TWO | THE MONSTER HAS A NAME

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CHAPTER TWO:
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the monster has a name

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SU MENUDO CUERPO se estremeció cuando el frío de la noche la abrazó. Se le puso la piel de gallina en brazos y piernas. Sujetó con fuerza su chaqueta mientras salía a las calles y miraba a los lados tratando de localizarse. Su mente buscando un plan o alguna idea que la ayudara en ese momento, sin embargo, su cuerpo parecía que en cualquier momento iba a traicionarle con cada paso.

Un zumbido llegó a sus oídos y revisó los bolsillos de su chaqueta. Su celular. En la pantalla brillante se leía el nombre contacto. Anne. Un suspiro salió de sus labios antes de responder y presionar el teléfono contra su oído.

— ¿Anne?

¡Dylan! Gracias a Dios — se escuchó la voz de la mujer al otro lado de la línea. Dylan pudo registrar notas de alivio mezcladas con preocupación —. ¿Estás bien? ¿Dónde estás?

—Estoy bien, Anne — murmuró la castaña con tono cansado, mirando a los lados y pudo identificar algunos edificios —. Estoy en la Union Square.

Bien, no te muevas. Ya voy para allá — dijo con firmeza antes de colgar.

La castaña suspiró otra vez antes de dirigirse y sentarse en un banco cercano. Volvió a mirar su teléfono y buscó el número de contacto de su padre, y marcó llamar. Esperó a que atendiera, un tono, dos tonos, tres tonos. Así siguió hasta que terminó siendo enviada al buzón de voz.

Repitió la misma acción tres veces, hasta que en la cuarta por fin escuchó la voz familiar.

¿Si, Dydy?

La castaña frunció el ceño ante el falso tono calmado de su padre.

—No me vengas con eso, Edward Brock — habló con seriedad —. ¿Dónde estás? Iré para allá.

No, no, no. Es peligroso. No puedes acercarte a mi hasta que me deshaga del parásito.

—Papá...

Hazme caso, Dylan — él ordenó con dureza, sin querer escuchar quejas de su parte.

—Papá. Papá. ¡Edward!

Sin embargo, cuando estuvo a punto de despegar el teléfono de su oreja, comenzó a escuchar voces y una especie de discusión un poco alejados, pero lo suficientemente claro para tener un idea de dónde se encontraba el mayor.

El sonido de un claxon la hizo levantar la mirada y se encontró con el auto de Anne. Subió rápidamente al auto y se abrochó el cinturón de seguridad mientras le pedía que comenzara a manejar.

— ¿Estás segura que te encuentras bien?

—Si.

— ¿Sabes dónde está Eddie? Necesito hablar con él.

Dylan asintió y le indicó la dirección mientras la rubia giraba en una esquina.

— ¿Me vas a explicar lo que está sucediendo?

—No me creerías si te lo dijera...

Dylan miró por la ventana y se mordió la uña de su pulgar, la ansiedad le estaba jugando una mala jugada en ese momento.

Su padre no era el mejor para cuidarse a sí mismo en circunstancias normales, en realidad sus buenas intenciones podían ser confundidas con tendencias auto-destructivas.

—Me enteré de la muerte de tu madre — la castaña volteó a ver a Anne, que la miraba de reojo, sin perder la concentración en la carretera. Sabía que ese 'me enteré' de alguna manera tenía que ver con su padre —. Lo lamento mucho.

—No importa — ella se encogió de hombros, restándole importancia.

Poco después de que Dylan Brock naciera, su madre la abandonó en la puerta de su padre. Junto a ella, en la cesta, había una pequeña carta disculpándose y excusándose que no estaba lista para tener una hija. Dylan nunca sintió rencor u odio hacia su primogénita, solo tristeza y dolor; pero la entendió y lo aceptó. Después de todo, una madre que te conservara pero no te quisiera era peor que no tener ninguna. Además, siempre le gustó vivir con Eddie.

El auto se detuvo frente a las oficinas y Dylan abrió la puerta y corrió hacia el edificio.

Las luces estaban apagadas y, a medida que se acercaba, podía oír el inconfundible sonido de disparos. Reduciendo el paso, entró por una de las puertas de vidrio y vaciló de miedo al escuchar gritos aterrados.

Al doblar la esquina, vio con horror como el monstruo que controlaba a su padre estaba de pie con un hombre en sus manos, a punto de comérselo.

El grito de Anne la hizo reaccionar y llamó la atención del que volvió a ser a Eddie, quien las miró y se acercó a ellas, mientras la rubia escapaba despavorida.

— ¡Anne! ¡Anne, espera!

— ¿Qué demonios es eso? — la rubia exclamó, todavía alejándose.

— ¡Espera, por favor! — él suplicó —. Ese no soy yo. Me he infectado.

—Eddie, ¿qué está pasando?

—Está dentro de mí.

—Estás enfermo, Eddie. Realmente enfermo.

— ¡No! ¡Tengo miedo! — espetó Eddie, con la voz quebrada. Dylan se acercó a él y agarró su mano.

—Todo estará bien, papá.

—Está bien, pero Eddie, tienes que venir al hospital conmigo, para ayudarte.

—No puedo entrar — dijo el hombre tan pronto estuvo al frente al auto —. No quiero hacerles daño.

—Edward, sube al auto — le pidió su hija, jalándolo del brazo.

Eddie obedeció a los ojitos de cachorro de Dylan, además de los deseos de Venom, y se subió al auto de Anne, sentándose en el asiento trasero con su hija. Anne se acomodó en su asiento y miró por el retrovisor a los dos.

—Entonces, ¿alguien me puede decir que está pasando?

—Estoy fuera de control — murmuró Eddie.

—Dan dijo que necesita hacer otra resonancia magnética — informó la rubia.

—No — el hombre se sobresaltó en su asiento —. No. Sin resonancia magnética.

— ¿Qué? ¿Por qué?

—La frecuencia del sonido de la resonancia magnética le hace daño.

— ¿Qué? ¿Entonces, el sonido es como si kriptonita?

—No todos los sonidos. Fuego. Y fuego.

Los ojos de Anne se agrandaron mirándolo a través del retrovisor. —Él está hablando contigo.

—Nunca se calla.

— ¿Te duele?

—No — respondió Eddie —. No, aparte de que tengo hambre todo el tiempo.

— ¿Y es un eso, o él o ella? — preguntó con curiosidad Dylan.

—Responde a ambos, pero prefiere 'él'.

— ¿Y el monstruo tiene un nombre? ¿O puedo ponerle uno?

Eddie no pudo evitar al ver el entusiasmo infantil de su hija. De no haber sido porque el parasito dentro de él comenzó a gritarle que no obviamente tenía un nombre, le hubiera dejado decir la lista de posibles nombres.

—Se llama Venom.

La castaña se sintió un poco desilusionada, de verdad quería nombrarlo como si fuera una mascota. Una mascota demasiado peligrosa. Black no sonaba nada mal a su parecer.

Ambos miraron al frente, durante unos segundos, hasta que Eddie volvió a hablar.

—Oye, Dydy.

La adolescente hizo un sonido, indicándole que le escuchaba.

—Eres lo mejor que me ha pasado en la vida, quiero que lo sepas. Lamento tanto que tengas que pagar por mis errores. Te amo tanto...

Una sonrisa apareció en los labios de Dylan, quien se apoyó sobre él y pasaba sus brazos por su costado, abrazándolo. Enseguida sintió como el abrazo era correspondido.

—Yo también te amo, pa.

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