va. Y los platos, y los vasos e incluso los cubiertos. Es capaz de ir a la despensa y encontrar el cepillo sin problemas.
— ¡Tu memoria!
— ¿Qué?
— ¡Estás recordando! ¡Oh, joder, estás recordando cosas!
El alboroto que montan los dos en la cocina llama, claramente la atención de toda la casa, que llegan casi corriendo a ver por qué están gritando. Normalmente cuando alguno de los dos grita suelen ser malas noticias, pero hoy son buenas y se los encuentran con George cogiendo a Atria y haciendola girar mientras ella chilla.
— ¡Sé dónde están las cosas, chupaos esa! —les grita a todos y empieza a saltar por la cocina cuando vuelve al suelo.
Ahí es cuando llega lo divertido. Nadie le había dicho a Atria que era una animaga porque, sinceramente, lo habían olvidado. Y ella llevaba sin transformarse desde la batalla. Así que, cuando en uno de los saltos, vuelve a chillar de felicidad, nadie tiene muy claro por qué de repente se convierte en una loba que empieza a correr como loca por toda la cocina, pasando entre las piernas de todos y tirándoles al suelo sin piedad. George es el primero en caer y Ron se ríe, pero la risa le dura poco porque el siguiente es él y, en un intento de no caer, se intenta sujetar a Hermione. Lo hubieran salvado de no ser porque Atria ayuda y entonces Hermione se asusta y se cae con Ron. Luego cae Harry, que arrastra a Charlie y este a Ginny y luego cae Arthur y, finalmente Molly.
Así que pronto están siendo todos pisoteados por una loba que no se está quieta y, nadie entiende como, Ginny consigue inmovilizar cuando se tira encima de ella y la aplasta.
— ¡Cálmate, por lo que más quieras! —le grita y Atria no deja de lloriquear—. Que sigues siendo tú, si no te tranquilizas no vas a poder volver a tener dos piernas.
Pero es más complicado de lo que parece porque Atria no se quiere tranquilizar —está asustada, ¿vale? La gente normal no se transforma en lobo solo porque está saltando— y ninguno de ellos tiene conocimientos sobre cómo funcionan los animagos.
— Pues que se vaya a dormir así, ¿dónde está el problema? Mañana se habrá olvidado de todo y será ella de nuevo, ¿no? —dice Ron y, como no tienen nada mejor que probar, lo intentan.
Lo peor es que funciona. Lo mejor es que Atria sí que recuerda el día anterior y se lo hace saber a George cuando se despierta de una forma realmente original. Aúlla. Y luego se ríe en la cama hasta que le duele el estómago y George no deja de darle golpes con la almohada lo cual lo hace todavía más divertido.
— Pues parece que tu memoria vuelve a estar funcionando —dice Madame Pomfrey, sonriendo, cuando llegan después del desayuno con las buenas noticias.
Pero las buenas noticias solo duran hasta el día siguiente porque Atria vuelve a levantarse con todo olvidado y George solo puede maldecir mil y una veces. No ha funcionado, no es permanente y justamente la poción que funcionó es la que mezclaron en el último momento con los ingredientes que sobraban. Y seguían con la escasez de ingredientes de pociones, a pesar de que todo estaba empezando a mejorar. Había muerto demasiada gente durante la guerra como para que todo se solucionara tan rápido.
— En cuanto los tenga a finales de mes prepararé suficiente poción como para que no vuelva a olvidar, pero ahora solo nos queda volver a lo que ya teníamos —dice Madame Pomfrey y George suspira.
Sí, ya tienen algo, pero vuelven a estar igual, joder, vuelven a estar igual y casi era mejor no haber encontrado nada porque Atria por lo menos no habría tenido la solución delante.
— ¿No podemos ir buscando algo para hacer que recupere por completo la memoria? —George insiste en ello, pero Madame Pomfrey niega.
— Poco a poco, primero tenemos que ver si eso no la afecta.
George no quiere ser paciente, la verdad es que no. Quiere probar las cosas ya y que funcionen de inmediato. Quiere tener a Atria de vuelta para tener a Fred de vuelta cuanto antes y por eso no espera y sigue probando a escondidas de Madame Pomfrey. Cuando llega el cumpleaños de Atria tiene ya listas tantas pociones que está deseando que se vayan todos de nuevo a Hogwarts para empezar a probarlas. Porque Madame Pomfrey se había dado cuenta de que George quería seguir experimentando y había avisado a Harry, así que Atria ya no estaba sola nunca porque su hermano era su guardaespaldas particular.
Todos los días le repetía las reglas del quidditch y practicaba con ella. A los partidos se solían unir Ron y Ginny y entre los cuatro jugaban durante horas. Era sorprendente ver como Atria no había perdido ninguna habilidad jugando al quidditch, como recordaba perfectamente todo y, con cada día, iba mejorando cada vez más. Quizá sí que podría jugar en las Arpías, incluso en ese estado.
Pero, volviendo a George y sus intentos de recuperar a Atria, Harry se iba a ir a Hogwarts pronto, Charlie volvería a Rumanía y solo tendrían que esquivar a Molly, algo que últimamente no era muy complicado. Así que podría probar todas las pociones que quisiera.
Solo le queda aguantar ese día —todos parece que aguantan las ganas de llorar ese día, probablemente porque Fred no está al lado de Atria cuando ella sopla las diecinueve velas, pero que se pierda un cumpleaños es lo de menos cuando va a estar el resto, lo estará— y el siguiente y podrá empezar a probar.
El uno de septiembre llega y con eso la despedida hasta las Navidades de Ron, Ginny, Harry y Hermione, que van a terminar su último año en el colegio. Todos ellos. Tanto Ron como Harry habían recibido cartas que les admitían en los autores, pero ambos las rechazaron, igual que Hermione rechazó entrar en el Ministerio como asistente junior de Kingsley. No, se iban a ganar sus puestos, todos ellos, fuera en el Ministerio, en la oficina de autores o en el mismísimo Hogwarts. Así que todos van a la estación y se despiden de ellos.
Es la primera vez que Atria está cerca de otros magos que la pueden reconocer y ella a ellos no y que no saben que ha pasado, así que Molly está realmente nerviosa por si le pasa algo. Y lo máximo que pasa es que Neville la asusta con un abrazo y Luna se pone a hablar con ella como si no hubiera pasado nada. La señora Longbottom está tentada de darle con el bolso cuando Atria la contesta de forma descarada y entonces Molly aprovecha para explicarle lo que ha pasado entre susurros mientras que Atria entra al tren para cotillear y George tiene que sacarla de allí casi a rastras.
— ¡Yo también quiero ir!
— Tú ya estuviste allí siete años, tira a La Madriguera de una vez y vuela un rato o algo así.
Sí, mejor que vuele un rato. Puede esperar un día más para no levantar las sospechas de su padre, que no ha apartado la mirada de él en todo el desayuno y George juraría que ha cambiado el zumo de Atria cuando se ha dado la vuelta. Seguramente Harry le haya dicho que le vigile. En fin, puede esperar un día más, no importa. Aprovechará el día para seguir intentando encontrar a Fred. Es lo que importa.
— ¿Lleváis todo? ¿Los libros, las túnicas, las varitas?
Molly parece realmente preocupada por los cuatro, aunque no es para menos porque la última vez que alguno de sus hijos estuvo en Hogwarts uno murió. Así que sí, Molly Weasey está preocupada por sus hijos y va a seguir preocupada por ellos aunque tengan casi veintiocho años y estén casados.
— Si nos dejamos algo nos lo mandas, mamá —le contesta Ginny y George nota como le mira—. ¿Quieres que le digamos algo?
— No.
No va a repetirlo más. Cuando vuelva con Fred lo verán, sabrán que tenía razón. Se lo restregará en la cara.
Ginny suspira y mira a su madre, que ella sí que asiente y le empieza a decir cosas. George no quiere escuchar, así que aprovecha y va con Atria, que sigue mirando el tren como si quisiera subirse. Probablemente como se despisten intente subir.
— ¿Te vienes a volar conmigo?
— Tengo cosas que hacer.
— Ah, pues voy contigo, yo no tengo nada que hacer.
— No puedes venir conmigo.
— Estaré callada, no molestaré y te puedo ayudar, eso seguro.
Por un momento lo piensa. Quizá sigue ahí la habilidad de crear hechizos. Total, Atria nunca ha sabido muy bien qué hacía cuando los creaba, ¿qué diferencia puede haber ahora? Ninguna, seguramente, así que acepta y la lleva al apartamento del Callejón Diagón.
— No te muevas del salón, ¿entendido? Nada de deambular por el apartamento —le advierte y Atria asiente con ganas—. Vale, tenemos que crear un hechizo.
— ¿Sé hacer eso? —George asiente y Atria se frota las manos—. Perfecto, espero seguir sabiendo.
Al final crean un hechizo para encontrar cosas. Cosas rotas y que pensabas que habías perdido muchos años atrás y así es como aparecen cosas como la vieja escoba de una pequeña Atria y uno de los peluches de George. Y con eso se han pasado todo el día, solo para un hechizo que recupera objetos perdidos. Ha sido una completa pérdida de tiempo porque encima son solo los objetos perdidos de quien lanza el hechizo. Si al menos fueran de otra persona podrían convocar las cosas de Fred, las que llevaba el día de la batalla y no habían vuelto a ver. Kingsley había dicho que estaban quemadas, George no se había creído ni una sola palabra.
Volvieron a La Madriguera para cenar y, al día siguiente, lo que les despertó fue Molly Weasley con la portada de una revista donde sale un abrazo entre Harry y Atria en King's Cross y el titular "La hermana del salvador del mundo mágico pierde la cabeza".
Y George solo puede pensar que ese artículo está en la revista por una persona.
Mara.
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Ridley Scott está de vuelta JAJAJAJAJAJA es que no me resisto os lo juro me encanta que salga y que cause problemas.
Sobre Atria y su memoria... you know cosas que pasan no me arrepiento de haberlo hecho. Tampoco de lo de Fred, así que ya podéis lanzar maldiciones o whatever
Por cierto, ya no está el cartel de próximamente, así que veo el 8 de febrero, en los próximos días compartiré el título en Instagram, solo digo que deberíais tenerlo en cuenta :)
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